La Cábala

LA CÁBALA[1]

Don Curzio Nitoglia

Nota del traductor: He traducido al español esta columna escrita en italiano por Don Curzio Nitoglia, sacerdote católico, ex miembro del Instituto Mater Boni Consilii en el cual, durante su permanencia en él, colaboró con la revista Sodalitium, su órgano oficial, en cuya edición número 32, pág. 34 se publica esta notable entrada sobre este «espinudo y controversial» tema, como su mismo autor lo señala. En el final de este documento he incluido un cuadro sinóptico del contenido de este artículo en su original italiano. 

En un trabajo posterior pondré a disposición del lector, en español desde su edición inglesa, una obra escrita en 1843 originalmente en francés por un serio y reconocido estudioso judío, Adolphe Franck, cuya autoridad no será cuestionada, sobre el mismo tema y bajo el mismo título, a saber, La Cábala, presentando su origen y naturaleza.  

PRÓLOGO

            La historia de la humanidad se compone básicamente de dos corrientes de pensamiento a las que todas las demás pueden remontarse como mutaciones accidentales. La primera es LA TRADICIÓN CATÓLICA, revelada por Dios a Adán a los Patriarcas y a Moisés, conservada y transmitida por la antigua Sinagoga mosaica, [la verdadera Iglesia de Dios en el Antiguo Testamento] y también llamada la IGLESIA VERDADERA porque no fue pervertida por los rabinos y fariseos

            La segunda es la CÁBALA FALSA y ESPURIA o GNOSIS, que procede de la CÁBALA VERDADERA y PURA [o Tradición Católica], fue pervertida posteriormente por la malicia del hombre tentado por Lucifer; el «Non serviam» y el «Eritis sicut dii» son en realidad el corazón de la GNOSIS o CÁBALA ESPURIA.

            LA TRADICIÓN CATÓLICA se basa en el ser, en lo inmutable, en el acto. La CÁBALA ESPURIA, en cambio, se basa en el devenir, en el cambio, en la evolución y en el mito del progreso hasta el infinito: Dios, pues, no es, sino que se hace o deviene.

            De ahí la OPOSICIÓN «PER DIAMETRUM» DE DOS MODOS DE VIDA: el católico, que es contemplativo, por el que el hombre mediante el intelecto y la voluntad busca conocer y amar a Dios, y el cabalístico-gnóstico, que es ante todo mágico, práctico y técnico.

                  El mundo actual, casi completamente cabalizado, ha convertido al hombre en esclavo y «mecánico», sólo atento a actuar, a hacer, a esforzarse por producir, y totalmente incapaz de contemplar amorosamente el Acto puro [que entonces, como nos recuerda nuestro Señor en el Evangelio, es «lo único necesario», a lo que  debe subordinarse toda actividad práctica que, si no ha de ser despreciada, tampoco debe primar en la jerarquía de valores de la vida humana]. Con la CÁBALA ESPURIA [rabínico-farisaica] la criatura [como Lucifer] tiene la presunción de hacerse igual a Dios por su propio esfuerzo y mediante una técnica [gnosis]. No es Dios quien salva gratuitamente, por su pura misericordia, sino que es el hombre la perfección y el punto omega hacia el que «dios» tiende panteísticamente. LA CÁBALA ESPURIA se basa en las tres concupiscencias: el amor desordenado a los placeres sensibles, a los bienes perecederos y materiales, y a uno mismo. LA TRADICIÓN CATÓLICA, en cambio, se basa en el espíritu de los Consejos Evangélicos: el amor al sufrimiento, el desapego de los bienes de este mundo y el desprecio de sí mismo, aceptando los propios límites, a fin de ser elevado por Dios para participar de su vida íntima y divina de manera finita, como corresponde a una criatura, por la gracia santificante, que es «semen gloriae».

                  S. Agustín nos enseña que «La Ciudad de Satanás está formada por aquellos que se aman a sí mismos hasta el punto de despreciar a Dios; la Ciudad de Dios, por el contrario, por aquellos que, por amor a Dios, se desprecian a sí mismos». 

                  Nos corresponde a nosotros hacer la elección: ¿de qué ciudad queremos formar parte? ¿A qué Tradición queremos adherirnos, a la luciferina o a la cristiana?

LA TRADICIÓN CATÓLICA Y LA TRADICIÓN CABALÍSTICA

                  Dios, a través de la Revelación, ha transmitido la Verdad sobre los misterios de su vida íntima a la humanidad desde el primer hombre (cf. Summa Theologica II-II, q.2, a.7).

                  Sin embargo, la Revelación oral primordial comunicada por Dios a Adán fue deformada y falsificada por la rebelión y la malicia del hombre.

                  «Desgraciadamente, DE LA TRADICIÓN ORAL JUDAICA […], bajo la instigación del espíritu del mal, SE ORIGINÓ UNA TRADICIÓN ESPURIA, LA CABALISTA GNÓSTICA […]. Se parte de un ‘dios’ indeterminado… que contiene en sí los opuestos […el mal y el bien…] que se convierte en mundo y hombre. El hombre, en la concepción gnóstico-cabalística, sería la culminación del proceso emanativo del universo» (J. MEINVIELLE, Influencia del gnosticismo hebraico en ambiente cristiano, editado por d. Ennio Innocenti, título original de la obra: De la Cábala al progressismo, Roma 1988, p. 14).

                  Para la Tradición verdadera (católica), el hombre, por un acto de Fe o asentimiento cierto del intelecto a la enseñanza de Dios, puede conocer los misterios que Dios ha querido revelar, mientras que, para la falsa Tradición gnóstico-cabalística, el hombre no se conforma y no adhiere a la realidad, sino que la elabora y construye, mediante un sistema subjetivo e imaginativo, en el que el mundo y «dios» son la misma cosa (Panteísmo).

LA TRADICIÓN CATÓLICA

                  Adán recibe la Revelación de los Misterios Divinos por Dios mismo, como afirma Santo Tomás: «… En el principio Dios habló a los primeros hombres de la misma manera que habla a los Ángeles…» (Suma Teológica II – II, q.2, a.7).

                  En el artículo sobre el Deicidio vemos que antes del Pecado Original Adán tuvo conocimiento explícito de la Encarnación del Verbo y de la Santísima Trinidad (cf. S. T. II – II, q.2, a.7); con él comienza, por tanto, la VERDADERA TRADICIÓN, que propone al hombre las verdades naturales y sobrenaturales necesarias para la salvación. Esta TRADICIÓN fue comunicada al hombre en tres «economías» diferentes: 1ª) TRADICIÓN PRIMORDIAL [Adán]. 2ª) TRADICIÓN ORAL ESCRITA, O LEY MOSAICA (1280 a.C.). 3ª) TRADICIÓN EVANGÉLICA O LEY NUEVA.

LA ANTIGUA CÁBALA DE LOS JUDÍOS

            El pueblo elegido, por lo tanto, incluso antes de la Ley escrita de Moisés (1280 a.C.), poseía una TRADICIÓN PRIMORDIAL ORAL, que luego fue confiada a un cuerpo especial de 70 doctores, colocados bajo la autoridad suprema de Moisés y sus sucesores (los Sumos Sacerdotes).

            La Tradición de la SINAGOGA ANTIGUA Y VERDADERA se dividía en dos ramas: EL TALMUD [aún no corrompido] que – como una especie de teología moral – fijaba el sentido de la Ley escrita, definía lo permitido, lo obligatorio o lo ilícito, y LA CÁBALA [aún no corrompida] que constituía la enseñanza dogmática y mística y trataba de la naturaleza de Dios, de sus atributos y que, como teología especulativa y dogmática de la Antigua Ley, pasando oralmente de generación en generación, daba el sentido espiritual de lo que Moisés pondría más tarde por escrito.

DEFINICIÓN DE LA CÁBALA

            La Cábala es una ciencia «acroamática» o esotérica, adjetivo que califica cualquier ciencia secreta entre los antiguos, que sólo se enseñaba a los iniciados. El adjetivo opuesto es exotérico o exotérico: exterior, público, no secreto. El adjetivo «acroamático» o esotérico designa, por tanto, cualquier ciencia misteriosa que deba explicarse verbalmente y no pueda aprenderse en los libros.

            La Cábala aún no pervertida de la antigua Sinagoga mosaica no repudiada por Dios [hasta el Jueves Santo] trataba de la naturaleza de Dios y sus atributos, la Encarnación y la Trinidad; así lo atestiguan … incluso muchos rabinos que se convirtieron al cristianismo leyendo la [verdadera] Cábala. […] Esta es la CÁBALA ANTIGUA Y VERDADERA, que distinguimos … de la CÁBALA MODERNA, FALSA, condenable y condenada por la Santa Sede, obra de rabinos, que también han falsificado y tergiversado la Tradición Talmúdica.

Los Doctores de la Sinagoga la remontan a Moisés, admitiendo al mismo tiempo que las principales verdades que contenía eran conocidas, por Revelación oral de Dios, por los primeros Patriarcas» (P.L.B. DRACH, De l’harmonie entre l’Eglise et la Sinagogue, Paul Mellier edit, París 1844, op. cit., tomo 1, pp. XIII, XXVII).

                  En este punto, es útil leer lo que escribe el rabino converso Drach sobre la composición de una Cábala nueva y falsificada por parte de los rabinos y fariseos junto a la Cábala verdadera: «[Existe] una Cábala VERDADERA sin mezclas, que se enseñaba oralmente [y en privado, sólo entre doctores] EN LA ANTIGUA SINAGOGA, CUYO CARÁCTER ES FRANCAMENTE CRISTIANO [es decir, proclamaba a Cristo como la segunda Persona de la Santísima Trinidad y como el Verbo Encarnado y Redentor Crucificado]. Hay una SEGUNDA CÁBALA, que es falsa, LLENA DE SUPERSTICIONES RIDÍCULAS y que también trata de magia y medicina… QUE HA LLEGADO A LAS MANOS DE LOS RABBINOS [FARISEOS Y SADUCEOS] DE LA SINAGOGA INFIEL [después del Jueves Santo]… Una parte considerable de la Tradición, cuyo depósito se confió a la antigua Sinagoga, consistía en las explicaciones místicas, alegóricas y anagógicas del Texto sagrado; en resumen, todo lo que la Tradición enseñaba sobre el …mundo espiritual […)]. Esta doctrina oral, que es la Cábala [a diferencia del Talmud, que es “la segunda Ley”], dada oralmente a Moisés en el Sinaí, cuyo texto es la Misná y cuyo comentario se llama la Guemará] tenía por objeto las verdades más sublimes de la Fe, que remitían sin cesar al Redentor prometido. […].

            Existe esta diferencia entre el Talmud y la Cábala, aunque colindan de tal modo que es difícil asignarles límites precisos; EL TALMUD se limita generalmente a LO QUE CONCIERNE A LA PRÁCTICA EXTERNA, A LA EJECUCIÓN MATERIAL DE LA LEY MOSAICA; LA Cábala como TEOLOGÍA ESPECULATIVA, MÍSTICA, TRATA DE LA PARTE ESPIRITUAL DE LA RELIGIÓN […].

            A su regreso del cautiverio babilónico [538 a.C.] el profeta Esdras, viendo que las calamidades de la nación podían llevar al olvido completo de la Tradición cabalística, …puso por escrito esta Tradición -por mandato de Dios- en setenta volúmenes, pero estos libros no se hicieron públicos […].

            El carácter que distingue esencialmente la Antigua Ley de la Nueva Ley es que la primera tenía una enseñanza secreta que se ocultaba a la gente sencilla, pero que luego debía predicarse públicamente a todos los fieles sólo con el Advenimiento del Mesías […] BAJO LA ECONOMÍA DEL NUEVO TESTAMENTO, EL ÚLTIMO DE LOS FIELES ES INICIADO A LAS VERDADES MÁS SUBLIMES DE LA RELIGIÓN [la enseñanza esotérica era lícita y querida por Dios SÓLO POR UN TIEMPO DETERMINADO, es decir, hasta el Advenimiento de Jesucristo. Con el cristianismo, lo que se enseñaba en privado entre doctores, por temor a que el todavía imperfecto pueblo judío no cayera en el politeísmo, era necesario que se predicara públicamente a todos los fieles. Se ve, pues, que para la verdadera Religión el esoterismo es condenable e inadmisible; Dios sólo lo había permitido para preservar de la idolatría al todavía inculto pueblo judío. Esta Tradición [cabalística y talmúdica] del pueblo de Dios, que fue antes del cristianismo la única depositaria de la verdadera Fe, era toda cristiana [proclamando a Jesucristo, la segunda Persona de la Trinidad, el Redentor de la humanidad, etc.] Lamentablemente, la antigua y buena Cábala se ha perdido en parte…. Hacia los últimos tiempos de la existencia de Jerusalén, el culto de los judíos viró hacia el fariseísmo, que invadió casi toda la Sinagoga. Los presuntuosos fariseos sofocaron…la pura Ley de Dios [corrompieron tanto el Talmud como la Cábala] con sus ocurrencias y sus vanas sutilezas dando como resultado esta masa de observancias meticulosas…que encontramos en las prácticas supersticiosas de la actual Sinagoga. El corazón se marchitó y se alejó del culto que pronto consistiría sólo en la realización de actos externos y materiales. […] En este estado de cosas, toda la atención de los doctores se dirigió a la teología [moral] talmúdica, que sólo existía oralmente y aún no por escrito. La teología especulativa o mística [Cábala] … – por su fuerte tendencia cristiana – […] cayó en descrédito cuando los fariseos empezaron a oponerse a la doctrina predicada por nuestro Señor Jesucristo… E desde entonces, la Cábala sufrió el mismo destino que la Tradición Talmúdica, se corrompió. Se había convertido en “vinagre de vino”.

            […] Tras la dispersión de los judíos [130 d.C.], cuando los rabinos se encontraron en contacto con filósofos de otras naciones, recuperaron el gusto por la especulación filosófica y volvieron a la Cábala. Al resucitar esta ciencia, que tuvieron que recrear «ex novo» en gran medida, introdujeron en ella… algo de las filosofías griega y oriental, sistemas opuestos entre sí y sobre todo incompatibles con la Revelación mosaica. Esta es la CÁBALA MODERNA, en la que los rabinos han… introducido torpemente fórmulas equívocas tomadas tanto del materialismo de cierta filosofía griega como del panteísmo indio, y también de la Fe en la unidad de un Dios personal, separado del universo por la esencia. […] 

            Parece que la antigua y verdadera Cábala, que se ha perdido en gran parte, era muy extensa, y bien podría suministrar el material de los setenta volúmenes de Esdras, ya que los restos que se han conservado son todavía muy numerosos, y proporcionan abundantes pruebas a favor de todos los artículos principales de la Fe Católica, de modo que se puede con mucha ventaja enfrentar a los judíos con sus propios libros.

            […] Pero aquí se nos plantea una cuestión. ¿Cómo reconocer los restos de la antigua y verdadera Cábala [cristiana] en medio de las adiciones rabínicas en las que se han perdido? […] La regla es ésta… CUANDO UN PASAJE EXPRESA, EN TÉRMINOS CLAROS Y EXPLÍCITOS, UN ARTÍCULO DE LA FE CATÓLICA, negado por los judíos [que no aceptaron a Jesucristo como Mesías]… PUEDES ESTAR SEGURO DE QUE ESTE PASAJE NO FUE FABRICADO POR LOS RABINOS. Y añadimos que SI ESTE PASAJE SÓLO ES SOSTENIBLE DE UNA INTERPRETACIÓN CRISTIANA [sin anunciar a Cristo explícita y claramente], AÚN PUEDE ACEPTARSE COMO AUTÉNTICO; pues los rabinos…sabían perfectamente lo que les separaba del cristianismo, y habrían evitado cuidadosamente cualquier equívoco […]. Por lo tanto, no debería sorprendernos que el estudio de esta ciencia llevara a un gran número de judíos a abrazar el cristianismo. De hecho, a menos que hagamos violencia al texto de las preciosas piezas que nos quedan de la CÁBALA ANTIGUA, debemos estar de acuerdo en que EL DOGMA CRISTIANO SE PROFESA AHÍ TAN CLARAMENTE COMO EN LOS PADRES DE LA IGLESIA. Los rabinos se dieron buena cuenta de ello, y tomaron todas las medidas posibles para alejar a los judíos del estudio de la Cábala porque podría sacudir la «fe» de los que no estaban muy firmes [decían]» (P.C.B., DRACH, óp.. cit., tomo II, pp. XIII – XXVII)».

            En resumen, como enseña un gran estudioso del judaísmo, Gougenot des Mousseaux: «Hay dos Cábalas […]

            LA CÁBALA ANTIGUA: la Sinagoga poseía, incluso antes de los libros de Moisés, una Tradición oral que servía de «alma del cuerpo de la letra». […] Esta Tradición de la antigua Sinagoga se dividía en dos ramas: una era pública y era la Tradición Talmúdica… que fijaba el sentido de la Ley escrita. La segunda rama era la parte misteriosa y sublime de la Tradición Oral. Formaba la Tradición Cabalística o CÁBALA.

            […] La distinguimos muy cuidadosamente de la CÁBALA MODERNA, FALSA, obra de los rabinos que también falsificaron la Tradición Talmúdica. […] Si, pues, la PRIMERA CÁBALA, o sea la tradición religiosa más antigua del mundo, es de orden DIVINO, la SEGUNDA CÁBALA ES DEMONIACA […] Esta segunda CÁBALA bajo la égida de los Templarios amenazó al mundo entero y … se refugió en las doctrinas y ritos … de la Masonería. […] Así, podemos decir que la segunda Cábala de los judíos … contiene en su seno todas las sociedades secretas…

            Hay una ciencia… que da a los hombres que la toman como regla un poder soberano que les hace dueños de los elementos inferiores, esta ciencia es la magia, de la que la segunda Cábala es el dogma» (GOUGENOT DES MOUSSEAUX, Le judaisme et la judaisation des peuples chretiens, París 1869, Henry Plon editeur, pp. 509 – 525)». 

            Para completar, vuelvo a traer lo que escribió el rabino Drach, convertido al catolicismo:

EL TALMUD 

            «’Talmud’ … [aprender, enseñar], es un término hebreo rabínico que significa doctrina, estudio. Designa más específicamente el gran cuerpo de doctrina de los judíos, sobre el que trabajaron sucesivamente, en diferentes épocas, los más acreditados doctores de Israel. Es el código completo, civil y religioso, de la Sinagoga. Su objeto es explicar la Ley de Moisés de acuerdo con el espíritu de la Tradición Oral».

PARTES INTEGRANTES DEL TALMUD

            «El Talmud se divide en MISCHNÁ comúnmente llamado MISNÁ… que es el texto [puesto por escrito hacia 190 d.C. ed.], y la GUEMARÁ…, que es el comentario sobre el MISNÁ [o texto]. La Guemará [a su vez] se divide en la GUEMARÁ DE JERUSALÉN y la GUEMARÁ DE BABILONIA.

            La Misná [de la raíz… repetir] …, significa la repetición de la Ley, la segunda Ley, la que, según los rabinos, Dios enseñó oralmente a Moisés en el monte Sinaí, después de haberle dado la Ley escrita, llamada Torá.

                  Guemará (de la raíz perfecta…) significa… suplemento, complemento, doctrina. Bajo el nombre de Torá, los rabinos designan a menudo a la sola Gemará [comentario sobre la Misná]. En sus libros suelen llamar a la Guemará de Babilonia y a la Guemará de Jerusalén, Talmud de Babilonia y Talmud de Jerusalén.En sus libros, frecuentemente, suelen llamar a la Gemará de Babilonia y a la de Jerusalén, Talmud de Babilonia y de Jerusalén.

            […] Todo código escrito [la Torá] va necesariamente acompañado de tradiciones […] sobre cómo entenderlo y aplicarlo [la Misná o Segunda Ley Oral], porque la letra desnuda quedaría a merced de prejuicios, caprichos y pasiones [como el libre examen luterano], y en lugar de servir de vínculo de unidad [..], se convertiría en objeto de discordia. El pueblo se dividiría en sectas […]. Así, más allá de la Ley escrita, dictada, desde la primera palabra del Génesis a la última del Deuteronomio, a Moisés en el Sinaí, …el pueblo de Dios tenía una segunda Ley…una Ley oral, que se transmitía de boca en boca […]. Su objeto era establecer el sentido de la Biblia…y preservar del olvido los preceptos divinos no escritos, pues la Sinagoga, tanto después de su reprobación [Jueves Santo], como mientras siguió siendo la Iglesia de Dios, nunca fue… «protestante».

            […] La Escritura nos enseña que Moisés, …subió al Sinaí, donde permaneció cuarenta días… al cabo de los cuales recibió las tablas del Decálogo.

            El Talmud (Tratado Berahhot, fol. 5 recto) dice que [en aquella época] Moisés aprendió de Dios la explicación y el desarrollo de la Ley escrita; es decir, aprendió la Ley oral que la Tradición se encargó entonces de transmitir de generación en generación hasta el fin del mundo. […] Desde los tiempos más antiguos, la Tradición no podía ser socavada de ninguna manera, pues si surgía una disputa entre los doctores, el caso era llevado inmediatamente, de grado en grado, ante la gran asamblea de Jerusalén, llamada… el Sanedrín. Estaba compuesto por setenta doctores de la Ley, sin contar al «nâci»… jefe, presidente, considerado como el legítimo sucesor de la autoridad espiritual de Moisés [el Sumo Sacerdote]. […] El Deuteronomio XVII, 8 ss. contiene uno de los pasajes más importantes a favor de la sumisión debida a la autoridad espiritual, que reside en el cuerpo docente de la Iglesia, depositaria de la Tradición, y en primer lugar, en la cabeza suprema del Sacerdocio en la tierra, el juez infalible de la doctrina divina [el Papa].

            […] Los Padres de la Iglesia también nos hablan de la tradición oral de la Sinagoga. San Hilario dice: ‘Aparte de la Ley escrita, Moisés enseñó por separado los misterios más secretos de la Ley a los setenta sabios… ésta es la doctrina tradicional’ (tract. in II Ps., ed. des benedictins, p.28). En resumen, el Pentateuco… no sería más que letra muerta, una especie de índice de preceptos religiosos, y sólo podríamos conocer el sentido de la Ley escrita a través de la Ley oral.

            Nuestra Santa Madre Iglesia, que recogió la herencia de la Sinagoga [mosaica], también nos propone… artículos de fe, basados únicamente en la Tradición, que la Escritura no menciona en ninguna parte. Por eso San Pablo escribe: «Manteneos firmes… y manteneos firmes en las tradiciones que se os han enseñado, ya sea de VOZ o por escrito» (II Tes. 2:14). […] Y el precepto [el de obedecer la decisión del jefe «pro tempore» de la Religión] es muy importante, ya que la Torá nos fue dada por escrito, y sabemos bien que las opiniones varían cuando hay que razonar [e interpretarla]. Las disputas se multiplicarían, ya sea para explicar el sentido de la letra del texto, ya sea para sacar deducciones de éste; y así la Torá se convertiría en quién sabe cuántas «Torás».

            La Ley anula toda disputa, ordenándonos obedecer al gran tribunal, que está ante Dios en el lugar que Él mismo ha elegido [antes Jerusalén, la ciudad santa, entonces capital de la Religión; ahora Roma, la ciudad santa, capital del mundo cristiano], en todo lo que nos ordena […]. Y aun cuando nos parezca que esta Autoridad se engaña, no es lícito a ningún hombre particular seguir su opinión; porque eso sería la ruina de la Religión, un tema de división en el pueblo y la disolución de toda la nación».

LOS PADRES DE LA IGLESIA Y LA TRADICIÓN JUDAICA

             «La existencia… de la Ley oral tradicional de la Sinagoga [mosaica] no fue ignorada por los Padres… de la Iglesia primitiva, aunque la Guemará aún no había sido escrita.

            S. Epifanio habla extensamente … de las tradiciones falsificadas por los fariseos, mientras que S. Hilario habla de la Tradición buena y verdadera, … puesta en manos de los doctores sentados en la Cátedra de Moisés. San Agustín escribe: «Además de las Escrituras de la Ley y de los Profetas, los judíos tienen ciertas tradiciones que aprenden de memoria sin escribirlas, y que se transmiten unos a otros oralmente. Es lo que llaman Deuterosis o Ley Oral» (C. Adv., tomo X, p. 696, ed. de Venecia, en 4°)».

REDACCIÓN DE LA MISNÁ O TRADICIÓN ORAL

            «Preocupado por el deplorable estado de los estudios sagrados de su nación, que se había dispersado definitivamente tras la sangrienta derrota […] bajo el reinado del emperador Adriano (130 d.C.), que expulsó a los judíos de Judea; considerando también que los doctores de la Ley, asesinados en gran número por los romanos, eran cada vez más escasos, e incluso entonces apenas bastaban para preservar … el conocimiento de la Ley Oral, Rabí Judá determinó […] escribir toda la Tradición…. el conocimiento de la Ley Oral. Esta colección se llamó Misná… Desgraciadamente, además de las buenas tradiciones, que por lo demás no son todas, se admitieron muchas de las tradiciones falsas y alteradas por los fariseos. Algunas de estas «tradiciones» iban dirigidas contra el cristianismo. […] 

            La redacción de la Misná, según la opinión más probable, data … alrededor del año 190 de la era cristiana. Está escrito en hebreo puro y de fácil comprensión».

SUPLEMENTOS O COMENTARIOS ORALES DE LA MISNÁ

            «La Misná, escrita en un estilo conciso y lleno de definiciones, no estaba al alcance de todos los lectores. Rabí Judá pasó el resto de su vida explicándola oralmente. Más tarde, varios de sus discípulos, [los tanaítas], escribieron libros para llenar las lagunas dejadas en la obra del maestro y desarrollar lo que no estaba claramente expresado. […]»

ORIGEN DE LA GUEMARÁ O COMENTARIO DE LA MISNÁ, PUESTO POR ESCRITO

            «Pocos años después de la muerte de Rabí Judá y sus discípulos directos [los tanaítas], se inició una nueva serie de doctores de la Ley mosaica, llamados ‘emoraini’ [disputadores], que explicaron y desarrollaron, en conferencias públicas, todos los pasajes difíciles de la Misná . Sus enseñanzas fueron recogidas en la GUEMARÁ».

LA GUEMARÁ DE JERUSALÉN (279 d.C.) 

            «La primera colección de este tipo fue… La Guemará de Jerusalén, una compilación debida a Rabí Yohhanan, hijo de Elieser, quien la terminó, según el cálculo más probable, en el año 279 de la era cristiana. […] Esta Guemará se llama Guemará de Jerusalén porque fue escrita en Judea, especialmente para uso de los judíos que vivían en Tierra Santa. […] La Guemará de Jerusalén, desde el momento de su creación hasta nuestros días, nunca ha tenido un gran éxito entre los judíos. […] Bien por su insuficiencia, bien porque era demasiado oscura y estaba escrita en un lenguaje difícil, casi incomprensible para los judíos que entonces vivían fuera de Tierra Santa».

LA GUEMARÁ DE BABILONIA [INICIOS DEL SIGLO VI D.C.]

            «Probablemente fueron las deficiencias de la Guemará de Jerusalén las que impulsaron a varios rabinos de Babilonia, donde se encontraban los doctores más sabios, … a recopilar otro comentario sobre la Misná, más claro, más extenso, más detallado. Rabí Asschi asistido por Rabí Abiha … llevó a cabo esta gran obra, … uno de los principales propósitos de Rabí Asschi era dar explicaciones alegóricas de diversos pasajes de las Sagradas Escrituras… Es esta … la parte que hizo del Talmud como una obra que contiene un gran número de rarezas, fantasías, indecencias ridículas y repugnantes, especialmente horribles blasfemias contra todo lo que la Religión Cristiana considera más sagrado. […] La Guemará de Babilonia fue completada, … alrededor de principios del siglo VI d.C….. Fue inmediatamente aceptada por todo Israel. Es este cuerpo de derecho canónico, religioso y civil a la vez, el que rige hasta hoy la conducta de los judíos apegados a su fe errónea […] Las tradiciones contenidas en el Talmud [o Guemará] – salvo las falsas, propias de los fariseos – se remontan a la más alta antigüedad. … Moisés es la cabeza y el primer eslabón de la cadena de la Tradición oral [talmúdica]».

RELACIÓN ENTRE EL TALMUD Y LA GUEMARÁ

            «Rabí Judá puso en la composición de la Misná un cierto espíritu crítico para la elección de las tradiciones; mientras que los autores de la Guemará mezclaron todo sin discernimiento. […] El cristianismo, que después de la muerte de Rabí Judá se convirtió en la Religión dominante del Imperio Romano, excitó la cólera y la envidia de los fariseos contra sí mismo a causa de su éxito y los indujo a alterar aún más las verdaderas tradiciones de la Sinagoga [mosaica], y a suponer e inventar otras falsas, con el fin de perpetuar el odio que ya animaba bastante a los fariseos contra los cristianos. En la Guemará [de Babilonia, principios del siglo VI d.C.], hay al menos cien pasajes que atacan la memoria de nuestro adorable Salvador, la pureza más que angelical de Nuestra Señora, … el carácter moral de los cristianos, a quienes el Talmud describía como dedicados a los vicios más abominables. Hay pasajes que declaran que los preceptos de justicia, equidad y caridad hacia el prójimo, no sólo no se aplican a los cristianos, sino que serían un pecado si lo hicieran. (Talmud, tratado Aboda-Zara, fol. 13 versículo, fol. 20 recto; tratado Baba-Kamma, fol. 29 versículo). En la Misná, en cambio, apenas hay de cuatro a cinco de estos pasajes impíos, … y se mantiene cierta mesura en las expresiones.

            En la edición del Talmud que Proben, el editor de Basilea hizo en 1581, los censores Marcus Marinus, Italus Brixiensis, Petrus Cavallerius, suprimieron los principales pasajes que hemos citado. […] Pero algún tiempo después, los judíos restablecieron, en una edición publicada en Cracovia, todas las supresiones hechas en Basilea. Sin embargo, como estos pasajes restablecidos suscitaron la indignación de los judíos cristianos, el sínodo judío, reunido en Polonia en 1631, prescribió su supresión en futuras ediciones, en estos términos: «Os ordenamos, bajo pena de excomunión mayor, … no imprimir nada en futuras ediciones, ni de la Misná ni de la Guemará, que se relacione, para bien o para mal, con los hechos de Jesús de Nazaret … Por lo tanto, os instamos a dejar en blanco … los pasajes que tratan de Jesús el Nazareno, y a poner en su lugar un círculo …, que advertirá a los rabinos … que enseñen a los jóvenes estas cosas sólo de viva voz. Gracias a esta precaución, los eruditos (cristianos) ya no tendrán ningún pretexto para atacarnos”». (P.L.B. DRACH, op. cit., tomo 1, pp.149 – 168).

PERVERSIÓN DE LA CÁBALA JUDAICA

            «La esclavitud del pueblo elegido en Egipto (1300 a.C.) y la esclavitud en Babilonia (c. 586 a.C.)[2]causaron una inmensa perturbación en el seno de Israel, y LA TRADICIÓN CABALÍSTICA ORTODOXA CAYÓ FINALMENTE EN EL OLVIDO. Más tarde, cuando los tiempos se cumplieron, la culpa de los doctores de la Sinagoga consistió … en el celoso cuidado que tuvieron … de ocultar al pueblo la clave de la ciencia o la exposición tradicional de los Libros Sagrados, por la cual Israel reconocería al Mesías.

            Hacia los últimos tiempos de Jerusalén (150 – 100 a.C.) el culto fue invadido… por el fariseísmo. La atención de los doctores se volvió, por tanto, hacia la teología talmúdica…. La Tradición talmúdica entonces… distorsionada en su parte esencial, recibió la mezcla impura de las fantasías rabínicas…» (J. MEINVIELLE, op. cit., Roma 1988, pp. 21-22).

DESDE MOISÉS (1300 a. C.) AL CAUTIVERIO BABILONIO (586 a. C.): SATANÁS CONTRA EL DOGMA DEL ÚNICO VERDADERO DIOS

            Veamos lo que dice al respecto otro rabino que se convirtió al cristianismo y se hizo sacerdote, el canónigo Mons. Agustín Lémann: «Se dice… que la vocación del pueblo judío puede compararse a la del sacerdote, …. En efecto, es para enseñar la Verdad religiosa y administrar las cosas santas … que el pueblo judío fue elegido igual que el sacerdote.

            La primera misión de Israel consistía en preservar y comunicar la Verdad religiosa…la Fe en el Dios único y creador del cielo y de la tierra. …Su segunda misión…consistía en entregar, en «ministrar» el Mesías al mundo. […] Es contra la una y la otra misión que el diablo envidioso y asesino dirigirá sus ataques. Pero lo hará como una serpiente, con una táctica hábil.

            […] Desde el Sinaí (1380 a.C.) hasta la destrucción del primer templo (586 a.C.), toda la acción del diablo se concentró… contra la fe en un Dios único y creador. Satanás perseguía un único objetivo: neutralizar la misión de luz confiada al pueblo judío, conduciéndolo hacia el error de la idolatría. Extinguida la fe entre Israel, debía extinguirse en el mundo entero [Para lograrlo] SATÁN SE SIRVIÓ DE LAS SEDUCTORAS ATRACCIONES DE LA IDOLATRIA MISMA, que son: ante todo, una CIENCIA OCULTA, que parecía tener que satisfacer la curiosidad innata del hombre.

            Aquella no era… sino… una mezcla monstruosa de ideas y prácticas extrañas, a menudo diabólicas, […] La Revelación mosaica debió parecer desnuda, fría y estéril, comparada con las brillantes promesas de conocimiento de los secretos de la naturaleza y del futuro, que esta ciencia oculta pretendía desvelar. La Ley de Moisés respondía poco a la inquieta curiosidad del hombre.

            Mientras que el culto establecido por Moisés consistía en la oración y el sacrificio en el altar, la idolatría se prestaba a las vanas búsquedas del espíritu humano, a las prácticas más dispares y supersticiosas. […]

            Otro atractivo de la idolatría era la SATISFACCIÓN DE LOS SENTIDOS […]. Existían, por lo tanto, para la naturaleza depravada del hombre algunos lados desgraciadamente seductores en el paganismo oriental. Ahora bien, …en la sangre del pueblo judío hervían todos los ardores… este pueblo amaba con furor todo lo que seducía a los sentidos…. Los medios empleados por el diablo contra el primer objeto de la misión de este pueblo, la preservación y propagación de la Fe en un solo y único Dios Creador, fueron realmente temibles.

            Yahvé, que había hecho tantos milagros para formar un pueblo, y que velaba como un Padre sobre el doble objeto de su misión… se preocupaba de PREVENIR y PROTEGER a su pueblo contra las maquinaciones de Satanás. Le había prevenido con repetidas y solemnes exhortaciones: «No servirás a dioses ajenos» (Dt. VI, 14). Le había prevenido además de varias maneras: en primer lugar, aislándole de las demás naciones […]. No contento con separar físicamente a Israel del resto del mundo, Dios… lo había separado también moralmente mediante una legislación religiosa, política y civil […]. Todo…en la legislación mosaica, tendía a este fin capital: …recordar al pueblo al creador y único Dios.

            A todas estas precauciones divinas, hay que añadir la voz incesante de los Profetas… que, a lo largo de varios siglos, se sucedieron para despertar la conciencia del pueblo, condenar la idolatría, proclamar al Dios único… El pueblo elegido estaba así fuertemente armado para resistir victoriosamente los asaltos que le habría propinado el infierno. Y, sin embargo, ¡fue Satanás quien venció!

            He aquí las líneas generales de la lucha: fueron 40 en primer lugar las diez tribus del reino cismático de Israel (en el norte, con Samaria como capital) las que sucumbieron (722 a.C.) La idolatría había sido colocada por el rey Jeroboam en la base misma del nuevo reino. […] Todos los reyes de Israel, sucesores de Jeroboam, habían imitado y mantenido esta idolatría, durante un período de 252 años […].

            Una de las consecuencias inevitables de este estado de cosas habían sido las frecuentes alianzas con los reyes idólatras de Egipto, Tiro, Sidón, Siria y Asiria, alianzas que habían desarrollado aún más la idolatría al introducir en Israel las más variadas formas de politeísmo.

            […] El último día llegó para Samaria cuando Dios la entregó a sus enemigos [722 a.C.]… Samaria fue destruida … y sus habitantes asesinados. …Los que habían escapado al castigo fueron expulsados de Tierra Santa por Dios como profanos, …para vivir en Asiria sin sacrificios ni culto público. Así terminó el Reino de Israel, que había durado unos 200 años después del cisma de Jeroboam [935 a.C.].

            La táctica de Satanás había encontrado más dificultades y resistencia en el reino de Judá [reino del sur, con Jerusalén como capital]. En cuanto a la idolatría, sus reyes pueden dividirse en tres clases: 

1ª. Los que la rechazaron, permaneciendo plenamente fieles al Dios verdadero. 

2º. Los que prohibieron el culto a los ídolos, pero permitieron que subsistiera en los ‘lugares altos’. …Satanás… mantuvo esta negligencia culpable, sabiendo muy bien a dónde conduciría. De hecho, dos de los seis reyes negligentes, …más tarde cayeron en la idolatría. 

3º. Aquellos que eran idólatras.

            […] Finalmente, el nefasto ejemplo dado [por los reyes idólatras] desvió a todo el pueblo y la idolatría se generalizó hasta en el reino de Judá. […] El plan de Satanás parecía haber tenido éxito contra el reino de Judá, como lo había tenido contra el de Israel…. Pero… la destrucción [586 a.C.] fue el castigo de la idolatría también en el reino de Judá. Bajo la espada de Nabucodonosor… todo había sido destruido…el Templo mismo. El cautiverio babilónico había comenzado y duraría unos 50 años [hasta el 538 a.C.].

            Sin embargo, la justicia vengadora de Dios debía estar, con respecto al reino de Judá, atemperada por la misericordia, lo que no ocurría con el reino de Israel. Porque Judá, aunque prevaricador, había sido menos culpable que Israel. […] La propia tierra del reino de Judá, durante los 50 años de cautiverio, debía ser purificada [según el plan de Dios] de los pecados que los judíos habían cometido allí. […] Y para mostrar bien que el exilio de Judá era sólo un castigo temporal, del que se saldría, Dios se encargaría de que ninguno de los pueblos vecinos de la Tierra Prometida llegara a establecerse allí. […] Esta conducta de Dios abortó en parte el plan de Satanás. …Satanás esperaba que, a causa de su pecado, la tribu de Judá … dejase de existir, como las diez tribus de Israel, para ser el pueblo de Dios […]. En su exilio, la tribu de Judá, habiendo vuelto al Señor en pena y arrepentimiento, se convirtió a través de sus grandes profetas, Ezequiel y Daniel, … en el heraldo de la Verdad religiosa incluso en medio de sus vencedores idólatras. […] La noble tribu vuelve [del exilio] para ser de nuevo, … como un faro de luz y preparar así los caminos y el Advenimiento del Mesías.

DESPUÉS DEL REGRESO DEL CAUTIVERIO BABILÓNICO (c. 516 a.C.): SATÁN ATACA EL DOGMA DE CRISTO REDENTOR

            «Es un hecho sorprendente que desde la época del regreso de la cautividad babilónica [538 a.C.], unos cuatro siglos antes de la era cristiana, la idolatría cesó por completo en la familia de Israel. Casi parece como si estuviéramos ante un pueblo nuevo. […] El monoteísmo está ahora indeleblemente inscrito en la conciencia del pueblo judío […] Varias causas pueden explicar este cambio… Además de la escuela de la desgracia en el exilio, hay otra causa: la modificación hecha por Satanás en su plan de ataque. Ante la proximidad de la venida del Mesías, Satán decide cambiar de táctica…Ahora ya no será el dogma de la unidad de Dios el objeto de sus ataques, sino el Advenimiento de Cristo. […]El antiguo demonio de la idolatría ha sido expulsado por el sufrimiento del exilio… De regreso a la Tierra Prometida, el pueblo elegido será más fiel durante un tiempo… Desgraciadamente, este próspero estado no durará mucho, pues Satanás, lleno de cólera por haber sido expulsado… volverá al ataque con otro plan… Es contra Jesús «el que debe aplastar su cabeza» que prepara el asalto. […] La acción infernal… desde hace cuatro siglos, trabaja sin cesar para deformar en los espíritus de los judíos el anuncio y la verdadera noción del Cristo. …Satanás sabía que Cristo sería Redentor; que establecería un reino especial en la tierra; …que era designado …como el Hijo de Dios.

            Es en relación con estos tres puntos que Satanás recurrirá a las tinieblas para corromperlos. …Sin embargo, Satanás ignoraba que Cristo sufriría (S.T. III, q.44, a. 1, ad 2 – I, q. 57, a. 5, ad 1 – q. 64 a. 1, ad 4). …Ignoraba cómo se realizaría la Encarnación: cómo el Hijo de Dios podría ser a la vez Dios y hombre. …Finalmente, también ignoró cómo se realizaría la Redención. […] En este estado de ignorancia, la idea que el Príncipe de las Tinieblas tenía de la Encarnación era la de un Mesías-Rey, rey terrenal, rey-guerrero, rey-conquistador, gobernante. …Así, dirigido por su orgullo, Satanás fue incapaz de conciliar… las profecías relativas a los sufrimientos de Cristo con las relativas a su grandeza. …Se detuvo en esto último y concluyó: cuando el Hijo de Dios venga a este mundo a luchar contra mí, sólo podrá ser en un aparato de grandeza y poder. …Esta idea de un Mesías guerrero…será…el error que Satanás comunicará al pueblo judío. […] Antes de señalar la infiltración de esta oscuridad primitiva, es importante preguntarse si la Sinagoga docente tenía la capacidad de discernirla y eliminarla. La respuesta es afirmativa. 

            En primer lugar, la Sinagoga sabía… que, si Cristo era descrito bajo la apariencia de un guerrero, había sido porque originalmente, inmediatamente después del Pecado Original, fue prometido como «el que aplastaría la cabeza de la serpiente» […]. 

            En segundo lugar, la Sinagoga tenía la posibilidad de evitar el error del diablo, de hecho, el propio texto de las profecías [mal interpretadas por Satanás le daba los medios para hacerlo. En efecto, estas profecías contenían [junto a las descripciones en tono bélico] advertencias, pistas, expresiones que pretendían recordar que la Redención del Mesías, sus luchas, sus victorias tendrían lugar en el orden espiritual […]. Si el Mesías es descrito en las profecías como el que lleva la espada, es por la verdad, la mansedumbre, la justicia […]. Si es Rey y Gobernante… es en tanto que Padre de la eternidad, Príncipe de la paz… ciertas expresiones en estas profecías indicaban a los doctores de la Ley que el aparato guerrero descrito para el Cristo no debía tomarse literalmente…

            En tercer lugar, la Sinagoga tenía la posibilidad de escapar de las tinieblas de Satanás, de hecho, otras profecías, …anunciaban claramente que Cristo sería un Príncipe pacífico…

            Cuarto: la Sinagoga tenía la posibilidad de evitar las tinieblas, ya que otras profecías anunciaban no sólo un Cristo dulce y pacífico, sino también un Cristo sufriente consignado a la muerte. …Era, pues, en el orden espiritual y moral, para la Redención de las almas, donde debían cumplirse todas las victorias… anunciadas como propias de Cristo. […] La aparente contradicción entre la grandeza, por un lado, y la humillación, por otro, desapareció: Cristo será guerrero, vencedor y triunfante, porque, por el mérito de su lucha contra Satanás, y por sus sufrimientos, arrancará del pecado y del Infierno las almas y las generaciones que gemían bajo el yugo del Infierno. […] Sin embargo, hay que reconocer que estos dos tipos de profecías […] podrían causar a los espíritus una cierta vergüenza. Por poco…que se olvidaba que era contra… Satanás contra quien se había predicho la venganza del Mesías, se corría el riesgo, al igual que el propio Satanás, de quedar subyugado por las descripciones de los triunfos del Mesías…y por la letra de tales profecías, siendo así incapaz de concordarlas con las relativas a las humillaciones y sufrimientos de Cristo. En este desconcierto, residía -con permiso divino- la prueba de la Fe. Los espíritus humildes … leyendo por una parte que Cristo había de sufrir y por otra que sería victorioso, … sabrán al menos abstenerse de toda presunción … y creyendo firmemente tanto en los sufrimientos como en las victorias, igualmente predichas, esperarán la venida de Cristo con confianza y paciencia, para que las tinieblas se disipen y el acuerdo de las profecías les resulte claro e inteligible. No así Satanás. Hinchado de orgullo y persuadido de que, para un adversario como él, el Hijo de Dios sólo puede venir armado de poder, es con un Cristo guerrero con quien piensa combatir. […]

            La Sinagoga estaba aún más prevenida contra el error del Cristo guerrero, después de su regreso del cautiverio, a través de las enseñanzas de los últimos profetas que el Señor, en su cuidadosa Providencia, reservó antes del advenimiento de Cristo.

            Estos últimos profetas fueron Ageo, Zacarías [520 a.C.] y Malaquías [432 a.C.] A sus oráculos mesiánicos se añadieron varios pasajes proféticos de los dos libros sapienciales del Eclesiástico [siglo II a.C.] y de la Sabiduría [150 a.C.], que también anunciaban un Cristo sufriente».

LA SINAGOGA ES INVADIDA GRADUALMENTE POR LA OSCURIDAD

            ««Diabolus malus Legis interpres» (San Cipriano, Hom., 3, ex var.). Desprovisto de toda luz sobrenatural, pero siempre impulsado por el orgullo… Satanás, cuando debe recurrir a la Sagrada Escritura, abusa de ella […]. La exégesis satánica está viciada por aplicaciones erróneas, añadidos arbitrarios y supresiones audaces. PUES BIEN, ES COMUNICANDO A LOS DOCTORES DE LA SINAGOGA ESTA MANERA DE INTERPRETAR LA ESCRITURA, QUE SATANÁS CONTRIBUIRÁ A ESTABLECER EN EL SENO DEL PUEBLO EBREO EL ERROR DEL MESÍAS CONQUISTADOR […]. ASÍ SERÁ COMO UN GRAN NÚMERO DE RABINOS Y ESCRIBAS, INSPIRADOS POR SATANÁS, CAMBIARÁN Y CORROMPERÁN LAS PROFECÍAS MESIÁNICAS MÁS IMPORTANTES. Ya no será el Cristo de los profetas el objeto de su atención, sino un Cristo … desfigurado.

            Además de la acción de Satanás, la acción humana y los acontecimientos políticos contribuirán a la introducción y consolidación de las tinieblas sobre Cristo Redentor          

            ‘LA ACCIÓN HUMANA’: «… LOS JUDÍOS… COMIENZAN… no tanto a olvidar al Dios de sus padres, sino a MEZCLAR LA RELIGIÓN CON UNA SUPERSTICIÓN INDIGNA…Bajo el reinado de los asmoneos, se estableció entre los judíos la secta de los fariseos … que tomó el poder absoluto sobre el pueblo; se convirtieron en los árbitros de la doctrina y de la Religión, y condujeron poco a poco hacia prácticas supersticiosas… Los judíos [así corrompidos por esta secta presuntuosa]… olvidaron que sólo la bondad de Dios los había separado de los demás pueblos, y pensaron que la gracia de Dios era su derecho.» (BOSSUET, Discurso sobre la Historia Universal, Parte II, Capítulo 17). Hinchados de orgullo, empezaron a creer que sólo ellos eran dignos de los beneficios del Mesías. ¡El Mesías sólo para ellos! Esta presunción habría sido su primer paso en la región de las tinieblas.

            Los SUCESOS POLÍTICOS también los empujaron aún más, contribuyendo a arraigarlos en la idea de un Mesías que no sólo era exclusivo [sólo para los judíos], sino también guerrero y conquistador. Tales acontecimientos fueron EL SOMETIMIENTO DE LOS JUDÍOS A LOS ROMANOS y LA LLEGADA DEL HIDUMEO HERODES AL TRONO DE DAVID. Por lo tanto, sucedió que, mal guiados por influencias ocultas y satánicas, los eruditos judíos, ya sea antes o después de la era cristiana, sustituyeron las profecías relativas al primer Advenimiento del Mesías [que triunfa a través del dolor] por las relativas al segundo Advenimiento [cuando vendrá al final del mundo glorioso y triunfante]».

LA SINAGOGA Y EL DOGMA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

            «»Satanás se esforzará por desvirtuar la noción del Hijo de Dios entre aquellos de entre los judíos que tenían la noción exacta del mismo (los «Maiores»). […] Pérfido en sus insinuaciones, Satanás tendrá cuidado de no hacer borrar de la Biblia el título de «Hijo de Dios», que se da al Mesías; pero manteniéndolo allí […] lo hará explicar de tal manera que no habrá que atribuir en absoluto la naturaleza divina al Mesías esperado. […] En la Biblia el nombre ‘Hijo de Dios’ tiene dos sentidos: en primer lugar, en un sentido amplio … expresa la cualidad de hijo adoptivo de Dios. […] En segundo lugar, en sentido estricto significa una filiación natural, consustancial, y es la que los Libros Sagrados atribuyen al Mesías, que será Dios por naturaleza. […] Ahora bien, INSTIGADOS POR EL DIABLO… LOS SACERDOTES Y SABIOS DE LA SINAGOGA […] AFIRMARÁN QUE EL TÍTULO «HIJO DE DIOS» ATRIBUIDO AL MESÍAS… debe entenderse en sentido amplio, derivado, metafórico, expresando la cualidad de discípulo, protegido, favorecido, adoptado [por Dios]. EL MESIAS SERÁ, PUES, HIJO DE DIOS, NO POR NATURALEZA, SINO SOLO POR ADOPCION. Habiendo elegido este plan, Satanás hará que lo lleven a cabo los maestros más distinguidos de Israel y sus doctores más autorizados… La Sinagoga encontró en la propia Escritura, indicaciones para evitar que saltase la trampa de Satanás. Pues… la palabra ‘Elohim’, Dios (ser fuerte, ser poderoso) nunca se comunica a las criaturas, a los ángeles, a los príncipes, a los justos… más que en plural…, mientras que el singular ‘Eloha’… queda reservado al único Dios verdadero y al Mesías.

            […] Ahora bien, ¿cómo es que los judíos no aceptan a Cristo y lo condenan a muerte? He aquí la respuesta que el autor del libro de la Sabiduría… pone en boca de sus verdugos: ‘Hagamos caer al Justo en nuestras trampas…. Porque asegura que tiene el conocimiento de Dios, se llama a sí mismo Hijo de Dios, se glorifica de tener a Dios por Padre… Si es verdaderamente Hijo de Dios, Dios lo defenderá» (Sab., II, 12 – 18).

            Dirigidos secretamente por Satanás, los Doctores de la Sinagoga, apartarán su mirada de todas estas indicaciones y no viendo más que aplicaciones metafóricas en los términos proféticos de Dios e Hijo de Dios, aplicados al Mesías, le negarán toda participación en la naturaleza divina.

            […] En resumen, en los siglos que precedieron al Advenimiento de Jesucristo, las tinieblas – obra de Satanás – vinieron a interponerse entre los pasajes bíblicos que anunciaban […] que el Cristo será el Hijo de Dios [por consustancialidad] y la inteligencia de numerosos doctores de la Ley. […] En cuanto a la masa del pueblo [los «minores»], será mantenida en la ignorancia de los grandes anuncios proféticos sobre la divinidad del Redentor hasta el último momento.

            Se sabe con qué desprecio los doctores de la Ley trataban a los fieles, sin instruirlos. Los doctores se llamaban a sí mismos «pueblo santo» en relación con «el vil pueblo de la tierra»… Será exagerando [el concepto de] la unidad de Dios como Satanás conseguirá que se rechace la Trinidad de Personas».

LA ENSEÑANZA OFICIAL DE LA SINAGOGA ANTIGUA ESTABA EXENTA, HASTA EL JUEVES SANTO, DEL ERROR

            «Dos días antes de ser condenado a muerte…. Jesucristo dirá: ‘Los maestros de la Ley y los fariseos están sentados en la cátedra de Moisés: haced, pues, lo que ellos dicen, pero no hagáis lo que ellos hacen’. Con estas palabras, dice Bossuet, Jesucristo hizo dos cosas: «una, declarar esta cátedra incontaminada, hasta ese momento, por los errores corrientes entre los doctores, errores que no había enseñado en absoluto como dogmas; la otra, establecer el principio en torno al cual gira la Religión y el remedio perpetuo contra todo cisma, a saber, que la corrupción de los individuos deja intacta la Autoridad de la jerarquía» (BOSSUET, Seconde instruction sur les promesses de l’Eglise, nº XXVI). (…) Jesucristo… atribuye claramente una verdad infalible a la Sinagoga; de modo que todo lo que fue enseñado… como dogma por la Sinagoga debe ser tomado por cierto: pues Él no da a nadie el derecho de juzgarlo y el pueblo sólo tiene el derecho de obedecer… Dios… gobernará de tal modo al cuerpo de maestros de la Ley que sostendrán [de palabra] las santas máximas en lugar de practicarlas […].

            Como conclusión… sostenemos que la enseñanza oficial de la Sinagoga, impartida desde la Cátedra de Moisés por el Sumo Sacerdote y el Sanedrín, fue impecable -gracias a la asistencia de Dios-, es decir, pura de todo error doctrinal, hasta la víspera de la Pasión.

            […] El Sumo Sacerdote no sólo era juez de la Fe, sino que también era juez infalible cuando enseñaba y decidía desde la cátedra de Moisés, es decir, cuando enseñaba y decidía según la Ley de Moisés y para todo Israel […]. Esta prerrogativa de la infalibilidad del Sumo Sacerdote se extendía al Sanedrín, cuando tomaba una decisión junto con el Sumo Sacerdote. […] Pero si el Sumo Sacerdote, y el Sanedrín con él, gozaban del don de la infalibilidad cuando se sentaban en la cátedra de Moisés e interpretaban la Ley para todo Israel, no sucedía lo mismo con la enseñanza privada […] Podía estar equivocada, viciada de error, tanto por parte del Sumo Sacerdote como del Sanedrín, […]. 

            Es esta enseñanza privada y errónea la que Jesús condenará cuando diga a sus discípulos: «Guardaos de la levadura de los fariseos y de los 44 saduceos» (Mateo XVI, 6). […] Gracias a esta asistencia divina que les fue concedida cuando enseñaban públicamente desde la Cátedra de Moisés, el Sumo Sacerdote y el Sanedrín pudieron mantener la Verdad doctrinal hasta el día del Jueves Santo.

            […] DURANTE LA ASAMBLEA DEL SANEDRÍN, ANTE UNA PREGUNTA FORMULADA A JESUCRISTO POR EL SUMO SACERDOTE CAIFÁS, LA SINAGOGA CAE EN EL ERROR. […] Si Caifás y sus Sumos Sacerdotes predecesores han sido, junto con el Sanedrín y en virtud de la asistencia divina, los preservadores, en la enseñanza pública, de la noción del Mesías sufriente, su error y su falta consistirán en que, fuera de esta enseñanza oficial, permitirán que se propague libremente el error del Mesías vencedor, admitido en privado por varios de ellos […].Así, HABIENDO FALLADO LA SINAGOGA DOCENTE, BAJO ESTE PUNTO, GRAVEMENTE EN SU PROPIO DEBER, CON UNA NEGLIGENCIA CRIMINAL, MERECERÁ SER DESPOJADA DE LA ASISTENCIA DIVINA. ABANDONADA A SÍ MISMA, LA SINAGOGA CAERÁ EN EL ERROR AL DESCONOCER A JESUCRISTO Y CONDENAR AL MESÍAS SUFRIENTE EN SU DIVINA PERSONA». (A. LÉMANN, Histoire complète de l’idée messianique, 1909. Réimpression: Compagnons de Saint Michel, Bélgica 1974, pp. 165-326 passim)».

LA TRADICIÓN CATÓLICA Y LA CÁBALA ESPURIA COMPARADAS

            Don Julio Meinvielle en la página 28 de su libro De la Cábala al Progresismo, Roma 1988, reproduce un espejo que reproduzco a continuación, en el que compara las dos tradiciones: la verdadera y la falsa.

            «TRADICIÓN CATÓLICA:

             a) Existencia de un Dios personal, inteligente y libre, trascendente del mundo. 

            b) Dios causa la existencia del hombre y del mundo, sin presuponer nada. 

            c) Dios ofrece al hombre la divinización, dándole, por gracia, un destino que supera todas           las exigencias propias del ser creado y creable. 

            d) El hombre -habiendo perdido su divinización primitiva- puede recuperarla adhiriéndose          a Jesucristo, Dios hecho hombre, que, en virtud de su pasión, muerte y resurrección le            restituye la gracia divina. 

            e) Jesucristo ha instituido en la Iglesia, su cuerpo místico, un medio de salvación para el hombre, que, de per se, viene a la existencia en estado de criatura y de pecado, propenso     a la ruina.

            CÁBALA ESPURIA: 

            a) Inmanencia y resolución de Dios en el mundo. Ateísmo o panteísmo que diviniza el      mundo o hace del mundo la apariencia de la propia divinidad. 

            b) El mundo y el hombre son emanaciones de la sustancia de la divinidad. 

            c) El hombre es divino en virtud de su propia naturaleza. El hombre es Dios. 

            d) El hombre toma su propia divinidad de sí mismo, pero Jesucristo puede mostrarle el    camino. El hombre es gnóstico en sí mismo. Jesucristo, el primer gnóstico, es paradigma de la glorificación del hombre.

            e) El hombre se salva entregándose a la libre autonomía de su realidad interior, que es    divina. No tiene necesidad de la Iglesia, y menos aún de una Iglesia opuesta al pecado y a       su organización mundana».

            También Vittorio Messori, en su libro Pensare la storia (Pensar la historia), publicado por Ed. Paulinas, Milán 1992, en las páginas 174-175, nos ofrece un pequeño espejo, tomado del escritor Umberto Eco, que será interesante examinar: «Alguien ha dicho… que la historia de Occidente es la historia de los intentos de la mentalidad gnóstica de oponerse al cristianismo o de contaminarlo desde dentro. […] Entreguemos, pues, el ‘espejo’ preparado por Eco…

            Modelo general. Cristianismo: conquista pueblos. Gnosticismo: conquista élites. Cr.: es público. Gn.: es secreto. Cr.: promete progreso. Gn.: promete la vuelta a los orígenes. Cr.: es pensamiento histórico. Gn.: es pensamiento antihistórico. Cr.: el tiempo forma parte de la Redención. Gn.: el tiempo es un error de la creación. Cr.: es religioso, pero soporta la secularización. Gn.: puede presentarse como laico, pero es ineliminablemente religioso.

            Dios y el mundo. Cr.: Dios es unidad y no contradicción. Gn.: Dualismo. Cr.: Dios es distinto del hombre. Gn.: Unidad de Dios y el hombre. Cr.: Dios ama al mundo. Gn.: Dios odia al mundo. Cr.: aunque incognoscible, Dios es de algún modo racionalmente comprensible. Gn.: Dios es incognoscible, la razón no puede conocerle sino sólo la iluminación mística y el mito. Cr.: el mundo es bueno. Gn.: el mundo es malo. Cr.: Jesús se encarna, la carne resucita. Gn.: la carne debe ser despreciada.

            El mal. Cr.: El mal es un accidente de la creación. Gn.: El mal forma parte de Dios y del mundo. Cr.: El Mal es un accidente de la libertad humana. Gn.: el hombre no es responsable del Mal. Cr.: hay que evitar el Mal. Gn.: hay que conocer el Mal, practicarlo para vencerlo.

            Conocimiento. Cr.: la historia como redención. Gn.: la historia como caída progresiva. Cr.: la redención está en el futuro. Gn.: la verdad es inefable. Cr.: la verdad es pública Gn.: la verdad es secreta. Cr.: Aut-aut, tertium non datur. Gn: los contrarios son verdaderos. Cr.: la teología como discurso racional Gn.: la teología como narración mítica.

            Salvación. Cr.: podemos liberarnos del pecado y cualquiera puede hacerlo. Gn.: sólo los elegidos son liberados del pecado. Cr.: la salvación no requiere conocimientos difíciles. Todo el mundo puede comprender lo esencial para salvarse. Gn.: sólo unos pocos pueden alcanzar la salvación. La salvación es iniciación, conocimiento difícil. Cr.: los pobres de espíritu se salvan, incluso los esclavos. Gn.: sólo se salvan los mejores. Cr.: la teología explicita la luz natural que posee todo hombre. Gn.: la salvación es un secreto reservado a unos pocos. Cr.: espíritu misionero de la Iglesia. Gn.: espíritu sectario del gnosticismo. Cr.: la salvación es volver a Dios. Gn.: la salvación es convertirse en Dios.

EL INTENTO DE LA CÁBALA PERVERTIDA DE DESTRUIR EL CRISTIANISMO: EL GNOSTICISMO CRISTIANO

            Hay dos errores fundamentales en los que se basa la Cábala espuria y pervertida: 1°) Dios tiene una existencia indeterminada entre el ser y el no ser, entre el bien y el mal. 2°) Dios sólo se realiza en el universo y en el hombre, que, siendo una emanación necesaria de Dios, lo completa y perfecciona. De ahí que el hombre sea divino [adoración del hombre].

            La Cábala, que es la perversión de la Revelación dada por Dios al pueblo elegido, buscó pervertir incluso al cristianismo recién nacido. «Hay judíos que intentan destruir el cristianismo desde fuera, persiguiendo a Cristo y a los cristianos; otros desde dentro, corrompiéndolo [si fieri potest] con la Cábala. Este último intento produce el fenómeno del «gnosticismo cristiano». Del mismo modo que intentaron destruir el mensaje mosaico de la Revelación divina, también intentarán destruir el cristianismo» (J. MEINVIELLE, op. cit., p.101). 

            Para destruir el cristianismo, había que vaciarlo por dentro: ésta es la obra de los gnósticos. «La gnosis es el intento de convertir el cristianismo en judaico o cabalístico» (op. cit. p.102). El gnosticismo cristiano, al igual que el judaico, se caracteriza por algunos de los siguientes errores: MONISMO y DUALISMO.

            En el gnosticismo cristiano, al igual que en la Cábala, subyace un monismo. Toda sustancia material o espiritual, buena o mala, emana de un principio único, el Todo [‘Pleroma’ para los gnósticos, ‘En sof’ para los cabalistas].

            La doctrina católica condena tal monismo panteísta porque confiesa la distinción real entre el ser de Dios (increado) y el ser de la criatura [finito][3]. Sin embargo, junto a tal monismo panteísta, encontramos también un cierto DUALISMO en cuanto que la materia es considerada mala. La maldad de la materia deriva de un principio único que abarca el reino del bien y del mal [Cábala], o de dos «dioses», uno bueno y otro malo [maniqueísmo].

            «Habiendo fracasado en el intento de judaizar o cabalizar el cristianismo en su raíz y en su naturaleza, dejando sólo la apariencia de éste, no faltaron judíos para una tarea más reducida, como la de atacar algún dogma. De ahí las diversas herejías trinitarias y cristológicas que siguieron al arrianismo» (J. MEINVIELLE, op. cit., p. 123).

LA FILOSOFÍA MODERNA Y LA GNOSIS

            La esencia de la Gnosis consiste en el Panteísmo, es decir, en hacer de toda la realidad [divina y humana, buena y mala…] una única realidad. Lo mismo hace la Cábala; el «Ein – Sof», que se confunde con la nada o lo indeterminado, evoluciona y así se forma el universo, que es divino en su propia naturaleza. «Dios y el mundo son una sola realidad: DIOS NO ES TRANSCENDENTE AL MUNDO SINO INMANENTE. Rechazada la creación, el mundo… procede de la sustancia de Dios. De ahí que la creación se entienda como generación… Un Dios que, antes de constituir el mundo también él mismo procede de la nada, es perfectamente inútil. Por tanto, en la inmanencia total de Dios en el mundo, Dios es inútil, el ateísmo se impone e implica la deificación del hombre» (J. MEINVIELLE, op. cit., p. 201).

            Con Descartes (+ 1605) asistimos al intento cabalístico gnóstico de la autofundación del pensamiento en sí mismo. El ‘Cogito’ es el principio primero y único, del que debe brotar toda la realidad. La recta razón, en cambio, enseña que el pensamiento debe confrontarse y basarse en el ser extra-mental y objetivo de las cosas. De la Idea no se puede pasar a la existencia. Si tengo la idea de poseer cien millones no significa que ‘ipso facto’ tenga realmente cien millones en mi cartera, sólo significa que ‘De castillos en el aire tengo alma de millonario’… La idea del hombre no produce ni crea el ser, sino que lo presupone. El pensamiento moderno, bajo la influencia cabalística ejercida sobre una élite de «filósofos» en el Humanismo y el Renacimiento, eleva el pensamiento o el «Cogito» a la categoría de principio creador.

            Así pues, el pensamiento sustituye a Dios y se basta para crear el mundo [posición radical expresada explícitamente por Fichte (+1814), pero ya prácticamente contenida en el «Cogito ergo sum» de Descartes (+ 1605)].

LA CÁBALA AL INTERIOR DE LA “IGLESIA CONCILIAR”

            «Considerando los cambios que están teniendo lugar [con el Concilio Vaticano II], llegamos a la conclusión de que DENTRO DE LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA ESTÁ EN GESTACIÓN UNA NUEVA RELIGIÓN, SUSTANCIALMENTE DIFERENTE DE LA DE CRISTO, CON CARACTERES GNÓSTICO-CABALÍSTICOS, contra la cual se alza la promesa divina ‘Portae inferi non praevalebunt’.

            […] Karl Rahner lo expresa así: «Con la encarnación del Verbo de Dios, la humanidad se transformó verdaderamente en el pueblo de los hijos de Dios, incluso antes de la santificación efectiva de cada uno por la gracia» (Escritos de Teología, tomo II, Taurus Ediciones, Madrid 1961, p.9).

            ¡Qué forzada es toda esta teología del ‘cristianismo anónimo’, de una humanidad que sería santificada por Cristo por el mero hecho de la Encarnación!». (J. MEINVIELLE, op. cit., p. 245).

            Algunos hablan también de un «rechazo del extrinsicismo»: es decir, la gracia y el Orden Sobrenatural no son un don gratuito de Dios, extrínseco al hombre (que viene al hombre de fuera, es decir, de Dios), sino que son una exigencia un derecho algo intrínseco al hombre. «Henry de Lubac, en su libro ‘Surnaturel’, es el autor más representativo de esta corriente, evidentemente gnóstica» (J. MEINVIELLE, op. cit., pp. 321 – 322).

            Otra consecuencia de la cabalización del cristianismo es LA MEZCLA DE TODAS LAS CULTURAS Y RELIGIONES POPULARES Y LA EQUIPARACIÓN ENTRE EL PODER ESPIRITUAL Y EL PODER TEMPORAL.

            «Por eso, en el fondo, el intento de Maritain en ‘Humanismo integral’ de propugnar el ‘cristianismo laico’, es decir, el mundo cristiano unidimensional, es gnóstico. Si se rechaza la subordinación del mundo a la Iglesia, hay que estar a favor de un movimiento que exige primero la igualdad entre el mundo y la Iglesia, luego la fusión de la Iglesia con el mundo, después la secularización… Maritain exige una Iglesia que se ponga al servicio del mundo y que, por tanto, adule al mundo» (J. MEINVIELLE, op. cit. pg. 332 – 333).

            Desgraciadamente, encontramos la misma doctrina cabalística en la enseñanza del propio Concilio Vaticano II.

            El número 22 de la ‘Gaudium et Spes’ afirma: «En Él [el Verbo] también la naturaleza humana ha sido elevada en nosotros a una dignidad sublime. CON LA ENCARNACIÓN, EL HIJO DE DIOS SE HA UNIDO EN CIERTO MODO A TODO HOMBRE». Juan Pablo II afirma en ‘Redemptor hominis’ nº 9: «DIOS EN SÍ MISMO [Cristo] SE ACERCA A TODO HOMBRE DÁNDOLE EL ESPÍRITU TRES VECES SANTO DE LA VERDAD» y de nuevo en ‘Redemptor hominis’ nº 11: «La dignidad que todo hombre ha alcanzado en Cristo: ESTA ES LA DIGNIDAD DE LA ADOPCIÓN DIVINA». De nuevo en ‘Redemptor Hominis’ nº 13: «NO SE TRATA DEL HOMBRE ABSTRACTO, SINO DE UN HOMBRE HISTÓRICO REAL Y CONCRETO, SE TRATA DE CADA HOMBRE, PORQUE […] CON CADA UNO CRISTO SE HA UNIDO PARA SIEMPRE […]. EL HOMBRE – SIN EXCEPCIÓN – HA SIDO REDIMIDO POR CRISTO, PORQUE, CON EL HOMBRE – CON CADA HOMBRE SIN EXCEPCIÓN – Cristo ESTÁ UNIDO DE ALGUNA MANERA, aunque el hombre no sea consciente de ello […] MISTERIO [DE REDENCIÓN] EN EL QUE CADA UNO DE LOS CUATRO MIL MILLONES DE HOMBRES VIVOS DE NUESTRO PLANETA SE HACE PARTÍCIPE DESDE EL MOMENTO EN QUE ES CONCEBIDO BAJO EL CORAZÓN DE LA MADRE». De nuevo Juan Pablo II en ‘Dominum et vivificantem’ nº 50 escribe: «Et Verbum caro factum est. LA PALABRA SE HA UNIDO A TODA CARNE [CRIATURA], ESPECIALMENTE AL HOMBRE, éste es el alcance cósmico de la Redención. DIOS ES INMANENTE AL MUNDO Y LO VIVE DESDE DENTRO […] LA ENCARNACIÓN del Hijo de Dios SIGNIFICA LA ASUNCIÓN A LA UNIDAD CON DIOS, no sólo de la naturaleza humana sino en ella, en cierto sentido, DE TODO LO QUE ES CARNE: DE… TODO EL MUNDO VISIBLE Y MATERIAL […]. LO GENERADO ANTES DE TODA CRIATURA, ENCARNÁNDOSE A SÍ MISMO… SE UNE, en cierto sentido CON TODA LA REALIDAD DEL HOMBRE […] y en ella CON TODA CARNE, CON TODA LA CREACIÓN». En «Dives in misericordia» nº 1 Juan Pablo II afirma: «Mientras las diversas corrientes del pensamiento humano en el pasado y en el presente han sido y siguen siendo proclives a dividir e incluso a oponer el teocentrismo y el antropocentrismo, la Iglesia [ed. Conciliar] … trata de unirlos… de manera orgánica y profunda. Y éste es uno de los principios fundamentales, y quizá el más importante, del Magisterio del último Concilio».

CONCLUSIÓN

            En resumen, la Cábala engloba cuatro ideas fundamentales: 1) Dios coincide con la nada, sale de la nada; 2) esta nada se transforma en el mundo y en el hombre; 3) el mal está en Dios; 4) la cumbre de Dios, perfectamente completada, es el Hombre con mayúscula (cf. G. SCHOLEM, Las grandes corrientes de la mística hebraica, Il Melangolo, Génova 1990, pp. 15 – 51).

            Según la doctrina católica, Dios es un ser personal y trascendente que, libremente y por su pura bondad, crea todo el universo de la nada. Según la Cábala, en cambio, Dios, saliendo de lo indeterminado o de la nada, evoluciona hasta convertirse en el Hombre, que es «dios» realizado y completado.

            Hay que precisar que tal EVOLUCIÓN es ASCENDENTE para los gnósticos modernos (Hegel, Theillard), es decir, tiende siempre hacia lo mejor; mientras que era DESCENDENTE para los antiguos que veían la emanación del mundo de Dios [panteísmo-acosmista] como una degradación de Dios hasta el límite extremo de la criatura material.

            «Recordemos … las grandes tesis del pensamiento gnóstico. La primera y fundamental es ésta: el mundo, y el hombre en el mundo, son fruto de una caída, … toda la realidad en la que nos encontramos es una realidad de exilio. A esta primera afirmación le sigue una segunda que representa una curiosa inversión. Es cierto que el mundo está enfermo… sin embargo, la salvación ya está ahí porque, a pesar de la brecha insalvable, hay alguien, el gnóstico, el elegido, capaz de salvarla. El gnóstico, en efecto, es… de la misma sustancia que el mundo divino y, como tal, capaz, en virtud de su divinidad original, de redimirse a sí mismo. Para volver al mundo perfecto del que hemos partido, es necesario, sin embargo, servirse de ciertos instrumentos. […] Existe una técnica para volver al Paraíso y esto significa que se descarta que haya aspectos de la realidad que no estén en nuestro poder y que, por tanto, necesitemos una ‘gracia’… para acceder al mundo divino» (E. SAMEK LODOVICI, Metamorfosis de la Gnosis, ed. Ares, Milán 1991, pp. 8 – 9).

            «A lo largo de la historia de la humanidad existen SÓLO dos formas fundamentales de pensamiento y de vida: la católica y la gnóstica. […] La dialéctica que agita el mundo […] es entre la Iglesia y la Sinagoga [farisea]. Cristo vence a la Sinagoga. La época de los mártires de los primeros siglos del cristianismo, cuando la Sinagoga agitaba al mundo pagano para que se sublevara contra los cristianos, sirvió para regar la semilla cristiana, que brilla vigorosamente con la Iglesia de los Padres y de los Doctores, tan por encima de la Sinagoga, hoy restringida a la vida de los guetos. Pero en la época moderna, la Sinagoga se venga de esta marginación y la Cábala penetra en el cristianismo y lo seculariza. Actualmente nos enfrentamos a este último fenómeno. CON LAS TÁCTICAS DE LA «AMISTAD» Y DEL «DIÁLOGO JUDÍO-CRISTIANO», LA SINAGOGA ESTÁ PREVALECIENDO SOBRE LA IGLESIA. […] La Historia reúne en su seno, en una alianza misteriosa, estas dos fuerzas que sólo pueden resolverse en una perspectiva escatológica. En el tiempo, los hombres (y con ellos la Historia) son movidos a la vez por Dios y Satanás, y por Cristo y el Anticristo, y por la Iglesia y la Sinagoga […]. Este contexto está presente en cada individuo, tanto santo como pecador. Cada acto libre de cada hombre busca en última instancia a Cristo o al Anticristo. […] El progresismo […] quiere encerrar en la historia el juicio sobre la historia: ¡el mundo camina hacia una ciudad feliz, hacia una tercera edad de felicidad y de paz! […] La teología de la Historia de San Agustín y Santo Tomás, en cambio, veía claro que, tras el Advenimiento de Cristo, no ocurrirá nada más que pueda alterar el curso ordinario de los acontecimientos. […] No hace falta ser muy sagaz para ver que DESDE HACE CINCO SIGLOS EL MUNDO HA ESTADO PROGRESANDO EN EL SEGUIMIENTO DE LA TRADICIÓN CABALISTA. EL MUNDO DEL ANTICRISTO AVANZA RÁPIDAMENTE. TODO CONTRIBUYE A LA UNIFICACIÓN TOTALITARIA DEL «HIJO DE LA PERDICIÓN». He aquí el éxito del progresismo: el cristianismo se está secularizando o ateizando. CÓMO SE DEBAN CUMPLIR LAS PROMESAS DE AYUDA DEL ESPÍRITU DIVINO A LA IGLESIA EN ESTA «ERA CÀBALÍSTICA» Y CÓMO SE DEBA VERIFICAR EL «PORTAE INFERI NON PRAEVALEBUNT»… ESTÁ DEMASIADO LEJOS DE LA MENTE HUMANA. La Iglesia comenzó su historia como una diminuta semilla que más tarde se convirtió en un frondoso árbol; pues bien, PUEDE QUE ELLA REDUZCA SU EXPANSIÓN Y SE RESTRINJA A UNA REALIDAD MUY MODESTRA. Sabemos que el «mysterium iniquitatis» ya está actuando; pero desconocemos los límites de su poder. Sin embargo, no es difícil admitir que la «Iglesia de la publicidad» [Iglesia “conciliar” n.d.T] que lleva el nombre católico puede ser vencida por el enemigo y mutar en una Iglesia gnóstica. Es posible tener dos Iglesias: la ‘Iglesia de la publicidad’ [Iglesia “conciliar” n.d.T], glorificada por la propaganda (con obispos, sacerdotes y teólogos publicitados…; y la ‘Iglesia del silencio’… con sacerdotes y obispos fieles… esparcidos como ‘pusillus grex’ por toda la tierra. (…) El Señor dijo: «Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará Fe en la tierra?». San Pablo llama apostasía universal a esta defección de la Fe, que coincidirá con la manifestación del «hombre de iniquidad, el hijo de perdición». La apostasía universal parece ser la secularización o ateización total de la vida pública y privada que se está produciendo en el mundo actual. La única alternativa al Anticristo será Cristo: Cristo lo aniquilará «con el soplo de su boca»y realizará así el acto final de liberación de la Historia. PERO NO SE PROMETE LA SALVACIÓN DE LAS MASAS. CRISTO SALVARÁ A SU IGLESIA, «PUSILLUS GREX»…» (J. MEINVIELLE, op. cit., p. 349 – 353). (*)


[1] Algunos autores escriben Càbbala, otros Kàbbala, otros Qabbaláh. Drach [quien escribe en francés. N.d. T] escribe: «La academia francesa escribe CÀBALA … un autor escribe Kabbalà, aduciendo como razón que esta transcripción está más en consonancia con el hebreo …. El sentido común dice que cuando se escribe en francés no se escribe en hebreo» (P.L.B. DRACH, De L’harmonie entre l’Eglise et la Sinagoga, Socii Sancti Michaelis, Gent. (Bélgica) ristampa 1978, tomo 1, p. XXVIII).

[2] Después de cuarenta días que Moisés había subido al monte Sinaí, el pueblo judío se sublevó contra Aarón: «Ellos [los hebreos] empezaban a encontrar demasiado severo el régimen teocrático al que, después del Éxodo de Egipto, el patriarca Moisés quería obligarlos. …Les obligó … a adorar a un Dios austero, que no tenía nada en común con los de otros pueblos, que no toleraba ninguna licencia, ningún desenfreno, …. ¡Qué diferencia con las religiones que habían conocido durante tantos años en Egipto! ¡Aquellas, al menos, no imponían obligaciones perpetuas ni restricciones interminables! Al contrario, conllevaban juegos, bailes, banquetes y libaciones, en los que uno podía divertirse de verdad, podía permitirse todas las extravagancias, todos los excesos, todas las locuras y dar rienda suelta a sus pasiones. […]

[Los judíos] fueron a la tienda de Aarón y le gritaron… toma tú el lugar del liderazgo…. «Haznos dioses que vayan delante de nosotros». Moisés, al partir con Josué hacia la cima del monte Sinaí, había dejado la tarea de gobernar al pueblo… no sólo a su hermano Aarón, sino también a Hur. Por lo tanto, los judíos acudieron a Aarón y Hur… para obtener el cambio de religión que exigían. Hur indignado quiso resistir… y lo mataron a pedradas… Ante esta ejecución… Aarón tuvo miedo… ordenó fundir las joyas [de las mujeres de los hebreos] y formar un becerro de oro… que fue expuesto a la veneración del pueblo… Con una ligereza y una perversidad inimaginables, hombres, mujeres y niños, rodearon el becerro de oro, gritando: ‘He aquí a tu Dios, Israel, he aquí al que te liberó de la esclavitud de Egipto. […] Al día siguiente, el pueblo, impulsado por el deseo de darse a la vida loca, «se levantó muy temprano» y ofreció sin vergüenza a este dios cuadrúpedo, «holocaustos»…se trataba de la abominación de la desolación, ya que el holocausto…era la expresión del culto de latría o adoración…que sólo se debe al Creador» (DOM DE MONLEON o.s.b., Moise, Les éditions de la source, Paris sine data, pp. 229 – 232).

[3] «Los gnósticos … invierten … la manera de percibir [y el contenido] de uno de los conceptos más fundamentales del mundo clásico, el de LÍMITE. Este concepto, en efecto, pasa de una valoración positiva (límite es aquello que me realiza, …) a una valoración negativa (límite es aquello que … me constriñe y que me asfixia)» (E. SAMEK LODOVICI, Metamorfosis de la Gnosis, ed.). La consecuencia del rechazo del límite será el odio a toda moral y ética, «…un profundo desprecio por la ley…por la ley moral en particular. Un desprecio del que se deriva, en efecto, para el gnóstico, un dualismo sociológico entre creyentes: por una parte, aquellos, los iluminados, que pueden realizar indemnes cualquier experiencia, incluso las aberrantes; por otra parte, los demás hombres, que están sometidos a una regla de vida precisa…» (op. cit. p. 9 – 10). En resumen, para el gnóstico, «LA MORALIDAD HACE MAL»… como escribió hace algún tiempo la revista «30 días” algún tiempo atrás.

(*) Para la elaboración del artículo sobre la Cábala (tema espinoso y controvertido), he querido apoyarme sobre todo en autores de probada confianza, como: DAVID PAUL DRACH. «Hebreo, nacido en Estrasburgo el 16 de marzo de 1791, fallecido en Roma en enero de 1865. Hijo de un conocido rabino y talmudista, a los doce años asistió a la escuela talmúdica de Edenfor y luego a la de Bischheim. A los dieciséis años fue instructor en Roppoltsweiler y después en Colmar. En 1808 estaba en París, donde recibió el título de Rabino; allí, movido por el ejemplo de algunas familias católicas que tuvo ocasión de frecuentar, en largos y duros estudios, especialmente sobre los Padres de la Iglesia y los Setenta, se convirtió. Fue bautizado el Sábado Santo de 1823, con dos hijas y un hijo; y esta conversión suya dio lugar a muchas otras. En 1827 llegó a Roma, donde permaneció como bibliotecario de Propaganda hasta su muerte. Drach, para hacer apostolado entre sus antiguos correligionarios, escribió ‘Les lettres d’un rabbin converti aux Israelites, ses frères’ (París 1825); y los hermanos Libermann dijeron estar en deuda con Drach por su conversión. [..] También escribió «De l’harmonie entre l’Eglise et la Sinagogue» (París 1844) y «La Cabale des Hebreux» (Roma, 1864) …». (E. ZOLLI, «Drach», en Enciclopedia cattolica, Ciudad del Vaticano 1950, vol. IV, col. 1919). IV, col. 1919).

DON JULIO MEINVIELLE: «Pensador argentino, sacerdote, nacido en Buenos Aires el 31 de agosto de 1905 […]. La principal contribución filosófica de Meinvielle se sitúa en el campo político, y en los fundamentos metafísicos de la doctrina política. Combatió el liberalismo en todas sus manifestaciones económicas, políticas y religiosas; […]». (M. A. VIRASOFO, «Meinvielle», en Enciclopedia filosófica, Lucarini, Roma 1982, vol. V, col. 627).

MONS. AUGUSTIN LÉMANN: «Los hermanos Lémann, Joseph y Augustin, judíos convertidos al cristianismo que llegaron a ser sacerdotes católicos, celebraron el 50 aniversario de su conversión y bautismo en 1904. En esta ocasión recibieron valiosos testimonios de estima y simpatía. El Papa San Pío X, que los conoció personalmente y que, cuatro años más tarde, los honró con la prelatura romana, les envió sus felicitaciones y sus mejores deseos. Numerosos arzobispos y obispos les escribieron para agradecerles sus eminentes servicios a la causa católica […] por LA PUBLICACIÓN DE NUMEROSAS OBRAS DE ALTO VALOR DOCTRINAL. Las facultades católicas de Lyon, donde … NOS DEJAN UNA OBRA DOCTRINAL DE VALOR INCALCULABLE. Sin contar un número innumerable de folletos y opúsculos, compusieron más de 15 obras fundamentales sobre temas diferentes, pero todas ellas relacionadas con la gran idea que fue el pensamiento dominante de sus vidas: el retorno de Israel y de las naciones a Cristo Rey» (P. THEOTIME DE SAINT JUST, Les frères Lémann juifs convertis, Imprimerie J. Ducolot éditeur Gembloux. Belg. 1937 pp. 5, 9). 

Errores Filosóficos Modernos

ERRORES MODERNOS

Presentados por el Rvdmo. Mons. Donald J. Sanborn

Un estudio de los errores filosóficos

de los siglos recientes que han

contribuido al Modernismo y la

reforma del Vaticano II

He querido traducir del original inglés al español esta serie de 21 clases impartidas por Mons. Sanborn, Director del Seminario de la Santísima Trinidad, a los seminaristas, con el fin de poner a disposición de los lectores este valioso contenido concerniente al rumbo seguido por la filosofía a partir del abandono de la Escolástica, comenzando con el Nominalismo de Okham (S. XIII-XIV) y que, en ámbito católico ha contribuido a la promulgación del concilio Vaticano II, instaurando la hoja de ruta oficial del Modernismo en la Iglesia. Dejo el enlace a la primera clase desde donde se puede seguir la secuencia. [NdT. -]  https://www.youtube.com/watch?v=Og-08nUCd3Q

«Parvus error in principio magnus error in fine»»

Lección 1

Esta es la Segunda Parte de un curso en tres partes sobre lo que hemos denominado «Errores Modernos». La Primera parte de los «Errores Modernos» se refieren a la historia de los errores; sobre cómo y por qué aconteció el Vaticano II, es decir, lo que condujo históricamente al Vaticano II, comenzando por el Renacimiento y la Reforma.

Esta Segunda Parte trata de la Filosofía Moderna, la cual ha contribuido grandemente a los errores del Vaticano II. La idea del Vaticano II fue la actualización de la Iglesia para que sea aceptable al mundo moderno, el cual está recargado de las ideas de la filosofía moderna; luego, en orden a entender el Vaticano II y sus errores, es necesario entender la filosofía moderna.

En la filosofía moderna existe, en general, el empirismo versus el idealismo; estos son los dos principales errores de la filosofía moderna, opuestos entre sí. Antes de tratarlos, es necesario decir algo sobre el conocimiento humano.

En cierto sentido, el conocimiento humano es un matrimonio entre el sujeto y el objeto. El sujeto es la facultad humana, es decir, el intelecto; el objeto es la cosa tal como existe en la realidad. Estas dos cosas deben estar unidas en el conocimiento.

Podemos comparar el sujeto y el objeto con la operación de una cámara. La película, claro está, es el sujeto: la película recibe la luz procedente del objeto y lo reproduce; captura el objeto, o la persona de la cual se toma la fotografía y lo hace propio; así que el objeto es captado por el sujeto, el filme. Claramente el objeto no entra físicamente en la cámara; la persona de la cual se toma una fotografía no entra en la cámara, obviamente; pero la unión ocurre de otra manera, es decir, por medio de una representación exacta del objeto. Esta representación, causada por la luz, entra en la cámara a la película sensible. La combinación de la película sensible y la representación de la cámara, como la potencia y el acto, forma una fotografía; la cosa exterior entra en la cámara como representación por medio de la luz y la película la captura y, en cierto modo, la reproduce. Así como el objeto causa la reproducción en la cámara, decimos que esto es «acto», es decir, es algo activo, es causante; y esto otro, la película es algo pasivo, o potencia, porque recibe, tiene la capacidad para recibir; si no hay una película en la cámara, ésta no funcionará, porque no posee la potencialidad para recibir.

Así, el objeto causa su recepción en manera de representación en el intelecto; el objeto es activo, es acto y el intelecto es potencia, es pasivo, recibe, posee la capacidad para recibir. Cuando estas dos cosas se unen, cuando el sujeto y el objeto se unen, tenemos el conocimiento. Esta es la explicación clásica, o escolástica, del conocimiento, según la filosofía de Santo Tomás, de la Iglesia, de Aristóteles, etc.; así se verifica la «verdad», cuya definición es «la conformidad de la representación con el objeto exterior», y si esto es correcto, tenemos la «verdad».

Supongamos que tenemos una mala película o un desperfecto en la cámara, la representación podría ser defectuosa; entonces no tendríamos la «verdad», porque la representación no se correspondería con el objeto; si la representación se corresponde con el objeto, tenemos la «verdad», de hecho, se denomina la«verdad objetiva». Todo esto pertenece al sentido común; no es necesario ser muy inteligente para descubrirlo. Ahora, la filosofía moderna va a contradecir todo esto.

Podemos decir, entonces, que existe un puente entre el sujeto-intelecto y el objeto. Hay una conexión entre estas dos cosas, porque el intelecto está hecho para conocer el objeto; están muy bien conectados; es la forma en que tenemos el conocimiento.

Lo que ha hecho la filosofía moderna es volar el puente. El empirismo, por su lado, dice que no tenemos un verdadero conocimiento del objeto, sino que todo lo que tenemos es un conocimiento sensitivo, al modo de los animales y que no podemos comprender la esencia de las cosas, lo que sea su naturaleza; sólo vemos cosas a las cuales le asignamos etiquetas, como proceden los animales, en cierto sentido; éstos perciben cosas, las recuerdan y alcanzan un conocimiento sensitivo; el empirismo exagera demasiado al objeto, separándolo del sujeto que recibe las esencias, el cual no sólo ve objetos con sus ojos o los escucha con sus oídos, sino que también identifica su esencia.

¿Qué es la esencia? La esencia es la naturaleza de la cosa, lo que es la cosa en sí. La esencia responde a la pregunta ¿Qué cosa es? No es meramente ver colores u objetos con los ojos; es capturar la esencia de algo. Sabemos que esto es verdad por la universalidad de los términos que usamos en todo el mundo, por medio de los cuales todos conocemos lo mismo acerca de algo y tenemos el mismo concepto correlativo a un mismo término; si yo digo «gato» o «perro», sin importar en qué lenguaje se exprese, se sabe exactamente de lo cual estoy hablando, porque se tiene la imagen, la forma, de aquella naturaleza en la cabeza, no en el cerebro, sino en el intelecto. Sabemos la diferencia entre estas dos cosas: el cerebro simplemente recolecta el conocimiento sensitivo, lo que proviene de los ojos, de los oídos, del tacto, del olfato y todo lo que pertenece al conocimiento sensitivo; podríamos decir que capta y organiza en un gran cuadro lo que se encuentra en el exterior; pero es el intelecto, que es algo inmaterial y espiritual, el que ve y abstrae la esencia entre aquellos datos proporcionados por los sentidos y recibidos en el cerebro; el cerebro meramente recolecta y organiza el conocimiento sensitivo y lo presenta al intelecto que es el que conoce la naturaleza de las cosas, no el cerebro; de todas maneras, es cierto que el intelecto depende del cerebro para la información; es la razón de lo que ocurre en los casos de daño cerebral en que no se puede conocer las cosas, porque el intelecto es absolutamente pasivo, es como la transmisión de una película, simplemente el intelecto espera por información desde el cerebro; así que, si el cerebro está trabajando bien, la facultad cognitiva también trabaja bien. Esto es como la cámara que tiene un lente dañado; así como la cámara «ve» a través del lente, el intelecto «ve» a través del cerebro y los sentidos. Entonces, el intelecto es muy dependiente del cerebro, pero no es el cerebro el que conoce las cosas; el cerebro sólo es capaz de «conocimiento sensitivo», es decir, de las cosas tal como aparecen a los sentidos, pero no puede ver la esencia o la naturaleza de las cosas como lo hace el intelecto. Es la razón de porqué los seres humanos hablan, tienen lenguaje e información; los animales no hablan, sólo hacen ruidos que reflejan dolor o placer o algún tipo de manifestación emocional, pero no hablan entre sí, no son capaces de palabras que evoquen conceptos. Cuando la gente mira una fotografía, se pregunta acerca de la imagen en la fotografía y dice ¿Quién es esta persona? La respuesta es el nombre de cierta persona como si la imagen fuese la persona en sí; no dicen simplemente que se trata de un simple papel con tinta. Lo que vemos en la fotografía es el objeto, cierta persona, un pariente, vemos un objeto; lo que distinguimos en el objeto es un ser humano real como representación de éste, por ejemplo, como un familiar representado en una imagen fotográfica. Llamamos al objeto una representación en el intelecto de aquello que existe. Digamos también que la representación de la imagen en el intelecto es vicaria, representativa del objeto tal como existe en la realidad.

Podemos también usar como ejemplo el espejo retrovisor de un vehículo. Cuando miramos en el espejo retrovisor mientras conducimos, el objeto en nuestro conocimiento es, primera y directamente, una imagen en el espejo; esencialmente, estamos mirando luz en el espejo, todo lo que está allí es luz, siendo aquella luz una imagen de lo que se encuentra detrás del conductor. No decimos que se encuentra un camión en el espejo, sino un camión detrás de mí. Es decir, el espejo está, meramente, reflejando la realidad; no nos concentramos en la imagen tal como es, sino en lo que la imagen está representando, es decir, algún objeto en la realidad, basados en la representación vicaria del conocimiento que nos provee el espejo.

A partir de estos ejemplos vemos que, en orden a que tenga lugar el conocimiento, el objeto tal como existe en la realidad debe ser subjetivado de alguna manera; es decir, de alguna manera debe ser incorporado por el sujeto y otorgado un modo diferente de existencia por el sujeto; el intelecto debe producir su propia imagen de la cosa exterior. Por «subjetivar» no se debe entender que el objeto sea oscurecido o mutado de alguna manera, sino que es un algo totalmente objetivo, pero que existe en un modo diferente; el objeto existe en un modo subjetivo, es decir, en el modo de existencia que el objeto tiene en nuestras mentes. El objeto no pierde nada de su objetividad por causa de su subjetivación en nuestras mentes, la cual siempre hace referencia al objeto, así como la imagen que vemos en espejo retrovisor muestra lo que se encuentra detrás de nosotros, aunque lo que vemos en el espejo es meramente luz; es así como el objeto físico exterior es subjetivado en el espejo retrovisor, el cual recibe rayos de luz de aquel y nosotros percibimos lo que está allí. Es necesario que el objeto exterior sea procesable por el intelecto espiritual, debe ser espiritualizado, pero, al mismo tiempo, en orden a que sea verdadero, el objeto debe permanecer objetivo; es decir, debe ser verdaderamente representativo de lo que está en el exterior. La verdad filosófica consiste en dar a todo lo que es subjetivo su objeto, lo que es debido; Nuestro Señor dijo «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»; así que damos al sujeto lo que pertenece al sujeto, y al objeto lo que pertenece al objeto; esta es la sana filosofía. El objeto tiene ciertas características, el sujeto tiene ciertas características; tenemos una sana filosofía cuando observamos a ambos; es la filosofía del sentido común.

El error se presenta como un desequilibrio entre ambos lados. Si enfatizamos demasiado al sujeto, como es el caso del idealismo que idea algo acerca del objeto como elaboración de ideas por sí solo acerca del objeto, tenemos un excesivo énfasis del sujeto. Por otro lado, si el sujeto solo posee un conocimiento meramente sensitivo enfatizando demasiado el objeto, es decir, si sólo posee el conocimiento animal, entonces surge el error respecto al objeto. Todos los errores filosóficos se derivan de una acentuación o exageración indebida ya sea del sujeto o del objeto.

Así, los errores se dividen en dos categorías generales: el Empirismo, que consiste en la disminución del sujeto; y, por otro lado, el Idealismo, que consiste en la disminución del objeto, en el cual el objeto es solamente subjetivo a la mente, es solamente una experiencia; de hecho, en el Idealismo el objeto no es recibido, simplemente es algo que activa la mente para que ésta piense lo que quiera pensar; el Idealismo es la pérdida de la objetividad.

Cuando el intelecto conoce un objeto despoja al objeto de sus principios individuales, tales como la materia, accidentes y circunstancias; por ejemplo, si veo una vaca, mi intelecto se abstendrá de su color, el lugar donde se encuentra e, incluso, de su materia, dirigiéndose a percibir lo que hace que una vaca sea una vaca, lo que hace que se distinga de un perro; es decir, el intelecto se enfoca sobre ciertos puntos en los animales para distinguir a unos de otros; es lo que se denomina «abstracción». Así, cuando vemos que el concepto «vaca» puede ser aplicado a cualquier vaca en mi mente, en todo el mundo y sin importar en qué circunstancia se encuentre – dónde está, de qué color es, de que raza es – simplemente conocemos que es una vaca. Esto es así porque lo que el intelecto percibe es la «esencia». Cuando el intelecto ha tomado una imagen de algo, por así decirlo, aquella está de tal manera despojado de sus cualidades singulares que puede ser aplicada a cualquier cosa de la misma naturaleza. Así, como he dicho, el término «vaca» puede ser aplicado a toda vaca en el mundo; el término «gato» puede ser aplicado tanto a los grandes gatos de la jungla como a los más pequeños domésticos. Este proceso de abstracción es esencial al conocimiento humano, ya que es la base para toda la significación de la comunicación. La razón por la cual nos comunicamos unos con otros se debe a que nuestras palabras evocan conceptos que ya poseemos en nuestras mentes. Conceptos como «perro», «gato», etc., son conceptos formados en nuestra mente a lo largo de años, por los cuales sabemos exactamente en qué consisten.  Podemos decir «perro» y «gato» en diferentes lenguajes, pero estos términos significan y apuntan al mismo concepto. La comunicación de la humanidad a lo largo y ancho del mundo es posible debido a aquella unidad de esencia de las cosas naturales. Sin todos no tuviésemos el mismo concepto de «gato» sería inútil utilizar el término «gato». De este modo, la mente tiende a hacer uno de lo que en realidad son muchos. Así, hay muchas vacas, pero la mente reduce «muchas vacas» a «una vaca», a saber, «una vaca esencial». Llamamos a esta «vaca abstraída», aplicable a muchas vacas, un «universal».

El «universal» es perfecto, abstracto e inmutable en el tiempo; el término «vaca» es usado desde los comienzos de la humanidad. Ahora, si reflexionamos sobre esta tendencia del intelecto hacia la unificación y universalización, entonces podemos entender el error del Idealismo, que impone sobre el objeto real la abstracción del intelecto. El Idealismo significa que el sujeto, de hecho, se hace activo e impone, donde no hay fundamento, su pensamiento sobre el objeto. Esta es la base de todos los disparates actuales, como el transgenerismo – el hecho de identificarse como hombre o mujer u otra cosa – porque todo es subjetivo – en realidad, nadie puede cambiar su sexo, es imposible, se es biológicamente hombre o mujer – Sin embargo, lo anterior no es importante para el idealista, porque el objeto no importa, se trata de lo que el idealista piensa, de lo que siente; así que puede cambiar de día en día, de aquí para allá, entre hombre y mujer. Todo esto es muy típico del pensamiento subjetivista. También proviene de esta idea todo el relativismo en moralidad, a saber, que se puede hacer aquello que se desee; es decir, que no existe una ley natural objetiva a la cual debo conformarme, sino más bien sólo existe lo que el individuo piensa, sus impresiones, sus experiencias; podemos ver el error moderno en todo esto. Tampoco en el Ecumenismo existe la verdad objetiva a la cual debemos conformarnos, el cual sostiene que no existe ninguna única religión fundada por Cristo, sino más bien lo que los individuos piensen sobre Dios, sus propias experiencias sobre Dios; esto es también Idealismo en acción.

Por otro lado, el objeto real es material, singular, individual y sujeto a cambio. Si volvemos sobre el ejemplo de la vaca, vemos que es una vaca singular, tiene materia, es una vaca individual y está sujeta a cambios, por ejemplo, puede morir. Si reflexionamos sobre estas cualidades del objeto real, podemos entender el error del Empirismo, a saber, la imposición sobre el intelecto la singularidad y la mutabilidad de los objetos materiales. Así, el Empirismo va a decir que usted no tiene ningún conocimiento de la esencia de las cosas, todo lo que usted hace es ver cosas e imponerles etiquetas, algo parecido a los animales, que también conocen cosas, al modo sensitivo y las recuerdan. El Empirismo destruye la verdad objetiva porque todo lo que conocemos es conocimiento sensitivo, sin conexión entre la cosa y la esencia en nuestra mente, sin abstracción de la esencia de la cosa, todo es conocimiento sensitivo; luego, destruye la verdad objetiva porque el puente entre el sujeto y el objeto ha sido volado; ya no hay verdad objetiva, porque ésta es la conformidad del sujeto al objeto; el puente ha sido volado cuando no existe esta conformidad. Si no hay conocimiento no hay verdad objetiva, que es la única clase de verdad.

Ambos errores destruyen el conocimiento porque destruyen el matrimonio entre el sujeto y el objeto, el puente. Realmente separan al sujeto del objeto. Por un lado, el Idealismo, porque remueve del intelecto su verdadero objeto, es decir, la cosa en realidad, sustituyéndolo por las producciones del mismo intelecto, por sus experiencias, por sus ideas, que Emanuel Kant, a quien veremos más adelante, llama «categorías». Así que alguien puede tener una experiencia, sin siquiera saber si es real o no; luego categoriza esta experiencia dándole un tipo de realidad en la mente, es todo lo que importa para adquirir una cierta realidad y una verdad en la mente, la cual puede no ser una verdad para otros. Esto es lo que le ocurre a la verdad en esto; ya podemos ver cómo esto ha influido en el Ecumenismo, el Vaticano II y, también, en toda la inmoralidad permitida hoy en día; en este sistema nada es objetivo. La actividad del Idealismo es equivalente al caso de una cámara que produjese su propia imagen en la película sin importar hacia qué fuese enfocada; podría estar enfocada a una vaca, pero obtenerse un perro si la cámara poseyera la experiencia de un perro. Esta desvinculación del objeto también lleva a la gente a decidir lo moral o inmoral por cuenta propia: si algo me gusta, entonces es moral; se trata de experiencias, de mi experiencia interior; es la corrosión de toda moralidad. Por otro lado, el Empirismo destruye el conocimiento por vía de negar al intelecto su poder de abstracción, por lo tanto, de conocer; es como si la cámara no tuviese película, o una muy pobre, de modo que sería imposible saber quién está en la imagen.

En estos dos errores radica la antigua batalla de muchos. En la antigua Grecia había dos líneas de pensamiento principales: una, empírica que ponía el énfasis en la mutabilidad de las cosas materiales; la otra, idealista que sostenía la unidad de la idea abstracta. Heráclito, nacido en Éfeso alrededor del año 530 a. C., creía firmemente en el principio de que la mente humana se engaña si piensa que todo es permanente, dado que todo lo material está sujeto al cambio y al movimiento; así que él niega la esencia, es decir, que algo posee un principio permanente en sí mismo que lo hace ser lo que es; en otras palabras, él diría que nada «es», sino que todo «deviene», que nada es lo que es, sino que más bien algo está deviniendo en algo todo el tiempo. Siempre se ha dicho que Heráclito acentuó lo mucho, lo singular, lo material y consideró que el intento de la mente por unificar y universalizar era algo inútil y falso, luego, el conocimiento de una esencia inmutable sería imposible. Estos principios son los principios fundamentales del empirismo moderno. Por otra parte, Parménides, nacido en Elea alrededor del 540 a. C., contemporáneo de Heráclito, enseñaba el error contrario. Parménides desconfiaba del conocimiento sensitivo y enseñaba que la verdad residía en el pensamiento; confundía la abstracción de la mente con el ser, con lo que existe; confundió el ser eterno e infinito de Dios con el ser de los entes individuales; concluyó que todo ser es uno, dado que todos los entes son seres, por eso, Parménides es panteísta; todo es Dios, todo es Uno. La contradicción entre estos dos antiguos filósofos se dejará sentir a lo largo del tiempo hasta el presente, esta guerra, por así decirlo, entre estos dos errores. De este modo, dividimos los errores de la filosofía moderna en Empirismo e Idealismo; el primero, reduce el poder de la mente para conocer y abstraer la realidad del conocimiento sensitivo; el segundo, reduce la cognoscibilidad del objeto, es decir, reduce todo conocimiento a las invenciones y composiciones del intelecto.

Lección 2

El Nominalismo

El Nominalismo es la forma más temprana del Empirismo.  El primer nominalista fue William de Ockham, nacido en Inglaterra alrededor de 1290 o 1300 d. C., fue ordenado franciscano, tuvo como profesor a Juan Duns Scoto, fue condenado y despedido de su Orden por haber seguido los errores de Miguel de Cesena relativos a la pobreza evangélica. Ockham se convirtió en tenaz enemigo del poder papal y en apologista del poder real. Cayendo en descrédito por las universidades, apeló a Felipe el Hermoso por protección; trasladándose a la Corte de Luis de Bavaria comenzó a escribir tratados en defensa de las así llamadas «prerrogativas reales», desafiando a la Santa Sede. Aunque Ockham no inventó el Nominalismo, ciertamente lo revivió. Murió de peste negra en 1349.

¿Cuáles son los principios fundamentales del Nominalismo? Ockham sostenía dos cosas que constituyen la base de su error:

  1. El propósito del conocimiento no consiste en conocer la realidad objetiva de las cosas, sino, más bien, los conceptos y proposiciones que las expresan.
  2. Que las ideas divinas no representan las especies de las cosas, es decir, las esencias, sino más bien las existencias individuales y singulares.

 El efecto de estos principios, obviamente, es la incapacidad de la mente para captar la realidad, esto es, que la mente tan sólo conoce su propia impresión de la realidad; es así como destruye la universalidad de las ideas, porque todas las cosas serían radicalmente singulares.

Permítanme explicar esto. En el sistema de Santo Tomás de Aquino, el de la filosofía escolástica, la mente es capaz de entender la esencia de un ente creado, acto que constituye el propósito de la mente. Ahora, ¿qué es la esencia? La esencia es un principio inmaterial en la cosa en sí que hace que la cosa sea lo que es, distinguiéndose de otra. Por ejemplo, la esencia de un perro es diferente de la esencia de un gato, la esencia del oro es diferente de la esencia de la plata, etc. Así que hay un principio real, algo que no es visible, pero que, en definitiva, está allí y organiza la materia, hace que la cosa sea lo que es, es la esencia. La mente está hecha por Dios para conocer las esencias; luego la esencia responde a la pregunta ¿qué es la cosa? ¿qué es? La verdadera filosofía escolástica y de la Iglesia Católica consiste en que la mente realmente descubre la realidad de las esencias y las conoce. Ahora, la mente tiende a universalizar la esencia, de modo que no solamente conocerá un perro singular o un gato singular, sino que, de hecho, dirá «bien, hay tantos singulares similares que puedo decir “gato” de muchos diferentes gatos, todos con la misma esencia y que sólo difieren en algunas cualidades accidentales», lo cual se conoce como «el universal» y es la razón por la cual podemos aplicar el término «gato» a todos esos animales. Esta es la filosofía escolástica de la Iglesia Católica, perfeccionada por Santo Tomás de Aquino.

¿Qué dice Ockham? Él dice que nosotros no conocemos las esencias de las cosas, sino que sólo conocemos nuestras impresiones de las cosas en nuestras mentes y, de hecho, nunca cruzamos el puente hacia la realidad, sino que sólo conocemos lo que vemos en nuestras mentes. Dice que la universalización de nuestro pensamiento no tiene fundamento, porque todo lo que conocemos es «esta experiencia» o «aquella experiencia», es decir, cosas singulares y que no podemos hacer universales a partir de ellas. Así, no podemos decir que «este» gato tenga la misma esencia que «otro» gato; sólo podemos decir que conocemos dos diferentes gatos, que tenemos dos diferentes experiencias de ellos, que son dos cosas diferentes para nosotros y que es lo más lejos que podemos ir. De este modo, él destruye la naturaleza universal del pensamiento humano; la mente no aprehende la realidad cuando hace una idea de algo. En la filosofía tradicional escolástica la idea mental es una verdadera imagen de la cosa; la mente aprehende la cosa cuando tiene una idea. Ockham dice que no, que la mente no hace eso, sino que ella sólo conoce su propia impresión de la realidad; por esta razón, en su sistema, lo que llamamos «universal» viene destruido; todo sería radicalmente singular.

Ockham también adhirió al «Voluntarismo». Dice que la ley natural depende de la libre voluntad de Dios, lo cual es contrario a la enseñanza de la Iglesia que enseña que la ley natural depende de la misma esencia de Dios; así como la naturaleza procede de Dios, siendo Dios el autor de la naturaleza, así también la ley procede de Dios que es el autor de la naturaleza; si Dios no puede cambiar, así también la naturaleza no puede cambiar; luego la ley de la naturaleza es absoluta; no depende de la voluntad libre de Dios, porque Dios no puede actuar contra su propia naturaleza. Por ejemplo, robar es un mal por su misma naturaleza, es contrario a la ley de Dios y la ley natural; Dios no puede decir que robar está bien, de hecho, sería algo contrario a su propia esencia. Entonces, Ockham dice que la ley natural depende de la libre voluntad de Dios, lo cual es falso. Incluso él extiende este principio al pecado del odio de Dios, diciendo que Dios podría separar el mal moral de tal delito. El odio de Dios es el peor pecado que se puede cometer, y él dice que el odio de Dios es algo que, de hecho, Dios podría permitir, lo cual es totalmente contrario a la esencia de Dios.

Crítica del Nominalismo. El Nominalismo de Ockham destruye el conocimiento humano dado que dos personas no podrían tener el mismo conocimiento de algo. La razón por la cual las personas pueden hablar entre sí en todo el mundo radica en que tienen el mismo conocimiento de una misma cosa, aunque tengan para ello distintas palabras y designen la idea en diferentes idiomas; sin embargo, la idea es la misma porque el objeto es el mismo, una idea para el mismo objeto. Ockham niega todo esto, diciendo que no existe conocimiento universal, que todo es singular e individual. Consecuentemente, todo conocimiento es singular y propio del individuo que conoce. Además, si no hay ninguna base para la universalidad de nuestros conceptos, si las esencias no tienen similitud alguna con las especies, en base a la unidad de la idea divina que las creó – por  ejemplo, que un gato tiene la misma esencia que otro gato, siendo  la idea divina como un diseño en todas la esencias creadas y conteniendo la mente divina en sí misma todas las esencias de las cosas creadas – entonces, el proceso de razonar se hace imposible, pues para razonar usamos el silogismo, el cual está basado en la universalidad del término medio, a saber, que yo puedo razonar algo porque esencialmente estoy haciendo lo siguiente: cuando digo que A es B, pero B es C, luego A es C, esto es el proceso de razonamiento; pero, para que esto sea válido B en ambos casos debe ser exactamente lo mismo, es decir, B debe ser universal; si B no es universal, entonces todo el silogismo es destruido. Existe un acoplador en todo razonamiento, una universalidad de lo que llamamos «el término medio».

Si todo es absolutamente diferente y radicalmente singular y ningún término puede ser aplicado a uno y otro, entonces el razonamiento y el silogismo se convierten en una nada. Esta destrucción del proceso del razonamiento tendrá un gran efecto sobre Martín Lutero y el Protestantismo en general; Martín Lutero adhería al Nominalismo y despreciaba la teología, recurriendo a su propia interpretación de las Escrituras como la única fuente del conocimiento teológico. Lutero decía que la razón es una prostituta y que no podemos usar la razón para conocer algo sobre Dios.

La filosofía de Ockham conduce al Escepticismo, a saber, la idea de que somos incapaces de tener certeza sobre algo; la razón no puede probar ni la existencia ni los atributos de Dios en este sistema. El Escepticismo penetrará en todas las escuelas empiristas en el período moderno; también tendrá un efecto directo sobre Emanuel Kant algunos siglos más tarde.

La influencia de Ockham será profunda, especialmente en el mismo Lutero, quien adhirió al Nominalismo. Se puede ver que el subjetivismo de Lutero en el libre examen de la Escrituras tiene su base en el Escepticismo de Ockham, pues al escéptico no le importa que dos personas tengan dos interpretaciones contradictorias del mismo pasaje de las Escrituras, lo cual ocurre inevitablemente bajo el libre examen de las Escrituras; dos personas podrían pretender que están inspiradas por el Espíritu Santo y, al mismo tiempo, llegar a dos ideas contradictorias sobre el mismo pasaje de las Escrituras, lo cual hace de la religión algo absolutamente absurdo. Es conocida la oposición de Ockham a la autoridad papal, lo cual también servirá a la futura rebelión de Martín Lutero.

El Escepticismo y Nominalismo de Ockham serán repetidos y embellecidos en las varias formas de Empirismo en el período moderno. Más tarde el Nominalismo de Ockham florecerá y será elaborado por personas como Descartes y Kant, a los cuales veremos más adelante. El cardenal González, dominicano, en su Historia de la Filosofía, dice de Ockham «En resumen, el discípulo de Scoto fue el autor de la gran desviación en la filosofía escolástica e imprimió sobre ella una dirección que fue menos pura y, especialmente, menos cristiana que aquella que le precedió; además, en la filosofía del monje inglés podemos ver el primer origen, el antecedente lógico de la moderna y anticristiana filosofía con sus propias tendencias críticas y escépticas, con su conclusiones ateas y positivistas, con su moralidad cambiante y utilitaria, con su psicología materialista, con su política secular y cesarista, y con sus elementos revolucionarios».

John Locke [1632-1704]

             John Locke es una figura muy importante, no sólo en la filosofía sino también en la historia. Él influyó considerablemente tanto en las ideas de la Revolución Americana como en su Constitución y en su Declaración de Independencia. Nació en Wrington, Inglaterra, en 1632, completó sus estudios en Oxford, donde se cautivó con la filosofía de Descartes, que utilizó para combatir la filosofía de Aristóteles – cabe decir que Descartes fue un filósofo francés que vivió un poco antes de Locke, resueltamente anti-aristotélico y anti-tomista; en otras palabras, contrario a la filosofía medieval, organizada y propuesta por Santo Tomás de Aquino – Locke huyó a Holanda en 1683, porque su patrón, el duque de Shaftesbury estaba involucrado en la sedición contra el duque de York, futuro rey Jacobo II – digamos, de paso, que Jacobo II era católico y tenía la intención de regresar a Inglaterra al catolicismo; además, de él toma su nombre la ciudad de  Nueva York – En 1685 fue puesto en una lista de personas buscadas. Cuando William de Orange, rey de Holanda, ascendió al trono de Inglaterra en 1688 como resultado de la Revolución Gloriosa que, en realidad, fue la cosa más deshonrosa para Inglaterra – Locke regresó a Inglaterra en 1688; falleció en 1704.

            Su obra principal es un ensayo sobre el entendimiento humano, producida en 1690, la cual gozó de gran popularidad tanto en Inglaterra como en Francia. En su obra Pensamientos sobre la Educación podemos encontrar muchas de las ideas contenidas posteriormente en la obra Emilio sobre la educación de Juan Jacobo Rousseau, puesta en el Index y en la cual Rousseau, esencialmente, dice que puedes dejar que tu hijo se desboque y haga lo que quiera. Locke es el padre de las ideas filosóficas de los enciclopedistas franceses y de las ideas socialista de J. J. Rousseau.

Teoría de Locke sobre el conocimiento. Todo el sistema de Locke se refiere al conocimiento. Se opone a Descartes diciendo que no existen las ideas innatas; recordemos que Descartes dice que todo lo que conocemos proviene internamente de nuestra mente, lo cual es negado por Locke, quien dice que todo conocimiento proviene de la experiencia pues, para él, la fuente de nuestras ideas es la experiencia. Para Locke las ideas pertenecen al orden sensitivo, lo cual significa que la mente no abstrae la esencia del objeto, principio interior e invisible que hace que algo sea lo que es, sino que nuestra experiencia solo ve lo que el ojo ve o lo que el oído puede oír, es decir, una experiencia puramente sensual, a modo de los animales, una experiencia del orden sensitivo. La mente – dice – por medio de la reflexión compara ideas, pero eso no significa de ningún modo que nosotros penetremos la naturaleza interna del objeto. Locke compara nuestro entendimiento al hecho de mirar el gran reloj de Estrasburgo, es decir, la visión de su esfera de ningún modo significa entender el funcionamiento interno del reloj; del mismo modo, tener una experiencia de algo que veamos u oigamos no significa entender su funcionamiento interior, es decir, su esencia. Aquellas cosas que son inmediatamente sensibles para nosotros – dice él – como la extensión, la solidez, la forma, el movimiento y otras cualidades, como el color, el sabor, el sonido, etc., existen sólo en nosotros y no en el cuerpo exterior; son sólo impresiones; si algo es azul o verde no está en la cosa, sino que sólo vemos que algo es azul o verde; si escuchamos un sonido no significa que el sonido exista realmente, sino que es simplemente algo que escuchamos. El mundo exterior, para Locke, es meramente una colección de ideas o cualidades sensibles; las esencias permanecen desconocidas. Locke es un nominalista; al igual que Ockham niega la realidad objetiva del universal. La distinción entre varias especies, es decir esencias, es reducida a esencias nominales establecidas por la mente, es decir, las vemos como algo diferente, pero no sabemos por qué son diferentes, es decir, que tengan diferentes esencias, solamente aparecen como diferentes para nosotros y, por eso, las llamamos con diferentes ideas; es como la fotografía de algo que tan sólo se muestra diferente a otra.

             Es imposible, según Locke, decir si una cosa es específicamente, es decir, esencialmente, diferente de otra cosa, por ejemplo, un gato de un perro, dado que la idea de la mente no ve las esencias interiores; la idea de substancia – dice – es meramente un conjunto de simples ideas, reducidas a simples cualidades que se perciben unidas. Por ejemplo, si tenemos una experiencia común de cosas que se encuentran la mayor parte de las veces reunidas, las llamaríamos «substancia»; pero, en realidad – dice él – no conocemos nada más allá de nuestra experiencia sensible; en ese sentido, sólo somos como los animales.

            Locke dice que la religión sostiene la espiritualidad e inmortalidad del alma, pero, al mismo tiempo, dice que esto no puede ser probado por la razón, que no podemos saber si acaso el alma es material o no. Dice que Dios podría dar incluso a cosas materiales el poder de pensar; nada nuevo sobre eso. Locke repudia el silogismo, es decir, el razonamiento; dice que tiene muy poca importancia en el conocimiento filosófico; esto puede dar cuenta de sus innumerables inconsistencias; prefiere la inducción y el método experimental – recordemos que la inducción significa ir de lo particular a lo general, de manera que podemos ver, por ejemplo, algunas cosas particulares y luego hacer un principio general a partir de ellas – El repudio del silogismo es consistente con su nominalismo, dado que el silogismo es imposible cuando el universal es rechazado, como es en el caso de Ockham. Para Locke todas nuestras ideas son de cosas singulares.

Lección 3

              Sobre la teoría del conocimiento, Locke se opone a Descartes diciendo que no existen las ideas innatas; todo conocimiento proviene de la experiencia. Así que él adhiere al Empirismo, dado que la fuente de nuestras ideas es la experiencia, las cuales pertenecen al orden sensitivo; dice que la mente, por medio de la reflexión, compara ideas, pero eso de ninguna manera significa que penetremos la naturaleza interior de las cosas. Recordemos que la idea es una representación interior, espiritual, es decir, intelectual, de la esencia de las cosas; es el modo en que obtenemos la esencia del objeto; para Locke es simplemente una imagen, una figura imaginativa, nada se obtiene más allá de eso, no hay conocimiento intelectual sino sólo conocimiento sensitivo. Compara nuestro conocimiento al hecho de mirar al gran reloj de Londres, observamos su esfera, pero no entendemos el trabajo interno del reloj. Todo aquello que es inmediatamente percibido por nosotros son la extensión, la forma, la solidez y el movimiento; todos los cuales son del orden sensitivo; un animal puede también distinguirlos. Ahora, todas las otras cualidades, como el color, el sabor, el sonido, etc., sólo se encuentran en nosotros, pero no en los cuerpos exteriores, son producidas por nosotros, nosotros somos quienes producimos el color, el sabor y el sonido.

                Para Locke, el mundo exterior es meramente un conjunto de ideas o cualidades sensibles; las esencias de las cosas permanecen desconocidas. Locke es un nominalista que niega la realidad objetiva del universal. Recuerden que ya les hablé sobre los universales y de la lógica, les hablé de que todos tenemos conceptos y que son siempre los mismos, cada uno tiene los mismos conceptos, por lo cual el lenguaje es posible, el significado es posible; de otro modo el lenguaje sería imposible, sería como los ladridos de los perros que tan sólo comunican emociones.

               En el sistema de Locke la distinción entre las varias especies es reducida a esencias nominales establecidas por la mente, lo cual significa que asignamos nombres a las imágenes comunes que obtenemos, de donde proviene el término Nominalismo, simples nombres que asignamos a las cosas, los cuales de ningún modo hacen referencia a esencias reales; en este sistema es imposible decir si una cosa específica se refiere específicamente a la esencia; por lo cual, la diferencia entre las cosas (por ejemplo, entre gato y perro) es imposible, dado que la mente no obtiene la esencia interior de las cosas. Sostiene, además, que la idea de substancia no es más que una simple colección de ideas reducidas a ciertas cualidades que siempre percibimos reunidas, lo cual es un error, ya que la substancia, a diferencia de los accidentes, es algo que puede existir por sí misma; los accidentes, en cambio, deben estar en algo para existir, como, por ejemplo, el color; todo esto es nada para Locke, sino tan sólo asociaciones; no hay conocimiento metafísico, sino, esencialmente, conocimiento animal.

               Locke dice que la religión sostiene la inmortalidad y espiritualidad del alma, pero, en cambio, dice que esto no puede ser probado por la razón; de modo que produce un divorcio entre la razón y la religión – algo que también hizo Lutero; sin embargo hay que decir que la inmortalidad del alma se debe a su condición espiritual; es una deducción directa que se desprende del hecho de que el alma no posee principios corruptibles, luego es inmortal; aunque todo esto, claro, implica pensamiento metafísico, el cual comprende términos como, la esencia, la inmortalidad, la espiritualidad, etc., términos vacíos de sentido para Locke quien, con todo, se entrega a la tarea  de escribir sobre filosofía, lo cual implica mucha actividad de abstracción. Este divorcio entre la razón y la religión hace de esta última algo emocional, como en Kierkegaard, es decir, tan sólo un «yo creo» después de presenciar grandes actos de fe. Esto es muy cierto entre los protestantes, especialmente entre los «evangélicos»; el acto de creer no tiene fundamento en la razón; por el contrario, en el curso de Apologética, veremos que creer es un acto razonable; la Iglesia católica insiste en que es razonable creer, en virtud de los «motivos de credibilidad»; de otro modo cuál sería el fundamento de nuestra creencia si no tenemos motivos de credibilidad. Según Locke, entonces, no tendríamos ninguna posibilidad de saber si nuestra alma es material o no; dice, además, que Dios daría incluso a las cosas materiales la capacidad de pensar, lo cual es intrínsecamente imposible.

                Locke desprecia el silogismo; al tratar sólo con apariencias, dice que el silogismo tiene muy poca importancia en el conocimiento filosófico, dado que no tratamos con la naturaleza de las cosas no es posible algún término medio que relacione las otras dos naturalezas en un silogismo, lo cual es la operación propia de la lógica.

Locke prefiere la inducción y el método experimental. Por ejemplo, si veo un conjunto de cosas que aparecen similares, entonces debe ser tal cosa; esto es la inducción. El repudio del silogismo es consistente con su Nominalismo, puesto que el silogismo es imposible si se niega el universal. El universal es lo que conecta, por ejemplo, el universal de lo espiritual conecta la inmortalidad. Si negamos el universal, mi silogismo no es vuestro silogismo; si yo estoy usando un término que vosotros no entendéis, no podría hacer un argumento que vosotros pudiesen comprender; sería como argumentar con el perro, en base a puras emisiones sonoras, sin conexión; la razón de que vosotros estáis entendiendo lo que estoy diciendo está en que estáis conectados con todas estas ideas; la razón de que os encontráis aquí sentados atendiendo el curso está en que os puedo ayudar en la formación de las ideas del curso en vuestras mentes, estáis formando conceptos al escucharme y al leer.

Pregunta del auditorio: ¿Cuál es el método experimental?

Respuesta: Es el método científico que consiste en realizar experimentos, observar patrones y luego levantar hipótesis en base a aquellos patrones; pero todas esas hipótesis pueden cambiar conforme pasa el tiempo; el tema del Covid es un ejemplo perfecto. La ciencia, a la luz de las evidencias dice «bien, estamos aprendiendo». Quiero decir que la ciencia cambia constantemente, «porque está aprendiendo»; muy rara vez llega a algo absolutamente cierto; toma años tras años para que la ciencia decida afirmar algo como ciertamente verdadero, siempre está «aprendiendo»; esto es lo que usted puede llamar el método experimental.

Pregunta del auditorio: ¿Qué es la inducción?

Respuesta: La inducción es lo mismo. En otras palabras, se observa un patrón y luego se levanta un principio general a partir de éste. La deducción, en cambio, argumenta a partir de las esencias. Sin embargo, es necesario entender también que todo conocimiento comienza con la experiencia, de otro modo caeríamos en el idealismo. Descubrimos las esencias desde la experiencia y luego argumentamos desde las esencias; hay un principio en la filosofía escolástica que dice nihil in intellectu nisi prius in sensu; vuestra única fuente de conocimiento son los sentidos; sin embargo, eso no significa que vuestro conocimiento sólo sea de orden sensitivo, en razón de la actividad de nuestro intelecto activo, el cual descubre las esencias en los datos sensibles en el cerebro que, a su vez, prepara los conceptos en el el intelecto pasivo – deberían haber visto esto en psicología, eso espero – Es casi imposible obtener un inducción perfecta, pues eso significa examinar cada única cosa singular que pertenece a la categoría; por ejemplo, cada ave singular en todo el planeta.

Sobre el sistema moral. Locke no desarrolló propiamente un sistema de moralidad, pero habló sobre éste ocasionalmente. Para él, obviamente, no existe un orden moral necesario, inmutable y esencialmente obligatorio, pues es imposible asignar objetividad a las nociones de bien y de mal; en general el bien y el mal es la misma cosa que el placer y el dolor; la moralidad se reduce a buscar el propio interés al tiempo que evitar el dolor y obtener el placer. El bien y el mal dependen directamente de la opinión de los hombres, la cual se encuentra fuertemente influida por las costumbres, el clima, las leyes, la educación y muchas otras cosas – así que, para Locke, no existe la ley natural, todo depende de lo que piense la gente, de lo que piensen los votantes o, más allá de las urnas, el tribunal supremo.

Sobre el sistema político. En este campo, Locke sostiene la teoría del contrato social entre los individuos de la sociedad, desde los cuales hace fluir todos los poderes del Estado. Recordemos que en este sistema el poder reside en el pueblo, la masa, la multitud, la cual celebra un contrato con los políticos; así como se celebra un contrato con el plomero o con el electricista para que realice un servicio para nosotros; es decir, esencialmente los políticos son contratados para conducir el gobierno, pero el poder permanece en el pueblo; esto es el contrato social; Rousseau, su ideador, es famoso por esto; es el gobierno por consentimiento de los gobernados. Recordemos que, en el sistema católico, el poder proviene de Dios, siendo indiferente el modo que las personas acuerden para elegir a los oficiales de gobierno, por ejemplo, una monarquía hereditaria, una monarquía elegida, como era el sacro imperio romano, o cualquiera otra manera, como por votación popular, por votación aristocrática, como era en Venecia que era una república aristocrática; el modo de designar a los oficiales de gobierno es totalmente indiferente para la Iglesia, en tanto permanezca que toda autoridad proviene de Dios y que aquellos oficiales gobiernan por la autoridad de Dios y no por la autoridad del pueblo. La idea de que la autoridad radica en el pueblo, origen de la democracia moderna, está condenada por San Pío X en su carta apostólica Notre charge apostolique. Hay dos significados de democracia: uno es la elección popular de los oficiales, hemos dicho que la Iglesia es indiferente con respecto a esto [cfr., León XIII] aunque los teólogos católicos y Aristóteles piensan que esta forma es deplorable como forma de gobierno – digamos que la Iglesia no es indiferente a la noción filosófica de democracia, es decir, que el poder reside en el pueblo. En la Iglesia hay dos escuelas: Una es la «teoría de la traslación», a saber, que el poder reside en el pueblo primordialmente, pero el pueblo cede su poder a los gobernantes; teoría sostenida por san Roberto Bellarmino y los jesuitas; el pueblo no retiene el poder político, sino que lo cede, aunque está en éste primordialmente – La otra es la «teoría de la designación», principalmente entre los dominicanos; sostiene que al pueblo corresponde establecer el gobierno, principalmente la constitución y el modo en que funciona el gobierno y, de alguna manera, seleccionar a los oficiales, pero el poder viene de Dios, de modo que, en el pueblo, no hay un poder primordial para gobernar; el pueblo sólo posee un poder primordial para seleccionar la forma de gobierno y elegir a los oficiales de alguna manera; es algo análogo a lo que sucede en la Iglesia, la cual sólo elige, pero el poder viene directamente de Dios; del mismo modo argumentan los dominicanos referente a la teoría sobre la política natural, pero en ambos casos el poder proviene de Dios.

            John Locke, ya podemos ver, está muy presente en el mundo moderno; después de la Primera Guerra Mundial la democracia ha sido considerada como la guinda de la torta de la teoría política y por la cual fueron abolidas todas las monarquías; de hecho, Estados Unidos entró en la guerra en orden a garantizar un mundo seguro para la democracia. La democracia ha sido vendida como la forma de gobierno más maravillosa, considerada como tal por todos los filósofos; en todo caso, es la única forma en la cual el izquierdismo puede tener éxito. El pueblo siempre tendrá el poder para cambiar o destituir al cuerpo legislativo, esto es John Locke; está en la Declaración de la Independencia; cuando el pueblo decide que el gobierno es opresivo, puede alzarse en insurrección, lo cual es Revolucionismo y está condenado por la Iglesia; es precisamente lo que fue invocado por el Sur al declarar su secesión del Norte; también es, básicamente, lo que mueve la idea de Antifa; si Trump es considerado opresor, entonces se invoca el derecho a rebelarse contra él; esto está en el espíritu estadounidense e inspirado por John Locke.

            Locke prefiere la monarquía moderada, en la cual los tres poderes se encuentran separados y balanceados; es el sistema estadounidense; pero esto no hace sentido si la Corte Suprema – después de que Abraham Lincoln eliminara la cláusula del Habeas Corpus, que ordenaba juzgar a un acusado en su presencia, y lo sustituyera por el juicio en ausencia – dictamina ejecutivamente; en realidad se trata, esencialmente, de un monstruo de tres cabezas; [en todo caso esto lo verán en otro curso]. El caso es que John Locke influenció poderosamente al sistema estadounidense. Él sostiene firmemente la separación absoluta entre el Estado y la Iglesia. El Estado debe hacer leyes, incluso sin tener en cuenta las leyes o derechos de la Iglesia. El Estado debe establecer la libertad para todas las religiones. Difícilmente se puede subestimar la influencia de John Locke sobre el mundo moderno. Él es deísta – recordemos que deísta es alguien que cree en un Dios, es decir en un ser supremo, pero tal ser supremo no tiene relación con nuestro mundo, de modo que, aunque haya creado el mundo, nada tiene que ver con la Providencia ni con influencia alguna sobre el mundo; viene a ser como alguien que construye una casa y luego se marcha – George Washington era también un deísta. Sin embargo, Locke, siendo deísta, es intolerante hacia los ateos; intolerancia que no se deriva de la piedad, sino simplemente del reconocimiento del hecho de que no creer en Dios hace imposible un juramento en buena fe o mantener la unión de la sociedad; esto es concebir la necesidad de Dios como un pegamento social para que todo funcione; esto es radical izquierdismo para su tiempo.

Crítica de Locke. Es de la mayor importancia el estudio de Locke con relación a los errores modernos, en tanto en cuanto pone todo el fundamento del materialismo moderno del tiempo presente. Locke acentuó el tema fundamental de la filosofía moderna, el cual debemos a Descartes, a saber, la oposición entre mente y materia; el hecho de «hacer volar el puente», es decir, o es la mente o es la materia, como dos cosas que se oponen entre sí. Ya sea en el Idealismo como en el Empirismo, estas dos cosas pugnan entre sí; sin embargo, no pugnan ni se oponen en el Escolasticismo. En la filosofía moderna el objeto pasó a ser subjetivado y el sujeto pasó a ser objetivado; sin embargo, en sana filosofía, el objeto entra en el sujeto y el sujeto se conforma al objeto, esto es un feliz matrimonio.

            Para los modernistas estas dos cosas, mente y materia son de tal manera opuestas que hacen imposible la elaboración de una filosofía en la cual no exista tal oposición. Toda la filosofía posterior a Descartes, siendo Ockham el más remoto, va a ser uno de los dos, o mente o materia, Idealismo o Empirismo, y los filósofos se dispondrán en un lado o en el otro. La filosofía moderna siempre procura la necesidad de tomar partido ya por la mente ya por la materia, delineando de esta manera los límites de ambos campos, del Idealismo y del Empirismo.

            Locke es el primer defensor sistemático del moderno Empirismo materialista, cuya influencia se dejará sentir profundamente; toda la escuela materialista de pensamiento que domina el pensamiento inglés y de todo el mundo anglosajón puede encontrar su origen en las doctrinas de John Locke; en todas partes, a las que llegaron los ingleses con su imperio, introdujeron a Locke. Además, su popularidad en Francia influenció profundamente a los pensadores de la Ilustración del siglo XVIII, en particular a Voltaire y a los Enciclopedistas, de tal modo que podemos atribuir a Locke haber sido una de las causas remotas, pero directas, de la Revolución Francesa. Todas aquellas ideas tan prevalentes en la Revolución Francesa, como aquella de que el poder reside en el pueblo al punto de llegar a la decapitación del rey, es decir, lo que antes hicieron los ingleses en 1649 – la ejecución por decapitación del rey Carlos I de Inglaterra – hicieron los franceses en 1789.

            Las teorías políticas de Locke tuvieron una influencia incalculable en las constituciones modernas y en la mentalidad política moderna. Podemos encontrar ecos de Locke en las obras de Montesquieu y de Rousseau. Montesquieu promovía la división de los poderes, todos dicen que él fue el primero en su formulación, pero, de hecho, fue Locke. Rousseau, que era perturbado, ateo e inmoral, tomó de Locke todas las ideas del contrato social, al igual que Jefferson, quien también era ateo e inmoral y enseñaba que debía existir un muro de separación entre la Iglesia y el Estado. Las enseñanzas y escritos de Locke, a su vez, van a dictar los sistemas políticos de los siglos XIX y XX. Tan decididamente influenció el pensamiento político americano que casi se puede decir que el verdadero autor de la Declaración de Independencia y de la Constitución de Estados Unidos es John Locke.

            También Locke puede ser reconocido como autor del denominado «problema de la criteriología». El término «criteriología», sobre todo en la tradición neoescolástica, se ha usado para referirse a la epistemología, a la gnoseología o a la teoría del conocimiento. Un criterio es un juicio; así que la criteriología es el estudio acerca de cómo conocemos algo, así que es otro nombre de la Epistemología, esto es, cómo conocemos algo, cómo tenemos la certeza de lo que conocemos. La historia de la filosofía moderna es la historia de la respuesta a este mismo problema; todo esto se refiere al conocimiento, al modo en que conocemos las cosas. Debido a que Locke es inconsistente en muchos puntos, sus sucesores en filosofía van a seguir o su lado idealista o su lado escéptico. Su doctrina sobre la asociación de las ideas dará lugar al Idealismo de Berkeley, mientras que sus ideas sensualistas serán perfeccionadas por David Hume e influirán en Condillac, así como también en Darwin; con todo, su lado idealista deja sentada las bases para el sistema de Emanuel Kant. Así que en Locke tenemos un lado sensualista y empirista que dio lugar a una escuela y, dado que en el conocimiento construimos un puente, tenemos también un lado idealista, lado que implica tener algunas ideas en la cabeza. Ahora ¿cómo explicamos las ideas en la cabeza si sólo es posible conocer sensaciones? Bien, estos son los dos problemas por solucionar en filosofía cuando no tenemos el puente, porque éste ha sido volado por los aires; entonces, se seguirá el Empirismo o el Idealismo.

            Locke no es un pensador profundo; las muchas inconsistencias y antinomias dan testimonio de su sistema. Sin embargo, su influencia es enorme, especialmente sobre los deístas y materialistas que prepararán las revoluciones del siglo XVIII y que, en último término, nos darán los horrores de lo que llamamos «el mundo moderno». Voltaire no tiene sino elogios para Locke, designándolo como su maestro. Voltaire fue quizá uno de los más malignos individuos que han existido; si existe el diablo encarnado, éste es Voltaire; fue expulsado de Francia por Luis XV, pero regresó cuando éste falleció en 1774; cuando Luis XVI tomó conocimiento le dijo a su hermano «¿cómo es que Voltaire está de vuelta en Francia?» Su respuesta fue que «es muy popular, concédale alguna chance»; pero Voltaire excitó a una gran cantidad de gente en París y fue muy exaltado por la aristocracia en tiempos en que estaban sucediendo cosas muy malas en Francia. En realidad, Luis XVI debió expulsarlo nuevamente; en todo caso, él vivió la mayor parte del tiempo en Suiza donde, gracias a sus condimentados escritos, fue muy popular, especialmente entre la aristocracia corrupta, especialmente la de París; por ejemplo, estaba muy de moda el intercambio de esposas entre ellos. En fin, esto es Voltaire, gran admirador de Locke.

El Deísmo

          El Deísmo pretende liberar al pensamiento religioso de la Autoridad; sostiene que existe una religión universal y natural; su principio principal es «cree en Dios y haz tu deber». Sostiene que la religión positiva es mala, porque ha sido corrompida por autoridades y sacerdotes, significando el catolicismo, pero también el protestantismo; en realidad, tradicionalmente, todo el cristianismo, de algún modo, estaba unido al gobierno, previamente al siglo XIX; Prusia, Inglaterra, Suecia, tenían establecida la religión protestante; por el lado del catolicismo, esta unión estaba personificada en los reyes.

            Para el Deísmo los gobernantes y los sacerdotes son malos. Dicen que el Cristianismo original no era sino una religión natural; niegan, ya sea tácita o explícitamente, la Revelación sobrenatural al tiempo que profesan la creencia en un Dios personal como la primera causa del universo, pero sostienen que Dios no tiene ningún cuidado o atención por aquello que creó. Los deístas fueron también conocidos como «librepensadores»; sólo conciben una religión puramente natural; cada uno que piense lo que quiera; no hay dogmas. Los principales deístas fueron Edward Herbert [considerado el primer deísta], Tindal, Bolingbroke, Woolston, Collins, Morgan, Blount, Toland y Chubb; nótese que todos ellos son ingleses; algunos de ellos surgidos entre 1581 y 1648, otros en el siglo XVII, como Blount, Tindal, Woolston, Bolingbroke, otros entre los siglos XVII-XVIII, como Collins; todos ellos liberales y librepensadores. En Francia, casi todos ellos se agrupan en el siglo XVIII; aunque ya existía en Francia cierta corrupción en los años mil seiscientos, nada comparable, en todo caso, a lo de Inglaterra. El surgimiento del Deísmo puede ser atribuido al creciente interés por la ciencia; los trabajos de Descartes y Newton contribuyeron en gran manera en la promoción del Deísmo; parecía que la ciencia reemplazaba a la religión y que el Deísmo respondía a la aspiración del hombre por una religión razonablemente científica en lugar de la religión revelada. La filosofía de Locke, así como la de Hobbes, fue de una enorme influencia sobre los deístas. Otra causa del Deísmo fue el disgusto por las muchas disputas dogmáticas en el Protestantismo; la mayor parte de los intelectuales que observaban el Protestantismo decían «esto es una locura», al ver que todos discutían acerca de lo que había que creer, tan sólo sobre la base de abrir la Biblia e interpretarla conforme al juicio personal; concluían que aquello carecía de sentido; así que el Protestantismo fracasó entre la gente instruida, la cual terminó por volverse hacia el Deísmo.

Edward Herbert [1583-1648]

            Ha sido llamado «el padre del Deísmo» por haber puesto los principales principios de la doctrina. Él señaló las grandes verdades comunes de toda religión, pero sin involucrarse en polémicas sobre la revelación sobrenatural. En cambio, Blount sí atacó la revelación natural y puede ser considerado como el autor del racionalismo bíblico moderno que niega el carácter sobrenatural de los milagros y profecías en la Sagrada Escritura. Blount dice que la misma noción de un mediador, como Jesucristo, es irreligioso y que la mayor parte de las controversias religiosas han sido instigadas ya sea por gobernantes o por eclesiásticos por interés propio. Shakespeare, maestro de Locke, tenía escaso cuidado por la letra de la Sagrada Escritura, separó a la moralidad de la Revelación, sosteniendo que el hombre posee la capacidad para aprehender lo valioso en el mismo hombre y en sus actos, a la vez que divorciaba a la moralidad de la vida futura, lo cual es muy conveniente; sostenía que la raíz de la religión es el sentimiento y no la correcta creencia o el mérito de las buenas obras – vemos en esta doctrina los inicios del modernismo.

John Toland [1670-1722]

            Nació de padres católicos irlandeses, pero abandonó el catolicismo y se hizo presbiteriano para luego caer en la incredulidad. Enseñaba que el cristianismo es una superstición, propia de la clase social inferior y de la gente ignorante y que es deber de los intelectuales y hombres de Estado remover los dientes de aquel monstruo y arrancar sus garras. Toland adhería al materialismo y creía que todas las cosas eran una unidad, es decir, que todas las cosas son un solo ser; para él Dios es el mundo, del cual todo procede y al cual todas las cosas regresan; para él no existe la voluntad libre, es decir, los actos de la voluntad serían necesarios y mecánicos, sujetos a las leyes generales de la materia y que el pensamiento no es sino una manifestación del sistema nervioso – ante esto, cabría decir que las computadoras pueden hacer todo lo que vuestro cerebro puede hacer, pero no pueden hacer lo que vosotros sois.

Lección 4

Thomas Woolston [1668-1733]

            Fue un clérigo de la iglesia anglicana; después de leer a Orígenes desarrolló una verdadera obsesión por la interpretación alegórica de las Sagradas Escrituras. Orígenes vivió entre el 184 y el 250 d.C. y llevó a cabo una completa interpretación alegórica de las Sagradas Escrituras – En ese tiempo existían dos escuelas, una era la escuela alegórica, principalmente en Alejandría, la otra era la escuela literal, principalmente en Antioquía, significando por «literal» lo que el autor intenta decir con sus palabras, y por «alegórico» lo que intenta el intérprete al relacionar lo escrito con algo más. El iniciador de la escuela alegórica fue Orígenes en Alejandría. Existía una rivalidad entre ambas escuelas. Entre los Padres de la Iglesia, San Ambrosio, por ejemplo, era muy alegórico y, por eso, difícil de entender, también su latín es imposible, así como lo que trata de decir, porque está elaborando alegorías permanentemente; en cambio, San Juan Crisóstomo es muy literal, San Gregorio Magno era alegórico y pueden leer de él homilías y sermones en lo que permanentemente está representando algo a partir del texto literal. San Agustín es mayormente literal, aunque a veces alegórico, pero San Juan Crisóstomo es el gran literalista, lo cual no significa que los demás no creyeran en el sentido literal, es sólo que su interpretación era alegórica; siempre hay un sentido literal para todo, a saber, lo que el hablante o el escritor intenta decir en ese preciso momento.

            A partir de la cancelación de su beca por decisión del pastor en 1721 – cosa que Woolston calificó como una locura – comenzó a atacar al clero que lo había privado de su posición, de sus escritos y de otros medios. Escribió una obra en la que intentó entregar un juicio sobre la controversia provocada por Anthony Collins sobre los milagros y profecías de Cristo. Woolston niega de plano la prueba de la mesianidad de Cristo testimoniada por los milagros e incluso cuestionó la resurrección de Cristo y los demás milagros del Nuevo Testamento – nada nuevo hay aquí; todo esto de la negación de los milagros y el racionalismo se remontan hasta los años del mil seiscientos; de modo que nada nuevo hay en las negaciones que enseña el Modernismo; todo comenzó con el Protestantismo – Woolston dijo que aquellos debían ser interpretados alegóricamente. Dijo, además, que el rol de Cristo fue meramente el de enseñar la religión natural. Negó la divinidad de Cristo, la existencia de los milagros, la inspiración de los Evangelios y de las Profecías. Esta obra le hizo merecer un procesamiento por las autoridades, bajo cargos de blasfemia y profanación; sorprende que todo esto sucedía en la Inglaterra protestante; fue encontrado culpable en 1729 y, ante su inhabilidad para pagar la multa, fue encarcelado hasta su muerte en 1733; volvemos a subrayar que esto sucedía en la Inglaterra protestante donde, en el siglo XVIII, si alguien no asistía a la iglesia, es decir, a la iglesia anglicana, sería visitado por la policía; por otra parte, en Francia, hasta el reino de Luis XVI, si alguien era culpable de profanar un crucifijo, debía huir a Inglaterra para evitar su procesamiento.

Anthony Collins [1676-1729]

            Fue un racionalista bíblico, seguidor de Locke; negaba que el Nuevo Testamento es el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento; decía que los judíos habían tomado su visión teológica de los egipcios y caldeos; decía que el libro de Daniel no se refiere a eventos futuros, sino más bien a eventos pasados o contemporáneos.

Matthew Tyndall [1657-1733]

            Decía que el cristianismo no era sino una re-publicación de la religión natural; su obra ganó el apodo de «la Biblia de los deístas».

Thomas Morgan [1671-1743]

           Criticó el carácter moral de las personas del Antiguo Testamento, acusando a los judíos de acomodación, es decir, de alteración de los hechos y eventos para promover sus visiones y obtener el apoyo del pueblo, y acusó a Nuestro Señor y a los Apóstoles de haber hecho lo mismo. Enseñaba que el Cristianismo y la religión natural son esencialmente lo mismo – esto mismo vemos en Bergoglio, en Pablo VI y sucesores, a saber, que la religión está para el servicio de la humanidad; es el mismo tipo de idea, es decir, que la Iglesia existe para hacer del mundo un mejor lugar para vivir.

Thomas Chubb [1679-1747]

            Enseñaba que la religión cristiana y la religión natural eran esencialmente lo mismo. Ya podéis ver cómo Bergoglio, Pablo VI y siguientes presentan a la religión como algo al servicio de la humanidad; es el mismo tipo de ideas; de nuevo, que la Iglesia existe para hacer del mundo un mejor lugar para vivir.

Henry St. John, Vizconde de Bolingbroke [1678-1751]

            Además de haber sido un político y escritor, fue también un deísta, un sensualista y empirista; fue abiertamente anticristiano, totalmente materialista en el orden religioso, filosófico y político. Voltaire, debemos recordar, fue anfitrión de Bolingbroke en los años 1720; allí fue donde este último aprendió toda aquella basura. Bolingbroke fue discípulo de Locke con relación a la teoría del conocimiento. Negó la bondad, la justicia y la providencia de Dios, negó la existencia del alma, admitiendo sólo una facultad del pensamiento. Las obras de Bolingbroke fueron publicadas después de su muerte, siendo de inmediato condenadas por el gran jurado de Westminster como hostiles a la religión, a la moral y a la paz del Estado. Todo esto, repitamos, en la Inglaterra protestante, cosa muy sorprendente en el siglo XVIII.

Crítica del Deísmo.

            El Deísmo es Racionalismo, en el sentido de que nada es admitido por sobre, o más allá, de la razón; es el resultado natural del protestantismo, el cual, aunque afirma que desprecia la razón y adhiere exclusivamente a las Sagradas Escrituras, con todo, eleva a cada hombre a la posición de intérprete de las Sagradas Escrituras, es decir, concede a cada ser humano aquello que niega al Papa y confiere la autoridad de la última palabra al juicio privado de los individuos. También se puede decir que el Protestantismo es causa indirecta del deísmo, en tanto en cuanto sus interminables controversias y divisiones produjeron la reacción del Deísmo hasta declarar que el dogma es imposible, haciendo que la religión revelada sea absurda. El Deísmo es de gran importancia en la historia de las épocas modernas.

            Los deístas, en especial Locke, tendrán una gran influencia sobre todos los pensadores anti-católicos de la Revolución Francesa. Fueron declarados deístas Voltaire, Franklin, Jefferson; el Deísmo les dará la oportunidad perfecta para divorciar al Estado de la religión organizada, en especial, de la Iglesia Católica, y relegar a la religión simplemente a la esfera privada: esto es el mundo moderno y su Declaración de la Libertad Religiosa; pues el Deísmo enseña que no hay dogmas, excepto algunos pocos de carácter básicos y naturales – Dios existe y es bueno, por ejemplo – también enseña que no hay culto litúrgico, sacrificio, sacerdocio, sacramentos, iglesia ni autoridad docente. Enseña que la religión es sólo un conjunto de principios filosóficos y éticos de orden puramente racional y natural.

            Los deístas dicen que Dios nada tiene que ver con este mundo, que no le ha entregado ninguna Revelación, razón por la cual el hombre está liberado del deber de rendir culto a Dios y de la preocupación por el infierno y el cielo; enseñan que la sociedad está dispensada de cualquier deber de reconocer los derechos de Cristo Rey; ya podemos ver que han ejercido una tremenda influencia. En el mejor de los casos, sostienen, se podría hacer alguna mención honorable sobre Dios, por ejemplo, «en Dios confiamos», tal como figura en el sistema monetario estadounidense, sin indicar en qué Dios, sólo una mención honorable. El efecto es la completa naturalización y secularización de la sociedad, llevándola a una condición inmoral, de hecho, dicen los deístas que no hay infierno, así que no debemos preocuparnos; Bergoglio mismo niega el infierno cuando dice que aquellos realmente muy malos serán «aniquilados».

            El Deísmo es el inicio del Racionalismo, el que provocará un daño indecible sobre la fe de millones. La herejía del Modernismo, especialmente su vertiente agnóstica y racionalista, debe mucho al Deísmo. Los deístas, en muchas ocasiones, han sido blasfemos contra los principios más sagrados de nuestra fe, actitud que será heredada y desarrollada por los enciclopedistas del siglo XVIII; todo el movimiento de la revolución proviene de aquellos deístas ingleses. También el Deísmo será causa indirecta del Wesleyismo o Metodismo como forma de reacción; ocurrió un movimiento en la mitad del siglo XVIII en Inglaterra, denominado Metodismo para reaccionar contra el Racionalismo que prevalecía en aquella época, fundado por John Wesley, a modo de un reavivamiento.

Pierre Bayle [1647-1706]

            Nacido en 1647 – notad cuán temprano es – de padres protestantes, mientras estudiaba en Toulouse sostuvo una conversación con un sacerdote católico, a raíz de lo cual renunció al Protestantismo, sin embargo esta conversión no duró mucho; años más tarde, regresó a su Protestantismo original; dejó Toulouse y se dirigió a Génova donde estudió la filosofía de Descartes – Génova, cuando aún era cantón de Suiza, era el segundo refugio de la basura intelectual europea, enteramente protestante; si no era posible refugiarse en Holanda, entonces se podía ir a Génova – más tarde se dirigió a Rotterdam donde conoció al protestante Jurieu y ejerció la cátedra de teología. En sus escritos atacó la transubstanciación como incompatible con la doctrina cartesiana – en verdad lo son – también enseñó que el ateísmo es preferible a la idolatría, sosteniendo que el primero no necesariamente conduce a la corrupción de la moral, tal como el Cristianismo no conduce necesariamente a la santidad; decía que es posible concebir una sociedad atea, organizada según los principios de benevolencia, honor y justicia, los cuales son naturales al hombre – esto es Bergoglio: no hay pecado original – Podéis ver que Estados Unidos fue constituido sobre estas mismas bases: ninguna religión de Estado, en absoluto, mientras que en la Inglaterra protestante sí existe una religión de Estado y que, incluso, ha llegado hasta al procesamiento de ateos; así que en Estado Unidos tenemos una sociedad irreligiosa que ha relegado la religión a sólo una práctica privada, tal como lo quiere el deísta Locke. La misma idea de formar un tipo de sociedad justa, oficialmente sin religión, se encuentra en la misma Constitución de Estados Unidos; no funcionará; por lo demás, no es suficiente con algún tipo de reconocimiento simbólico de la religión, pues el Estado necesita la verdadera religión para ser guiado en su principios morales, considerando que la ley es un reflejo de la moralidad y que el hombre, infectado por el pecado original no se sostiene en la moralidad, cayendo en toda forma de inmoralidad, como todos aquellos necios constituidos por sobre la urna de votación integrando la Corte Suprema de Justicia en 1973 y dictaminando la legalidad del aborto bajo el principio de la privacidad, supuestamente contenido en la Constitución; pues bien, vayan y traten de encontrar ese tal supuesto en la Constitución; pero tenemos a estos idiotas, sentados allí, dictaminando normas por medio de las cuales, hasta el presente, se han eliminado sesenta millones de bebés; este es el problema. Si estuviese la Iglesia Católica como guía y principio de la moralidad, aquello jamás hubiese sucedido, ellos habrían sido arrestados por autorizar tal cosa; no se puede promulgar leyes sin la moralidad; la legislación civil debe implicar la justicia, virtud que pertenece a la ley moral, razón de la Revelación, puesto que el ser humano no la puede resolver por sí mismo, aunque puede cumplir algo de aquella, pero no su totalidad ni por mucho tiempo – Estos principios, más arriba mencionados, dice Bayle, si están apoyados por la ley civil, son más eficaces que la fe en la religión revelada – ahí tenemos aquellos sesenta millones de bebés asesinados – Señala que hay muchos ateos honrados y, por otro lado, muchos cristianos llenos de vicios; su velada defensa del ateísmo no prospera, recibiendo una condena generalizada, particularmente del mismo Jurieu, quien era protestante. Bayle enseñaba que el hombre tiene derecho a una conciencia errónea en tanto en cuanto sea de buena fe; creo que he oído eso antes en algún lugar ¿en Vaticano II quizá? Esto es exactamente lo que enseña el Vaticano II, a saber, que el hombre tiene derecho a una conciencia errónea, en tanto en cuanto se encuentre en buena fe; supuesto derecho que sería igual al derecho a una conciencia verdadera. Enseña que debe haber una tolerancia religiosa general. Defiende la inmoralidad de los reformadores protestantes sobre la base de que poseían buenas intenciones.

            Enrique IV de Francia y Navarra, primer Borbón, procedente de España, siendo protestante y habiendo tomado posesión del trono de Francia alrededor del 1600, en el contexto de varias guerras religiosas civiles y ante la resistencia de París contra él, profirió su famosa frase «Paris bien vale una misa», queriendo decir que se haría católico para poseer París – su hijo es Luis XIII, católico muy piadoso, dedicó Francia a María Santísima bajo el título de la Asunción, prometiendo un voto para este efecto para ser celebrado cada año entre los católicos; es el padre de Luis XIV, quien reinó desde 1648 hasta 1715; a su vez, su bisnieto, Luis XV, reinó desde 1715 hasta 1774; luego el nieto de este último, Luis XVI, reinó desde 1774 hasta el 21 de enero de 1793, cuando fue decapitado por la Revolución Francesa – Enrique IV decidió tolerar el Protestantismo en Francia, lo cual es conocido como el «Edicto de Nantes»; en ese entonces existían varios ámbitos de protestantes en Francia y figuras como La Rochelle. Los protestantes siempre fueron anti reales y siempre estaban provocando problemas al rey, de tal forma que en 1688 Luis XIV revocó el edicto de Nantes, declarando que todo protestante y no católico debía abandonar Francia; obviamente fue muy impopular entre los libre pensadores y entre toda la gente que tuvo que empacar y marcharse, pues eso comprendía a los judíos y protestantes; muchos de éstos eran gente exitosa, así que debían vender lo que tenían y partir; esto fue la revocación del Edicto de Nantes. Toda aquella gente – librepensadores, judíos, protestantes – estaban muy irritados y declararon la guerra a la monarquía; fue el comienzo de las hostilidades hacia la monarquía francesa.

            En este contexto, Pierre Bayle escribió enérgicamente en favor de tolerar todas las religiones. Era la época de Cornelio Jansenio y del reinado de Luis XIV quien condenó el Jansenismo que ya había sido condenado por la Iglesia y luego envió un grupo de soldados para destruir Port Royal, cercano a París, que era el centro de los jansenistas, y exhumó los cuerpos; la razón fue la conducta fuertemente anti-gobierno por parte de los jansenistas. Luis XIV se mostraba fuertemente inclinado a reprimir y suprimir todo movimiento anti-gobierno y anti-Iglesia. Sus sucesores no hicieron lo mismo. Luis XV fue muy influenciado por los jansenistas y por tres influencias masónicas en la Corte; lo mismo fue con Luis XVI quien, al contrario de este último, fue mucho más pío que Luis XV y más fiel a su esposa;  sin embargo, Luis XVI no tomó las medidas necesarias para reprimir las malas influencias en Francia, si lo hubiera hecho, es probable que Francia se hubiese salvado de la Revolución Francesa; el enorme daño ya había sido hecho por Luis XV, en efecto, tres cuartas partes de todo un siglo bajo la influencia de los autores de estas malas ideas en Francia, muchos de ellos enciclopedistas; en todo caso, Luis XV condenó a Voltaire, pero Francia permaneció inundada e infectada por estas influencias.

            Bien, Bayle enseñaba la tolerancia; ante la objeción de que tal tolerancia provocaría la multiplicación de muchas sectas bizarras, respondía que la presencia de tales sectas es preferible a la violencia utilizada por la Iglesia de Roma para reprimir la herejía en la Edad Media y que cada cual debe ser dejado a su propia conciencia         aún si estuviese en el error – esto es el Vaticano II – Enseñaba  que la conciencia errónea en buena fe tiene los mismos derechos que la conciencia ortodoxa – sigue siendo el Vaticano II – Jurieu responde a Bayle diciendo que el monarca tiene el deber de proteger la verdad y combatir al error y a las sectas – ¡siendo protestante! – responde, además, que negar esto es tan maligno como insano – ¡Jurieu! ¡el protestante! – Y continúa su réplica declarando que la teoría de los derechos de la conciencia errónea es el camino hacia el Deísmo. A su vez, Bayle responde que la idea de la tolerancia de toda secta es perfectamente consistente con los protestantes – lo cual es verdadero – En 1692 Bayle escribió un tratado en el cual demuestra, a partir de principios establecidos por el mismo Jurieu, que el Indiferentismo religioso absoluto es la única conclusión lógica, lo cual, en verdad, se desprende del Protestantismo, toda vez que en éste cada individuo es convertido en un papa, en efecto, quien tenga una Biblia, que la interprete libremente. Argumenta que, aunque es cierto que la verdadera Iglesia, compuesta por todas las sociedades que no han errado en lo fundamental, está extendida en todas partes, las congregaciones protestantes individuales deben aceptar como ortodoxas a todas las otras comunidades cristianas. Podéis ver que todo esto proviene del Protestantismo y que el Ecumenismo ha estado vivo en la religión protestante prácticamente desde 1600; pero han fracasado, desgastándose en implementar maneras para que todos ellos sean uno. ¿Habéis oído aquella idea de la «comunión parcial»? Bien, esta idea también proviene del Protestantismo; todos ellos están en comunión parcial entre sí; proviene, asimismo de Cullman, amigo personal del cardenal Ratzinger, quien inventó aquello de «comunión parcial»; es como un Humpty Dumpty que cae de lo alto de la muralla y se intenta armarlo de nuevo; asimismo, el Protestantismo siempre está esforzándose en regresar a la unidad, lo cual da testimonio de que las comunidades protestantes no pueden sostener el monopolio de la ortodoxia. En todo caso, no pueden pretender que poseen una extensión total como verdadera iglesia. Por ejemplo ¿Por qué alguien podría pertenecer a la iglesia de Inglaterra, si vive en Nigeria? O ¿Por qué podría alguien pertenecer a la iglesia griega, si vive en otro lugar? Es tan griega que es necesario ser griego. Es una compartimentación del Cristianismo; no existe en ellos la universalidad, siendo la universalidad una propiedad de la Iglesia de Cristo, ya sea que alguien entre en una Iglesia en Hong-Kong o en Canadá o en África o donde sea, siempre verá la misma doctrina y Misa, es decir, lo mismo en todo tiempo y en todas partes.

            Bayle continúa diciendo que las iglesias ortodoxas orientales deben ser aceptadas, es decir, los protestantes se llevan muy bien con los ortodoxos orientales; la aceptación de los griegos ortodoxos sería un argumento para tener que aceptar al mismo tiempo a los católicos romanos, sobre la base de que tienen más o menos la misma doctrina. Ya se intentó esto en Inglaterra en el siglo XIX por medio de la «teoría de las ramas»; es decir, que existen tres ramas de la misma iglesia cristiana, a saber, los ortodoxos, los anglicanos y los católicos romanos; ya conocéis la declaración de Roma al respecto, aunque los protestantes acusan a los católicos de idolatría cuando adoran la Santa Eucaristía o cuando veneran a los santos; sin embargo, dice Bayle que la buena fe exculpa; continúa diciendo que, si se acepta como ortodoxa la Iglesia de Roma, entonces también debieran ser aceptados los judíos, los musulmanes e incluso los politeístas – esto es exactamente Juan Pablo II; todo es del siglo XVII y hace sentido – Bayle se basa en el hecho de que existe toda una serie de sectas que se ubican entre el Cristianismo y el Paganismo, por lo cual sería muy difícil trazar la línea donde limita la ortodoxia y, debido a que es imposible decir cuál o cuáles religiones son falsas, es necesario admitir que todas conducen al cielo – nuevamente, el Vaticano II – Esta es la razón de este curso presente, es para que conozcáis la raíz de todo esto; hoy, los modernistas en la Iglesia, con el Decreto sobre el Ecumenismo, han dicho que el Espíritu Santo no ha dudado en usar las religiones no católicas como medios de salvación, lo cual es una herejía.

            En 1695 Bayle publicó el primer volumen de su Dictionnaire historique et critique, una especie de enciclopedia en la cual él habla de casi todas las cosas. Fue condenado por la iglesia protestante en Valonia – que se encuentra en el sur de Bélgica – por obsceno, es decir, sucio e impuro, simpatizante de las doctrinas maniqueas, escéptico, elogioso de ateos y epicúreos y por poner dificultades contra la providencia a la cual él presenta como insoluble; de nuevo, esto se da nada menos que entre protestantes. El estilo de Bayle era el de dudar sin negar abiertamente, lo cual es muy típico también de los modernistas; el de discutir, pero sin la intención o deseo de llegar a la verdad, como Ratzinger, es decir, sólo discutir y nunca llegar a una conclusión, nunca una tesis, lo cual se da también en el ambiente del Vaticano II; el de encontrar problemas y multiplicar las objeciones, lo cual es también típico en las obras de Ratzinger, es decir, complicar al adversario con rebuscados y sofísticos argumentos.

            En dogma y Sagradas Escrituras, Bayle es un racionalista; para él la verdad es inaccesible, agnosticismo propio entre los materialistas, quienes sostienen que no es posible conocer la verdad y que sólo podemos conocer nuestras propias experiencias, lo cual lleva al Fenomenalismo y al Existencialismo; enseña que nadie tiene el monopolio de la verdad y que nadie debe imponer su pretendida verdad sobre nadie más; dice que uno puede vivir sin ninguna creencia en absoluto, que incluso puede no conocer a Dios y que, aún así, las cosas estarían muy bien. En sus ataques contra los dogmas católicos, Bayle se erige en precursor de Voltaire y, por su escepticismo e indiferencia es un precursor del Protestantismo liberal.

Lección 5

David Hume [1711-1776]

            Pasó una buena cantidad de tiempo en Francia, antes de la Revolución Francesa. En París habló a toda esa cantidad de personas corrompidas que tramaban el derribamiento de la religión católica. Nació en Edimburgo, Escocia. En un principio se dedicó a la jurisprudencia, pero después la dejó para estudiar filosofía e historia.

            La filosofía de Hume es el desarrollo del lado escéptico del sistema de Locke; de modo que Hume es «el» empirista.

            Recordemos que la filosofía moderna es empirista o idealista. Empirismo significa que nosotros sólo conocemos cosas sensibles; que nuestro conocimiento es esencialmente el de un animal; que nosotros jamás conocemos la esencia de las cosas, sino sólo la apariencia de ellas; que sólo poseemos experiencias sensitivas, de modo que, por esta vía, no podemos conocer ninguna verdad. Su opuesto es el Idealismo, el cual significa que nosotros conocemos cosas, pero no en base a la experiencia, sino que lo que conocemos proviene de nuestra cabeza; vemos que esta posición conduce al Subjetivismo y al Panteísmo, porque vuestra cabeza no es mi cabeza, obviamente. El Empirismo conduce al Agnosticismo, y no sólo con relación a Dios, sino en general, es decir, la verdad es imposible, como Pilato y su «¿Qué es la verdad»? así que Hume es «el» empirista.

            Locke enseñaba que nuestras ideas son causadas meramente por sensaciones producidas por el mundo exterior y por reflexión o asociaciones de estas ideas, es decir, como hacen los animales. Hume dice que, dado que nuestras ideas se originan en los sentidos, se sigue que todas nuestras ideas se reducen a las diferentes funciones de la razón, las cuales componen y dividen esa materia que es provista por la experiencia; es decir, el sujeto tan sólo organiza estas experiencias en su cabeza. Además, dice, las ideas de nuestro entendimiento son meras imágenes de nuestras impresiones; es decir, de ninguna manera tendríamos una imagen de la esencia o, si se quiere, una representación de la esencia exterior de algo, sino una mera imagen imaginativa, justo al modo de un animal. Agrega que las ideas se diferencian de las impresiones sensibles sólo en tanto en cuanto las primeras son menos vívidas; así, podéis pensar en uno de mis gatos naranjos, en cuyo caso esta idea es menos vívida que la impresión sensible de su visión; la idea, por ende, sería menos vívida, pero es lo mismo. La conclusión obvia es que nuestras ideas no poseen ninguna base para ser consideradas objetivas, puesto que sólo serían débiles copias de nuestras impresiones sensibles; las ideas serían fenómenos subjetivos de cuyas causas somos ignorantes. Es decir que sólo tenemos experiencias. No sabemos, continúa, si acaso las ideas provienen inmediatamente del objeto o de Dios o de la mente, sólo las poseemos; puedo decir, por ejemplo, que ahora tengo la experiencia de una sala de clases, pero no sé si vosotros estáis aquí o no; así de estúpido es aquello. Este es el tipo de pensamiento que rige el mundo hoy en día.

            David Hume es el último de los empiristas; todo es simplemente una impresión sensible; nada es objetivo, dado que sólo tenemos experiencias sensibles, lo cual conduce al Escepticismo; no sabemos si algo es verdadero y ni siquiera sabemos si el mundo exterior es real.

            La causalidad, para Hume, es meramente la experiencia de un evento ocurriendo en sucesión a otro; no es posible ver la causalidad; tenemos su famoso ejemplo en el billar en que lo único que vemos es que una bola golpea a otra y esta última cae en la buchaca, pero no vemos la causalidad; si no la podemos ver, dice, ¿cómo podemos saber que existe? Todo lo que podemos ver es sucesión, no causalidad. Sabemos por experiencia que el calor acompaña al fuego; que cuando la voluntad mueve ciertos miembros del cuerpo también se mueve; no podemos decir que el agua hierve «porque» la ponemos al fuego, sino que cuando la ponemos al fuego suele suceder que el agua hierve – todo esto es muy enfermizo, realmente enfermizo – Pero la experiencia nada nos dice de que este es siempre el caso, continúa, y por cierto nada nos dice acerca de alguna relación íntima entre los dos eventos, a la cual llamamos causalidad; sólo vemos que un evento sigue a otro [post hoc], pero no vemos la conexión [propter hoc]; porque tenemos el hábito de ver un evento que sigue a otro les damos a esta sucesión quasi constante el nombre de «causa» y «efecto»; a partir de estos principios, Hume concluye que nuestro conocimiento de causa y efecto no posee base real o científica.

            No sabemos lo que es la substancia, ni siquiera tenemos alguna idea sobre ésta, dado que no sabemos si los accidentes son efectos de la substancia; así que no sabemos si los accidentes de los diferentes elementos, su comportamiento, sus propiedades, procedan de alguna causa interna. No sabemos con certeza si el alma humana es inmaterial o inmortal, dado que no sabemos si es la verdadera causa de los actos que se le atribuyen, tales como pensar o escribir filosofía o, especialmente, el pensamiento, cuyos actos son la base de la determinación de la naturaleza de los atributos del alma – podéis  ver que ni siquiera nuestro pensamiento provendría del alma – Por la misma razón no podemos saber si nuestra voluntad es libre o no lo es – lo cual es muy conveniente con relación al pecado – Toda esta línea de pensamiento conduce a que Hume niegue la existencia de Dios o, al menos, a la capacidad para probar su existencia con certeza; sin embargo, de manera ilógica, él cree en Dios, fundamentando su creencia en el sentido común y en los sentidos de la naturaleza humana; es decir, dice, que no podemos probar la existencia de Dios por la razón, pero se puede creer en Él – Kant dirá lo mismo en distinta manera. Este error, propio de la filosofía moderna, es la razón de la definición del Vaticano I, en el sentido de que la existencia de Dios se puede probar por la razón; también San Pablo, en una de sus Epístolas, dice que se puede probar la existencia de Dios a partir de las cosas creadas. Para Hume nada es realmente presente a la mente excepto sus percepciones e impresiones; nosotros, dice, no concebimos la existencia, sino sólo percepciones y sólo existe para nosotros un universo de imaginación, sólo imágenes en la mente y no tenemos idea de algo más que de aquello que es producido en ella.

            Naturalmente, dice, la metafísica es imposible – es decir nada nos dice aquello de «esencia», «existencia», «causalidad», «propiedades trascendentales del ser», «un verdadero y bello bien», etc. – Dado que los seres humanos no pueden conocer las esencias ni las causas de las cosas, tampoco puede conocer la realidad del valor objetivo de las ideas metafísicas. Ninguna ciencia es posible si sus resultados no proceden de la experiencia y de la observación de los fenómenos – esto es lo que llevó a Kant a elaborar su filosofía, porque Hume destruyó la ciencia. A mediados del siglo XVIII la ciencia está en auge y debía ser preservada; es lo que Kant intentó realizar afirmando, por ejemplo, que sí existe la causalidad, pero es una categoría de la mente; Hume había dicho que no podemos conocer la causalidad; pero Kant dirá que sí se puede, es una categoría de la mente, es decir, organizamos los fenómenos de modo que podamos decir que algo es causado por alguna otra cosa. Realmente todo esto no ayuda a la ciencia; entre seguir a Hume que dice que no podemos o seguir a Kant quien, a su vez, dice que todo está en vuestra mente, nada hay que ayude a la ciencia.

            Hume es, de este modo, el precursor del Escepticismo crítico de Kant y del Positivismo – un gran positivista es Auguste Comte a quien veremos después, filósofo francés del siglo XIX que fue  discípulo de Kant, posee una estatua en su honor frente a la Sorbona en París, lo cual me provocó gran desazón al mirarla – Al igual que Kant, quien construye una creencia en Dios porque la moralidad lo necesita, así también Hume pone la misma creencia en Dios del mismo modo que lo hace respecto a la existencia de las cosas exteriores; es decir, necesitamos saber que el dinero que ponemos en el banco es real; se trata de una creencia que no está basada en nada, sino que es una creencia porque la necesitamos. Para él existe un cierto sentido común de que las cosas exteriores existen – al parecer él nunca se golpeó la cabeza contra un muro – Lo mismo corre para la existencia de Dios; es sólo de sentido común. Como Kant, Hume refuta la existencia de milagros, niega el orden sobrenatural y rechaza toda religión positiva, es decir, religiones organizadas.

Crítica de Hume. Hume es una figura importante respecto a los errores modernos por varias razones: Perfeccionó el Empirismo de Locke. Llevó las nociones de Locke sobre las percepciones sensitivas e ideas a sus conclusiones lógicas.

Asestó el golpe final a la metafísica, algo dejado inconcluso por Locke debido a su inconsistencia. Destruye la noción de causalidad; quizá la mayor «contribución» de Hume al error moderno es la destrucción de la noción de causalidad, reduciendo nuestra noción de las causas a una mera asociación de percepciones. Esta noción sobre la causalidad reducirá cualquier base razonable para la religión y reducirá la fe a algo completamente ciego – como dije antes, la Iglesia posee la ciencia de la Apologética, la cual no prueba la fe, pero prueba que la fe y el acto de fe es razonable; la Apologética no prueba los dogmas de la fe, pero prueba que el acto de fe es una cosa razonable, que Dios existe, que se ha revelado, que ha probado su revelación por medio de milagros y profecías; por eso es razonable hacer el acto de fe: esta es toda la ciencia de la Apologética – Así que la religión quedaría reducida a un cierto salto ciego de la fe, a saber, «no sé si Dios existe, pero creo»; este divorcio entre razón y religión es la fuente del Modernismo. En la Encíclica Pascendi podemos leer que , en el Modernismo, por un lado está el agnóstico – no es posible saber si Dios existe, no podemos probarlo – que no acepta los milagros ni lo sobrenatural, y es el lado racionalístico, por otro lado está el lado de la fe; San Pío X dice que el modernista es capaz de dar los sermones más edificantes, pero carentes del aspecto sobrenatural, la fe está totalmente divorciada de la realidad, porque la fe para ellos se basa en una necesidad de Dios, es decir, en una experiencia religiosa: «Dios existe porque lo necesito»; podemos ver esto en Soren Kierkegaard, danés, pastor protestante, infectado, lo sabéis, con todas estas cosas de inicios del siglo diecinueve, famoso por eso del «salto ciego de la fe», la fe es ciega, y esto a causa de la destrucción de la metafísica que causó un total divorcio entre la fe y la razón. Estas ideas sobre la causalidad arruinarán toda base razonable para la religión, la cual será reducida a una no-racional y hasta irracional «experiencia de la fe». Vemos aquí la base del Modernismo: la mente es dividida entre su conocimiento por la percepción y su conocimiento por la fe; como dos mundos diferentes estas dos vías del conocimiento generarán un tipo de esquizofrenia intelectual en la cual algo puede ser verdadero en el mundo de la percepción, pero no verdadero en el mundo de la fe y viceversa. Nunca os dejéis engañar por la fe, discursos o escritos de los modernistas, como Ratzinger o Juan Pablo II; no creo que Bergoglio haya dicho nada piadoso, así que no tenéis que preocuparos sobre él.

            Hume perfeccionó el Escepticismo moderno; meramente llevó a Locke a sus últimas consecuencias y, por lo mismo, inició el Escepticismo filosófico; aquel Escepticismo, a saber, que realmente no sabemos si la realidad existe o no, permeará el pensamiento moderno que considera que la certeza sobre la realidad es imposible. Del mismo modo con que los deístas separan a la teología de la autoridad, así Hume separa al conocimiento de su objeto, de manera que la mente ya no está sujeta a un objeto – una sola cosa externa que es lo mismo para todos – ahora la mente corre por su cuenta, sin ataduras. El resultado es que ya no importa lo que alguien piense o crea. Estamos ante el dogma moderno. Bergoglio, por ejemplo, sostiene que todos caminamos juntos en búsqueda de la verdad. Kant dijo «Hume me despertó del sueño profundo de mi dogmatismo».

Hume está en la raíz del idealismo. Kant, a quien veremos más adelante, intentó salvar el conocimiento humano mediante la construcción de su sistema de categorías, pero aceptando el Escepticismo de Hume como puntos de partida fundamental, a saber, que es imposible conocer las esencias de las cosas y que todo lo que conocemos son apariencias o fenómenos como él las llamó.

Hume es una figura relevante en los errores modernos y también sobre la Revolución Francesa, la cual, primariamente, fue una revolución intelectual; es cierto que había problemas económicos en aquel tiempo, una gran hambruna, algún descontento económico; Francia había gastado grandes sumas de dinero en la guerra americana con la consiguiente crisis financiera; Luis XVI no supo cómo lidiar con aquello; en realidad él nunca fue preparado para ser rey, se suponía que su hermano, muerto prematuramente a causa de la viruela, sería el rey; él dijo que no estaba preparado para aquello, siendo muy joven y portador de una personalidad más bien débil y vacilante; así que no era el hombre indicado para aquel momento. Los problemas económicos pudieron ser resueltos, no eran insuperables; luego, el principal problema consistió en la revuelta intelectual y burguesa, es decir, la clase media, contra el sistema social de Francia, en especial la fe, contra la cual todos ellos eran muy activos, como Voltaire, los enciclopedistas, algunos miembros del alto y bajo clero que estaban infectados con las ideas de la Revolución Francesa, algunos nobles, entre los cuales estaba aquel general de izquierda que ganó una batalla en Yorktown, América, también Lafayette y otros nobles que cruzaron el océano para ayudar a Washington; se trataba de un nuevo orden, el de consolidar el país sobre los nuevos principios, es decir, sobre los principios liberales. En realidad, Washington, no pudiendo manejar a todos ellos, tuvo que devolver a una cantidad de éstos a Francia, entre ellos, jóvenes oficiales, todos aristócratas. Podéis ver que Francia estaba gravemente infectada por todas aquellas ideas, y Hume era parte de aquellas.

Étienne Bonnot de Condillac (1714-1780)

            Era un sacerdote, hermano menor de Gabriel Bonnot de Mably, también sacerdote y miembro de aquella escoria intelectual del siglo XVIII en Francia. En su juventud estuvo asociado a Rousseau, Diderot, Duclos, etc., todos ellos miembros de aquella sentina de cucarachas intelectuales que pululaban en Francia; más tarde se alejó de ellos pacíficamente.

            Las ideas filosóficas de Condillac son más bien una reacción al idealismo de Descartes, Malebranche, Leibniz y Spinoza. Al igual que Locke, admite la sensación, pero intenta probar que la sensación no sólo es el origen de las ideas sino también el origen de las mismas facultades – así que vuestro entendimiento o intelecto sería vuestra sensación – reduce todos los actos de la facultad intelectual al hecho de estar atento y reduce todos los actos de la facultad apetitiva, significando la voluntad, al desear; así que él confunde los actos con la facultad; pero estas dos cosas, dice, estar atentos y desear, no son más que sensaciones; en conclusión, las facultades del alma no son más que sensaciones, es decir, quedamos reducidos a animales.

            El ego de todo hombre no es más que una colección de las sensaciones que está experimentando y que la memoria le recuerda; así que no somos más que una colección de recuerdos; es meramente la conciencia de lo que está sucediendo ahora y de lo que nos ha sucedido en el pasado – los animales poseen aquello, tienen una cierta conciencia sensitiva; los elefantes recuerdan por un largo tiempo.

            De acuerdo con su Sensualismo, Condillac otorga una gran importancia al lenguaje puesto que la palabra evoca el entendimiento, lenguaje que no podríamos tener en su sistema – intentemos hablarle a un perro, por ejemplo – De hecho, dice, que la única cosa que distingue a nuestra inteligencia de aquella de los animales es el uso del lenguaje. Para Condillac la ciencia no es más que un lenguaje bien hecho. Sostiene que el placer y el dolor son las únicas cosas que mueven los actos del alma – ideas como la bondad, la moralidad, etc., no cuentan – además dice que el alma no tiene actividad intrínseca ni personal, como tampoco goza de voluntad libre. La inteligencia humana no es un poder superior a los sentidos; más bien, lo único que distingue a los seres humanos de los animales es que los humanos hablan. Sin embargo, en su obra titulada Tratado sobre las sensaciones, Condillac, fuera de toda lógica, afirma la espiritualidad y la libertad del alma humana, ideas que él obtiene de la existencia de Dios, de la pre-creación del mundo, así como de la virtud y del deber moral – quizá lo dijo por miedo a ser arrestado si no decía esas cosas. Notad cómo se intenta reducir al ser humano al mundo de los animales y a la total inconsistencia

Voltaire [1694 – 1778]

            François-Marie Arouet, más conocido como Voltaire, nada de original dijo en filosofía. Ya hemos examinado, en otro curso, su odio por Cristo y la Iglesia Católica, sus blasfemias y sus escritos que tanto hicieron para llevar a efecto la Revolución Francesa. En vista que fue muy popular durante toda su vida, hizo mucho para propagar el error del Empirismo; es la razón por la cual amerita un puesto en la historia de los errores modernos.

            Voltaire estaba enteramente entusiasmado con las ideas de John Locke quien, para él, era el más grande de todos los filósofos; en consecuencia, no es sorprendente que Voltaire haya sido sensualista y, al igual que Locke, deísta. Probablemente Voltaire haya sido más materialista que Locke; difícilmente alguien pueda ser más materialista que Voltaire.

            Es difícil analizar el pensamiento de Voltaire, debido a que se contradice a sí mismo constantemente – en realidad, no era más que un diablo en la historia, y digo que nada más – Por un lado, afirma la existencia de Dios y, al mismo tiempo, dice que la existencia del mal es incompatible con la bondad y sabiduría divinas, lo cual es típico entre los ateos. A veces habla del alma humana, pero considera que es una abstracción hecha realidad. Al igual que Locke, admite que la materia posee la capacidad para pensar. También presenta contradicciones en sus declaraciones sobre la libertad humana. Su doctrina moral proviene de los deístas ingleses Woolston, Collins, Bolingbroke, Shakespeare y otros; no olvidar que pasó tiempo con Bolingbroke. Voltaire recalca que Newton, Locke y Clark habrían sido perseguidos en Francia, encarcelados en Roma y quemado en Lisboa; sin embargo, este celo por la tolerancia no le impidió expresar viva satisfacción cuando en 1761 se reportó que tres sacerdotes habían sido quemados en Lisboa por el régimen anticlerical. Lisboa estaba en manos de alguien llamado Pombal, en tiempos en que el rey era un idiota, probablemente un francmasón y extremadamente anticlerical; de manera que Portugal estaba bajo el régimen de un gobierno fuertemente anticatólico, así también en España; en aquellos tiempos, quiero decir, las cortes reales estaban pobladas de francmasones y anticlericales; se explica por qué España, en aquellos tiempos, realizó la expulsión de los jesuitas de Sudamérica. Esta condición se extendió incluso hasta el siglo XIX. Bien, éste era Voltaire; por cierto, no una gran figura en filosofía, pero sí una gran figura en la corrupción del siglo XVIII, especialmente en Francia; pasaba temporadas con Federico el Grande o Federico II de Prusia, liberal y francmasón, creador del grado 33 en la francmasonería, usurpador de Silesia.

Rousseau [1712-1778]

            Tampoco fue grande en filosofía, pero merece ser nombrado. Ciertamente un idiota inmoral; incapaz de decir algo propiamente suyo, pero era popular y tuvo una gran influencia como escritor.

            Su obra principal se desarrolla en el ámbito político, destacándose el «Contrato Social» el cual, por cierto, tiene su origen en Locke – por eso digo que, en realidad, nunca escribió nada, sino que popularizó a Locke – que declara que el poder pertenece al pueblo, que hay un contrato social entre el gobierno y el pueblo, que el gobierno administra el país por el consentimiento y contrato del pueblo, que el poder permanece en el pueblo, que la voluntad general, es decir la mayoría, es suprema y que el individuo preserva su libertad consintiendo a la voluntad general, incluso si alguno está en contra de algo en algún sentido, éste debe someter su voluntad a la voluntad general, entonces se hace libre, porque haría lo correcto.

            Por otro lado, Rousseau sigue el Naturalismo, Escepticismo y Deísmo, sistemas que al momento se encontraban de moda. Para él, la moralidad se reduce a un instinto e imperativo natural de la conciencia individual, la cual no tiene bases ni en la razón ni en la religión; en él podemos ver aquel divorcio entre religión y razón.

           También es el primer romántico real. El Romanticismo tiene su origen en Rousseau y otros filósofos de aquel tiempo, movimiento que se asocia con el siglo XIX, el cual exalta o eleva los sentimientos religiosos a un pedestal, como lo supremo, de modo que la razón no sería tan confiable como el sentimiento. Por ejemplo, en música produjo a Beethoven [1770-1827], Mendelssohn, Wagner. Beethoven fue alumno tanto de Mozart [1756-1791] como de Haydn, siendo estos últimos mayormente racionales en su música; el carácter musical entre la expresión intensa de Beethoven y la perfecta organización y desarrollo intelectual de Mozart y Haydn es notorio. Lo mismo en Bach [1685-1750], todo intelectual. La razón principal sobre la popularidad de Beethoven está en la fuerza de todo aquel sentimiento que pone en su música; en él todo es una lucha sin alcanzar la paz, vibrando sobre una constante línea de base diabólica; fue un revolucionario, un izquierdista, un terrible izquierdista. Su primera obra fue un tipo de música fúnebre para José II [1741-1790], francmasón de alto grado y emperador de Austria, incluyendo elogios al liberalismo; habéis escuchado su Sinfonía Heroica, su tercera sinfonía, que es la mejor, en honor a Napoleón [1769-1821], diseminador de toda la basura contenida en la Revolución Francesa por toda Europa; cuando Napoleón se convirtió en emperador en 1804, Beethoven, que había titulado su sinfonía, originariamente, «Heroica», arrancó las páginas de la composición, debido a que Napoleón se había transformado en un rey anti democrático. Esto es el Romanticismo; la idea de pintar sentimientos por medio de la música, como Debussy. En el Romanticismo literario podemos ver la idealización de caracteres como Ivanhoe en la obra de Walter Scott, francmasón; también están las obras de las hermanas Brontë, como Cumbres Borrascosas, escrita por Emily, en la que tenemos a dos personas corriendo por los páramos de Yorkshire básicamente gritándose entre sí. Todo es sentimiento. Lo mismo en Wagner [1813-1883]. Es la exaltación del sentimiento por sobre la razón. En el siglo XVII, hacia el final, vemos que el estilo de Luis XVI, en mobiliario, arquitectura, etc., era más moderado que el estilo Rococó de Luis XV, estilo barroco que enloquece, que pierde sus líneas clásicas. La reacción vino alrededor de 1760, en que todo se hizo bastante clásico y razonable. En realidad, Rousseau fue el primer romántico. El romanticismo destruye la razón; es algo así como un divorcio entre lo interior versus lo exterior; es como si todo estuviese en mí, en lo que pasa en mi cabeza, en mi cuerpo.

                Su Escepticismo es notorio en las contradicciones que se encuentran en sus escritos. Por un lado, alaba profusamente al Evangelio en el Cristianismo, mientras que, en otras partes lo rechaza; al mismo tiempo condena y justifica el adulterio, del cual él mismo era culpable. Escribió tanto a favor como en contra del duelo y del suicidio; en verdad, estaba perturbado.

                El Contrato social de Rousseau es meramente el desarrollo de la obra de Locke sobre el gobierno civil. Sus ideas deístas encuentran su fuente en el cristianismo razonable de Locke. Sus ideas sobre la educación, en su Emile, pueden ser encontradas en las obras de Locke sobre la educación.

Como dije antes, Rousseau no era original, tampoco muy brillante ni talentoso; era extremadamente inmoral, terminando trastornado, se le veía por las calles de París haciendo cosas de locos; luego, murió; sin embargo, ha sido influyente en el pensamiento moderno. En realidad, era suizo, de Ginebra. Ciertamente, los franceses pueden decir que la Revolución no era de los franceses, sino de otros.

Enciclopedistas

                Aunque los enciclopedistas eran todos franceses, sin embargo, se remiten, en sus ideas, a los ingleses; ¡he aquí el quid!

                Durante el reinado de Luis XIV [1638-1715], figuras inglesas del ámbito literario pasaron tiempo en Francia para completar su educación; posteriormente los franceses comenzaron a hacer lo mismo en Inglaterra para aprender toda su basura. Voltaire es el ejemplo perfecto de este fenómeno, siendo él quien popularizó las ideas deístas de los ingleses en Francia. Esta influencia perniciosa de los deístas ingleses contribuirá fuertemente a la diseminada corrupción de la moral pública en Francia durante el siglo XVIII y, al menos parcialmente, se les puede atribuir la atrocidad satánica con la que los philosophes escribirán contra la Iglesia en este mismo siglo. La Enciclopedia fue una obra construida enteramente para este propósito, a saber, la destrucción de la fe católica; buscaba infectar todos los niveles de la sociedad mediante el rechazo al Evangelio y la Iglesia.

                  Los principales autores de la Enciclopedia fueron Voltaire, Diderot y d’Alembert y una serie de colaboradores, como Condorcet, suicida encarcelado durante la Revolución, también Montesquieau.

Lección 6

Julien Offray de La Mettrie [1709-1751]

                  Tuvo profesores jansenistas en su juventud y a la edad de 15 años escribió una apología sobre los jansenistas. Los jansenistas fueron llamados «católicos protestantes», es decir, todos los adornos del catolicismo, pero protestantes hasta los huesos. Estudió en Holanda bajo la tutela de un espinosista – estudiaremos más adelante a Spinoza [1632-1677], panteísta – Era un riguroso materialista, tanto su vida como su muerte fueron acordes con sus principios. Enseña que en el mundo sólo hay sustancias materiales y que el alma humana es meramente la suma de las propiedades del cuerpo; que el fin del hombre consiste en el placer sensual y que la delectación es la base de toda moralidad, lo cual es extremadamente radical y hace que los epicúreos luzcan bien. Encarna un pensamiento de suyo radical para la Francia católica del siglo XVIII. Dice que el hombre se distingue de los animales sólo por el hecho de que el hombre posee un lenguaje articulado; el pensamiento es el resultado de la materia organizada; la aparición del hombre en la historia puede ser comparada con la aparición de los hongos de tiempo en tiempo o con la aparición de las flores en los muros; el orangután es un animal prácticamente igual al hombre. Como predecesor de Darwin, no considera imposible que un simio pueda lograr el uso del lenguaje.

                   Dice que aquello que consideramos vicio o virtud descansa sobre las condiciones materiales u orgánicas del individuo, como el clima, el hambre, alimento, riquezas, etc., así que, es algo relativo a nuestras condiciones. Todas las facultades del alma humana son puramente materiales, como los animales. El alma es también puramente material.

                   Aunque La Mettrie no niega abiertamente la existencia de Dios, permanece indiferente ante esto; exista o no exista nada tiene que ver con nuestra felicidad. Manifiesta que la voluntad libre es una ilusión. El ser humano es una máquina gobernada imperativamente por un absoluto fatalismo. El remordimiento es sólo un prejuicio de la crianza; no hay razón para arrepentirse de nada. No hay una distinción real entre el vicio y la virtud.

                   La Mettrie era un médico que se motivó para hablar de filosofía. Presentó sus teorías materialistas en 1745, en un trabajo titulado La historia natural del alma; al año siguiente fue prohibido en Francia. En 1748 publicó El hombre máquina, siendo prohibido en Holanda en ese mismo año – cabe señalar que, para ser prohibido en Holanda en el siglo XVIII, había que ser realmente malo – Se refugió donde Federico II el Grande [1712-1786] en Prusia – también realmente muy malo – donde publicó, en 1748, El hombre planta. La corte de Federico II, en aquel tiempo, era un verdadero vertedero de todo lo podrido.

                  La Mettrie concuerda con Bayle en hacer una nación de ateos, agregando que no sólo es posible, también es deseable. Para él la religión es enemiga de la moralidad; su libro sobre la moral se titula El arte del goce o la escuela del placer. Irónicamente, murió por haber comido excesivamente, atragantado con paté de foie, evento sobre el cual Federico II escribió Elogio de La Metrie, una pieza laudatoria. Algunas palabras de La Mettrie son «si la naturaleza te hizo un cerdo, entonces revuélcate en el lodo, pues serás incapaz de disfrutar una felicidad más elevada».

Paul d’Holbach [1723-1789]

            Nació en Alemania, pero vivió en París. Su casa era lugar de reunión de los philosophes. David Hume [1711-1776] tomaba parte en estas reuniones, aunque no le agradaba el ateísmo dogmático de d’Holbach quien era el gran proponente del ateísmo. Comenzó presentando el materialismo de todas las edades, comenzando con Lucrecio [99-55 a.C.] y finalizando con La Mettrie; a partir de este trabajo concluyó que la materia es eterna y necesaria en su esencia, aunque variable en sus formas y en sus combinaciones. Postulaba que la ignorancia de la naturaleza había dado origen a los dioses; que la palabra «dios» no tiene significado, o bien significa la suma de fuerzas desconocidas que animan el universo; que la materia está dotada de su propia energía y se mueve por sí misma. La naturaleza es toda la realidad y toda cosa particular, incluido el hombre, no es sino una parte de ella – así que d’Holbach es un monista – Los entes particulares, así como las substancias, no tiene realidad objetiva, son tan sólo productos de nuestra imaginación – así que la comida que coméis no tiene realidad objetiva, sino que un producto de vuestra imaginación – La voluntad libre es una ilusión, porque el hombre está sujeto a leyes necesarias y a influencias fatales; la cadena de causas y efectos es eterna y se cumple por necesidad. Dice que tanto el gobierno religioso como la educación conducen al hombre, irresistiblemente, al mal; en su opinión, la religión es enemiga de la felicidad humana y del progreso; declara que ha sido la ignorancia y el temor lo que ha creado a los dioses, que la imaginación, el entusiasmo y el engaño han adornado o desfigurado las formas de sus imágenes, que la debilidad es causa de su adoración, que la credulidad los preserva, que la tiranía sostiene la creencia en ellos para sus propios propósitos; que el hecho de creer en Dios, con el fin de ser felices, aumenta su ansiedad y temor – estas personas, como d’Holbach, son relativamente menores y no son, no se les podría llamar, filósofos serios; pero revelan el progreso del pensamiento nocivo que, eventualmente, dará lugar a la Revolución Francesa.

Idealismo pre-Kantiano

Descartes (1596-1650)

            Nacido en Turaine, Francia; en 1604 fue enviado a estudiar con los jesuitas en La Flèche, que significa «la flecha», permaneciendo allí hasta 1612; tuvo una buena opinión acerca de la instrucción que recibió allí, sin embargo experimentó un profundo desagrado por la filosofía tradicional, declarando que en ella nada había de cierto – hay que decir que, cada vez que ocurre una revuelta contra la filosofía escolástica, habrá problemas; es algo evidente; por ejemplo, Ratzinger, quien siguió el mismo camino, odiaba la filosofía escolástica, primer paso hacia el Modernismo. La filosofía escolástica es odiada porque es tremendamente objetiva – Pasó un buen tiempo en el servicio militar, mayormente en Alemania durante la Guerra de los 30 años. Realizó un peregrinaje a Nuestra Señora de Loreto y a Roma en 1623. Por un tiempo vivió en París, pero, encontrando la vida parisina demasiado distractora, se retiró a Holanda – por supuesto – donde permaneció hasta 1649. Durante este periodo de su vida, publicó sus obras más conocidas. En septiembre de 1649 viajó a Suecia, para instruir a la reina Cristina en filosofía, pero el invierno sueco fue demasiado duro para él; murió en enero de 1650. Siempre se consideró a sí mismo como católico y murió píamente en la fe; sin embargo, existe gran controversia con relación a su sinceridad como católico.

Principios generales de la filosofía cartesiana. Descartes es importante en filosofía. Se propuso entregar al mundo una nueva y completa filosofía – sería el nuevo Aristóteles – Manifestaba un rechazo de toda filosofía desarrollada hasta aquel tiempo; podemos ver que su punto de partida es completamente vanidoso y orgulloso; es ridículo decir «voy a reinventar la filosofía». Para él la filosofía anterior estaba llena de error; ni siquiera hace excepción de San Anselmo, San Buenaventura o de Santo Tomás; así que en este hombre vemos ya un completo idiota. Para Descartes, todas las soluciones de la filosofía previa son falsas e inadmisibles – realmente es necesario ser un idiota para decir eso – echando por tierra todo el edificio filosófico de Aristóteles y Santo Tomás; dice que debemos rehacer la filosofía en base a dos principios: la duda universal y el pensamiento libre, inscribiéndose como el padre de la filosofía moderna.

            Descartes dice «supongamos que no existe Dios ni el cielo ni la tierra y que no tenemos cuerpos; dudemos de todo con relación a todo lo que nos parece más cierto, incluyendo las demostraciones matemáticas y sus principios» – luego si hemos tenido por verdadero que dos más dos es cuatro, debemos ponerlo en duda – En pocas palabras, debemos dudar de todo, excepto de nuestras propias ideas; ¿por qué hizo aquella excepción? No lo sabemos; es el primer principio de su filosofía. El segundo principio es que no debemos admitir algo como verdadero, a menos que conozcamos su verdad con evidencia, como única regla de verdad y certeza. Esta es la base del racionalismo – ¿cómo se podría tener fe en algo? ¿dónde queda la fe católica y dónde la autoridad de la Iglesia – En estos dos principios fundamentales vemos las bases del racionalismo, especialmente en el contexto de su rechazo del entero edificio de la filosofía aristotélica y católica, racionalismo que permeará todas sus ideas filosóficas.

Las doctrinas filosóficas de Descartes. Comienza estableciendo sus reglas para filosofar, las cuales son bastante obvias y pudo haberlas omitido fácilmente; sin embargo, las presenta de una manera determinada para hacer pensar que nadie nunca pensó en ellas o las usó con anterioridad. Pueden ser resumidas de la siguiente manera: Dividir el problema en todas sus partes y examinarlas separadamente; revisar y examinar cuidadosamente la enumeración de las partes; proceder con orden en la búsqueda de la verdad, comenzando por los objetos más simple y continuar paso a paso con los más difíciles – nada de profundo, si lo consideramos como pensador.

Doctrina sobre el hombre. La existencia del hombre es, en sí misma, evidente en la conciencia; conciencia por la cual uno tiene sus propios pensamientos; de lo cual emana su cogito ergo sum (pienso, luego existo). Es su primer principio, el cual es importante pues conduce a pensar que todo procede desde el interior; esto bien hubiese podido ser «yo eructo, luego existo»; porque si existe una actividad, debe existir un sujeto de la actividad, es decir, algo que actúa; es lo significado por «yo pienso», luego debe existir aquel sujeto pensante; del mismo modo es lo significado por «yo eructo», luego debe existir aquel sujeto que eructa; en esta línea podéis pensar sobre cualquier actividad, como por ejemplo, «yo orino, luego existo»; su “cogito” no es el primer principio, pues exige un principio superior para que aquel cobre algún sentido. Podemos ver que, en realidad, no es un pensador muy profundo, sin embargo, ha tenido gran influencia.

            Dice que el acto de pensar no es meramente conocer intelectualmente, es además desear, imaginar, sentir – confunde, erróneamente, todas esas cosas – el alma no es otra cosa que un existente que piensa. La esencia del alma consiste en el pensamiento, en otras palabras, en un pensamiento subsistente – es decir, si usted no está pensando, entonces usted está muerto – conocemos a tanta gente que no piensa y están vivos – así como la esencia del cuerpo consiste en la extensión – lo cual no es cierto, ya que la extensión es un accidente de la materia – dado que lo que es extendido es esencialmente divisible y compuesto de partes y, dado que el pensamiento, el alma, es esencialmente indivisible, se sigue que el cuerpo y el alma son dos substancias que no sólo son distintas, sino además antitéticas, opuestas y excluyentes entre sí – un punto muy importante; podéis ver la oposición entre objeto y sujeto, en el sentido de que son uno contra el otro; esto es hacer volar el puente, recordadlo siempre sobre la filosofía moderna. Dice que el cuerpo es una substancia absolutamente material e inanimada; el alma es una substancia que es absolutamente indivisible y animada; aunque podemos decir que el hombre está compuesto de alma y cuerpo, con todo, el hombre es una substancia pensante, es decir, sólo el alma – ved cómo él divide al hombre; como si fuera un alma arrastrando al cuerpo. El cuerpo no es sino un instrumento independiente, inerte e inanimado del alma. El cuerpo no tiene influencia sobre el alma a través de las sensaciones u otras funciones orgánicas – entonces ¿cómo conocemos las cosas? – ni el alma tiene influencia sobre el cuerpo por medio de la voluntad, a pesar de las apariencias – esto es realmente enfermizo; así que cuando deseáis hacer algo, tal como tomar un tenedor y comer, vuestra alma no tendría influencia sobre el cuerpo; es admirable cuán desconectado está del sentido común; el alma y el cuerpo serían dos extraños entre sí – Sin embargo, Descartes se contradice en este punto; dice que de la unión del cuerpo y del alma resulta una unión per se – en otras palabras, «no una unión per accidentem – aunque antes los había declarado independientes y antitéticos – esto no hace sentido. También, por otro lado, declara que, para percibir la unión del alma con el cuerpo, es necesario aplicar la mente muy cuidadosamente; pero, por otra parte, afirma que esta unión es evidente para los sentidos – pero, ya lo hemos dicho, según él los sentidos no nos dicen nada – En otra parte dice que el alma y el cuerpo son dos substancias completas, mientras que, en otro lugar afirma que son incompletas – es decir, se necesitan entre sí; realmente no sabe de lo que está hablando.

            En su tratado sobre las pasiones, Descartes afirma que el alma está unida a todas las partes del cuerpo y las anima a todas – cosa que antes había negado – y que el alma reside de un modo especial en la glándula pineal y que, por medio del espíritu animal, el alma actúa sobre el cuerpo y viceversa – lo cual no es lo que había dicho previamente. Está claro que las ideas de Descartes sobre las pasiones son significativamente diferentes, contradictorias con lo que sostiene en otros lugares sobre la relación entre el cuerpo y el alma.

            También Descartes sostiene la teoría de las ideas innatas, aquellas con las que se nace; pero aquí nuevas contradicciones aparecen; por un lado, afirma que las ideas innatas son muy pocas, pero en otro lugar dice que son innumerables; además dice que el conocimiento proporcionado por los sentidos es sólo la ocasión para excitar las ideas innatas, por lo tanto, sentir es pensar y pensar es el fundamento de la prueba sobre la inmortalidad y espiritualidad del alma humana. Sostiene que es necesario rechazar la facultad de pensar a los animales, a menos que se les otorgue un alma espiritual e inmortal. De aquí que Descartes concluye que los animales son meramente máquinas, la misma conclusión de los sensualistas extremos, como La Mettrie – Descartes no sólo confunde el pensamiento con las sensaciones, sino también con todo tipo de modificaciones del alma de las cuales somos conscientes – Dice que por la palabra «pensamiento» se entiende todo lo que es consciente para el hombre, en tanto en cuanto está en nuestra conciencia; lo cual significa que hasta el más mínimo movimiento de nuestra vida vegetativa, por ejemplo, el latido del corazón caería dentro de la noción de «pensamiento».

            Por otro lado, Descartes no duda en hacer afirmaciones que traicionarían los excesos del Idealismo. Por ejemplo, dice que el único modo en que el hombre puede conocer la verdad es por medio de la evidencia de la deducción racional, ya que la experiencia es engañosa, mientras que la deducción no lo es – si esto fuese cierto, estaríamos forzados a admitir todas las deducciones de todos los filósofos, sin importar cuán contradictorias fuesen, porque la deducción nunca podría estar equivocada – También sostiene que el cuerpo no es apropiadamente percibido por los sentidos, sino sólo por el intelecto – lo cual es imposible; abrimos los ojos, y vemos cosas; cerramos los ojos, y dejamos de verlas.

Doctrina sobre Dios. Para Descartes, la existencia de Dios queda demostrada por la existencia de la idea de Dios en nosotros, ya que, dice, no podría estar en nosotros si Dios no la hubiese puesto allí – lo cual no es cierto – Dice que la causa debe ser proporcional al efecto; de modo que, si la idea es infinita, su causa debe ser también infinita – así que el hombre tendría «ideas infinitas», lo cual es imposible; la mente humana no es capaz de ideas infinitas, sólo Dios. Así que él comete el error fatal de pasar desde el orden subjetivo al orden real; este error no es nuevo; fue cometido por San Anselmo en su Proslogion, en el así llamado «argumento ontológico» en el siglo doce, a partir del hecho de que, si la mente percibe que la existencia necesaria y eterna está contenida en la idea de la existencia completamente perfecta, entonces claramente concluimos que la existencia suprema existe.

            Descartes sostiene que Dios creó el mundo por su propia omnipotencia y mantiene el mundo por su libre voluntad. El poder y la voluntad de Dios se extienden no sólo a la creación y mantenimiento del mundo, sino también a su esencia, de tal manera que las verdades eternas y metafísicas, así como todas sus interrelaciones dependen de la voluntad de Dios como legislador supremo – en otras palabras, dice que las esencias de las cosas dependen de la voluntad de Dios, error que se denomina Voluntarismo; de modo que Dios podría permitir algo intrínsecamente malo o algo contrario a la ley natural. Algo es contrario a la ley natural debido a la esencia de lo que está involucrado; pero si dependiese de la voluntad de Dios, Él podría alterar aquello, lo cual no es posible; la Creación es una reflexión de Su propia esencia; de modo que no es posible que Él haga que lo contrario a la ley natural sea bueno sin violar su propia esencia – Descartes continúa diciendo que Dios era libre de hacerlo; así que podría no ser cierto que todos los radios que van desde el centro del círculo sean iguales; todo depende de la voluntad de Dios – es imposible que todos los radios que van desde el centro de la circunferencia no sean iguales, es parte de la definición de un círculo; es esencialmente negar que los primeros principios de la razón se basan en la misma esencia divina; sería decir que Él puede cambiar aquello; Él podría decir que algún existente, no existe, o que la vaca no es una vaca; todo sería por la voluntad de Dios. Todo esto hace de Descartes un profundo escéptico – Para Descartes el conocimiento de Dios es la causa primitiva y única de la verdad y la certeza, error conocido como Ontologismo; tendríamos todas nuestras ideas de Dios, tendríamos, además, una idea innata de Dios, es el Ontologismo; en este sistema el hombre no podría conocer algo perfectamente sin haber conocido previamente a Dios. Dice que la veracidad de Dios es una idea innata, junto con una idea innata sobre su existencia; la certeza de nuestro conocimiento descansa sobre la veracidad de Dios – Descartes se encuentra envuelto aquí en un círculo vicioso; para él, nosotros adquirimos el conocimiento de la existencia, de los atributos y de la veracidad de Dios por la evidencia que acompaña la idea innata sobre Él; pero, al mismo tiempo, la veracidad divina es el fundamento necesario, la condición necesaria, de que la evidencia intelectual o sensitiva produzca certeza; mientras que la certeza intelectual es la condición de la veracidad divina, la veracidad divina es la condición de la certeza intelectual; esto es un círculo, famoso en Descartes, un círculo vicioso cartesiano, una forma de razonar en círculo inconducente a ninguna parte, es decir, «a» es la causa de «b» y «b» es la causa de «a».

Doctrina sobre la substancia. La noción de substancia dice, propiamente hablando, pertenece sólo a Dios, porque sólo Él no se basa en algo para su existencia. Define substancia como algo que no depende de nada para su existencia – alimenta en esto el panteísmo de Spinoza, quien define la substancia de la misma manera, concluyendo que sólo existe una substancia, Dios, por lo cual todo lo que existe es Dios. La noción de substancia, sin embargo, es algo que existe en sí mismo y no «en» otra cosa, mientras que el accidente inhiere en alguna otra cosa, es decir, inhiere en una substancia, existiendo la substancia en sí misma. Dice Descartes, que la substancia es algo que no depende de nada para su existencia; esto significa la causa incausada, lo cual significaría que todo lo que existe es Dios, es exactamente lo que dice Spinoza. ¿Este es, acaso, el hombre que rehace completamente la filosofía recomponiéndola toda?

Doctrina sobre el mundo. Dice «la materia y el movimiento son los únicos principios del mundo; luego, el mundo es esencialmente una máquina. Lo que hace al hombre más sabio es el estudio de la medicina; las verdades físicas son la base de toda moralidad.

Doctrina moral. Aunque Descartes nunca escribió un tratado que hablara directamente sobre cuestiones morales, hizo los siguientes puntos en sus obras: 1. Existe una dificultad en conciliar el libre albedrío con la divina providencia. 2. La negación más o menos explícita de la causalidad final, bajo el pretexto de que no se puede penetrar la sabiduría infinita de Dios. 3. Que las verdades eternas son mutables como hemos visto más arriba, pero la conclusión natural es que el orden moral también es mutable.

Descartes es un determinista, doctrina explicada en una obra que fue publicada después de su muerte por sus seguidores, de la cual se desprende lógicamente que Descartes compartía las ideas morales de los modernos materialistas; es decir, que somos como los animales, que nos limitamos a reaccionar ante las cosas y que estamos determinados por los estímulos externos, de modo que no tenemos libre albedrío – el gato ve la comida, la mira y se la come – esto es el Determinismo.

Crítica de Descartes.

            La filosofía de Descartes no es esencialmente panteísta ni esencialmente escéptica ni esencialmente sensualista ni esencialmente positivista, sin embargo, contiene las semillas de todos estos errores. La importancia exagerada que otorga Descartes al pensamiento como fenómeno subjetivo y, en general, a los datos de la conciencia, hace de la filosofía de Descartes una tendencia hacia el Idealismo que es, al mismo tiempo, subjetivo y escéptico; Idealismo que será perfeccionado por Kant y Fichte. Amerita ser llamado racionalista en el verdadero sentido del término, ya que no admite ninguna certeza, excepto lo que puede ser deducido por la razón. Sus notorias y múltiples contradicciones no hablan bien de Descartes como pensador.

            Descartes resucitó el dualismo de Platón – la antítesis entre cuerpo y alma – lo cual podemos ver en su noción de la independencia y oposición entre alma y cuerpo, y en aquello de que la verdadera esencia del hombre radica sólo en el alma, siendo el cuerpo nada más que un instrumento mecánico – esto tiene mucho de Platón.

            El cardenal González comenta que «debido al depósito del fermento racionalista en su seno, la filosofía cartesiana puede ser considerada como la premisa mayor de un inmenso silogismo que expresa el proceso mayor de una negativa filosofía anticristiana de los tres siglos pasados. Descartes dice que nosotros sólo podemos aceptar como verdadero aquello que carga con el sello de la evidencia. Desde este punto de partida, la filosofía no desarrollará sino aquel principio, en detrimento y exclusión de verdades sobrenaturales. Los filósofos del siglo XVIII proveerán la premisa menor a este gigantesco silogismo, callando todo lo que ha sido enseñado a nosotros por la teología o la filosofía escolástica sobre la moralidad cristiana concerniente la vida eterna, la muerte, etc. La conclusión de este silogismo será admitir como cierto y verdadero lo que nuestros sentidos nos dicen y lo que concierne a la materia. Este es el legado de Descartes. Así que él es muy importante en la historia del pensamiento moderno.

Lección 7

Nicolás Malebranche (1638-1715)

            Casi contemporáneo de Luis XIV, murieron en el mismo año, nacido unos pocos años antes. No es una gran figura en la historia de la filosofía ni un pensador profundo. Nació en 1638 en París y murió en 1715. Estudió en la Sorbona y fue ordenado sacerdote por la Congregación del Oratorio, pertenecientes a la Compañía de Sacerdotes de San Sulpicio. Se interesó en la filosofía después de haber leído a Descartes.

Filosofía de Malebranche. Sigue a Descartes en el argumento filosófico sobre la existencia de Dios [es decir, puesto que es el pensamiento más grande posible, luego Dios debe existir], incluso llega a decir que es suficiente pensar en Dios para tener el conocimiento de que Él debe existir. Dice que nosotros vemos a Dios por una inmediata y directa visión, sin mediación de ninguna creatura – esto es Ontologismo ¿Cómo alguien puede concluir aquello? ¿Quién ve a Dios? Dice que, así como los cuerpos están en especies, así las almas están en Dios – así que todos estamos identificados con Dios – se mueven en Él y ven las cosas en Él mucho mejor que verlas en sí mismas – es como si ya nos hubiésemos ido al cielo, puesto que es en el cielo donde las almas ven todo a través de Dios; así que él está describiendo la vida en el cielo aquí en la tierra – y continúa: Dios es la única causa de las cosas, es decir, no hay causas secundarias – como si fuese Dios quien, por ejemplo, iniciara un incendio forestal, o un accidente de tránsito. Es cierto que Dios usa causas secundarias, pero es muy raro que Él intervenga directamente, a lo cual llamamos «milagro» – luego, Dios no podría comunicar su poder a las creaturas.

            La consecuencia lógica de esta doctrina es el Ocasionalismo, profesado por Malebranche; con Descartes, afirma que el alma no ejerce influencia sobre el cuerpo, el cual tampoco ejerce influencia sobre el alma – el Ocasionalismo sostiene que las sensaciones son meras ocasiones de tener contacto con Dios.

            Sostiene, además, que el cuerpo no es la causa de sus movimientos y que tampoco el alma es la causa de su propio acto – lo cual ayuda si se trata de caer en la inmoralidad – ni del entendimiento ni de la voluntad. Dado que todo es producido por Dios, no existe ninguna causalidad excepto la causalidad de Dios – así que todo es Dios. De esto se sigue lo que se llama Ocasionalismo Cosmológico; dado que para Malebranche no es sino una inmensa máquina en la que las diferentes partes se mantienen unidas sólo por la voluntad de Dios, única razón suficiente de lo que llamamos el orden y leyes de la naturaleza – sería, por ejemplo, sólo la voluntad de Dios lo que causa que la electricidad encienda una luz – dice que las operaciones y movimientos que observamos en las substancias que componen el universo no proceden de facultades o fuerzas o cualidades que puedan estar en aquellas cosas, sino de la voluntad de Dios – más de lo mismo; todo sería la voluntad de Dios.

            Debido a que Malebranche es católico y quiso permanecer como tal, intentó encontrar un camino por el cual salvar el libre albedrío en su sistema; dice que la libertad humana consiste en la facultad que posee el espíritu de dirigir y aplicar a los bienes particulares la inclinación espontánea y espiritual al indeterminado bien universal.

Crítica de Malebranche. Carencia de un pensamiento sistemático y organizado. Se presenta lleno de contradicciones y obscuridades; continúa el espíritu racionalista de Descartes. Presume de poseer una filosofía completamente separada de la teología. Ha cometido errores muy graves; la libertad humana es incompatible con su noción de un Ocasionalismo rígido, el cual es difícilmente diferente del Fatalismo y del Determinismo. Confunde el entendimiento, la sensación, la imaginación y las pasiones. Su teoría sobre la visión de los objetos en Dios, del conocimiento conjetural y su absoluto dualismo en psicología, abre la puerta al Sensualismo y al Escepticismo. Próximo al panteísmo sobre sus ideas acerca de la causalidad; así como Malebranche dice que sólo hay una causa, los panteístas dicen que sólo hay una substancia; Malebranche afirma que todas nuestras ideas particulares son tan solo la misma substancia de Dios en tanto en cuanto se relaciona con las criaturas.

Spinoza (1632-1677)

            Spinoza es más importante; fue un panteísta adelantado. Baruch Spinoza nació en Ámsterdam, en el seno de una familia judía de Portugal, país que, en un tiempo, había exiliado a los judíos; es la razón por la cual tenía un nombre portugués; era común que, en aquel tiempo los exiliados se dirigieran a Holanda. Fue excomulgado por la sinagoga a causa de su doctrina. Se retiró a La Haya, donde continuó viviendo en retiro. Fabricaba lentes para microscopios y telescopios.

            Spinoza rechazaba la experiencia y descansaba solamente en las ideas. El error fundamental de su sistema consiste en la aceptación de la noción de substancia de Descartes. Decía que entendía por substancia «aquel concepto de lo que no necesita algo más por lo cual debe ser hecho»; en otras palabras, él confunde «substancia», significando algo que puede existir por sí mismo y no inhiere en algo más – concepto aristotélico – con la substancia de Dios, el ser que existe por sí mismo; este es su problema fundamental. Para Spinoza la substancia es la causa de sí mismo; si no fuese auto-causado, entonces dependería de algo más para su existencia y concepto, luego no sería substancia. Dice que la substancia debe ser infinita; si algo la limitara, entonces dependería de aquello en alguna medida y no sería substancia; la substancia debe ser única, ya sea porque el infinito absoluto es absolutamente necesario, ya sea porque, si hubiera otra substancia distinta de la substancia infinita, entonces la substancia sería limitada y determinada por aquella otra substancia dejando de ser infinita; lo cual es totalmente cierto en lo que se refiere a Dios. Continúa diciendo que por lo anterior sólo puede haber una substancia, causa de sí misma y absolutamente infinita; que esta única substancia es Dios, ser infinito con infinitos atributos; que las principales manifestaciones de los atributos de Dios son la extensión y el pensamiento – ¡extensión y pensamiento! – cada uno de los cuales contiene y expresa la esencia divina en diferentes modos; que estos atributos, aunque no son infinitos de infinidad absoluta, sin embargo, son infinitos de infinidad relativa; dice que no son de infinidad absoluta porque la extensión está limitada por el pensamiento, porque no es pensamiento – extensión significa todo aquello que podemos tocar – y, por el contrario, el pensamiento está limitado por la extensión, porque no es extensión.

Esta doctrina lleva a las siguientes conclusiones que Spinoza enseñó explícitamente:

  1. Un Dios, substancia única y única causa, constituye la totalidad del ser en la medida en que los demás seres, siendo reales, reciben diferentes nombres relativos a nuestro modo de concebirlos. Si pensamos en Él como la base y causa eficiente de las cosas particulares, entonces Él recibe el nombre de «natura naturans», es decir como naturaleza o substancia que se organiza ella misma, se cambia ella misma y se transforma ella misma en las cosas naturales – esta es la manera en que el Panteísmo explica la existencia de todas las cosas individuales, es decir, Dios se transforma a sí mismo en todas aquellas cosas – pero si consideramos al mismo Dios en cuanto Él constituye el «substratum» de todas las cosas, es decir la materia, la causa material y formal de todos los seres que componen el universo, entonces recibe el nombre de «natura naturata», substancia modificada, substancia transformada en el universo; así que Dios sería todas las cosas, un caballo, un gato, una cucaracha serían Dios.
  2. Este universo, cuya realidad substancial es idéntica a Dios, dado que sólo Dios existe y que fuera de Dios nada existe, constituye una existencia individual que permanece idéntica en su esencia entre las modificaciones infinitas de los cuerpos y sus partes. Estas modificaciones constituyen lo que podemos llamar «cuerpos particulares y distintos» junto con las almas y espíritus que no son más que modificaciones temporales, diversas expresiones de la substancia divina o atributos de la substancia divina.
  3. La serie de cuerpos y sus movimientos, la serie de espíritus y sus actos, representan la serie de modificaciones que se exceden unos a otros y son llevadas a cabo en la extensión infinita y en el pensamiento infinito como atributos de Dios. Luego, él considera todas las cosas y llega al punto de que todo es Dios; pudo decir directamente que todo es Dios, lo cual es lo que realmente piensa. El mundo y Dios son lo mismo, sólo que simplemente tienen diferentes nombres; en otras palabras, entre el mundo y Dios existe sólo una distinción lógica y nominal.

Crítica de Spinoza. El error principal de Spinoza está en que confunde la noción de substancia con Dios. Por substancia él entiende algo que existe en sí misma, pero sólo Dios existe en sí mismo; no es esta la noción de substancia. Substancia es una cosa creada que existe en sí misma y no en alguna otra cosa, en oposición a accidente. Él confunde substancia con lo que existe «de sí mismo», es decir, lo que no tiene causa; es un craso error refutado por toda la filosofía escolástica.

Conclusiones de la doctrina de Spinoza. Dios, única substancia y causa constituye la totalidad del ser; en tanto en cuanto los seres son reales – significando «existentes», los cuales reciben diferentes nombres, que tienen que ver con nuestro modo de concebir – Si pensamos en Dios como la causa basal y eficiente de todo existente particular, recibe el nombre de natura naturans, es decir como naturaleza o substancia que organiza y se organiza, cambia y se transforma a sí misma en las cosas naturales – es decir, Dios es, básicamente, la materia de todo; se transforma a sí mismo en todas las cosas – Pero, enseña, si concebimos a este mismo Dios como el substrato de todas las cosas, a saber, como la causa material y formal de todos los existentes que constituyen el universo – es decir, aquello que hace que una cosa sea lo que es, causa material y formal – entonces recibe el nombre de natura naturata, substancia modificada, la substancia transformada en el universo – de este modo, en cuanto Dios se crea a sí mismo en algo, es natura naturans y, en tanto efecto, natura naturata – Continúa: este universo, cuya unidad substancial es idéntica a Dios, dado que sólo Dios existe y que fuera de Dios nada existe, constituye un ser individual que permanece idéntico en su esencia entre las infinitas modificaciones de los cuerpos y sus partes; estas modificaciones constituyen, junto con las almas y espíritus, lo que denominamos «cuerpos particulares y distintos, todos los cuales no son sino modificaciones temporales, diversas expresiones de la substancia o atributos de la substancia divina; la serie de cuerpos y sus movimientos así como la serie espíritus y sus actos representan la serie de modificaciones que se suceden unos a otros y son realizados en la extensión infinita y en el pensamiento infinito como atributos de Dios – de este modo él abarca todas las cosas diciendo que todo es Dios; sólo es necesario que lo hubiese dicho directamente y hubiese sido más fácil de presentar. Es lo que él pensaba – el mundo y Dios son lo mismo; sólo reciben nombres distintos; en otras palabras, entre el mundo y Dios sólo existe una distinción lógica y nominal – «distinción nominal» significa «sólo distinción de nombre» y «distinción lógica» significa «sólo distinción de razón».

El corolario inmediato y necesario de esta doctrina. Es la inmanencia de Dios en el mundo y del mundo en Dios por un lado y, por otro lado, la necesidad de la Creación del mundo o, mejor, de la manifestación del mundo. Hay que distinguir la diferencia entre inmanencia y trascendencia. Decimos que Dios es trascendente cuando nos referimos al hecho de que Él pertenece a un orden esencialmente distinto del nuestro, a saber, al orden increado, infinito; esencialmente distinto del mundo; es la trascendencia de Dios. Inmanencia, en cambio, significa que Dios es parte de nuestro mundo, en el sentido de que Él se identifica con nuestro mundo; es la inmanencia. Uno de los ingredientes del Modernismo es la inmanencia; este error sostiene que Dios es inmanente a cada ser humano y se revela en cada uno de modo diferente. Es correcto decir que Dios es la causa eficiente y final del mundo, pero quienes sostienen la inmanencia dicen que es la causa formal y material del mundo, siendo la causa formal lo que hace que una cosa sea lo que es y la causa material aquello de lo que la cosa está hecha. Dios es la causa eficiente y final, pero está totalmente fuera del mundo por una distancia infinita. La teología moderna está impregnada de inmanencia. La razón por la cual la nueva misa es tan horrible se debe a que está impregnada de inmanencia. Cuando vemos la Misa tradicional y latina, de inmediato nos impacta la trascendencia de Dios, aún antes de que alguien nos lo mencione, incluso en una primera visita llegando desde la calle; es la trascendencia, especialmente cuando se realiza en modo solemne con sus himnos, Palestrina, incienso, vestimentas, la arquitectura, el latín como lengua de la Iglesia – en último término la lengua de Dios, en el sentido de que lo representa – lenguaje sacro que no pertenece a la calle; nos sentimos transportados a otro mundo, lo cual es todo el propósito de la liturgia, a saber, expresar la trascendencia de Dios. Mientras que, al entrar en la misa nueva, en la que el sacerdote es uno más en la asamblea – ya sabéis, ser saludado, lectoras en vestimenta casual, el asiento asignado al sacerdote desde el cual se levanta hacia la mesa, etc., definitivamente algo horrible – os daréis cuenta de que todo es naturalizado y humanizado; que el sacerdote interactúa permanentemente con la gente que lo es todo – en cambio, en la misa católica todo es Dios – esa interacción con la gente es muy típica en el ámbito de la inmanencia, a saber, que en ella la gente encuentra a Dios en otras personas. Dicho esto, podemos advertir la absurdidad de la Misa del Indulto o de la Misa de la FSSPX, en las cuales observamos toda la religión de la inmanencia adornada de trascendencia; es algo peor que una ópera en la cual, al menos, por medio de disfraces y vestimentas se representa algún carácter ficticio; en cambio, lo que hacen aquellos es ponerse magníficas vestimentas, pero no representan nada real, ni siquiera algo ficticio, es como los disfraces de Halloween, aunque en éstos algo reconocible es representado.

            Así que la inmanencia de Dios es el efecto de todo esto y, necesariamente, Dios se crea y se expresa en todas las cosas. En este sistema la Creación ex nihilo no tiene ningún sentido; para Spinoza Dios es la causa inmanente y no transitoria de todas las cosas. La causalidad sería tan necesaria como su existencia; Él debe causar; es algo totalmente a la doctrina católica que sostiene que en Dios no hay obligación alguna para crear. En Spinoza el mundo sería un efecto necesario de la esencia divina. Por otro lado, Spinoza sostiene que todas las cosas son animadas dado que el pensamiento es el atributo fundamental de la substancia única, lo cual parece contradecir la oposición que él pone entre extensión y pensamiento – se dejan ver las contradicciones que encontramos en estos filósofos; se debe a que son errores – Spinoza también niega la causalidad final – la razón por la cual existe algo – lo cual está en perfecto acuerdo con su negación de la personalidad divina. Dice que Dios no tiene ni entendimiento ni voluntad, las cuales no pueden constituir una parte de su naturaleza divina – Dios queda reducido a un mero principio divino, no un Dios personal. Spinoza aplica a Dios la denominación de ens indeterminatum, ente absolutamente indeterminado, puesto que toda determinación conlleva una cierta limitación, y toda limitación es incompatible con Dios.

            Otro efecto de la doctrina de Spinoza es el fatalismo universal; Dios actúa tan necesariamente como su existencia; consecuentemente, todas sus acciones están sujetas a una necesaria evolución; este fatalismo se aplica a la voluntad humana, cuyos actos estarían sujetos a un determinismo – sabemos que la voluntad libre requiere de la libertad de coacción; todo acto humano deliberado es libre – Sostiene que el bien es lo que nos parece que es útil; el mal es lo que impide nuestra posesión del bien. Dice que el alma humana es inmortal, en tanto en cuanto su existencia es lo mismo que la substancia divina; inmortalidad que no consiste en la permanencia eterna del alma en un estado individual o personal, sino en la conciencia de que la substancia divina, de la cual la voluntad es una modificación,  existen por siempre – así, somos conscientes de que somos parte de la substancia divina – Enseña que esta convicción debiera disipar cualquier temor de la muerte y producir un gozo puro en el alma del filósofo.

            Según Spinoza, el hombre no puede conocer nada con certeza, a menos que primero conozca a Dios, toda vez que todo es a través de Dios; hasta que no tengamos una idea clara y distinta de Dios, podemos poner todo en duda.

En política. Spinoza sigue a Hobbes, otorgando al soberano ilimitados poderes, incluyendo el poder sobre la religión y hasta la interpretación de las Sagradas Escrituras – Thomas Hobbes fue un filósofo a mediados de 1600 en Inglaterra. Tenía aquella idea de lo que denominó Leviathan; decía que el monarca es la personificación de toda la nación comprendiendo a toda la nación en sí mismo; es la base filosófica del Absolutismo – el Absolutismo no viene del Catolicismo sino del Protestantismo; recordemos que los Borbones eran originalmente protestantes. Aunque los filósofos católicos son partidarios de la monarquía, sin embargo siempre correctamente sostienen que toda monarquía, toda autoridad, incluso la autoridad papal tiene limitaciones; en otras palabras, los filósofos católicos son favorables a lo que se denomina «monarquía temperada», lo cual significa que es una verdadera monarquía, en el sentido de que el poder está en el monarca, pero temperada por ciertas cosas, por ciertas leyes, costumbres y otras cosas, lo cual se diferencia de lo que conocemos como monarquía constitucional, en la cual el que hace las leyes es el legislador y el monarca es esencialmente un inútil ornamento del Estado. Curiosamente, los únicos que sobreviven como verdaderos monarcas son los árabes sauditas – Bien, este era Hobbes

Crítica de Spinoza. La filosofía de Spinoza puede ser resumida en dos principios: Panteísmo en filosofía y Racionalismo naturalista en cuanto a la religión y política, los cuales encuentran su base racionalista en las ideas de Descartes. El mismo Leibniz decía que Spinoza tan sólo cultivó ciertas semillas de la filosofía cartesiana – recordad el «círculo cartesiano» en el cual la certeza intelectual es la veracidad divina, es decir, la idea innata de Dios y, a su vez, la veracidad divina es la condición de la certeza intelectual. Vemos que el Idealismo conduce al Panteísmo – Spinoza no se detiene a medio camino, como Descartes, sino que procede con vigor hasta las brutales conclusiones de los principios cartesianos; no se encuentra con un Catolicismoque haya podido detenerlo en sus conclusiones. Todo su sistema puede ser directamente deducido de su falsa noción de substancia, la cual es tomada prácticamente palabra por palabra de Descartes, el padre de la filosofía moderna. Spinoza reduce el cristianismo y el judaísmo a sistemas meramente éticos; las profecías, milagros y libros inspirados tienen sólo por objeto la promoción de buenas costumbres y deben ser interpretados en sentido natural y racional; la Revelación y todo el orden sobrenatural son antifilosóficos.

            En el orden político Spinoza pone los fundamentos del moderno súper Estado liberal, defiende el derecho de cada persona a pensar, decir y enseñar lo que sea. Esto es, de hecho, un efecto de su Determinismo, dado que, para Spinoza, el concepto de libertad carece de sentido. Spinoza es el primer representante del racionalismo moderno en sus tres aspectos:

  1. Panteísmo en conocimiento y ciencia
  2. Naturalismo en religión
  3. Liberalismo en política

            Sin embargo, para llegar a estos principios, sólo necesitó cultivar las semillas filosóficas de Descartes. Se ha dicho que, bajo el nombre de filosofía cartesiana, estaba en preparación un gran combate contra la Iglesia y en formación un gran partido anticatólico. Murió en 1715.

            Volviendo a Descartes, su noción de substancia pertenece, propiamente hablando, sólo a Dios, dado que sólo Él no descansa en nada más para existir. Él confunde ens a se, el ser incausado, es decir, Dios, con ens in se, es decir que no existe en otro, opuesto a ens in alio, como el accidente, el cual existe en otro; un accidente es algo que sólo puede existir en otro, mientras que una substancia existe en sí misma, lo cual no significa que sea Dios, sólo significa que tiene subsistencia.

            Leibniz se refiere a la filosofía de Spinoza como «doctrina detestable». Leibniz era racionalista protestante, aunque, diríamos, un «racionalista pío», si cabe la expresión; propuso a Luis XIV unificar católicos con protestantes. Malebranche lo tildó de «sueño ridículo». Bayle lo llamó «ateo sistemático». Siempre Spinoza fue considerado, con razón, un representante del ateísmo. El Panteísmo es considerado lo mismo que el Ateísmo. Por otro lado, Spinoza será elogiado al máximo por Schelling, Hegel, Lessing y Goethe, horrible persona que se inició en los Illuminati para después abandonarlos, era un francmasón, uno de los ídolos del mundo moderno; también elogiado por teólogos liberales como Novalis y Schleiermacher, padre del Protestantismo liberal que, a su vez, es el padre del Modernismo, es decir, que todo es «experiencia religiosa»; Leibniz trató de limpiar el Ateísmo de Spinoza.

Lección 8

Leibniz, Gottfried Wilhelm (1646-1716)

            Contemporáneo de Luis XIV; nació en Leipzig, Sajonia; su padre fue profesor de ética en la universidad de Leipzig. Se entregó al estudio desde temprana edad, recibiendo un doctorado a la edad de 17 años. Aunque era protestante, se mantuvo en estrecho contacto con Bossuet, buscando una reconciliación de los protestantes con la Iglesia católica.

Filosofía de Leibniz.

            Su propósito en filosofía fue reconciliar la nueva filosofía cartesiana con la filosofía escolástica tradicional. Sin embargo, su intento era sólo aparente, toda vez que, aun reteniendo las fórmulas aristotélicas, les dio un nuevo significado, manteniendo los principios cartesianos. La filosofía de Descartes, Malebranche y Spinoza habían dejado de lado los principios de contradicción y de causalidad. Leibniz se dio cuenta de esto y se propuso corregir el problema; reafirma la importancia científica del principio de contradicción, el principio de razón suficiente, el principio de causalidad eficiente en las criaturas; afirma que el universo no es meramente un conjunto de esencias y verdades arbitrarias y cambiantes, que las substancias materiales no son inertes y puramente pasivas como dice Descartes, sino que la esencia de una cosa consiste en su fuerza activa y pasiva, lo cual se encuentra en todas las substancias, pero en diferentes grados; afirma que el mundo no es un puro mecanismo compuesto de extensión y movimiento local, como dice Descartes, sino, más bien, una naturaleza activa plena de vida – para Leibniz toda naturaleza está plena de vida; tratando de parchar errores incurre, a la vez, en nuevos errores.

            Enseña que el mundo es un conjunto de mónadas inmateriales y substanciales, es decir, de substancias simples que son activas, independientes y completas, cada una en su propio género; todas las mónadas son capaces de percepción y apetito; la mónada primordial es Dios, en el cual reside la ultima ratiode las cosas; las otras mónadas son derivadas o creadas y están dotadas ya sea de razón o sensibilidad, como el alma, ya sea de formas inferiores de percepción y apetito, análogas al alma, las cuales son simplemente llamadas mónadas, dado que no conocemos sus diversos grados – vemos que pone cosas que tienen vida en cosas que no la tienen, a diferencia del Atomismo, el cual es totalmente materialista, en el sentido de que todo es colecciones de átomos, lo cual, es correcto; pero hay una razón por la cual las cosas son lo que son y no otra, a saber, la «forma substancial». De hecho, la estructura atómica de algo es accidental a la substancia; en otras palabras, hay una forma substancial que determina la estructura atómica; no es la estructura atómica lo que hace que la cosa sea lo que es, es el efecto de lo que hace que la cosa sea lo que es. Dice que los cuerpos inorgánicos están constituidos por la yuxtaposición de mónadas; son los tipos inferiores de mónadas, pero que, sin embargo, poseen una percepción inconsciente y confusa – así que una roca posee una percepción inconsciente y confusa – y, continúa, en las cosas vivas, aparte de las mónadas que constituyen cuerpos, existe la mónada reina, denominada por él intellecteia, una mónada de orden superior, también llamada el alma la cual sólo en el hombre alcanza un nivel plenamente claro y consciente. Agrega que existen mónadas superiores al alma humana, a saber, Dios, que es acto puro, cuya sola idea requiere su existencia – hemos visto que este es el argumento ontológico – y las mónadas angélicas. La interacción entre las mónadas es resultado de la armonía preestablecida hecha por Dios – nos preguntamos ¿cuál es su evidencia de todo esto? ¿ha visto las mónadas? – Sostiene que no existe comunicación física entre el alma y el cuerpo, los cuales operan con absoluta independencia; no existe alguna causalidad física que opere entre el cuerpo y el alma – así que, cuando escribís una carta por vuestra mano, vuestra voluntad no está a cargo – más bien esta armonía de acción es producida por Dios quien, en su conocimiento infinito, garantiza que la serie de actividades en el alma del hombre corresponda exactamente con la serie de actividades en el cuerpo – ¿de dónde sacó esto? – Leibniz dice que el alma humana es una especie de «autómata espiritual», que se mueve en concordancia con aquel otro «autómata material», a saber, el cuerpo, por el poder de Dios – es decir, un robot – Para Leibniz no hay percepción del objeto exterior – podéis golpear vuestra cabeza contra una roca, pero no percibiréis nada, sino que, más bien, el alma tiene nociones preconcebidas que son meramente excitadas por la experiencia sensorial – así que el dolor en vuestra cabeza por golpearla contra la roca es, de hecho, una noción preconcebida de la experiencia sensorial – Dice que nuestras ideas son virtualmente innatas y que todo lo que se necesita es que sean excitadas por la experiencia sensorial. Todas las mónadas fueron creadas ab initio; las almas preexisten antes de su unión con el cuerpo, pero no como almas racionales sino como almas sensoriales, como las almas de los animales; después de la muerte el alma será unida con otro cuerpo, pero de un orden superior; tan sólo el acto puro puede existir sin un cuerpo – ¿cuál es aquel «orden superior», sino el orden angélico? Pero los ángeles no poseen cuerpo – Enseña que las almas son libres, pero sólo en el sentido de que no recibe ninguna influencia de otras mónadas; el alma siempre desea necesariamente aquello que considera como lo mejor – Determinismo psicológico – por eso Dios está necesitado de hacer siempre lo mejor, así que el mundo es el mejor mundo posible – es lo que se llama «Optimismo».

Crítica de Leibniz. Es reconocido por su intento de restauración de la filosofía aristotélica. Muchas de las cosas que dijo contienen principios escolásticos; sin embargo, coexisten con errores muy peligrosos. En primer lugar, hay que mencionar su teoría optimista la cual, esencialmente, niega la omnipotencia divina; su harmonía preestablecida no tiene sustento o evidencia. Su sistema de las mónadas conduce al Determinismoy al Fatalismo; abre la puerta al Evolucionismo. Dice que, en este sistema de las mónadas, la distancia entre una mónada y la próxima es infinitamente pequeña, de manera tal que no existe una transición perceptible; así, él llega a definir el reposo como un movimiento infinitamente pequeño y, asimismo, la oscuridad como una luz infinitamente pequeña; significa que se elimina la diferencia específica entre los seres. Su sistema permite la entrada al Evolucionismo; lo cual se confirma por su teoría sobre el alma humana, cuando dice que el alma humana preexiste como un alma sensitiva, luego se hace racional cuando es unida a un cuerpo – Ahora, cuando lo sensitivo llega a ser racional, entonces tenemos el Evolucionismo, en tanto transición desde una existencia inferior a una superior sin razón suficiente, esto es Evolucionismo; en tal caso nada impediría la transformación de lo mineral en vegetal y de lo vegetal en animal.

            La teoría de Leibniz sobre las mónadas es Dinamismo, lo cual es un error; significa asignar como principio de extensión algo que no es extendido, que el primer principio de la extensión es la energía. Su teoría sobre el conocimiento pavimenta el camino a Kant. Dice que hay ciertas ideas que se desprenden de la misma mente; por ejemplo, las ideas de lo cuadrado y de lo circular, del ser, de la substancia, de la unidad, de la identidad, de la causalidad, de la percepción y de la razón, todas las cuales, dice, no pueden ser puestas por los sentidos – luego él dice que deben provenir de la mente, lo cual «es» Emanuel Kant; así que no podéis percibir un cuadrado o un círculo; «es» Emanuel Kant – Agrega que estas ideas se derivan de la reflexión y son innatas, nacemos con ellas; son presupuestas por el conocimiento sensitivo – esto difícilmente se diferencia de Kant. Quiere significar que la percepción sensitiva meramente excita las cosas que ya se encuentran ínsitas en nuestra mente; «es» Kant, quien las llama «categorías».

Idealismo Kantiano y Post-Kantiano

Emanuel Kant (1724-1804)

            Nació en Königsberg [el monte del rey en alemán], Prusia del Este en aquel tiempo, hoy Kaliningrado, exclave que aún conserva Rusia, que siempre buscó poseer puertos libres de hielo [también probable causa de su anexión de Crimea]. Luterano y bastante ecuménico, ya sabéis, lo mejor que le puede suceder a las religiones es la unión de todas ellas y constituir una gran religión racionalista. Tiene una inmensa influencia en filosofía, mayor que cualquier filósofo moderno.

            La filosofía moderna del periodo pre kantiano posee tres características: Racionalismo, Empirismo e Idealismo.

            El Racionalismo es el sistema que entroniza a la razón humana de tal forma que todo lo que ésta no puede aprehender no es considerado verdadero. Es enemigo de la fe sobrenatural. El Empirismo es el sistema que empobrece el poder del intelecto humano para abstraer las esencias desde el conocimiento sensitivo; consecuentemente, reduce el conocimiento humano a meras experiencias sensitivas [David Hume es el gran empirista]. El Idealismo es el sistema que empobrece el valor del conocimiento sensitivo al tiempo que exagera el poder del intelecto con el resultado de que el objeto de la mente deja de ser la cosa real, la cual existe fuera de la mente, sino más bien que el objeto de la mente es su propia producción o ideas innatas o «categorías», como dirá Kant; luego, el objeto de la mente no es lo que está afuera, sino lo que está adentro. Kant tendrá éxito en combinar los peores aspectos de estos tres errores mencionados en su vasto sistema.

El sistema especulativo de Emanuel Kant.

            Encontramos las principales ideas de Kant en su obra de 1781 titulada Kritik der reinen Vernunft[Crítica de la razón pura], es una especie de su biblia. Kant dice que en el hombre está la inteligencia, es decir, la facultad del conocimiento, que él divide en «sensibilidad», «entendimiento» y «razón». Dice que la filosofía debe ser, sobre todo, crítica, significando que debe discutir y examinar las bases y real valor de sus afirmaciones y negaciones; la filosofía debe analizar el acto del conocimiento mismo; se debe examinar la facultad cognitiva misma, así como la fuente, las condiciones y los límites del conocimiento humano. Vemos que la filosofía de Kant es, primariamente, epistemológica – recuerden que ἐπιστήμη epistḗmē ‘ en griego significa «conocimiento», en latín critica, lo cual, a su vez, indica «juicio»; es decir, de qué manera conocemos algo y de qué manera alcanzamos la certeza – La filosofía de Kant es también denominada «filosofía trascendental” ya que no limita al conocimiento humano meramente al dominio de los sentidos, como los empiristas, tampoco lo limita meramente a la actividad del entendimiento, como los idealistas; elevándose por sobre ambos sistemas, utiliza a la sensibilidad y el entendimiento para la constitución y aplicación del conocimiento.

            Kant divide la filosofía en tres partes: La estética trascendental, como crítica de la sensibilidad; la lógica trascendental, como crítica de la facultad del entendimiento; la dialéctica trascendental, como crítica de la razón. Dice que el problema fundamental de la filosofía es reconocer y establecer las condiciones que hacen posible el conocimiento humano. Sostiene que el conocimiento humano resulta de las sensaciones, que él denomina «la materia», y de conceptos e ideas, que denomina «la forma del conocimiento» y así también, de los principios de universalidad y necesidad que otorga el carácter científico al conocimiento humano. Dice que las sensaciones, conceptos e ideas no constituyen el conocimiento científico a menos que sean formulados en juicios, porque el juicio es la función primordial del entendimiento y que los juicios pueden ser analíticos o sintéticos.

            Un juicio analítico es aquel en que el predicado está esencialmente contenido en la misma idea del juicio – está en lo correcto respecto a esto; por ejemplo, los cuerpos son extensos; la noción de extensión está contenida en la noción de cuerpo – en este caso el predicado explica el sujeto y expresa algo que está implícito en el sujeto. Por otro lado, un juicio sintético es aquel en que el predicado proviene de la experiencia; es decir, el predicado no está necesariamente contenido en la noción del sujeto, por ejemplo, la vaca es café– la Escolástica admite esta distinción de los juicios – Pero Kant agrega una tercera posibilidad, muy importante en su sistema: el juicio sintético «a priori», es decir, un juicio en que el predicado no está contenido en el sujeto y es «a priori», a saber, que es anterior a la experiencia – Ahora ¿cómo se obtiene un juicio sintético, en el cual el sujeto y  el predicado no necesariamente van unidos, por ejemplo la vaca es café, lo cual sólo se obtiene por la experiencia, antes de la sensación? El juicio sintético necesita la sensación. Kant aporta algunos ejemplos, los cuales son absurdos: «siete más cinco es doce», dice que este es un juicio sintético a priori, lo cual significa que «doce» no está contenido en la noción de «siete más cinco»; entonces ¿qué otra cosa puede estar contenida en la noción de «siete más cinco»? este es un error inexcusable en un hombre que es reputado como «el último filósofo», hasta un alumno de primer año podría descubrirlo; otro ejemplo, «todo lo que ocurre tiene una causa», lo cual significaría que la idea de «ocurrir» no necesariamente contiene una causa; «ocurrir» significa «llegar a ser», algo que antes no era llega a ser, pero ¿cómo podría esto suceder sin una causa? La misma noción de «ocurrir» o «llegar a ser» contiene la idea de causa. También en el ejemplo «la distancia más corta entre dos puntos es la línea recta» la noción de «distancia más corta entre dos puntos» no implica la noción de «línea recta» para Emanuel. Bien, los ejemplos que acabamos de ver son todos «juicios analíticos», pero él dice que son juicios «sintéticos a priori» porque no se basan en la experiencia, sin embargo son sintéticos, es decir, el predicado, de hecho, añade algo a la noción del sujeto; dicho esto, él concluye que el único conocimiento científico del hombre consiste en el «juicio sintético a priori»; el juicio analítico no es científico, porque nada nuevo añade a la noción del sujeto; el «juicio sintético a posteriori» [la vaca es café] se basa meramente en la experiencia y no es científico, puesto que carece de universalidad y necesidad – A partir de esto, Kant busca establecer las condiciones bajo las cuales el «juicio sintético a priori» es posible; este es el tema de la Crítica de la razón pura. Recordemos que Kant está tratando de salvar la ciencia, porque Hume había demolido la ciencia; está tratando de encontrar la manera de obtener conocimiento universal y necesario, pero, al mismo tiempo, retiene el Empirismo de Hume y de los empiristas en general, es decir, él toma a Hume y lo eleva, por así decirlo. Kant escribe en 1770, momento que la ciencia está desarrollándose en Europa, mencionemos la máquina a vapor, los globos aerostáticos y otros variados inventos; en aquel tiempo la ciencia se hacía muy popular en Europa y necesitaba un sistema que garantizara sus conclusiones.

La estética trascendental.

            Kant dice que la función de la facultad sensitiva no es solamente la de proporcionar sensaciones, sino también la de proveer una fuerza interna y activa; en otras palabras, en toda sensación existe un elemento «a posteriori» y un elemento «a priori» producidos en la mente – «a posteriori» significa algo que viene de la experiencia y «a priori» algo que viene antes de la experiencia o cuyo origen no es la experiencia – Dice que los elementos «a priori» son el espacio y el tiempo los cuales, a su vez, son las condiciones para las experiencias internas – así que experimentamos todo en espacio y tiempo, pero dice que son solamente cosas internas; «espacio» y «tiempo» no son cosas reales – y, continúa, el espacio y el tiempo no son experimentados, no son reales ni concretos, sino que son categorías del acto de las sensaciones y son interiores a todo acto de las sensaciones, no son el objeto percibido, son categorías instrumentales en las cuales recibimos el objeto – así que recibimos objetos en espacio y tiempo; es decir, las entendemos en espacio y tiempo – Para esto Kant aduce una prueba; dice que no podemos hacer una abstracción de espacio y tiempo – lo cual no es cierto; podemos definir ambos – El problema de Kant es que confunde el intelecto con la imaginación; la imaginación no puede abstraer, pero el intelecto sí puede; la imaginación sólo puede imaginar, sólo puede darnos un cuadro o reproducir sonidos, como una pieza musical; pero el intelecto es la facultad que abstrae la esencia de las cosas, entiende las esencias; así, el intelecto entiende la esencia de «tiempo», a saber, la medida del movimiento, lo cual ya fue dicho por Aristóteles; todo nuestro tiempo está basado en el movimiento de los cuerpos celestes, del sol y la luna; los relojes y todas las cosas están basados en aquellos regulares movimientos; por ejemplo, cuando nos encontramos con alguien a determinada hora, significa aquel momento en que el sol se encuentra en cierta posición, en definitiva, lo cual es reproducido por un reloj que es análogo al movimiento del sol, aún si aquel es digital; es muy simple; debe existir algún movimiento estándar y regular, razón por la cual tenemos péndulos en los relojes, movimientos regulares y estándar que imitan los movimientos estándar y regulares del sol. Esta doctrina de Kant concerniente al espacio y al tiempo, en el sentido de que no son sino meras categorías subjetivas a priori, conduce lógicamente a la subjetividad del conocimiento sensitivo; es decir que, para Kant, lo que percibimos en nuestro conocimiento sensitivo no es la cosa en sí misma, das Ding an sich en alemán, o la realidad numenal, sino sólo las cosas tal como aparecen en base a las formas internas o categorías de espacio y tiempo; así que las cosas son modificadas por la facultad sensitiva; dice que es como ver las cosas a través de un prisma. El subjetivismo de Kant que se encuentra en su Estética Transcendente será la base de toda su filosofía.

La lógica trascendental.

            La inteligencia, es la facultad que se encuentra sobre la sensibilidad y distinta de ésta, comprende el entendimiento, Verstehen en alemán, que es la facultad de juzgar, y la razón, propiamente llamada Vernunften alemán, que es la facultad de unir ciertos juicios a las ideas universales. La crítica de la razón bajo el primer aspecto es llamada Analítica Trascendental y bajo el segundo aspecto es llamada Dialéctica Trascendental – distinguiendo  «juicio» de «razonamiento», es todo lo que esto significa – Cuando las representaciones sensibles, ya subjetivadas por las formas de espacio y tiempo, pasan a la esfera intelectual, reciben ciertos modos o formas preexistentes al pasar al entendimiento; las representaciones sensibles son agrupadas y coordinadas bajo formas preexistentes; de esta unión resultan los conceptos puros o nociones de las cosas; estas formas preexistentes reciben el nombre de «categorías» cuyo número y calificación dependen del número y calificación de los posibles juicios, las categorías son meramente los posibles predicados de una cosa. El juicio puede tener como su objeto la cualidad de una cosa, su cantidad, modo de ser o su relación con otras cosas; así, las cuatro categorías fundamentales son: cantidad, cualidad, relación y modalidad; cada una de estas categorías contiene otras: la cantidad contiene la unidad, multitud y totalidad; la cualidad contiene la realidad, negación, limitación; la relación contiene la sustancialidad, inherencia, causalidad, dependencia y concurrencia, simultaneidad; la modalidad contiene la posibilidad, imposibilidad, ser, no ser, necesidad y contingencia – esencialmente en su sistema está diciendo que, por un lado, tenemos «la cosa en sí» [Ding an sich], imposible de conocer – los escolásticos sostienen que sí podemos conocerla, porque conocemos las esencias – ahora, «la cosa en sí» emite «phenomena», es decir, apariencias, datos sensibles, y luego tenemos a Emanuel, que posee todas sus «categorías» en su estúpida cabeza y que va a organizar todo este material que viene del Ding an sich o «noumena» [la cosa en sí]; algo comparable a un lote de cartas en una oficina de correos organizadas por alguien en categorías – ¡Notad que la «categorías» procederían todas de vuestra cabeza! Nada percibiríais procedente de la realidad ¡Todo estaría en vuestra cabeza! El ser, el no ser, la necesidad, la contingencia, la posibilidad, la imposibilidad; todo sería una producción de vuestra cabeza para Kant; ideas innatas; vosotros no haríais más que agregarlas a vuestras experiencias; la cantidad, es decir, cuánto [como cuánto dinero] cualidad, modalidad, relación, unidad, multitud, totalidad, todo sería producción de vuestras cabezas. Ya podemos ver lo que todo esto ha causado en el conocimiento humano; lo ha destruido totalmente; pero «suena tan maravilloso»; no es más que un montón de basura; pero, cuando leéis a Kant os parece estar impresionados ante uno realmente inteligente, pero no lo es.

            Se ha dicho que Kant es muy difícil de leer en alemán y que los alemanes aprenden inglés para leerlo en inglés. También es cierto que Wojtyla aprendió alemán de propósito para leer a Emanuel Kant ¿Podéis imaginaros perdiendo vuestro tiempo para leer aquella basura? ¿Para leer a Emanuel Kant? Wojtyla era totalmente fenomenológico. Toda la filosofía moderna después de Kant será algún tipo de modulación de Kant. En los años noventa el cardenal Mercier y alguien llamado Marechal han intentado conciliar el tomismo con el kantismo, emanando algo denominado «tomismo trascendental». Kant ha tenido una enorme influencia porque, si todo está en vuestras cabezas entonces toda objetividad viene destruida, así como el dogma; todo estaría en vuestras cabezas; sí leéis a San Pío X, esto viene presentado como el lado agnóstico del Modernismo, es decir, «no sabemos, no tenemos conocimiento objetivo». Una de las críticas a Kant es ¿Cómo sabemos que Ding an sich existe, si la existencia es una de las categorías en la mente de Emanuel? Él también afirma que existe una relación causal entre los phenomena y los noumena ¿Cómo sabemos eso? Esto es una de las grandes críticas a Kant.

            Pregunta de un alumno: ¿Qué se entiende por «objetivo»? Respuesta: «Objetivo» significa que el intelecto está sujeto a algo que existe fuera de la mente. Kant afirma que el Ding an sich causa los fenómenos [φαινόμενα] y aquí está la gran crítica de Kant, porque esto no tiene sentido; si el Ding an sich se encuentra tras el gran muro ¿cómo sabemos que es la causa de los fenómenos? Tratad de conectar esto con el sentido común; es necesario que dejéis el sentido común fuera de la puerta al entrar en esta sala de clases; si comparáis toda esta basura con el sentido común terminaréis golpeando vuestras cabezas contra la pared.

            Así, Kant dice que todas estas «categorías» son las condiciones necesarias del pensamiento y de toda experiencia posible; todo viene empujado a estas categorías; la experiencia sensitiva tan sólo sirve como la materia para los juicios que hacemos de las cosas, juicios que son transformados en conceptos por estas categorías, por estas formas a priori, previas a la experiencia, las cuales son innatas y surgen desde el fondo de nuestras mentes. Esto es Emanuel Kant.

Lección 9

            Bien, revisemos a Kant: Él dice que no podemos conocer das Ding an sich [la cosa en sí] – también denominada como noumena – que lo único que conocemos son los fenomena [apariencias], los cuales, dice, son causados por los noumena. Dice también que nosotros organizamos, o Kant organiza en su cabeza, los fenomena de acuerdo a lo que él denomina las categorías, clasificadas por él en las cuatro categorías fundamentales y en sus derivadas, según hemos descrito más arriba; así, por ejemplo, si usted dice que algo es, se debe al dictamen de vuestra categoría, en otras palabras, que algo sea es algo que proviene de vuestra cabeza; lo mismo vale para algo que es causado o para algo que es substancia o accidente, todo, para Kant, proviene de vuestra cabeza, es decir, todo aquello no es recogido de la realidad para Emanuel Kant. Cada una de estas categorías es condición necesaria del pensamiento y de toda experiencia posible – así que no podemos pensar sin aquellas – La experiencia sensible sólo sirve como materia para los juicios que hacemos sobre las cosas – nosotros combinamos esta experiencia sensible y las ponemos en categorías, como en el ejemplo de la oficina postal antes vista, son transformadas en conceptos por estas categorías – el concepto es el cómo conocemos algo, luego las categorías producen nuestros conceptos – las categorías son formas a priori, es decir, existen antes de nuestra experiencia, son innatas y surgen desde el fondo de nuestras mentes – En el sistema tomista nosotros tenemos experiencias sensoriales que son traducidas gradualmente desde los sentidos al conocimiento de la esencia de las cosas; el intelecto activo trabaja sobre la experiencia sensorial, la cual es suministrada por nuestro cerebro, y extrae de ella la esencia, a partir de la cual produce el concepto en el intelecto pasivo, el cual lo conserva y lo hace universal, porque la misma naturaleza es universal [por ejemplo, el concepto de gato se aplica a cada gato en el mundo entero, sin importar su raza]; es la razón por la cual podemos tener lenguaje [podemos decir «gato» en cualquier idioma y siempre evoca el mismo concepto; de otra manera, el lenguaje sería imposible. El concepto, en el sistema tomista, es una imagen de la esencia. Este proceso es muy rápido, los conceptos fluyen uno tras otro mientras hablamos.

            No existe evidencia para lo que elabora Kant; él va desde la presunción de Hume, en el sentido de que la mente humana no puede aprehender la realidad; es la presunción de la filosofía moderna; recuerden a Descartes diciendo “voy a rehacer la filosofía completamente”; todo esto es una basura sin sentido, y estoy siendo amable en mis palabras. Kant es, por lo que sostiene, un gran idealista, es decir que, cuando sostiene que el objeto de vuestro conocimiento son vuestras propias categorías, pues, ya no volverán a la realidad, olvídenlo, todo lo que lograréis es una «experiencia»; ya veis como esto conduce a un espantoso subjetivismo, puesto que vuestras experiencias pueden ser diferentes y vuestras categorizaciones  de vuestras experiencias pueden ser diferentes en cada persona; luego, lo que es verdad para uno puede no ser verdad para otro, empero, ambos estarían en la verdad respecto a sus propias «categorías». Esto es el pensamiento moderno; es el motivo por el cual el mundo se encuentra sumido en la condición presente; la gente piensa de esta manera.

            Continuemos con Kant. Las «categorías» y, por consecuencia, los predicados de nuestros juicios [como en el ejemplo «el gato es naranjo» en que «naranjo» es predicado de «gato»], incluso de aquellos que corresponden a cosas sensitivas, están privados de realidad objetiva, dado que nuestras categorías no llegan a nosotros desde el mundo exterior, ni de la experiencia sensitiva, sino que son preexistentes a priori, las cuales son a la manera de moldes en los cuales son vaciadas las experiencias sensitivas. De este modo, los elementos o predicados que las categorías introducen en todos los juicios no nos enseñan nada, y nada pueden enseñarnos, sobre la realidad objetiva de la cosa en sí [das Ding an sich, noumena]; estos juicios no nos enseñan sino solamente realidad fenoménica [fenomena], apariencias, debido a la representación sensitiva a la que viene aplicada la categoría.

            La filosofía escolástica sostiene que la verdad lógica consiste en la conformidad de la mente con la cosa real; por esto, para los escolásticos la ley del conocimiento o juicio es la realidad objetiva; el juicio es la realidad objetiva; la definición de «verdad» es «la conformidad de la mente con la realidad», por ejemplo, «es un gato», real y verdaderamente «un gato». Lo contrario es verdadero para Kant; no es la realidad objetiva, sino el entendimiento mismo, la ley del conocimiento, es nuestras categorías; el intelecto no tiene que conformarse con la realidad, sino, más bien es la realidad la que debe conformarse con el intelecto, es decir «seréis como Dios, conocedores del bien y del mal» – Así que, en este sistema, la última libertad para el hombre es la libertad de la realidad, a saber, que nuestra mente se habría liberado de tener que conformarse a la realidad objetiva. Todas las otras «libertades» [y hay algunas que son legítimas], en tanto fluyen de la noción moderna del culto de la libertad, fluyen de aquella libertad fundamental, de aquella «liberación» de la mente de la realidad. Así que el sistema kantiano es un sistema perverso.

Citas de Kant:

            «El entendimiento no toma sus leyes a priori de la naturaleza, sino más bien las impone sobre la naturaleza», esto es, la mente en sí misma se impone sobre la naturaleza.

            «Las categorías constituyen conceptos que prescriben leyes a priori a los fenomena y a través de éstos a la naturaleza», en otras palabras, todo proviene de vuestras cabezas.

            «Hasta ahora se ha asumido que todo nuestro conocimiento debe conformarse a los objetos, pero todo intento de afirmar algo sobre éstos a priori por conceptos y así ampliar nuestro conocimiento no llegó a nada bajo tal supuesto»

            «Consideremos entonces si acaso no hacemos mejores progresos en las tareas de la metafísica si asumimos que son los objetos los que deben conformarse a nuestro conocimiento; que todo esto, a todo evento, se corresponde mejor con la posibilidad que estamos buscando, a saber, con el conocimiento de los objetos a priori que determinen algo acerca de éstos antes de que ellos nos sean dados»; recordad que Kant está en búsqueda de «certeza» en el sistema de Hume, porque acepta los fundamentos de Hume; está tratando de encontrar una fuente de certeza, diciendo «Bien, yo acepto a Hume, nosotros no conocemos nada, no podemos confiar en el conocimiento sensitivo, nunca aprehendemos el objeto; pero ¿cómo podemos obtener certeza? Pues, a partir de las categorías a priori nosotros se la imponemos a la naturaleza.

            «La religión debería ser progresivamente liberada de todas las estatuas basadas en la historia y sólo una única religión moral debiera regir sobre todos para que Dios sea todo en todos; cae el velo, la atadura dominante de la tradición sagrada con todos sus apéndices se hacen inútiles y, en último término, un grillete [significando “cadena”]; debe desaparecer la diferencia humillante entre laicos y clérigos y brotar la igualdad desde la verdadera libertad. Sin embargo, no debemos esperar todo esto por medio del acto violento de una revolución desde lo exterior que dependa de la fortuna. Sobre el principio de una religión puramente moral, una especie de revelación divina que constantemente tome su lugar en el alma humana – aquí ya tenemos el Modernismo – debe buscarse el terreno que permita el paso a un nuevo orden de las cosas, el cual debe ser alcanzado mediante reformas pausadas y sucesivas» – aquí lo tenemos; él escribe esto entre los años 1780 y 1790. Tuvo problemas con el gobierno de Prusia a causa de sus ideas sobre la religión; Prusia estaba tomando medidas drásticas contra el Racionalismo que había sido introducido por Federico segundo, el Grande. Era luterano, como toda aquella área lo era.

            «De todos modos, no debemos comenzar con la teología; una religión meramente fundada sobe la teología no contendrá jamás alguna cosa sobre la moralidad; no conseguiremos jamás algo de ésta sino temor, por un  lado, y esperanza de premio, por otro, lo cual sólo produce un culto supersticioso; luego, la moralidad debe ser primero, seguida luego por la teología, y esto es la religión» – pensemos en Bergoglio, para quien no existe el infierno y si alguien es muy malo, simplemente será aniquilado; es la religión natural, la moral natural, negación de la religión sobrenatural – «la revelación divina está constantemente teniendo lugar en el alma del hombre» – es uno de los principios del Modernismo, a saber, que Dios se revela a sí mismo en cada hombre en su propia manera; luego, todas las religiones son valiosas, porque todas provendrían de Dios.

La Dialéctica Trascendental.

            Después de haber afirmado que la cantidad, substancia, accidente, causalidad, etc., cosas que nosotros atribuimos a las cosas, no existen en sí mismas en la realidad sino en nuestro propio entendimiento, Kant intenta probar que esto mismo es verdadero para los conceptos propios de la razón, a los cuales denomina «ideas» para distinguirlos de las «categorías» que corresponden a la facultad del juicio. Tal como las «categorías», las ideas son «moldes» en los cuales ponemos los datos sensitivos; pero las «ideas» son moldes superiores en los cuales se vierten los juicios que son realizados por medio de las categorías. Por ejemplo, si aplicamos las «categorías» de substancia y causa a los actos internos, llegamos a la noción de alma. Si aplicamos a los fenómenos exteriores las categorías de «seres, substancia, totalidad, causa y unidad», llegamos a la «idea» de Dios. Las «ideas, esencialmente, son sintéticas, es decir, son el resultado de la combinación mental de muchas categorías en una. Esta síntesis a priori – o sea antes de cualquier contacto con la realidad – de la razón, estas ideas de la razón pura son formas que no tienen realidad objetiva, como las categorías; de hecho, son menos reales que las categorías, ya que éstas poseen algún contacto con la realidad en cuanto organizan la experiencia sensitiva; pero las «ideas» de Dios, del alma, del universo, etc., siendo ideas de la razón pura, son independientes de la experiencia y nada toman de la experiencia. Las ideas constituyen el mundo inteligible, pero un mundo que es completamente subjetivo; esto es lo que él denomina «dialéctica trascendente» – no os dejéis impresionar por la grandilocuencia de las palabras. Kant dice que el alma, el universo y Dios son tres ideas fundamentales, son a priori y representan la tendencia de la mente a universalizar. Son formas completamente subjetivas y no les podemos asignar alguna realidad objetiva – así que Dios es convertido en un producto de la mente.

Resumen de la teoría de Kant sobre el conocimiento.

            Debemos distinguir tres facultades en el hombre o tres vías para conocer algo: sensibilidad, entendimiento y razón.

            La sensibilidad incluye las sensaciones, como elementos a posteriori del conocimiento sensible y las formas de espacio y tiempo, como elementos a priori del mismo conocimiento – así que nuestra mente agregaría espacio y tiempo a nuestras experiencias. La asociación de estos dos elementos o la coordinación de las sensaciones y su reducción a la unidad por medio del espacio y tiempo, las formas a priori de la sensibilidad, constituye intuiciones sensibles, por medio de las cuales conocemos fenomena exteriores e interiores – apariencias, recordadlo – Lo que espacio y tiempo son para la sensibilidad, las categorías son para el entendimiento, a saber, son formas a priori, independientes de la experiencia y existen en orden a formar juicios, cuya actividad es propia del entendimiento.

            El conocimiento sensible nos hace percibir las cosas tal como aparecen, pero no tal como son en sí mismas – esto es reproducido directamente de Hume.

            El conocimiento racional, ya sea aquel del entendimiento o de la razón pura nada nos dice de la realidad objetiva de las cosas representadas en las categorías y en las ideas, es decir, nada dice sobre la cosa en sí, la cual permanece desconocida para nosotros y más allá de la esfera del conocimiento humano. De hecho, el dominio de nuestro conocimiento se encuentra circunscrito por nuestra experiencia, la cual sólo nos puede dar el conocimiento de los fenomena y no de los noumena, es decir, de las cosas en sí mismas.

            Finalmente, el único conocimiento para el hombre es el que se encuentra unido a la experiencia pues Kant dice que todo conocimiento de las cosas por medio de simples nociones intelectuales de la pura razón es sólo pura apariencia, pues la verdad descansa sólo en la experiencia – mi experiencia puede ser totalmente diferente de la vuestra. Esto es la instalación del Subjetivismo total, que es la enfermedad mental moderna. Es, por ejemplo, la razón para el arte moderno, para el arte abstracto, es la experiencia de la porquería sobre la tela, no tiene realidad objetiva, no corresponde a nada en la realidad y los idiotas que allí van a contemplar aquellas cosas exclaman ¿no es hermosa esta obra de arte? Y se supone que salen de allí con sus propias experiencias de aquellas cosas. Es también la base de la música atonal, por ejemplo, de Stravinsky, Schoenberg; el divorcio de la escala de los ocho tonos; es premeditadamente cacofónica en circunstancias de que existe una proporción natural de los tonos sobre cuya base descansa toda la armonía, así como la melodía; es la razón de que podemos memorizarlas; en tanto hay una mejor proporción mejor es la melodía; la melodía es el alma de la música.

Pregunta [inaudible]

Respuesta: Es la razón por la cual el canto [gregoriano] eleva el espíritu, porque en él hay pura melodía, no tiene armonía ni ritmo establecido; los ritmos establecidos están basados en la materia, pensemos, por ejemplo, en el péndulo o en las vibraciones de los átomos, sobre los cuales están hechos los relojes atómicos, todo funciona de modo muy regular; cuando incorporamos esto en la música, el cuerpo comienza a moverse al mismo ritmo; existe un llamado al cuerpo en él, no necesariamente malo, sencillamente el ritmo hace una apelación al cuerpo; en cambio el canto [gregoriano] es libre, lleva un ritmo, pero es un ritmo libre; no podéis, en el canto gregoriano, llevar el ritmo en el piso con vuestros pies; es totalmente intelectual; todo, en el canto gregoriano apela al intelecto, todo es melodía, es la razón por la cual eleva tanto el espíritu

Pregunta [inaudible]

Respuesta: Si la existencia es una categoría ¿cómo aplicamos una categoría que sólo pertenece a los fenomena al Ding an sich? Esta es una de las grandes críticas de Kant; si ni siquiera podemos conocer a este último, cómo podemos saber que existe.

Pregunta [inaudible]

Respuesta: De hecho, las ideas son aún más desvinculadas de los fenomena, los cuales, al menos, son algo fuera de la mente, para Kant son puras ficciones de la mente, como las ideas de Dios, del universo, del alma.

Resultados y aplicación de la filosofía especulativa de Kant.

            Su Crítica de la Razón Pura da origen al Idealismo escéptico: La razón no puede conocer la existencia o la real naturaleza de las cosas, sino sólo los fenomena o, mejor aún, la aplicación de categorías a priori o ideas que preexisten en el sujeto a estos fenomena – ya sabéis, son vuestras propias categorías o juicios o razonamientos, los cuales son el resultado de la combinación y organización de nociones puramente subjetivas cuyos objetos no son las cosas exteriores, sino sólo sus fenomena, apariencias internamente percibidas bajo ciertas formas o condiciones a priori, es decir, incluso las apariencias son mediadas, espacio y tiempo.

            La sola conclusión es la radical inhabilidad de la razón humana para conocer la naturaleza, los atributos e incluso la existencia de las cosas. Este fallo epistemológico, es decir, del conocimiento, de la ciencia del conocimiento, es aplicado por Kant incluso a Dios, al alma y al mundo. El resultado de esta teoría es la imposibilidad de la metafísica y la de existencia de Dios por la razón ¿Cómo hacer metafísica si se niega la esencia? Así que, según Kant, la metafísica es imposible; de hecho, escribió una obra sobre la metafísica, unas de sus más famosas, Tratado sobre el futuro de todas las metafísicas. Kant denomina estas pruebas como «paralogismos», concluyendo que es imposible probar que un ser contingente requiere una causa necesaria o que el orden del mundo requiere un creador inteligente; también incluye en los «paralogismos» las pruebas de la existencia del alma humana como substancia distinta del cuerpo, así como de su inmortalidad e inmaterialidad. Dice que, aunque la conciencia nos manifiesta la existencia de las sensaciones, juicio y pensamiento en general, sin embargo, la conciencia no nos muestra que estos actos pertenecen a una substancia distinta e independiente del cuerpo y dotada de diferentes atributos; no es más que conciencia, una experiencia que no prueba el alma o el intelecto.

            Kant admite incluso que el sujeto del pensamiento es el mundo material, el «algo desconocido» que actúa sobre los sentidos, desde el cual proceden las impresiones y representaciones sensibles – esto que él dice desemboca directamente en el Panteísmo basado en Kant en el siglo XIX en Alemania: Hegel, gran panteísta, y el Zeitgeist [el espíritu del tiempo], que se desplaza por todo el mundo con un movimiento fatal. Esto fue lo que inspiró a Hitler, sentía que el Zeitgeist estaba en él y que, por eso, ganaría la guerra, sin importar nada.

            Además de la incapacidad de la razón para conocer cualquier realidad metafísica, Kant también destruye toda posibilidad de conocer cualquier realidad física. En lo que él llama «las cuatro antinomias», Kant señala que la común noción de tiempo y espacio, cualidad, cantidad, relación y modalidad no son sino meras formas subjetivas; es un intento de Kant de aplicar sus teorías de las «categorías» al mundo exterior; tiempo y espacio no son más que nociones internas, categorías.

La filosofía moral en Kant.

            Dice que el hombre, por medio de sus actos, puede obtener ya sea felicidad sensible [glotonería, lujuria, ambición, etc.] ya sea abrazar la ley moral, la cual comprende dos deberes de los que derivan todos los demás: el deber de la perfección de sí mismo y el deber de procurar la felicidad de los otros – así que sed lo queráis ser; tenéis el deber de perfeccionaros vosotros mismos – Agrega que la ley moral es superior y está en oposición a la felicidad moral – para Kant, esta ley moral es también una categoría subjetiva; él las llama los imperativos categóricos y dice «actuad de tal forma que la máxima de vuestra voluntad pueda servir como legislación universal»; de modo que esto también proviene de nuestras cabezas; no existe ninguna ley natural. En el campo de la moralidad Kant es un racionalista; pone especial cuidado en separar la moralidad de toda consideración teológica. El origen de la obligación no procede de los objetos, los cuales son mudables y contingentes, ni de cualquier otro ser que pudiera obligarme, ya que aquella heteronomía [es decir, es otro quien hace la ley] estaría en contra de la propia libertad de mi voluntad – notad que para Kant sería contrario a la dignidad de un hombre si alguien más hiciera una ley para él; luego, es de la propia voluntad, la cual es autónoma, que hagáis una ley para vosotros mismos – A la objeción de que algo no puede obligar a sí mismo, Kant responde que es necesario distinguir entre la voluntad nouménica y la  voluntad fenoménica; la primera precede toda experiencia, la segunda manifiesta la conciencia; lo nouménico obliga a los fenómenos – vemos que nuevamente él cruza hacia los noumena, algo que está más allá de nuestra capacidad para conocer.

            Luego establece las facultades de la razón práctica. Dice que se trata de ciertas cosas que demanda la moralidad. Son: la libertad de la voluntad, la inmortalidad del alma, la existencia de un remunerador supremo al que llamamos Dios. No tenemos conocimiento de estas cosas, sino sólo fe, pues el conocimiento no se puede extender más allá de los fenomena – aquí, nuevamente podemos ver el Modernismo, a saber, que todo lo que tiene que ver con religión, Dios, etc., es puramente de fe y que la razón no puede alcanzar a ninguna de estas cosas; sólo existe aquella fe interior sobre la base de nada. La Iglesia Católica enseña que sí existe la fe sobrenatural, pero, en este sentido, sobre la base de la razón; es decir, es razonable hacer el acto de fe, materia que es todo el curso de Apologética; el acto de fe no es algo no razonable; en este sentido, los protestantes heredaron el odio de Lutero contra la razón, quien decía que la razón es una meretriz; recordemos que profesaba el Nominalismo – pero esta fe, retomando a Kant, es una fe firme y cierta, toda vez que si renuncio a ella, decía, me haría vil ante mis propios ojos – ved cómo todo esto es egoísmo; está claro que la autonomía kantiana de la voluntad hace un pequeño dios del hombre; como resultado, él niega todo deber del hombre hacia Dios.

            Algunas citas de Kant: «Las relaciones morales entre los hombres son las únicas que son comprensibles para nosotros; en lo que respecta a las relaciones entre Dios y el hombre, no tenemos forma de conocerlas». «La autonomía del hombre es la facultad y la virtud que hace que esta misma facultad sea una ley para sí mismo».

Lección 10

            Para Kant la libertad es sólo una idea, cuya realidad objetiva no puede ser demostrada – de nuevo, todo es interno – La realidad objetiva de la libertad, para Kant, es objetivamente dudosa, significando la voluntad libre. Dice que no podemos hacer sentir la obligación por nosotros mismos sin concebir para ello un ser extraño y sin ese medio fuera de su voluntad, es decir, sin representarnos a Dios a nosotros mismos; pero esta obligación con respecto a la deidad, propiamente con relación a la idea que nos hacemos a nosotros mismos de tal ser, es un deber del hombre hacia sí mismo, es decir, no es una obligación objetiva en el sentido de rendir ciertas obligaciones a otro ser, sino sólo una obligación subjetiva en orden a afirmar un motivo moral para nuestra propia idea legislativa – en otras palabras, Dios no tiene que estar allí; significa ponerlo allí a modo de base para nuestra propia moral subjetiva. Él denomina esto como el Imperativo Categórico, es decir, debemos tener una ley, tenemos que encontrar algo que justifique la ley y el orden; de nuevo, todo proviene de nuestras cabezas, también la idea de Dios proviene de nuestras cabezas.

            La única religión para Kant es una religión natural que consiste en los preceptos morales de la razón práctica; dice que todo otro culto divino es inútil; los milagros no pueden ser probados; los dogmas pueden ser admitidos, pero deben ser reinterpretados en sentido alegórico.

Crítica de Kant.

            Aunque la filosofía de Kant ha recibido el nombre de «filosofía crítica», es claro que la parte crítica es muy diferente de la parte ética. El problema fundamental del sistema de Kant es el juicio sintético a priori – recordemos que «sintético» significa que se dice algo sobre la realidad, como p. ej., “el gato es naranjo”, sin embargo, esta proposición, en Kant, es a priori, es decir, no proviene de la experiencia; entonces ¿de dónde procede? Dirá que procede de nuestras cabezas; quiere decir que podemos afirmar cosas sobre la realidad sólo desde nuestras cabezas. El «juicio sintético» se diferencia del «juicio analítico» en que, en este último, el predicado está contenido en la misma noción del sujeto, como p. ej., “el hombre es un animal racional”; el problema está en que Kant concibe el juicio sintético a priori, previo a la experiencia. Los escolásticos dicen que todo juicio sintético debe ser a posteriori, de otro modo ¿de dónde provendría? Es algo de sentido común. Dice Kant que estos juicios constituyen conocimiento, el predicado pertenece al sujeto de modo absoluto y necesario, aún si esta necesidad no se pueda encontrar tanto en la noción del sujeto o en la experiencia; es decir, no se encuentra en la definición del sujeto, luego no es analítico, tampoco se encuentra en la experiencia, es a priori; en definitiva, proviene de nuestras cabezas. Si uno remueve el juicio sintético a priori, todo este sistema colapsa. Toda su filosofía consiste en elaborar un sistema de formas subjetivas en orden a explicar el juicio sintético a priori.

            El sistema de las categorías de Kant es arbitrario, no probado y falso, artificial, hipotético y gratuito, inventado por él mismo. Lo mismo se puede decir de las ideas de razón pura, dado que éstas son meras construcciones artificiales de las categorías subjetivas; estas construcciones instrumentales, en el interior de la cabeza, abrió la puerta a las formas más radicales del Idealismo – lo cual veremos en el próximo capítulo – El sistema de Kant es la base para las fantasías idealistas de Schelling, Fichte, y Hegel – la trinidad maligna – y el Trascendentalismo alemán. Kant dice que la razón dicta e impone sus leyes sobre la naturaleza. Fichte, de manera bastante lógica, dirá que el ego impone el no-ego y comunica la existencia al mundo. Hegel dirá que lo ideal es real; todo es la Idea para Hegel – pero esperad, aún no habéis visto nada.

            Aunque Kant quiere superar la tesis del Sensualismo y Empirismo – básicamente Hume – la filosofía de Kant es una de las principales fuentes del Materialismo contemporáneo. Como hemos visto, Kant considera que el mundo material podría ser capaz de pensamiento – ya lo veis, una roca podría ser pensante – idea que es uno de los principales principios del Materialismo moderno, el cual sostiene que no tenemos alma, sólo tenemos el cerebro como sola fuente del conocimiento y actividad humana, no somos más que cerebro. Además, Kant pone las bases del Materialismo y Positivismo cuando sostiene que las ideas de la razón pura son sólo formas a priori carentes de realidad objetiva; en efecto, estos dos sistemas aseveran que sólo la experiencia puede alcanzar la realidad de las cosas, que toda tesis teológica sólo es una hipótesis idealista y la metafísica carece de todo valor; esto es lo que dice Kant, que el futuro de la metafísica es imposible. Por lo demás, el Materialismo es la reacción al Idealismo de Kant y a las divagaciones de sus seguidores, los cuales enloquecerán sobre el Idealismo.

            Ernest Renan, el famoso racionalista, extraerá toda su inspiración de Kant; su sistema es el de un Deísmo idealista, en el que Dios es sólo una idea, un Dios-Idea, al igual que en Kant. Renan, en el siglo XIX, no creía en la divinidad de Cristo.

            Kant va un paso delante de Descartes; este último dice que nuestras percepciones, el mundo interior y el conocimiento de las cosas, sólo existen bajo la condición del pensamiento, es decir, no existen en sí mismas; Kant dice que las cosas exteriores, el mundo material y sensible, sólo existen dependientes de mí, son fenomena de mi ego; todo es yo, estoy experimentando tal cosa que tiene existencia por mí, porque estoy experimentándola; lo que existe fuera de la mente es noumenal, pero le doy existencia porque lo experimento. Por lo tanto, no es de extrañarse de que el sistema de Kant conduce inmediatamente a las formas más radicales del Idealismo.

            El cristianismo, para Kant, carece de valor doctrinal y lo reduce a una mera idea moral. Los dogmas y los hechos contenidos en las Sagradas Escrituras sólo son símbolos de la idea moral, así que deben ser sometidas a la interpretación moral – esto es, esencialmente, Modernismo; esto es Bergoglio – deben ser tomados en sentido naturalista. Esta subordinación de los dogmas de la religión cristiana a la interpretación naturalista y moral, es decir, a una interpretación meramente humana, dará origen al Racionalismo bíblico de la escuela de Tubinga (Tübingen), verdadero pozo del infierno del Racionalismo en el siglo XIX al igual que dos de sus productos actuales, a saber, Hans Kung y Joseph Ratzinger; ambos enseñaron allí.

            Kant es responsable de toda la mentalidad moderna que ve al hombre como un fin en sí mismo; la moralidad kantiana descansa sólo en los fines naturalistas y materialistas del hombre, el cual no se ordena a nada más allá de él mismo. A su vez, esta mentalidad es la base del socialismo y del estado moderno, en el que los fines unificados y comunes de la humanidad aniquila al individuo y en el que sólo el estado es percibido como fuente del derecho; el estado se convierte en la última realidad. En el sistema de Kant la moralidad es anterior y superior a la idea de Dios, de lo cual se sigue que la religión es posterior e inferior a la ética natural, algo así como un vehículo de la ética natural – esto es, esencialmente, lo que ha llegado a ser la religión moderna: hacer del mundo un mejor lugar para vivir, autorrealizarse, autoayuda, es decir, religión moderna. Decir que el hombre es un fin en sí mismo es lo mismo que decir que el hombre, en su esencia, es un ser absoluto, que el hombre, es decir, la razón y voluntad humanas, es el principio y centro del orden moral; esto es, en esencia, una moralidad ateística.

            A estas consideraciones debemos agregar la fenomenología de Kant: no podemos conocer al hombre de acuerdo a su naturaleza, sino como un conjunto de fenomena [apariencias] – vemos que Kant, en el sentido de envenenar la mente humana, es un demonio; recordemos que Juan Pablo II decidió estudiar alemán para leer a Kant, llegando a ser un fenomenólogo, es decir, derechamente kantiano – Las cosas son lo que son personalmente experimentadas; su enemigo es el Esencialismo, en especial Santo Tomás de Aquino, quien sostiene que el objeto de nuestro intelecto es la esencia de las cosas creadas, lo cual significa que nuestro intelecto está sujeto a todas aquellas esencias, a las cuales debe conformarse; la esencia se impone sobre el intelecto como el sello se impone sobre la cera; esto es el Esencialismo, enemigo de Kant y sus seguidores. La filosofía de Kant y sus derivadas son la liberación del intelecto de la esencia, de la cosa real; es la última emancipación del hombre en el sentido de «libertad, igualdad y fraternidad»; es la última «libertad»; todos los demás cultos políticos de la libertad provienen de esto, lo cual, realmente, hunde sus raíces en el Protestantismo, a saber, la insurrección contra la autoridad de la Iglesia y la idea de «yo soy el  juez de lo que dicen las Sagradas Escrituras, en otras palabras «seréis como Dios, poseedores del conocimiento del bien y del mal»; la última revolución fue la «Reforma»; todo aquello no tiene sentido, digamos ¿de qué manera el Espíritu Santo inspira a cada individuo si cada uno contraría lo que el mismo Espíritu Santo dice? No se necesita un gran intelecto para darse cuenta de este problema. Todo este Subjetivismo proviene del Protestantismo; no debe sorprender que todo esto, con la excepción de Descartes, procede de los países protestantes.

            Hay dos claras contradicciones en Kant: 1. Kant dice que «la cosa en sí» [noumena] es lo que determina y produce en nosotros las representaciones sensibles [fenomena] que sirven como materia prima para el conocimiento humano, de modo que absorbemos los fenomena y luego las desarrollamos con la aplicación de las categorías, las cuales son internas y a priori [anteriores a la experiencia]. Ahora, una de estas categorías es la categoría de causa, la cual, en tanto que es categoría, sólo puede ser aplicada a los fenomena y no a las noumena [la cosa en sí]; sin embargo, Kant asigna a las noumena la causa real y eficiente de las representaciones. Esto es una grande y grosa contradicción en Kant. 2. La filosofía teórica de Kant contradice abiertamente su filosofía moral. Después de haber establecido los principios de su Crítica de la Razón Pura, intenta establecer la existencia de Dios, la libertad y la inmortalidad del alma en su filosofía moral, lo cual es derechamente absurdo y ridículo; es decir, él trata de deducir realidades metafísicas desde su filosofía moral, en circunstancias que en su filosofía teórica dice que estas cosas son indemostrables e imposibles de conocer por la razón humana. La metafísica es la base de la moralidad, pero para Kant es al revés, es decir, que la base de la metafísica es la moralidad; sin embargo, Kant escribió una obra, denominada Bases metafísicas de la moralidad, aun cuando él mismo dice que la metafísica es imposible. Por cierto, la contradicción es un signo cierto de error; cuando caemos en el error terminamos en contradicciones [donde hay humo hay fuego]. El intento de Kant por resolver el problema del conocimiento, el de poner fin tanto al Idealismo como al Empirismo ha fallado estrepitosamente, ya que termina abriendo la puerta, por un lado, a las formas más radicales del Materialismo y, por otro lado, del Idealismo. Él es la fuente de ambas desviaciones que vemos en el siglo XIX. Todos los errores tanto filosóficos como teológicos contemporáneos encuentran su fuente en la filosofía de Emanuel Kant, lo cual es absolutamente correcto. La filosofía de Kant ha causado un mal incalculable; en efecto, ha suprimido del mundo objetivo lo siguiente: Dios, la naturaleza del hombre, la inmortalidad del alma, la libertad y muchas otras verdades metafísicas; ha destruido el dogma por medio del racionalismo, ha despojado a las Sagradas Escrituras de su veracidad y carácter sobrenatural; vemos que el Modernismo se remite directamente a Kant. Para Kant no hay realidades metafísicas; estas realidades son dejadas al mundo de las noumena, que para Kant es un confuso mundo de mera posibilidad sobre las cuales no tenemos conocimiento; es lo desconocido, algo que los modernistas transforman en Dios en su propio sistema, el desconocido. En un aspecto la filosofía de Kant fue condenada por el Concilio Vaticano: «Si alguno dice que el único y verdadero Dios, el Creador y Señor, no puede ser conocido con certeza por medio de las cosas que han sido hechas, por la luz natural de la razón, sea anatema»; la prueba de la existencia de Dios por la razón, deducida de las cosas creadas, es un dogma, está en San Pablo.

Fichte (1762-1814)

            Bastante cercano a Napoleón en aquellos años. Nacido en Rammenau, Sajonia, Noreste de Alemania, en una familia fabricante de cintas. Tempranamente impresionó por su gran inteligencia, pero sus padres eran demasiado pobres para pagar su educación; sin embargo, gracias al patrocinio de un noble local, pudo asistir al Instituto Schulpforta [donde se preparaban los estudiantes para la educación universitaria] y luego a las universidades de Jena y Leipzig; desgraciadamente muy poco se sabe de la vida de Fichte en este periodo de su vida; en todo caso, sabemos que intentó obtener un grado en teología, pero tuvo que interrumpir sus estudios por problemas financieros alrededor de 1784 sin ver cumplidas sus aspiraciones. Durante varios años se ganó la vida como tutor particular itinerante, tiempo en el cual conoció a Johanna Rahn, su futura esposa, mientras vivía en Zúrich [la ciudad más aburrida en toda Europa, todo es bancos]. En 1790, mientras vivía en Leipzig y, nuevamente, en problemas financieros, Fichte aceptó ser tutor de un estudiante universitario en filosofía kantiana, sobre la cual sabía muy poco por aquel tiempo. Su inmersión en las obras de Kant, según su propio testimonio, revolucionó su pensamiento y cambió su vida, alejándolo de una visión determinista del mundo, en conflicto con la libertad humana, hacia doctrinas de la filosofía crítica y la reconciliación entre la libertad y el Determinismo. Después de errar y nuevas frustraciones, Fichte se dirigió a Königsberg para encontrarse con Kant personalmente; el discípulo logró su primera entrevista con el maestro el 4 de julio de 1791 la cual, desafortunadamente, no fue satisfactoria, puesto que Kant no se mostró especialmente impresionado por su visitante. Para demostrar su competencia en filosofía crítica, Fichte compuso rápidamente un manuscrito sobre la relación de la filosofía crítica respecto a la cuestión sobre la revelación divina, cuestión que Kant aún tenía que enviar a imprenta; esta vez Kant se vio justificadamente impresionado por los resultados y le pidió a su propio editor que publique la obra, la cual apareció públicamente en 1792 bajo el título de Ensayo de una crítica de toda revelación.

Doctrina.

            Fichte quería introducir una mayor unidad en la filosofía de Kant. Eliminó la dualidad entre sujeto y objeto y redujo al objeto en el sujeto – como podemos ver, en este punto estamos en el idealismo total; el puente, así como el objeto, han sido totalmente volados – pero, al mismo tiempo, dice que aquella dualidad es necesaria para el desarrollo del sujeto. En orden a explicar la vida de la mente, debemos comenzar por el ego, no por el ego empírico, limitado por otros egos y por los objetos materiales, sino por el ego puro, el cual es alcanzado por la conciencia pura de sí mismo, que es la actividad más pura. En el conocimiento no se tuvo el hecho del ego cognoscente, sino el hecho del ego creador de sí mismo, el que, por medio de su infinita actividad centrífuga, se afirma a sí mismo que yo soy yo. De aquí fluye el primer principio de razón, a saber, a es a; en seguida, por medio de otra actividad, la cual es relativa, centrípeta y antitética, se opone él mismo al no-ego, el cual, en sí mismo, produce una negación, esto es, no-a no es a, este es el «principio de contradicción»; dado que el no-ego sale del ego, éste último se pone a sí mismo en relación con el no-ego a manera de límite, diciendo sintéticamente que a en parte es no-a y no-a en parte es a; es decir, aquellas cosas que se oponen entre sí llegan a unirse en algún aspecto, lo cual él denomina «el principio de razón suficiente». Todo esto hace mucho sentido; en realidad el no-ego es, esencialmente, el objeto; pero, dado que el puente y el objeto exterior ha sido volado, todo se produce en nuestras cabezas; así que nos encontramos en pleno mundo de subjetividad y Subjetivismo; aquí todo es nuestras cabezas, absolutamente todo. Esta es la manera por la cual, la razón teorética se desarrolla hasta llegar a ser la razón práctica, la cual es en sí misma absoluta y supremamente libre. De este modo él salva la razón práctica, la cual había sido proclamada por Kant. Los problemas de Fichte proceden, en parte, de Spinoza y, en parte, de Kant. Spinoza admite una intuición natural del ser divino, conocido como Ontologismo Panteísta, el cual postula que todos poseemos una visión de Dios; en cambio, Kant niega la existencia de toda intuición intelectual e incluso la primera aprehensión del ser abstracto a partir de las cosas sensibles y dice que sólo las categorías son las que organizan y clasifican los fenomena. Fichte estaba muy contrariado por la teoría de Kant sobre las categorías porque percibía rectamente que la aplicación de las categorías a los fenomena era algo arbitrario, lo cual es cierto – por qué aplicaríamos alguna y no otra o por qué ponemos algo en alguna casilla y no en otra; por qué aplicar la categoría de «causalidad» a uno de los fenomena en particular y no la de «substancia»; si la respuesta es que la razón ve la «causalidad» en los fenomena, entonces la doctrina de Kant no difiere de la abstracción de los escolásticos, lo cual también es cierto – así que Fichte vio que el sistema de Kant no era suficientemente subjetivista. Con el propósito de preservar el Idealismo y el Subjetivismo en estado puro – y aquí es donde y cuando la bomba atómica es arrojada para volar el puente y su unión con la realidad objetiva – y evitar la aplicación arbitraria de las categorías, Fichte sostiene que los fenomena no provienen de lo exterior sino del sujeto cognoscente – así es que nosotros produciríamos la «experiencia» – Por esta razón, la razón es autónoma, puesto que no sólo es el principio de las categorías, sino también de los fenomena – de modo que somos totalmente libres de cualquier objeto exterior. Pero ¿cómo es que el sujeto cognoscente produce los fenomena, es decir, lo no-ego? Ante lo cual Fichte responde «sin darse cuenta, inconscientemente». Dice que en el sujeto cognoscente se distingue el ego meramente empírico, el cual es infinito, individual y consciente de sí mismo ante el ego trascendental y universal – así que existen dos egos – ¿Qué es el ego trascendental? Responde que, al mismo tiempo, es algo real e ideal, es decir, la misma razón práctica de la sociedad humana que conoce y afecta más y más el orden moral; en esencia, la sociedad humana [lo podemos ver en el Socialismo y Comunismo]. Esta razón social y práctica vive mayormente en el conocimiento alemán y en la filosofía, la cual, poco a poco, ha llegado a ser ley penal natural y política. Así que, para Fichte el principio de todas las cosas es inmanente, es decir, la razón autónoma y práctica y la libertad humana.

            En su obra, Crítica de toda Revelación, dice que el Dios vivo es la humanidad en sí misma, lo cual será repetido por otros filósofos del siglo XIX. Dice «Aborrezco toda creencia religiosa que considera a Dios como un ser personal; esta idea es indigna del ser humano» – hay que estar enfermo para inventar estas cosas, un ego empírico y un ego trascendental.

Lección 11

Schelling (1775-1854)

            Originario de Suabia, cuya principal ciudad es Stuttgart, en el Suroeste de Alemania. Estudió en la universidad de Tübingen, donde se hizo amigo de Hegel – vemos que Tübingen llegó a ser un pozo de lo abominable; hay todo tipo de otra gente involucrada en Tübingen en el siglo XIX – A la edad de 22 años publicó una obra titulada Ideas sobre la filosofía de la naturaleza. Poco después fue nombrado profesor de filosofía en Jena – otro antro – donde conoció a Fichte. También enseñó filosofía, con mucha fama, en Würzburg, Münich y Erlanger. En 1841 llamado a Berlín, donde ocupó la cátedra de filosofía, la cual había sido anteriormente ocupada por Fichte y Hegel, siendo Berlín la capital de la Prusia protestante.

Doctrina.

            Schelling observó algunos errores en el sistema de Fichte negando que el ego absoluto pueda producir el no-ego o el objeto, porque son correlativos y de igual naturaleza, cada uno está limitado por el otro, luego nada es absoluto, ambos presuponen el Absoluto y, así, habría prueba del Absoluto. ¿Qué es el Absoluto? No es ni el objeto ni el sujeto – así que ambos pueden ser bombardeados y volados – ni la naturaleza, ni el espíritu, ni la realidad, ni la idea, sino la vía y la fuente, es decir, la identidad de las diferencias – vemos que todo lo que pueda ser diferente e incluso contradictorio es unido en el Absoluto. Así, Schelling vuelve a Spinoza; el Absoluto no es verdaderamente trascendente, se distingue del mundo en realidad y en esencia; más bien se convierte en todas las cosas por sus manifestaciones, es decir, se convierte en el espíritu humano y en la naturaleza – notad que Schelling nos ha insertado a todos en el Absoluto. En su primer periodo, Schelling nos dice que el Absoluto es la razón universal, la cual se manifiesta en sí misma en espíritu y naturaleza. En su segundo periodo dice que el Absoluto es la voluntad primitiva, lo cual es Voluntarismo Panteísta, algo que será nuevamente visto en Schopenhauer; esto es la «evolución descendente», en la cual Dios llega a ser el mundo; manifestándose a sí mismo Dios se convierte en todas las cosas – doctrina condenada por el concilio Vaticano I. La teoría Garrigou explica que, en todo Panteísmo, o por vía ascendente el mundo se convierte en Dios – Hegel – o por vía descendente Dios se convierte en el mundo – Schelling, Bergson y el Modernismo en general – sea como sea, Dios llega a ser uno más del mundo. El Absoluto, para Schelling es algo en cuyo seno desaparece toda antinomia radical, de la cual proceden todas las antinomias; todo está unido en el Absoluto, desde donde proceden las antinomias; la forma del ser Absoluto es indiferente, su esencia es la identidad universal, en él todas las cosas preexisten como idénticas, el sujeto y el objeto, finito e infinito, lo universal y lo singular, lo real y lo ideal, el ego y el no-ego, el espíritu y la naturaleza, todas estas cosas están en el Absoluto; pero el Absoluto no es ninguna de estas cosas considerado en sí mismo y anteriormente a su evolución; por eso, dice que la perfección de la filosofía consiste en reconocer que en el Absoluto se realiza la identidad de los contrarios – nos encontramos ante un círculo cuadrado; el principio de contradicción, que puede ser aplicado todos los días, en el lenguaje, etc., no se aplica al Absoluto, porque en él los contrarios existen unidos, todo es uno, incluyendo cosas que son contrarias entre sí – El conocimiento del Absoluto se obtiene mediante la intuición intelectual inmediata, la cual constituye la más perfecta manifestación del pensamiento y el acto primario de la razón. El Absoluto es el primitivo principio del pensamiento y de la existencia. La dualidad del pensamiento versus la materia, del sujeto versus el objeto, de lo real versus lo ideal, de lo finito versus lo infinito, etc., es una dualidad más aparente que real, dado que, en esencia, estas cosas son idénticas. Estas dualidades son meras fases de la evolución del Absoluto, cuya esencia se manifiesta y se revela a sí mismo en formas diferentes y opuestas. Las manifestaciones primarias del Absoluto son la naturaleza y el espíritu, sin embargo, existe una identidad primaria y esencial entre estas dos formas, a pesar de su dualismo real y externo. La naturaleza es una imagen del espíritu, el pensamiento es el verdadero principio, aunque inconsciente del movimiento o de la vida que se desarrolla en él – todo está y proviene del pensamiento – la inteligencia es el alma del mundo e impulsa las fuerzas de la naturaleza a producciones que son más y más similares a las actividades de la razón – es como decir que nuestra mente maneja la naturaleza – la naturaleza muerta o inorgánica es un tipo de inteligencia que aún no ha llegado a su madurez – las piedras serían inteligentes.

            Como corolario y aplicación de la doctrina, Schelling enseña que el hombre, considerado como un ser razonable, constituye el objeto final y el término superior de las evoluciones necesarias del Absoluto, evolución que es, al mismo tiempo, inteligente, progresiva y ascendente – así que el hombre viene a ser el gran producto del Absoluto, constituido en la cima de la montaña – gracias a esta evolución la naturaleza entra en posesión de sí misma y se reconoce a sí misma en comunión con otros seres; y la mente percibe que entre la naturaleza material y la inteligencia, entre el mundo exterior y la conciencia del hombre existe una identidad real y primitiva – lo real y lo ideal serían lo mismo en el Absoluto, sólo son distinguidos aquí abajo, por así decirlo – los cuerpos son formas simples y fenoménicas del Absoluto, de forma tal que la materia en su extensión, la sustancia corpórea no son más que manifestaciones y formas exteriores del Absoluto; consecuentemente, nada impide la identidad de esencia y existencia entre el cuerpo y el espíritu, entre Dios y el mundo – todo sería manifestación del Absoluto. La libertad es un producto de aquella fuerza misteriosa que se encuentra encubierta en la profundidad de la naturaleza y que contiene la razón suficiente de los desarrollos progresivos por los cuales lo inanimado llega a ser viviente, lo irracional se hace racional, consciente y perfectamente libre – notad que esto es claro Evolucionismo.

Crítica de Schelling.

            La doctrina de Schelling es Panteísmo. El Absoluto es el único ser que existe realmente; es la esencia y substancia de todas las cosas, las cuales no existen en sí mismas ni por sí mismas, sino que son transformaciones o momentos del Absoluto, meros grados, variaciones o aspectos diversos de la evolución del Absoluto, el cual es la única substancia de todo lo que existe. Todo es el Absoluto. Aquí no hay lugar para la idea de Dios personal y trascendente. Schelling sostiene que no hay otro Dios, excepto el Absoluto, el cual es la divinidad inmanente sujeta a un proceso necesario y progresivo; Dios convirtiéndose en el mundo. Luego, tenemos a un Dios rudimentario en su primer momento de evolución y, finalmente, un Dios completo que es el término de todas las transformaciones resultantes de la búsqueda de la perfección.

            La filosofía de Schelling sobre la religión sufrió muchos cambios en el curso de su vida, pero puede ser reducida a un tipo de Místico-Panteísmo mezclado con algunas pocas y desfiguradas ideas cristianas. Su sistema religioso no difiere, substancialmente, de Kant; la religión cristiana es reducida a un conjunto de ideas místicas, naturalísticas y simbólicas; la encarnación de Dios sólo es una fase de la evolución divina y de la objetivación del Absoluto en la naturaleza; Jesucristo sólo es la revelación perfecta del Absoluto en el hombre y por medio del hombre; la Santísima Trinidad es el Dios inmanente que se identifica con todas las cosas, Dios Padre se encarna en Dios Hombre – esto es Teilhard de Chardin – para adquirir y manifestar toda perfección, retornando a Dios Padre, y esto es el Espíritu Santo.

            El profundo problema con Schelling, con todo su edificio filosófico, es el siguiente: La existencia del hombre, intuición intelectual inmediata del Absoluto en su esencia íntima y en sus manifestaciones – en otras palabras, tenemos a Dios en nosotros, lo conocemos, y conocemos sus manifestaciones por medio de Él mismo – cuya realidad [de esta supuesta intuición] no puede ser probada ni por la ciencia ni por la razón ni por la conciencia – nadie en sus cabales diría algo tan estúpido, lo cual existe solamente en la imaginación de Schelling, en orden a responder a las necesidades de su sistema. El mismo Schelling afirma que esta intuición es una presuposición incondicionada, la cual debe ser considerada como un don de Dios, independientemente de todo esfuerzo y estudios personales – dogma de Schelling: «no hay pruebas, pero debe ser» – ¿Pensáis haber escuchado locuras? Pues, vamos a Hegel.

Hegel, George Wilhelm Friedrich (1770-1831)

            Nacido en Stuttgart, amigo de Schelling en la Universidad de Tübingen – aquel pozo del infierno – donde realizó sus estudios filosóficos y teológicos. Al finalizar sus estudios, fue profesor en Suiza y Frankfurt, luego llegó a Jena – otro pozo del infierno – donde publicó su obra titulada Diferencia entre el sistema de Fichte y Schelling, más tarde obtuvo la cátedra de filosofía en Heidelberg y sucedió a Fichte en la cátedra de filosofía en Berlín, murió en 1831.

            Sus obras principales son Fenomenología de la mente, La lógica, La enciclopedia de las ciencias filosóficas, Filosofía de la ley, Historia de la filosofía, Estética y Lecciones sobre la filosofía de la religión.

Sistema de Hegel

             El Ding an sich de Kant, los noumena, que llamamos esencia, fue trasformada por Fichte en el ego, el cual es  el principio del no-ego – recordemos que el no-ego proviene del ego; el no-ego es lo que podemos llamar el objeto, o el mundo fenoménico; Schelling trasformó los noumena de Kant en el Absoluto, la unidad primitiva, indiferente y común tanto del ego como del no-ego, del sujeto como del objeto, de la naturaleza como del espíritu, en breve, el Absoluto es la esencia universal de las cosas, la fundación común e idéntica de los contrarios – es decir, donde las cosas pueden ser contrarias y contradictorias en las manifestaciones de las cosas que vemos, pero todas son Uno en el Absoluto. El Panteísmo de Fichte es un Idealismo Subjetivo; el Panteísmo de Schelling es un Idealismo Subjetivo-Objetivo; para Fichte el Ding an sich, el noumenon, la realidad, es el ego, el sujeto – él torna los noumena en el ego, mientras que el no-ego es el mundo; el objeto es meramente un fenomenon, un accidente y un modo de vivir; el ser es el ego y fuera del ego no existe verdadera realidad. En Schelling, el ser, la esencia, la realidad no son ni el ego ni el no-ego, ni la mente, ni el mundo, ni el sujeto, ni el objeto tal como son en sí mismos; la única y verdadera realidad, la esencia, es el Absoluto, el cual constituye el terreno común, indiferente  e idéntico inclusive en las cosas contradictorias; el Absoluto viene a ser la única realidad, la esencia real y única; el Absoluto es el ego y el no-ego, el espíritu y la naturaleza, lo finito e infinito; lo ideal y lo existente sólo son fases o manifestaciones o apariencias. Esta es la manera en que Hegel, correctamente, sintetiza a Fichte y Schelling.

Hegel sigue a Schelling de cerca. Transforma al Absoluto de Schelling en la Idea. Explica el origen y la naturaleza de los seres y del universo por medio de la evolución progresiva y determinada de la Idea o Absoluto. Para Hegel todo es la Idea. Sin embargo, existen profundas diferencias entre Hegel y Schelling. Hegel es mucho más sistemático que Schelling; no tiene la oscuridad ni las frecuentes contradicciones que se encuentran en Schelling

            La Idea, que es el principio, la ley y el término de la realidad existente, se manifiesta y está determinada en la esfera de los puros conceptos y pensamientos, en la esfera de la naturaleza y en la esfera de la mente humana. A partir de esta distinción existen tres divisiones en la filosofía: La lógica, es decir la Ideaen cuanto puro concepto; La filosofía de la naturaleza, es decir, la Idea en la esfera de la naturaleza; La filosofía de la mente, en cuanto corresponde a la esfera de la mente humana. Dice que cada una de ellas representa un desarrollo y una diferente determinación de la misma Idea – está muy cercano a Schelling, en el sentido de que esta gran Idea es la fuente de todo – todas ellas descansan no en el principio de contradicción, el cual ha sido hasta ahora la base de la filosofía, sino más bien sobre este principio, a saber, que todo lo racional es real y todo lo que es real es racional. En otras palabras, la Idea, que es la totalidad del ser, todas las cosas, el Absoluto, considerado en sí misma como la noción racional, es el objeto de la lógica; considerada saliendo de sí misma para manifestarse en la naturaleza o, mejor, la naturaleza considerada como engendrada por la Idea, que es fundamentalmente inmanente [significa que está en todas las cosas], constituye el objeto de la filosofía de la naturaleza; finalmente, considerada en tanto adquiere una conciencia de sí misma en el hombre, la Idea es el objeto de la filosofía de la mente – así que esta Idea infinita adquiere una conciencia en la mente del hombre – Estas tres filosofías no son tres ciencias con distintos objetos, sino más bien tres momentos del conocimiento universal, del conocimiento absoluto, el cual consiste en conocer y afirmar que el pensamiento y el ser son la misma cosa – esto es que el sujeto y el objeto son la misma cosa – En otras palabras, la lógica es el conocimiento de las determinaciones puras de la Idea, en tanto la Idea da origen a las categorías, los elementos abstractos del pensamiento. La filosofía de la naturaleza es el conocimiento de la Idea en sus elementos externos; la filosofía de la mente es el conocimiento de la Idea en su ascenso a la mente y en el retorno de sí misma por la conciencia de la noción de la libertad. Estas tres ciencias constituyen tres partes de la única ciencia universal, que está basada en el principio fundamental de la identidad de lo ideal y lo real, del sujeto y el objeto, de la materia y el espíritu, de Dios y el hombre – así que, en este sistema, la naturaleza se hace Dios.

La lógica en Hegel.

            La lógica es la fuente o la ciencia de la Idea pura, considerada en la esfera del pensamiento abstracto, pero debemos entender algunas cosas previas. Lo que Hegel entiende por Idea es el pensamiento como razón absoluta, la Idea-Razón, la cual es, al mismo tiempo, el sujeto y el objeto del pensamiento humano, de tal modo que su realidad forma el contenido del pensamiento, en tanto sujeto que conoce, y el contenido del objeto, en tanto objeto conocido – luego es ambos, sujeto y objeto, sin distinción entre ambos – siendo el objeto conocido un puro concepto, la naturaleza y la mente – no tratéis de resolverlo – La Idea-Razón se desarrolla y está determinada progresivamente siguiendo la ley de la dialéctica, la cual es una ley inmutable, necesaria y estable; esta ley no es distinta de la Idea misma, pero es inmanente en la Idea. La ley de la dialéctica rige la evolución de la Idea en las áreas de la naturaleza y de la mente; además, la ley de la dialéctica forma el contenido real de las cosas, tal como la Idea, con la cual se identifica. De esto se desprende que la lógica es la ciencia universal y absoluta, la cual comprende todas las ciencias – se deja ver que, en Hegel, la metafísica es la lógica.

            Hegel desea mostrar que la multiplicidad de los fenomena, lógicamente, procede necesariamente de una cierta unidad primaria. Para Hegel el Absoluto es inmanente en el mundo; no es perfeccionado, como quiere Schelling, por su desarrollo en el mundo, por sus manifestaciones; en otras palabras, para Hegel, el Absoluto no es otra cosa sino el proceso mismo del devenir universal, en especial, el proceso lógico       – vemos que, para Hegel, nada es ser, sino devenir; la Idea es como un gran vórtice giratorio en constante devenir; nada llega a ser, sino devenir. La doctrina de Hegel fue condenada por el Concilio Vaticano, Denzinger 1803-1804.

            La lógica y metafísica de Hegel quiere explicar el proceso de las ideas y de las cosas. Contra el Materialismo dice que la mente y las ideas son más conocidas por nosotros que la materia, porque de la materia tenemos conocimiento inmediato, no de la materia que sólo es inteligible cuando ésta es reducida a las categorías de la razón – es cierto que no tenemos un conocimiento inmediato de la materia, en el sentido que de la materia captamos las esencias y desestimamos la materia individuada de las cosas, pero, ciertamente, retornamos al conocimiento cierto de la materia por medio del retorno a los fantasmas, de modo que podemos distinguir este gato de aquel gato; entonces, tenemos un verdadero conocimiento de la materia, pero no es un conocimiento abstracto de la materia; es un conocimiento sensitivo de la materia; es la enseñanza escolástica; pero, para Hegel todo es mental – Hegel sostiene que es en el proceso de la mente sobre las ideas y no en el proceso de la energía física donde se encuentra la causa ejemplar de todas las cosas; de este modo Hegel admite el Pan-logismo, a saber, que todo lo que es real es racional; también identifica a la metafísica con la lógica, de donde el proceso de las ideas, conocido por la lógica, es el proceso de las cosas mismas, dado que lo que es más verdadero en las cosas es el conocimiento mismo de las cosas; por esta razón, la ciencia de la razón es una ciencia universal, en otras palabras, la lógica es la metafísica.

            ¿Cuál es el proceso de las ideas? La primera idea es la idea del ser universal; sin embargo, Hegel dice que la noción del ser es tan abstracto y carente de determinación que es lo mismo que el no-ser – así que el ser es el no-ser; luego, para Hegel, el ser y el no-ser es lo mismo – porque ambos son completamente indeterminados; esta contradicción produce el devenir, el cual es la combinación del ser con el no-ser. Hegel concibe al ser como algo estático e inmóvil y, en orden a que sea devenir, a la vez, idea y realidad, debe combinarse con su opuesto, el no-ser – luego, para Hegel, el ser no es la realidad fundamental, sino, más bien, el devenir en el cual se identifican el ser y el no-ser. Hegel tiene la siguiente idea: La tesis y la antítesis generan la síntesis, lo cual es el modo en que la Idea deviene y lo cual, a su vez, se convierte en una tesis que encuentra una antítesis llegando a una nueva síntesis; de nuevo, es así como deviene la Idea y todo, incluida la historia.

La filosofía de Hegel sobre la naturaleza.

            Las cosas naturales son meramente determinaciones de la Idea en tanto se materializa ella misma en el mundo objetivo. Por medio de la naturaleza la Idea se revela a sí misma como otro ser, como una realidad diferente. Dice que el punto de partida del mundo material es la materia prima, la cual es carente de forma e indeterminada. La materia prima pasa por un proceso evolutivo, tal como el ser, y primero produce las cosas mecánicas, luego las cosas químicas y, finalmente, las cosas orgánicas – vemos en Hegel las bases filosóficas del Darwinismo; un vórtice en constante giro ascendente – en la mente de Hegel, el mundo material es el pensamiento divino y absoluto exteriorizado; la naturaleza es una inteligencia petrificada, una razón inconsciente y dormida – comprendemos lo que quiere significar cuando dice que todo lo racional es real y todo lo real es racional; todo objeto es sujeto y todo sujeto es objeto; todo lo racional es real dado que si es idea es real; todo lo que es real es racional y si existe se debe a que es idea.

La filosofía de Hegel sobre la mente.

            Aquí Hegel aplica su dialéctica acostumbrada; a saber, su triple proceso de contradicción al interior de la Idea. Para Hegel, la mente humana es, al mismo tiempo, el principio y término de la naturaleza, dado que la naturaleza es meramente la exteriorización de la Idea. Cada paso de la evolución de la Idea es un paso hacia la conciencia y la libertad. Para Hegel, la mente humana y divina son una y la misma cosa, dado que la mente humana es la última evolución de la Idea, su última aspiración – Hegel diviniza la mente humana – La mente humana es la cumbre del proceso evolutivo de la Idea, la cual es divina. La libertad es el principal don del hombre – lo cual es falso – el cual se reconoce a sí mismo como mente cuando se da cuenta de que es libre – sobre esto, digamos que la libertad es siempre una abstracción del libre albedrío; es una cualidad de la voluntad, pero no es determinada por ella hacia algún fin particular, sino que elegimos el fin por medio de ella; esto es la libertad; por otro lado, no puede ser el último fin, porque está ordenada a algo, a saber, al bien; voluntad libre está ordenado al bien, es la razón de su existencia, es la razón por la cual la puso Dios, por causa del bien; no es la más alta cualidad del ser humano, lo cual es un mito del Liberalismo [la estatua de la libertad, la deificación de la libertad durante la Revolución Francesa y la Revolución Americana, que podéis comprobar, por ejemplo,  en nuestro sistema monetario]. Insisto, la voluntad está ordenada al bien, tiene un objeto y cualquier cosa que tenga un objeto es inferior a su objeto – y Hegel continúa diciendo que el hombre se da cuenta de que, alrededor de él, existen otras mentes que también son libres. La libertad es absoluta; su efecto inmediato es el derecho. El Estado es la institución cuya misión es llevar a cabo este derecho en todas las esferas; el Estado es el representante de la libertad absoluta y del derecho absoluto. La libertad, los derechos, la razón y los intereses de los individuos deben mirar al derecho absoluto y a la voluntad absoluta del Estado – tenemos aquí el Socialismo y el Comunismo, doctrina que inspirará también al Nazismo; todo lo real es racional; todo lo racional es real; así que todo lo que tramó Hitler en su mente está bien; el individuo no significa nada; es la colectivización de la humanidad; es el Estado como última forma de la existencia humana; es el espíritu del socialismo; no cuenta el individuo, sólo el Estado; todo organizado por el Estado. Recordemos que el Comunismo es Materialismo dialéctico, entendiendo la dialéctica como hemos descrito más arriba. Marx no era idealista, sino materialista, pero concebía el mismo vórtice dialéctico, en este caso, de la sociedad, el cual finalmente produciría el Comunismo [en realidad, era un demonio, sin embargo, de hecho, el peor era Engels quien, como individuo práctico, dio la publicidad a las teorías de Marx.

            El sistema de Hegel, lógicamente, conduce a las formas más extremas del despotismo y en su filosofía se pueden ver todos los fundamentos de los Totalitarismo del siglo XX. Además, el sistema de Hegel justifica todo tipo de guerras, tanto agresivas como defensivas, como meros momentos de la evolución de la Idea – si anexáis esta Idea al pueblo alemán, entonces éste ya puede marchar a través de Europa e imponer lo que se quiera, porque todo lo que es real es racional y viceversa – el Totalitarismo pretende que el Estado es Dios, controlando todos los aspectos de nuestras vidas – así fue el Fascismo de Mussolini en Italia y, a mayor escala, el Nazismo en Alemania y el Comunismo en Rusia; éste último se diferencia del Nazismo sólo en que el Nacionalsocialismo era nacionalista versus el Comunismo soviético, el cual es internacionalista como  el Socialismo internacional, fuerza motora del Izquierdismo en el mundo, así como de Karl Marx y sus seguidores, a saber, la organización del mundo en una gran sociedad internacional, globalista y socialista bajo el gobierno de las Naciones Unidas – Bien, esta guerra agresiva no es sino una suerte de rito y paso de la Idea – la moralidad, decía Hitler, es algo propio de la sociedad burguesa, no es aplicable a los grandes hombres como yo mismo, decía; también decía «más pronto veré a los cerdos comer fuera del comedero que a los católicos recibir la Santa Comunión»; era muy anti católico y muy pro modernistas, elogiaba a los modernistas y, al mismo tiempo, odiaba a la Iglesia católica; era, quizá, más anticatólico que anti judío – Continúa Hegel diciendo que la victoria es la demostración del derecho; si se es victorioso en batalla o en la guerra, entonces se está en el derecho, puesto que es la evolución necesaria de la Idea – es la razón de los dichos de Goebbels «venceremos, porque debemos vencer», es decir, la Idea está con nosotros – Para Hegel hay dos consecuencias importantes: 1. En cada periodo de la historia hay gente que está a la cabeza de la civilización, en quienes se encarna la Idea de un modo más perfecto que en otros – Alemania – 2. La historia de la humanidad es un tipo de geometría inflexible, un proceso fatalista – vemos que la Idea es un tipo de tornado que posee su propia finalidad y fatalismo; idea muy prevalente en Nazismo, Fascismo y Comunismo.

            Para Hegel, la religión es el resultado evolucionado del arte; el hombre intenta expresar lo infinito por medio del arte. Él ve en la religión a lo infinito – separado de la materia, del mundo, del hombre – como un ser absoluto totalmente diferente del ser finito.

            La fase final de la evolución de la Idea es la filosofía, en la cual la Idea se reconoce a sí misma, no sólo como un pensamiento absoluto, a saber, como un pensamiento que es, a la vez, tanto sujeto como objeto, sino también como la identidad absoluta de todas las cosas, todo es la Idea. La Idea se reconoce a sí misma como un ser consciente y libre, como derecho, como moralidad, como el Estado. En la realidad una y suprema de la Idea toda oposición entre lo infinito y lo finito, entre eternidad y tiempo, entre materia y espíritu, entre lo ideal y lo real, entre substancia y accidente, entre sujeto y objeto, entre Dios y el mundo desaparece; todo es Uno. El devenir universal de la idea se revela así mismo como Dios – el devenir es Dios, el devenir universal es Dios – luego, Dios es el último término del devenir universal de la Idea – luego, Dios no es, sino que está siempre en proceso, no es un ser perfecto, como enseña la teología católica, sino es algo en constante devenir – Dice que este Dios no es un ser especial, distinto de otros seres, mucho menos distinto del hombre. Dios es el ser absoluto e idéntico, en substancia y esencia, a todas las demás cosas; es la totalidad del ser; es la Idea en sí misma, considerada en su desarrollo final, en tanto en cuanto adquiere conciencia de sí misma y del hombre – entonces, este Dios adquiere conciencia de sí mismo en el hombre.

Lección 12

Crítica de Hegel.

            Es muy simple, el error fundamental de Hegel es la identificación del ser y del no-ser en el devenir, lo cual es totalmente falso. Este error es tan claro que difícilmente necesita una explicación, porque el devenir es, simplemente, estar en proceso; en otras palabras, el devenir no es una combinación de ser y de no-ser, sino un movimiento gradual hacia el término, y ese término es el ser, no una combinación de ser y no-ser; es necesario tener presente este error fundamental. El devenir es un acto imperfecto, o un ser imperfecto. Si una flor deviene un fruto, significa que procede hacia un fruto maduro como su término, pero, mientras tanto, es imperfecto, está en potencia de llegar a ser un fruto. Luego, el ser es el término del devenir. El devenir es inconcebible sin el ser, del mismo modo en que lo relativo es imposible sin lo absoluto; la misma noción de relativo implica algo absoluto que no es relativo. El ser es superior al devenir, así como lo perfecto es superior y previo a lo imperfecto, como el movimiento presupone el reposo; no se concibe el movimiento sin su término.

            La noción de una idea inmaterial siendo la realidad fundamental de las cosas materiales es también absurda ¿De qué modo algo inmaterial podría poseer extensión? Esto es algo de sentido común. Del mismo modo el Panteísmo de Hegel es también absurdo. El Panteísmo es imposible dado que perfección y simplicidad de Dios excluye su composición con seres imperfectos y limitados que encontramos en el mundo; decir que algo limitado es ilimitado es una soberana insensatez.

            El ser es la base de toda la metafísica escolástica y aristotélica; para Hegel, la base de la metafísica es el devenir, es decir, para él todo es devenir, nada es nunca, sino deviniendo en algo; esto lo podemos ver en Henry Bergson. Recordemos que la metafísica escolástica enseña que el devenir es la imperfección del ser; recordemos también que Aristóteles definía el movimiento [el devenir] como actus entis in potentia in quantum est in potentia; así que, el devenir es un acto en potencia de algo, es un movimiento hacia algo. Cuando una flor se está convirtiendo en una manzana, significa que está procediendo hacia una manzana madura como a su fin o término, pero aún imperfecta; luego, algo puede tener ser, pero un ser imperfecto respecto a su fin. El ser es el término del devenir, el cual es inconcebible sin el ser, así como lo relativo es inconcebible sin lo absoluto y el movimiento es inconcebible sin lo fijo.  El ser es superior al devenir, como lo perfecto es superior y previo a lo imperfecto.

            La noción de una idea inmaterial como ser es también absurda ¿Cómo podría poseer extensión algo inmaterial? Además, el Panteísmo de Hegel es también absurdo; el Panteísmo es imposible, ya que identifica con Dios, quien es simple y perfecto, a una multiplicidad de seres imperfectos y limitados que se encuentran en el mundo ¿Cómo podríamos decir que un árbol es Dios, o una rana o las moscas? Hegel rechaza como falso el axioma que dice que «de la nada, nada proviene y que sólo algo real puede producir algo real», dice que esto es falso; así que dice que la nada puede producir lo real. Se muestra sorprendido de que la filosofía de su tiempo aún no se haya dado cuenta de que este axioma es falso – esto es fundamental para el Evolucionismo biológico; su rechazo al principio más fundamental manifiesta esencialmente que Hegel es un loco, dado que rechaza el primer principio de razón y, como se dijo, se mostraba sorprendido e irritado porque sus estudiantes no se daban cuenta de que el primer principio de razón no era aplicable. Es un loco porque no puede enseñar aquello sin invocar el primer principio de razón; si el primer principio de razón no se puede aplicar a todo lo que estamos diciendo, entonces todo lo que estamos diciendo sería una necedad, como la cháchara de un idiota ¿Cómo podríamos entender aquello excepto por el primer principio de razón? Esta gente está realmente enferma y, sin embargo, Hegel está considerado incluso en las grandes universidades como un dios de la filosofía moderna – Sin embargo, este absurdo principio hegeliano, este delirio, es la base de todo el Evolucionismo moderno, la base de todo pensamiento moderno referido a la ascendencia del hombre – como quiere Carl Sagan – desde las formas primitivas de la vida a lo largo de millones de años – como decía el Padre Cekada «el rayo impactando el barro en el charco», significando por «el barro en el charco» el conjunto de aminoácidos sobre los cuales el rayo haría saltar la vida hasta llegar sucesivamente, en billones de años, al hombre.

            No olvidemos que, para Hegel, Dios ni siquiera es el ser absoluto de Schelling ni el Ego puro de Fichte, sino el movimiento en sí mismo, la sucesión indefinida, la generación perpetua de las cosas; en consecuencia, Dios nunca existe y no podría existir como el ser absoluto, sino como resultado y expresión del proceso universal, de la elaboración continua, como el ser que está en proceso de devenir, siempre sujeto al devenir y en formación – el cardenal González, el mejor tratadista sobre la historia de la filosofía, dice que, si la privación de nuevas gracias en que se incurre al caer en nuevos pecados constituye uno de los más grandes castigos que Dios inflige a los hombres por su rebelión y desprecio de la voluntad divina, entonces muy bien podemos decir que aquel error, aún en su forma más brillante y seductora, es el más grande de los castigos de la razón humana cuando, arrastrado por el orgullo, ataca al trono del Altísimo; este es el pensamiento que surge espontáneamente en el corazón del cristiano ante la presencia de este desvergonzado Panteísmo ateístico que se encuentra en la base del sistema hegeliano y que representa el esfuerzo más prodigioso de uno de los intelectos más potentes que han aparecido en la historia [probablemente, en el nivel de la inteligencia de Santo Tomás de Aquino] Está claro que el Panteísmo, que es esencialmente ateístico, es la última palabra de esta idea que nos deja perplejos debido a su profunda originalidad, la última palabra de la unidad fascinante de sus aplicaciones y de las vastas proporciones del sistema filosófico de Hegel; es la coronación de esta pirámide orgullosa y colosal  de los tiempos modernos la cual, aunque no tiene base alguna y constituye la negación de Dios en su vértice, contiene la revelación más sorprendente de la razón humana y demuestra que, si Hegel hubiese sido fiel a la inspiración cristiana, el Aristóteles de los tiempos modernos, el pan-logista de la Idea, habría sido el Santo Tomás del siglo XIX [es decir, si él hubiese sido católico, hubiese sido uno delo más grandes filósofos católicos de la historia]

Revisión del periodo idealista

            Es necesario recordar que, en la filosofía de Emanuel Kant, se observan dos corrientes: El Agnosticismo, a saber, aquello que heredó de los empiristas – en especial Hume – y el Idealismo heredado de los idealistas – en especial, de Descartes – Kant acepta el empobrecimiento del objeto por parte de Hume cuando dice que el objeto es noumena y todo lo que tenemos es fenomena; esto es, esencialmente, Hume; todo lo que tenemos son apariencias y experiencias. Luego, toma de Descartes todo lo referente a las ideas innatas y las desarrolla en todo un sistema del cual forman parte las categorías, etc. Así que toma lo peor de ambos.

            El Agnosticismo de Kant se puede ver en su fenomenología, según la cual él reduce la experiencia humana a meros fenomena, meras apariencias, meras experiencias. Según Kant, no tenemos conocimiento alguno, de hecho, dice, no podemos obtener conocimiento del noumena, a saber, de las cosas como son en sí mismas, de las esencias de las cosas sino, más bien, sólo conocemos apariencias, o sea, el lado empírico de Hume. Por otro lado, vemos su Idealismo en su sistema sobre las categorías, por medio del cual organiza los fenomena y nos informa que nuestras nociones de existencia y causalidad, sólo por mencionar dos de sus categorías, provienen de nuestras mentes y no de la realidad; esto es Descartes, quien comenzó todo esto; con razón es llamado «el padre de la filosofía moderna»; por sus ideas innatas nada conocemos por los sentidos, todo proviene de nuestras cabezas.

            En efecto, Kant hace del hombre un Dios; sin embargo, es Dios impone sus ideas sobre la realidad; todo lo que existe en la realidad es el resultado de las ideas divinas. Dios tiene infinitas maneras por las que imita su esencia; las ideas divinas son como la impronta de Dios en las creaturas; cada creatura es una imitación de la idea divina; es Dios quien impone sus ideas en la realidad. Si, por el contrario, decimos que es el ser humano el que impone su mente en la realidad, hacemos del hombre un Dios – «seréis como Dios, tendréis la ciencia del bien y del mal» – en otras palabras «nadie tiene que deciros qué pensar o hacer. Recordemos su objeción a la «heteronomía», es decir, a la ley que proviene de afuera; si observamos la ley, es porque lo queremos; nadie debe imponer la ley sobre nadie.

            Debido a estos dos errores en Kant, en el siglo XIX, vemos dos tendencias fundamentales en filosofía. Acabamos de revisar la tendencia idealista alemana en Fichte, Schelling y Hegel – son los principales, aunque hay otros – Hegel lleva al Idealismo de Kant a su término lógico haciendo del hombre un dios y autor de la realidad. Recordemos que Fichte decía que la humanidad es Dios; esto proviene de Kant. El entendimiento de Kant es muy importante para el entendimiento de toda la filosofía moderna y de todas las tendencias políticas modernas de todo tipo, tendencias culturales, arquitectura, arte abstracto – lo podéis ver en aquellas malsanas esculturas enfrente de los edificios.

            Ahora, veamos el lado agnóstico de Kant: esto lo podemos constatar en los sistemas filosóficos del siglo XIX, los cuales niegan la facultad de la razón para conocer la realidad y, al mismo tiempo, sólo admite el conocimiento de las apariencias; esto es Kant, el agnóstico; a saber, el agnóstico profesa que no se puede conocer el noumena – recordemos que en Hume no podemos conocer el objeto fuera de nuestras mentes y que sólo tenemos un conocimiento sensitivo, el cual no nos confiere idea alguna del objeto, tampoco de la causalidad – recordad su ejemplo de las bolas de billar. Bien, este es el lado materialista y empirista de Kant. Hay toda una escuela que sigue este lado de Kant; también los modernistas lo seguirán [no se puede demostrar la existencia de Dios] lo cual, entre otros errores, está condenado en la Encíclica Pascendi.

El Tradicionalismo.

            Este es un error en el siglo XIX basado en la destrucción de la razón por Kant, en el sentido de destruir la capacidad de conocer el objeto, de hacer metafísica sobre esto, de descubrir la esencia de las cosas. Su gran figura es Luis Gabriel de Bonald [1754-1840], proveniente de una antigua familia noble de Provenza, en el sur de Francia, educado en el Colegio Oratoriano de Juilli; después de servir en la artillería logró un puesto en la administración local de su provincia de origen. Fue elegido para los Estados Generales en 1789, como diputado de l’Aveyron. Se opuso tenazmente a la legislación sobre el Estatuto Civil del Clero, emigrando en 1791 – luego, estaba en el lado corrrecto durante la Revolución – ingresando al ejército del Príncipe de Condé – en la zona del Rhin se encontraban las fuerzas que resistían la Revolución y leales al rey; sin embargo, sin éxito. Se estableció en Heildelberg, donde escribió su primera obra importante, fuertemente conservadora Teoría del poder político religioso, condenada por el Directorio, órgano que asumió Francia al finalizar la época del terror en 1794 por algunos años, llegando posteriormente a los cónsules en 1799 – Napoleón llegó a ser uno de éstos, quien doblegó al sistema participando en el golpe de estado contra el sistema consular y la Constitución existente, convirtiéndose en Emperador; por lo demás, en Egipto, donde cumplía funciones, se había declarado Musulmán – A su regreso a Francia, de Bonald se encontraba bajo sospecha, por lo cual inicialmente vivió en la clandestinidad. En 1806, junto a Chateaubriand que era uno de los liberales de los inicios del siglo XIX, colaboró en la edición del Mercure de France. Dos años más tarde fue nombrado canciller de la Universidad Imperial, bajo el régimen de Napoleón, a la cual antes había atacado frecuentemente – vemos que hacía las paces con Napoleón – Después de la restauración borbónica llegó a ser miembro del Consejo para la educación pública – la restauración borbónica fue en 1814, interrumpida en 1815 por el retorno de Napoleón que luego fue derrotado en Waterloo, luego de lo cual Luis XVIII retornó a Francia y vivió hasta 1821; fue sucedido por Carlos X, quien era otro hermano de Luis XVI, como también lo era Luis XVIII; ambos hermanos eran francmasones; fue Carlos X quien antes había presionado a su hermano Luis XVI, en 1774-1775, para no exiliar a Voltaire que había sido exiliado bajo Luis XV, pero había regresado durante Luis XVI – Luego, entre 1815 y 1822, de Bonald sirvió como diputado en la Cámara de Diputados. Sus discursos eran extremadamente conservadores; abogó por la censura literaria – vemos que sus instintos eran bastante buenos. En 1825 defendió con vehemencia la pena del acto de sacrilegio, incluida la pena de muerte bajo ciertas condiciones, el cual siempre había existido en Francia antes de la Revolución, aún bajo Luis XVI. En 1822 de Bonald fue designado ministro de estado y presidió la Comisión de Censura. En los años siguientes fue reincorporado a la nobleza, condición que había perdido cuando rehusó tomar el juramento debido a Napoleón en 1803. En 1816 fue nominado a la Academia Francesa. En 1830, año en que Carlos X fue exiliado, se retiró de la vida pública.

            De Bonald fue el principal exponente del Tradicionalismo. Decía que la historia de la filosofía demuestra que la razón humana es incapaz de llegar al conocimiento de verdades filosóficas, luego, acepta la idea de Kant de que la metafísica es imposible y, con esto, también de Hume, quien sostenía que no podemos conocer verdades filosóficas. Consecuentemente, acepta el agnosticismo de los empiristas y, quizá inconscientemente, de Kant. Vemos que estas ideas circulaban profusamente en Europa, incluso entre gente buena y decente. De Bonald era un hombre muy católico; sin embargo, había en él una desconexión entre la fe y su filosofía. Decía que el criterio supremo de la verdad es la tradición, esto es que sólo conocemos lo que hemos aprendido por la tradición, lo que se nos ha transmitido, incluso las cosas naturales.

            Otro exponente de la tradición fue Félicité de Lamennais, famoso liberal, fanático de la libertad religiosa. Al igual que de Bonald, sostiene la incapacidad de la mente para conocer la verdad filosófica y su incapacidad para alcanzar certeza. Para él, el criterio de verdad es la razón colectiva, el consenso universal de la humanidad, como los demócratas. Además, confunde la filosofía con la teología cuando dice que Dios es el primer objeto de la filosofía y que la tradición debe ser suplementada por la fe; dice que la Trinidad es objeto de la especulación filosófica. Agrega un elemento de Panteísmo afirmando que existe sólo una substancia, Dios.

            Aunque la tradición no es un desarrollo importante de la filosofía, su popularidad en el siglo XIX es indicadora de la influencia del agnosticismo del siglo XVIII.

Crítica del Tradicionalismo.

            Aunque este movimiento fue creado para contrarrestar la destrucción de la religión en el siglo XIX, sólo sirvió para beneficiar la destrucción. En general, fue un intento piadoso de salvar la religión después del huracán kantiano, como hemos visto; sin embargo, aceptaron todo lo que aquellos racionalistas, idealistas y empiristas decían, al menos implícitamente, abandonando la idea de que podemos conocer las cosas con certeza. La apropiada respuesta al agnosticismo del siglo XVIII es Aristóteles y Santo Tomás, no el Tradicionalismo; pero los tradicionalistas, de hecho, aceptaron los supuestos del siglo XVIII y trataron de alcanzar certeza por medios no filosóficos, tales como tradición humana, consenso general e incluso la fe sobrenatural. El Tradicionalismo, como error teológico, en tanto niega la posibilidad de conocer la existencia de Dios por la razón, fue condenado por la Iglesia; existe un anatema del Concilio Vaticano I que dice si alguno dice que la existencia de Dios no puede ser demostrada por la razón, sea anatema.

Lección 13

El Positivismo

Auguste Comte (1798-1857)

            Nacido en Montpellier. Después de asistir al Lycée Joffre y a la Universidad de Montpellier, fue admitido en la Escuela Politécnica de París, Institución que era famosa por su adhesión a las ideas francesas del Republicanismo y el progreso, es decir, del izquierdismo; Escuela que cerró en 1816, probablemente a causa de la restauración borbónica, tiempo en que el Republicanismo estaba en decadencia – es la razón por la cual Beethoven compuso la oda de Schiller sobre la alegría, la novena sinfonía, escrita en los años 1820; una oda a la alegría de un mundo humanitario – Es el fundador de la escuela positivista; una especie de versión francesa de Emanuel Kant. Dice que la metafísica, como ciencia de las primeras cosas es imposible – esto es Kant – que la búsqueda del Absoluto es un sueño, porque el Absoluto es inaccesible a la mente humana no sólo en filosofía, sino en todo – así que rechaza el trascendentalismo germano – Para observar, analizar y clasificar diversos hechos y determinar por inducción las leyes que gobiernan la existencia de los fenómenos sensibles, se ha de tener especial cuidado de excluir cualquier noción metafísica; es la única manera de llegar al conocimiento de la realidad – En esencia este es el método de la ciencia experimental; está diciendo que la ciencia experimental realiza experimentos y, a partir de patrones que resultan del mismo experimento, los científicos establecen ciertas leyes o primeras hipótesis y después leyes generales; todo esto es legítimo en la ciencia experimental. Pero la metafísica va en la vía opuesta, es decir, descendiendo desde las esencias hacia abajo, es deductiva; el otro camino es inductivo [si vemos diez aves y vemos que tienen dos patas, inducimos que las aves deben tener diez patas] y es legítimo, suponiendo que se cuenta con suficiente número de casos o ejemplos – El punto es que Comte está diciendo que la filosofía debe ser realizada en la misma manera. Dice, en consecuencia, que la verdadera filosofía debe rechazar todo ser teológico y toda realidad metafísica; aplica el método científico experimental a la filosofía, lo cual es ridículo.

            Dado que, para la filosofía positiva, tanto el Absoluto como las primeras causas son completamente desconocidos e inaccesibles a la razón, el Positivismo no es ni teísta ni panteísta ni ateísta y, considerado teológicamente, no es ni inmanente ni trascendente; es decir es totalmente no religioso; nada podemos saber de Dios. En la filosofía positivista se despoja de todo valor objetivo a toda doctrina teológica o metafísica; para ésta no existe otra verdad ni realidad fuera de las que puede certificar la ciencia positiva. No olvidemos que el siglo XIX se embriagó de orgullo por sus avances científicos y Comte era reputado como el sumo sacerdote de la ciencia experimental, bajo cuyo ámbito y competencia incluyó también a la filosofía. Desarrolló lo que él mismo denominaba «el lado constructivo» de su filosofía, bajo el título de «Los tres estados»; según Comte, el desarrollo progresivo de la humanidad en el espacio y en el tiempo a tenido lugar sobre la base de tres estados fundamentales y evolutivos, los cuales representan los tres estados de la mente humana: Cuando la mente fija su atención y su actividad en el mundo y sus apariencias, busca el origen de estas cosas en seres sobrenaturales o fuerzas invisibles, momento que él denomina «estado teológico». El segundo es el «estado metafísico», en el cual la humanidad explica el mundo y sus fenómenos por medio de hipótesis metafísicas, por conceptos a priori e ideas abstractas [cf., Kant]; así, la hipótesis metafísica supera a la ficción teológica. El tercer estado es el de la «ciencia positiva» en el que el mundo y sus fenómenos son analizados en sí mismos y explicados por sus causas inmediatas y homogéneas; este estado es el de la única ciencia verdadera.

            Aunque Comte anatematiza la religión, con todo, propone una religión de la humanidad y llama a instituirla y organizarla. Para él, existe un único y gran ser del cual los individuos son meramente sus órganos – ¿cómo lo sabe? ¿acaso realizó algún experimento para certificarlo?

            Otros adherentes a su sistema son Littré, francmasón, famoso por su Diccionario de la lengua francesa, Stuart Mill [abominable] y Herbert Spencer [aún peor], ambos británicos.

Crítica del Positivismo.

            El Positivismo es la conclusión lógica del Agnosticismo kantiano, de la misma manera en que el Evolucionismo panteísta de Hegel es la conclusión lógica del Idealismo kantiano. Podemos ver que hay dos cauces que emanan de Kant; algo similar a lo del arzobispo Lefebvre con su doble posición, causa, a su vez, de las dos posiciones del movimiento tradicional – por supuesto, no estoy comparando al arzobispo con aquella gente, de ningún modo; tan sólo poniendo de relieve aquellas dos corrientes que caracterizaron al siglo XIX – El Positivismo no es fundamentalmente diferente del Empirismo inglés del siglo XVII.

Panteísmo del siglo XIX después de Hegel.

            Ya hemos examinado el Panteísmo de Hegel, quien ve la realidad primera y fundamental como una Idea en constante proceso; todo, para Hegel, es la Idea. La primera crítica de Hegel es ¿Quién tiene la Idea? En segundo lugar, dado que toda idea es una imagen ¿De qué es imagen la Idea? En Hegel la Idea está en constante movimiento, como una gran caldera en ebullición, nunca es la misma, sino siempre en el Devenir, el Ser nada significa para Hegel. En su sistema las cosas materiales son meramente momentos o manifestaciones – así que vosotros sois únicamente manifestaciones de la Idea.

            También hemos examinado el Panteísmo de Spinoza, quien confunde el término substancia con algo que existe en sí mismo. Todo es Dios porque es substancia.

Karl Krause (1781-1832)

            El primero es Karl Krause; podemos observar una pesada influencia germana en el Panteísmo – originario de Eisenberg [montaña de hierro] donde realizó su primera educación, para luego pasar a Jena – una especie de pozo del error – donde estudió filosofía bajo Hegel y Fichte; fue nombrado docente privado [Privat Dozent], una especie de profesor privado, como un tutor no contratado por la Universidad, pero facultado para enseñar en 1802, año en que imprudentemente contrajo matrimonio con una mujer sin dote; dos años más tarde la falta de alumnos lo obligó a moverse a Rudolstadt y luego a Dresden donde impartió clases de música; en 1805, madurando su ideal de una sociedad universal, fue iniciado en la francmasonería cuyos principios parecían ir en la dirección que él deseaba. Publicó dos libros sobre la masonería Die drei ältesten Kunsturkunden der Freimaurerbrüderschaft [Los tres documentos más antiguos sobre las artes de la hermandad francmasona] y Höhere Vergeistigung der echt überlieferten Grundsymbole der Freimaurerei in zwölf Logenvorträgen [Mayor espiritualización de los símbolos tradicionales auténticos de la francmasonería en doce ponencias en la logia], pero estas obras no fueron del agrado de los masones. Vivió por un tiempo en Berlín y se hizo docente privado sin lograr una cátedra, por lo cual se trasladó a Gotinga y, finalmente, a Múnich, donde murió a causa de un accidente vascular cerebral justo después de haber conseguido una cátedra.

            Krause profesa el Panteísmo psicológico, a saber, que nuestro ego o conciencia se identifica con la conciencia universal. El principio de todo conocimiento debe ser obtenido de nuestro ego – conciencia universal, como un único gran computador al cual nos encontramos conectados, de donde procede todo conocimiento – El ser eterno, o Dios, se manifiesta en nosotros y a través de nosotros – aquí tenemos a nuestro Modernismo – todos los demás seres externos son fantasmas o modificaciones por los cuales el ser infinito se hace conocido para nosotros. Krause quiso conservar la existencia de un Dios personal; sin embargo, dice que el mundo, de alguna manera, es una parte de Dios, que el mundo y Dios están en una sola esencia, pero Dios es toda la esencia, mientras que el mundo no es toda la esencia. Dios es toda la esencia, infinita y total, fuera de quien no hay nada. Dios es el ser infinito e indeterminado – notad que «indeterminado» significa algo que no tiene naturaleza – Todo ser y, consecuentemente Dios, es todo lo que existe y es inmanente en todas las cosas – esto es estándar y común panteísmo, todos ellos dicen lo mismo salvo pequeñas diferencias – La esencia de Dios, considerada como esencia una, total e infinita, contiene en sí todos los seres finitos, no sólo como la causa contiene el efecto, sino como el todo contiene la parte. La vida de Dios está en un perpetuo devenir. Si el hombre está esencialmente contenido en la vida de Dios, entonces vivir significa realizar la esencia divina, transformando en acto lo que en Dios es sólo posible y virtual – de modo que él ve a Dios en expansión y en perfeccionamiento.

            Dice que la libertad sólo es el desarrollo y realización de la esencia y de la vida de Dios, es eternamente producida en Dios y por Dios. De esto es necesario concluir que incluso el mal uso de la libertad es producido en Dios y por Dios.

            Krause incorpora un aspecto curioso y místico en su filosofía, a saber, que los seres humanos constituyen sólo humanidades parciales, los cuales, al mismo tiempo, retienen una conciencia de su unión con otras humanidades; de esta manera, dado que en todas las humanidades cada individuo es meramente una fase, los discípulos concluyeron que el alma no es inmortal, en sentido propio del término, y negaron la vida eterna como premio de la virtud en esta vida. Krause, incluso, cree en la reencarnación de las almas en otros mundos en otras humanidades – esta teoría está estrechamente ligada al espiritismo y a la teosofía.

Crítica de Krause.

            Es obvio que la conciencia no es el principio ni la fuente de todo conocimiento. Además, si Dios es una sola esencia con el mundo, entonces pierde su esse personal y ya no sería acto puro. Luego, en Krause recurren todos los absurdos del Panteísmo general.

Arthur Schopenhauer (1788-1860)

            Nació en Danzig, Polonia, en una familia de clase media de comerciantes, antinacionalistas, lo cual, siendo Danzig anexada a Prusia, era como declararse de izquierdas. Después de la anexión de Danzig, la familia se mudó a Hamburgo. Posteriormente, a la muerte de su padre, su madre se mudó a Weimar. Schopenhauer, tras permanecer una corta temporada en Hamburgo se volvió a reunir con su madre. Estudió en la Universidad de Gotinga y fue galardonado con un PhD. de la Universidad de Jena, obteniendo un profesorado en la Universidad de Berlín. Fue objetor de Hegel y decidió asistir a las clases de Fichte y del teólogo Schleiermacher, fundador del Protestantismo liberal y precursor del Modernismo con su idea de la «experiencia religiosa» – el Modernismo apareció en el Protestantismo mucho antes que en el Catolicismo, fue el producto del Iluminismo del siglo XVII y fue abrazado por los protestantes mucho más que por los católicos; sin embargo, alrededor de 1880, comenzó a penetrar entre los católicos sobre las Sagradas Escrituras – por lo demás, Schleiermacher era un erudito en las Escrituras. Aunque Schopenhauer había comenzado a reaccionar al Idealismo extremo de Fichte, osadamente comenzó a agendar sus propias conferencias, exactamente al mismo tiempo que su enemigo acérrimo, Hegel, siendo este último muy popular, cosa difícil de entender dada la imposibilidad de su filosofía. No le fue bien, por lo cual prometió no volver a enseñar en una universidad. Su salud se deterioró a partir de 1860, muriendo el mismo año a la edad de 72 años.

            Se declaró como kantiano y despreció a Hegel. Formuló una filosofía pesimista, la cual ganó importancia y apoyo tras los fracasos de las revoluciones germanas y austriacas de 1848 – en 1848 ocurrió una revolución en toda Europa, planificada por los francmasones e izquierdistas para derribar las monarquías e instalar repúblicas de carácter izquierdistas en sus países y, aunque lograron avances en Alemania y Austria, no tuvieron éxito, continuaron las monarquías, las cuales cedieron a ciertas demandas de los revolucionarios en 1848. En aquel año, por ejemplo, hubo revolución en Italia, Garibaldi invadió Roma; también hubo varias revoluciones en Francia que finalizaron en Napoleón III – 1848 fue, en general, un mal año en Europa.

            Schopenhauer fue influenciado por el Idealismo de Fichte, declarando que no hay objeto sin sujeto; es decir, nada existe si no hay un sujeto cognoscente; el intelecto se impone sobre el objeto. Niega la realidad objetiva de las cosas fuera de la mente – por ejemplo, una gran roca no existe fuera de mi mente, aunque ruede hasta golpear mi cabeza – Dice que la esencia del hombre y del universo es la Voluntad. Profesó el sistema denominado Fatalismo, a saber, el de una voluntad perversa y fatal; existe una voluntad maligna que opera todo el universo – Schopenhauer y Nietzsche contribuyeron mucho al Nazismo – La Voluntad determina nuestro conocimiento y constituye la realidad – significa que aquello que queramos que sea verdadero, simplemente es; algo similar a lo de Goebbels ante el cruce del Rhin por los aliados cuando dijo «vamos a vencer porque debemos vencer», es decir, hay un voluntarismo en la idea de una prevalencia de la Alemania Nazi, y esa voluntad debe suceder – Para Schopenhauer, la Voluntad no sólo significa elección racional, sino también instinto ciego, como la voluntad de vivir. Dice que existe la Voluntad que todo permea y todo produce como una fuerza natural en el mundo; se manifiesta en todos los movimiento instintivos, mecánicos y vitales de los seres naturales; de modo que, ya no es la Idea sino la Voluntad.

            Schopenhauer se declaraba pesimista. El hombre se hace miserable a sí mismo debido a la instintiva búsqueda de la voluntad para vivir – así que ya sabéis que cuando vais a comprar víveres para vivir estáis haciendo a otros miserables.

Crítica.

            Algunos han dicho que la filosofía de Schopenhauer es una locura; más bien debe llamarse pan-satanismo antes que Panteísmo. Dignos de mención entre los seguidores de Schopenhauer son Eduard von Hartmann, quien intentó conciliar a Schopenhauer con Hegel; también Richard Wagner y Friedrich Niezsche.

Eduard von Hartmann (1842-1906)

            Nacido en Berlín y falleció en Gross-Lichterfelder. Realizó la mayor parte de su obra en cama, mientras sufría de grandes dolores. En 1864 comenzó a preparar su obra principal La filosofía del inconsciente.

            Creó el sistema del ser inconsciente. Dice que el principio de las cosas es la identidad de la voluntad con el conocimiento, lo cual está impregnado por la representación, la cual, a su vez, debe carecer de toda conciencia, dado que es imperfección e involucra el fracaso; por esta razón, el principio de las cosas es la inconciencia. El mundo es sólo una apariencia de esta voluntad. Todas las cosas son Uno. El hombre está constituido por la inconciencia; no tiene otra inmortalidad que aquella que obtiene como fenómeno o manifestación de la substancia divina, debido a su unión con el Inconsciente – así que, en lugar de la Ideatenemos el Inconsciente – El Inconsciente evoluciona en tres fases, a saber, en el Paganismo, en el Cristianismo y en los tiempos modernos; estas tres fases son tres fases de la evolución.

Crítica

            Esta teoría es realmente una necedad y gravemente injuriosa al verdadero Dios glorioso, quien contiene en sí todas las perfecciones, no carece de conciencia y no se puede desarrollar por representaciones ni apariencias. No es una gran figura, tuvo una figuración ocasional.

Friedrich Nietzsche (1844-1900)

            Él fue más importante. Encontraba que la vida era odiosa y huyó de la compañía humana. Fue mucho más pesimista que Schopenhauer. Sorprendentemente odiaba su Alemania natal, en particular el Nacionalismo germano. Terminó su vida en la locura. A pesar de su extrañeza y alteración psicológica, Nietzsche fue de enorme influencia en el mundo. El dramaturgo inglés George Bernard Shaw, socialista, consideró a Nietzsche como su único maestro. Ningún otro filósofo tuvo una influencia mayor sobre Adolfo Hitler que Nietzsche. Su obra más famosa es Así habló Zaratustra, es decir, Así habló Zoroastro, el antiguo dios de Persia. Nietzsche consideró a Zaratustra como el autor de aquel más portentoso error de la moralidad y pensó que el mismo Dios debió reconocer su error. Nietzsche rechaza la propia responsabilidad y pecado del hombre. Los códigos éticos son sólo para la gente común [típico de Hitler]; dice que el nivel apropiado para la humanidad no posee códigos morales burgueses – así que la sola idea de invasión, guerras, respeto de los tratados, etc., es algo para los burgueses, para la gente inferior – esto está en los escritos de Hitler. El hombre superior no está sujeto a la moralidad – es algo que también está ligado a la cultura alemana; los alemanes son los hombres superiores y todos los demás son Untermenschen [gente de segundo rango], especialmente los polacos y todos los demás pueblos eslavos del Este; así que consideraban que podían marchar por sobre aquellos Untermenschen; esto fue lo que los llevó a la locura de invadir Russia.

            Para Nietzsche hay dos morales: la moral del amo y la moral del esclavo [todo esto es muy teoría nazi]. El hombre común, privado de ingenio, debe obedecer códigos morales y órdenes, pero el hombre superior, el señor, no está obligado a tales cosas, sino que hace sus propios valores y no está sujeto a los juicios del hombre inferior. Él era declarado antidemocrático [lo que también era muy hitleriano; Hitler despreciaba la democracia] y también creía que hay razas y naciones dominadoras, las cuales también están por sobre la moralidad; unos pocos hombres fuertes son merecedores de todo el resto del mundo, de hecho, ellos son el mundo, el único mundo que merece ser tal. El hombre débil e indigno debe aprender el auto sacrificio y dejar la práctica de la auto afirmación al hombre superior [esto está en la introducción de su obra Zaratustra; es como el manual nazi] Aplica la teoría de la evolución al hombre superior; así como el hombre evoluciona de especies inferiores, así también el hombre superior evoluciona del hombre inferior. Estaba a favor de la eliminación del débil y del parasitario [exactamente como hicieron los nazis, aunque no públicamente] Dice que siempre existe un conjunto de personas que desvitalizan al fuerte, porque están en constante necesidad de cuidados y asistencia; esta gente debe ser abandonada a la muerte. El débil y fracasado debe perecer e incluso debemos ayudarlos a perecer; este es nuestro amor por la humanidad.

            Nietzsche odia a Cristo [así como Hitler] y lo llama el indecente que testificó ser la verdad…Tú, oh, Zaratustra, pasáis junto a él y clamáis ¡no, no y tres veces no! De los cristianos dice ¡oh que alguien los salve de su salvador! Recordemos a Hitler, quien dijo preferiría ver a los cerdos comiendo en el comedero que a los católicos recibiendo la santa comunión, aun cuando él mismo fue criado como católico. Nietzsche escribió el más grande evento de los tiempos recientes, a saber, que Dios está muerto; que creer en el Dios cristiano es indigno – había ya echado las primeras sombras sobre Europa – y, al menos, dice, el horizonte se despliega libre ante nosotros aunque de seguro no es brillante;  el océano, nuestro océano, se extiende abierto ante nosotros; quizá nunca hubo un océano tan abierto; lo que éste está diciéndonos es que el fin de la creencia en el Dios cristiano pavimenta el camino para una nueva civilización, la cual tendrá como fin la vida de este mundo [Bergoglio]. Profetizó que, a la muerte de Dios, inevitablemente, seguiría, tarde o temprano, el rechazo de valores absolutos y de la idea de una ley moral objetiva y universal. Nietzsche, como nihilista, no cree en valores, moral ni propósito alguno de la existencia. Además, predijo guerras más grandes y guerras ideológicas como nunca fueron vistas en el mundo a causa de los cambios radicales en las ideas y de la eliminación final del Cristianismo [recordemos que él murió en 1900]. También declaró que la voluntad de poder es la realidad fundamental; este mundo es la voluntad de poder y nada más.

Crítica de Nietzsche.

            Es muy necesario dejar en claro que tan erróneas son sus doctrinas como el modo en que lo son. El término «monstruoso» sería el mejor término para describirlos, pero, a pesar de estas cualidades negativas y a pesar del hecho de que él padecía de locura, sucedió que Nietzsche se convirtió en uno de los filósofos más influyentes del siglo XX. Su clara influencia sobre Hitler y los desvaríos del delirante Nietzsche pueden ser indicados como directos responsables de las monstruosas ideas del Nacionalsocialismo y de la Segunda Guerra Mundial, los cuales no sólo infligieron muerte sobre sesenta millones de personas, sino que, además, llevaron al mundo hacia una convulsión social y política de la cual aún no se ha recobrado. También cabe agregar que sus afirmaciones sobre la decadencia de la civilización cristiana son, esencialmente, verdaderas. Es cierto que Europa, como resultado de la impiedad del siglo XVIII y las revoluciones del siglo XIX, ha llevado a cabo la muerte de la herencia antigua tanto cultural como religiosa [tales como, la Revolución Francesa, verdadera catapulta de todo esto, pero, básicamente, el pensamiento del siglo XVIII, causa, a su vez, de aquélla; tales como el Iluminismo] y estuvo lista para reemplazarla por los brutales y paganos sistemas que leemos tanto en las páginas de Nietzsche y Engels como de los judíos y francmasones, todos los cuales han querido construir una nueva civilización sobre las cenizas de la civilización cristiana; y aquí estamos, listos para el gran reseteo, para una nueva civilización sobre las cenizas de la civilización cristiana – es la razón de la importancia de este curso.

Ludwig Feuerbach (1804-1872)

            Uno de los hegelianos de izquierdas [que también los hay de derechas]. Se ha mencionado que Nietzsche había dicho que Feuerbach significa «arroyo de fuego». Tuvo la intención de seguir una carrera eclesiástica, pero, bajo la influencia de su profesor, Karl Daub, fue llevado al interés por la filosofía predominante, la de Hegel y, a pesar de la oposición de su padre, se dirigió a Berlín para estudiar bajo aquel maestro en persona; pero, después de dos años de estudios, la influencia hegeliana comenzó a flaquear. En todo caso, Feuerbach se asoció a un grupo denominado «Los jóvenes hegelianos», una rama radical de la filosofía hegeliana. Escribió a un amigo «no continuaré los estudios de teología, llevo a la naturaleza en mi corazón, aquella naturaleza ante cuya profundidad retrocede tanto el teólogo pusilánime como el hombre en su calidad integral» – así que se hizo humanista – Estas palabras son claves en el desarrollo de Feuerbach. Completó su educación en Erlangen, asistiendo a la Universidad Friedrich Alexander, con sus estudios en ciencia natural. Su primer libro, publicado anónimamente, Gedanken über Tod und Unsterblichkeit[Pensamientos sobre la muerte y la inmortalidad] en 1830, contiene un ataque a la inmortalidad personal y una defensa de la inmortalidad spinoziana, es decir, de la reabsorción en la naturaleza [también sostenida por Karl Rahner, quien dice que seremos reabsorbidos en el cosmos al morir]. Estos principios, combinados con su embarazosa manera de hablar en público, le impidieron avanzar en la academia. Después de algunos años de lucha, publicó su Geschichte der Neuern Philosophie; von Bacon von Verulam bis Benedict Spinoza y su Abälard und Heloise, oder der Schriftsteller und der Mensch. Llevando luego una vida rural en Bruckberg publicó Pierre Bayle, quien era una figura radical del Iluminismo en Francia en el siglo XVIII, Über Philosophie und Christenthum, el cual trata largamente de la teología y aseguraba haber probado que, prácticamente, la religión cristiana ha desaparecido, no sólo de la razón, sino también de la vida de la humanidad, llegando a ser tan sólo una idea fija en flagrante contradicción con los aspectos distintivos de la civilización contemporánea. Este ataque se continúa en su obra más importante Das Wesen des Christenthums [La esencia del Cristianismo], la cual fue traducida al inglés por George Eliot [que era mujer], al francés y al ruso; se ha dicho que su propósito, en breve, consiste en un esfuerzo por humanizar la teología [en lo cual consiste también el Modernismo] estableciendo que el hombre, en tanto es racional, es en sí mismo su propio objeto de pensamiento.

Lección 14

            Feuerbach dice que la religión es la conciencia de lo infinito de la conciencia [esto es Modernismo puro; así que Feuerbach es una gran figura en la historia del Modernismo] o, en la conciencia de lo infinito el sujeto consciente tiene, como objeto, la infinitud de su propia naturaleza – todo esto cobra pleno sentido. Dios no es otro que el hombre, es, por así decirlo, la proyección externa de la naturaleza interna del hombre.

            En su obra titulada Über Philosophie und Christenthum, Feuerbach establece que el Hegelianismo es incompatible con la religión cristiana. En su Das Wesen des Christenthums, dice que la religión es meramente una alucinación del hombre, el cual, en su deseo innato de auto elevarse objetiviza para sí mismo un objeto que no existe, su propio deseo y egotistas aspiraciones del corazón; que el hombre se glorifica y adora a sí mismo cuando rinde culto a Dios – recordemos lo que dijo Pablo VI al clausurar el Vaticano II “La religión del Dios que se ha hecho hombre se ha encontrado con la religión (porque lo es) del hombre que se hace Dios”, es decir, se ha producido una especie de amalgamiento, una fusión; todo esto proviene de estos precedentes. ¿Cómo podría no ocurrir un choque entre la religión católica y esta basura – por eso, no existe otro Dios real sino el mismo hombre y no existe otra religión sino el humanismo; no existe otra ciencia teológica sino la antropología – en otras palabras, estudiar al hombre es estudiar a Dios – Dios no es sino una objetivación que el hombre hace de sí mismo, el cual es el verdadero ser supremo – seguro que esto sube desde el pozo del infierno; todo esto resuena en aquel seréis como Dios en el Génesis.

            En el ámbito filosófico, Feuerbach profesa el Materialismo y el Centralismo. Sólo existe aquello que produce una sensación de placer; el hombre no es sino lo que come.

Johann Kaspar Schmidt (1806-1856)

            Más conocido como Max Stirner. Considerado como uno de los padres literarios del Nihilismo, Existencialismo y Anarquismo, especialmente, del Anarquismo individualista. Él mismo, personalmente, negó explícitamente sostener alguna posición absoluta en su filosofía, lo cual ya es «sostener una posición absoluta» – él como tantos otros siempre están contradiciéndose a sí mismos; cuando afirman que «no hay un principio absoluto» están afirmando, a la vez, que este es el principio absoluto; siempre hay un absoluto, siempre un principio superior – Dice, además, que si él debiera ser identificado con algún “ismo”, que sea con el «egoísmo», antítesis de todas las ideologías y causas sociales concebidas por él.

            Su obra principal es Der Einzige und sein Eigentum, también conocida como “El único y su Propiedad”, inicialmente publicada en Leipzig en 1844 para aparecer sucesivamente en numerosas traducciones y ediciones. Había asistido a las clases de Hegel en Berlín, quien se convirtió en una vital fuente de inspiración para su pensamiento y sobre la estructura de cuya obra “La fenomenología del espíritu” modeló él su propio libro. Vemos que, realmente, el hombre del siglo XIX es Hegel; influenció a una gran cantidad de gente en ese siglo.

            Mientras estaba en Berlín, se unió a aquel grupo denominado Los jóvenes hegelianos, organizados por Bruno Bauer.

            El libro Der Einzige und sein Eigentum de Stirner es, en gran parte, una polémica contra Hegel y algunos hegelianos, como Feuerbach y Bruno Bauer, pero también contra comunistas como Wilhelm Weitling y contra anarquistas como Pierre-Joseph Proudhon.

            Después de revisar el libro, Bauer se hizo aún más radical que Strauss; abrazó el Ateísmo, argumentando que el Cristianismo no sólo es infundado históricamente, sino también irracional y obstáculo para el progreso.

            Max Stirner siguió a Feuerbach en la negación de Dios y divinización de la humanidad. Para Stirner, el hombre lo es todo y es el ser supremo, nada existe por sobre el hombre, lo espiritual es una ilusión; nada más que el ego y el alimento que me nutre existe de real en el mundo.

            Stirner murió en Berlín en 1856 producto de la mordedura de un insecto. Bruno Bauer fue el único joven hegeliano presente en su funeral.

Bruno Bauer (1809-1882)

            Filósofo alemán y teólogo. Como estudiante de Hegel, Bauer fue un racionalista radical en filosofía, política y criticismo bíblico. Junto a Strauss, fueron los grandes racionalistas del criticismo bíblico del siglo XIX. Todo el modernismo comenzó tempranamente, desde 1800, en el Protestantismo. En el Protestantismo hubo una reacción en contra, pero los protestantes fueron los primeros en inventar estas cosas, extendiéndose, posteriormente, a la religión católica.

            Bauer investigó las fuentes del Nuevo Testamento y, comenzando con la orientación helenística de Hegel, concluyó que la temprana religión cristiana debe mucho más a la antigua filosofía griega que al Judaísmo.

            También es conocido por su asociación y áspera ruptura con Karl Marx y Friedrich Engels y por su asociación posterior con Max Stirner y Friedrich Nietzsche – estos últimos hacen de Marx y Engels buenos individuos – Comenzando en 1840, comenzó una serie de trabajos argumentando que Jesús fue una fusión bicentenaria de la teología judía, griega y romana.

            Después de revisar el libro, Einzige und sein Eigentum de Stirner, Bauer se hizo aún más radical que Strauss; abrazó el Ateísmo, argumentando que el Cristianismo no sólo es infundado históricamente, sino también irracional y obstáculo para el progreso.

            Muchas veces se presenta al siglo XIX como una buena época; en realidad, no lo fue; fue una época de revolución: revolución intelectual, política, etc.; marcó su gran influencia sobre el siglo XX y nuestro propio siglo. Todo esto se remite al periodo del Iluminismo, el que, a su vez, se remite a la así llamada Reforma Protestante. 1517 es el gran momento, por así decirlo.

            Algunos de los nombres más conocidos de la literatura del siglo XIX pertenecieron a los Jóvenes hegelianos, incluidos Karl Marx, Friedrich Engels, Ludwig Feuerbach y Arnold Ruge; así que aquella asociación era un nido de cucarachas. Mientras que algunos de los jóvenes hegelianos eran fanáticos subscriptores del método dialéctico de Hegel e intentaban aplicar las aproximaciones dialécticas a las conclusiones de Hegel, los miembros izquierdistas de ellos, como los recientemente nombrados, rompieron con Hegel, liderados por Feuerbach y Bauer. Ya podemos ver de donde proviene todo esto; Engels y Marx fueron los creadores del Comunismo. Adherentes de Feuerbach ¡esto proviene del diablo! ¡esto es algo del infierno!

Arnold Ruge [1802-1880]

            Filósofo alemán y escritor político. Adhirió al partido que buscaba crear una Alemania libre y unificada. En 1825 fue condenado a 14 años de cárcel por participar en protestas estudiantiles. Liberado en 1830, se estableció en Halle donde fundó su Hallische Jahrbücher für deutsche Wissenschaft und Kunst [Anuarios Halle de ciencia y arte alemanes] en que comentaba cuestiones propias del tiempo desde el punto de vista de la filosofía hegeliana, escritos detestados por el partido ortodoxo de Prusia, finalmente suspendida su publicación por el gobierno sajón en 1843. Trató de interactuar con Karl Marx como coeditor del Deutsch-französiche Jahrbücher [Anuarios francoalemanes], pero mostró poca simpatía por las teorías socialistas de Marx y lo dejó poco después. En 1848 organizó la extrema izquierda en el parlamento de Fráncfort. Por algún tiempo vivió en Berlín como editor del periódico Die Reform; intervino el gobierno de Prusia y Ruge se trasladó a París, donde intentó propiciar relaciones entre republicanos alemanes y franceses; pero luego, en 1849, Ruge tuvo que refugiarse en Londres, en compañía con Giuseppe Mazzini, la mente masónica del Risorgimento italiano junto a Garibaldi, la fuerza y Verdi, la música, todos ellos, revolucionarios; también tenemos a Cavour, primer ministro de Saboya, también muy activo en este proceso; pero Mazzini fue el verdadero conductor, anti papal y revolucionario. Junto a otros políticos fundaron el Comité Democrático Europeo, del cual Ruge se separó prontamente, trasladándose a Brighton; en 1866 y 1870, activamente apoyó a Prusia contra Austria [guerra de las siete semanas; Prusia atrajo a Austria a la guerra para golpearla después y transformarse en líder de Alemania, la cual se constituyó gradualmente como nación a partir de los años de 1840, tras haber sido dividida antes en muchos ducados, principados, etc., que luego fueron absorbidos por Prusia que dominaba en la franja norte; Prusia y Austria competían por influir sobre los demás pequeños estados alemanes. Prusia quiso emerger como el unificador del estado alemán, para lo cual necesitaron liquidar Austria-Hungría, lo cual lograron en 1866. En 1870 quisieron hacer lo mismo con Francia; Bismarck atrajo a Napoleón III a la guerra; Prusia se encontraba armada hasta los dientes, pero Francia no estaba preparada para la guerra; se desató la guerra franco-prusiana en 1870. Prusia invadió Francia, donde existía un pequeño país comunista La Commune en París; Prusia rodeó Paris que, por este asedio, sufría una gran carencia y todo tipo de necesidades. En 1871, Prusia llegó hasta Versalles, donde fue declarado el Imperio Alemán como el segundo Deutsches Reich [el primer Deutsches Reich fue el Sacro Imperio Romano, disuelto bajo Napoleón] deshecho después de la primera guerra mundial [ya sabemos lo que fue del tercer Deutsches Reich].

            Arnold Ruge repitió las mismas cosas sobre Dios y la humanidad que encontramos en Feuerbach y Stirner. Sin embargo, lo significativo en él fue su llamamiento para un humanismo integral, en reacción a Marx, cuyo Comunismo era considerado por Ruge como «unilateral» y carente de las necesidades espirituales del hombre. Este mismo tema y término serán retomados por Maritain en los últimos años 30 – Maritain escribió un libro Humanisme intégral. Problèmes temporels et spirituels d’une nouvelle chrétienté(1935). Es una obra muy significativa porque es el bautismo de la revolución. Toda aquella basura del siglo XVIII y XIX estaba necesitada de toda una dimensión espiritual; es Pablo VI, de quien Maritain fue su mentor; recordemos a Pablo VI ante las Naciones Unidas diciendo «vosotros sois la última esperanza de la humanidad»; si leéis las afirmaciones de Pablo VI, vais a ver cuán evidentes se encuentran en ellas los principios del humanismo. Esto, que progresa desde el siglo XIX, es muy significativo. Es como si se dijera «aceptamos toda esta basura del siglo XIX, pero es necesario elevarla a una dimensión espiritual, esto es el Novus Ordo. Este proceso representa un matrimonio entre el humanismo ateísta y los principios cristianos. También es el espíritu del Sillon y de la Democracia Cristiana. El Sillon fue un movimiento en Francia, comenzando el siglo XX, durante el reinado de San Pío X, el cual incorporó todas estas ideas, al igual que la Democracia Cristiana en Italia; es lo mismo, una aceptación de la revolución en salsa cristiana; es el enemigo, aún más enemigo que todas aquellas creaturas anteriores, de las cuales hemos hablado, porque está aderezado en salsa cristiana.

El Evolucionismo Idealista

            Esto es algo también muy importante. No podemos subestimar la influencia del Evolucionismo en el mundo moderno. Ya hemos examinado el Evolucionismo idealista en Hegel, así como su Panteísmo. Ahora nos corresponde examinar la influencia de un importante filósofo, Henry Bergson.

Henry Bergson (1859-1941)

            Nació en París de una familia judía polaca, siendo su madre de antepasados judíos angloirlandeses. Se familiarizó con la lengua inglesa por su madre. A la edad de 9 años la familia se trasladó a Francia, naturalizándose ciudadanos de la República.

            Su hermana Mina, contrajo matrimonio con el autor ocultista Samuel Liddell (or Liddel) MacGregor Mathers – tiene importancia ya que leeremos algo sobre él – líder del Orden Hermético de la Aurora Dorada, pareja que también se trasladó a París – podemos darnos cuenta de lo que rodeaba a esta familia – Éste fue un famoso mago y una de las figuras más influyentes en el Ocultismo moderno; sus seguidores todavía existen hoy en día. Mathers fue iniciado en la masonería en 1847 y posteriormente admitido en la Societas Rosicruciana in Anglia – los Rosacruces son los masones realmente profundos, un Orden siniestro – llegando, en cuatro años, a convertirse en miembro de su Consejo Supremo – debió ser muy siniestro – En 1903, la Societas Rosicruciana se convirtió en la Aurora Dorada. Sus traducciones de El Libro de la Magia Sagrada de Abramelin el Mago, La Cábala Desvelada, La Llave del Rey Salomón fueron justamente criticadas respecto a la calidad de sus traducciones, así como responsable de hacer extensamente disponible materias oscuras e inaccesibles al mundo no docto de habla inglesa. Tuvo tantos amigos como enemigos; uno de sus enemigos, y antes pupilo, fue Alister Crowley, una especie de rey de lo oculto. Entonces, podemos ver que este individuo se encontraba en la familia.

            Bergson publicó sus cuatro obras principales. La primera en 1889 Essai sur les données inmédiates de la conscience, seguida de Matière et mémoire [1896], luego L’évolution créatrice, la cual sería su obra principal [1907] y, finalmente, Les deux sources de la morale et de la religion [1932]. En su testamento dejó escrito que él se habría convertido a la fe católica, sin embargo no lo hizo, para no abandonar a sus amigos judíos durante la persecución Nazi.

            En su obra principal revive la antigua filosofía de Heráclito, la cual sostiene que «todo es lo mucho» – Parménides, por su parte, sostenía que «todo es uno» – Allí dice que todo está en un constante estado de flujo, porque todo es material y múltiple, sin solución de continuidad, sin elemento alguno de unidad. Para él, existir es cambiar, y cambiar constante y totalmente. Para él existir es devenir y no existe tal cosa como «ser», todo es «devenir»; el «ser» es insignificante, es algo estático, para él. No hay cosas, sólo hay acciones.

            Citas: «La cosa es el resultado de la solidificación operada por nuestro entendimiento» – o sea, obtenemos una cosa cuando se realiza un congelamiento de un momento del devenir, así tenemos una cosa. «La materia es más bien un flujo antes que una cosa»; de modo que él niega el ser y lo reemplaza por el devenir. Las consecuencias lógicas son claras: desaparece la substancia. «Sólo hay modos del ser, sin seres; sólo atributos sin un sujeto, acciones sin agentes; pasiones sin nada que las experimente; movimiento sin móviles» – si vosotros negaseis el ser y todos sus principios a favor del devenir, pues entonces lo negáis todo – «Hay cambios, pero no cosas que cambien; el cambio no tiene necesidad de un soporte; el movimiento no implica algo movible» Dice que «buscar algo que cambie meramente obedece a satisfacer nuestra imaginación».

            Bergson observa, en el proceso evolutivo, un impulso que avanza a niveles superiores; este impulso es una necesidad vital urgente, es el Élan Vital – esto tuvo una gran influencia en la Primera Guerra Mundial en el ejército francés; imaginaban que si los soldados se apoyaban en el Élan Vital derrotarían a sus enemigos – Édouard Le Roy, discípulo de Bergson, negó la necesidad absoluta y la universalidad del principio de contradicción, el cual establece que «algo no puede ser y no ser al mismo tiempo» – una vaca no puede ser una vaca y no ser una vaca al mismo tiempo; si alguno predica esto, sencillamente es un tipo chiflado, es absurdo e insano, es risible; en realidad, todo humor está basado en cierta absurdidad o contradicción; todo conocimiento se apoya en el principio de contradicción; si negamos el principio de contradicción, entonces estamos en una absurdidad radical; es lo que ha dicho Sartre, a saber, que ciertamente vivimos una absurdidad radical, todo es absurdo dicen los existencialistas; es la razón por la cual ellos tienen el teatro del absurdo [todo esto es algo muy y muy enfermo] – Y, continúa Le Roy, este principio sólo es verificable en las cosas inmóviles, pero no en el devenir mismo, el cual es la realidad fundamental. Así que, si en otras palabras el «devenir» es el «ser», entonces sería cierto, porque nada nunca «es lo que es» – decir «esta es una vaca» es algo imposible en este sistema, toda vez que ella estaría en el devenir alguna otra cosa; todo fluye.

Lección 15

            El Bergsonismo es el Hegelianismo a la inversa. El Hegelianismo es Panlogismo, es decir, «todo es la Idea»; el Bergsonismo, a su vez, es absoluto anti-Intelectualismo. Hegel reduce aquello que es de facto a deber ser; a saber, que todo hecho procede necesariamente de la Idea evolutiva; si algo existe es porque debe ser, ya que ha sido querido por el Zeitgeist. Por su parte, el Bergsonismo reduce aquello que debe ser a lo que es de facto. Para Hegel algo sucede porque es moral, es decir, ha sido querido por la Idea, para Bergson algo es moral porque sucede.

Édouard Le Roy (1870-1954)

            Nuestra vida es una creación incesante, lo cual es también verdadero para el mundo. Por esta razón, la inmanencia y la trascendencia ya no son contradictorias.

            Inmanencia significa que algo está en algo más; muchas veces, por ejemplo, se dice que Dios es «inmanente», lo cual significa que es identificado con el mundo; en cambio, si es «trascendente» significa que vive en un orden diferente del mundo. Existe el orden creado y el orden increado. Dios es trascendente, porque pertenece al orden increado. Son dos cosas contradictorias. Le Roy dice que este principio ya no es verdadero.

            Dice Le Roy que estos dos términos corresponden a dos distintos momentos de la duración: la inmanencia corresponde a lo que ha devenido; la trascendencia corresponde a lo que está deviniendo. Dice, además, que si decimos que Dios es inmanente, estamos diciendo que conocemos de él lo que ha devenido en nosotros y en el mundo; pero para nosotros y para el mundo    permanece siempre como un infinito para devenir, un infinito que será propiamente llamada una creación y no simplemente un desarrollo; desde este punto de vista Dios aparece como trascendente y es como trascendente que debemos siempre tratar a Dios en nuestras relaciones con él, según lo que hemos reconocido respecto a la personalidad divina – En otras palabras, Dios está deviniendo en nosotros. Garrigou dice que en Hegel el mundo se hace Dios, como una divinización del mundo, mientras que en Bergson es exactamente opuesto, es decir, Dios se hace mundo, al modo de una de-divinización de Dios o mundanización de Dios o secularización de Dios.

            El Bergsonismo es el verdadero espíritu del Novus Ordo; es Inmanentismo. Es la razón de las «misas de la gente»; toda aquella basura litúrgica que realizan es parte de esto. El hombre se hace divino, es la divinización del hombre. Ahora, toda la liturgia verdaderamente católica es en extremo trascendente, y no sólo aquella sino, además, todo en la arquitectura, el lenguaje, la música, el incienso, las vestimentas, el altar y su decoración, las ceremonias y, en fin, todo lo verdaderamente católico proclama un orden superior, el orden supernatural, la trascendencia de Dios. El Novus Ordo proclama, por el contrario, que Dios es parte del orden natural. En la Iglesia católica, el sacerdote expresa el orden supernatural; mientras más lo expresa, es un mejor sacerdote, lo cual es lo ideal en el sacerdocio, en cambio, en el Novus Ordo, el ideal es que el sacerdote sea uno más entre todos y presentarse como una persona vaga y mal vestida, en shorts, polera y zapatillas; los novusorditas aman a su sacerdote Novus Ordo porque lo consideran un «gran tipo», un tipo «tan humano». Esto es clave para entender el Novus Ordo y es clave para entender cuánto difiere de la fe católica; ellos enseñan que debemos «ser más humanos y encontrar a Dios en los otros». Bien, todo en el Novus Ordo cae bajo la influencia de Bergson. Para Hegel el mundo deviene en Dios; para Bergson Dios deviene en mundo. La encarnación de Dios en el mundo, prevalente en la filosofía bergsoniana va a influenciar fuertemente el pensamiento teológico en el siglo XX; tomará una fuerte connotación con la creación de un Cristo cósmico en Teilhard de Chardin, en el que Cristo se convierte en el lugar medio entre Dios y el hombre, la humanidad encarnada de Juan Pablo II; esto es también conocido como Teología de la Encarnación. Según Juan Pablo II, Dios se conecta a sí mismo en toda la humanidad y la redime por medio de la encarnación; así que todos los individuos son partes de Cristo, todo el mundo es parte de Cristo, basta ir a su primera encíclica, Redemptor Hominis. La teología católica, en cambio, enseña que somos incorporados en Cristo por el bautismo y la gracia santificante, lo cual, a su vez, requiere de la fe y del acto de fe, en primer lugar. El comportamiento de los sacerdotes Novus Ordo, en el sentido de mostrarse como uno más entre iguales, como un «buen tipo», pero en la negación del orden sobrenatural, es un horrible error.

Evolucionismo materialístico

            Esto también ha tenido una tremenda y pésima influencia sobre el mundo moderno. Aquí tenemos a Darwin y Haeckel. En el siglo XIX todo era evolucionismo a causa de Hegel, quien tuvo una tremenda influencia.

            El Evolucionismo es metafísicamente absurdo, pues se basa en el principio que sostiene el tránsito desde una forma inferior de vida a una forma superior, como, por ejemplo, desde un pez a una rana, es decir, el tránsito a algo metafísicamente superior sin una causa suficiente. No es posible realizar ese salto desde algo inferior a algo superior sin una causa suficiente; es necesario una causa creadora para hacer ese tránsito; en otras palabras, nada se obtiene de la nada, lo cual es el supuesto del Evolucionismo; es algo absurdo, sin importar lo que se quiera decir sobre esto; por lo anteriormente dicho, es algo absurdo. Por otra parte, es teológicamente destructivo, porque destruye la noción más fundamental de la religión, a saber, la Creación. El hombre depende de Dios porque Dios es el Creador, cosa que hasta un pagano puede descubrir, es el pensamiento religioso más básico, incluso en ausencia de alguna revelación divina previa; el ser humano se da cuenta de que depende de Dios, porque Él es el Creador y el hombre la criatura. El Evolucionismo destruye este pensamiento. El Evolucionismo es la mitología de esta era, lo cual hace que los dioses romanos o egipcios o la adoración de un toro parezcan admirables. Todos dicen creer en el Evolucionismo, es el nuevo dogma, la nueva religión.

Charles Darwin (1809-1882)

            Se hizo un ávido alumno de Robert Edward Grant, de quien absorbió todo el contenido evolucionista y naturalista pre darwiniano, las teorías de Lamarck, etc. – siempre debéis investigar lo que rodea a una persona para entender lo que ha llegado a ser – De hecho, desde antes de sus viajes ya tenía las ideas evolucionistas preconcebidas. Ya antes había participado de la idea de que todos los animales tienen órganos similares y sólo difieren en su complejidad – así que todos somos la misma cosa, el hombre y el gato son lo mismo con la sola diferencia de que el hombre es un poco más complejo o viceversa ya que ellos saben cómo obtener tres comidas al día sin cocinar – Darwin nunca se manifestó como un gran intelectual o profundo estudioso de la ciencia; por el contrario, no perseveró en la carrera de medicina y tampoco en sus estudios en Cambridge; se interesó, más bien, en la extravagancia de aquel tiempo cual era la recolección competitiva de escarabajos. Posteriormente, luego de su inclusión en un viaje inglés a Tierra del Fuego y siguiendo las ideas de Lamarck de principios del siglo XIX, trató de explicar las diferencias entre los animales en base a una evolución progresiva de las especies inferiores a las superiores, diciendo que este progreso tuvo lugar por medio de una adaptación del animal a su medio ambiente, la posterior transmisión de esta adaptación por la herencia y los hábitos inducidos por el ejercicio de los órganos y sus correspondientes funciones – por cierto, no son imposibles las adaptaciones al entorno, es probablemente cierto que ocurran a lo largo del tiempo, que sean integradas a los genes y transmitidas a los descendientes; esto no significa un paso a un ser superior, sino una subespecie; así, podemos encontrar osos blancos en la región polar y tigres blancos en la Siberia sin dejar de ser osos y tigres ni significar un ascenso de lo inferior a lo superior, siguen siendo la misma especie, es decir, la misma esencia, que no es posible cambiar sin que cambie al mismo tiempo toda la creatura, lo cual sólo puede ser hecho por Dios. Si Dios quiere puede transformar a un hombre en una rana y, si quiere, retornarlo a un ser humano, puesto que Él tiene el control completo sobre nuestra esencia y existencia; pero ninguna adaptación podrá transformar una rana en hombre o un pez en una rana sólo porque el pez, mirando la playa, salte del agua hacia ésta, que es lo que Darwin piensa, hay que estar muy enfermo, a no ser que esté refiriéndose a un cartoon o algo por el estilo.

            En 1859 Darwin publicó su Origen de las especies, en la cual desarrolla y completa las teorías de Lamarck, incorporando a éstas la noción de la selección natural. Según Darwin, la selección natural tiene lugar cuando los animales luchan por sobrevivir y el más capaz entre ellos gana y, subsecuentemente, transmite la naturaleza a su herencia – esto también es una pila de basura, pues el más perfecto animal no necesariamente sobrevive, generalmente sobrevive el animal menos perfecto; es la razón por la cual tenemos tantos cuervos aquí, jilgueros y otros que siendo comunes sobreviven más que los más perfectos; los caballos pura sangre, por ejemplo, tienen que ser criados; generalmente las cosas más perfectas son más vulnerables. ¿Cuánto se paga por un caballo pura sangre o por un perro de raza? ¡Es increíble! Éstos tienen que ser criados y cuidadosamente seleccionados; así que, más bien tenemos un movimiento descendente en esto de la selección natural – Dice que la gran variedad de especies, tanto vegetales como animales es el resultado de un proceso de selección natural y adaptación al medio ambiente, lo cual comenzó con una única forma primordial – el Padre Cekada ironizaba, diciendo que es «el rayo que impacta en el charco de barro». Así que tenemos un pool de aminoácidos, al modo de componentes básicos de las formas de la vida, luego los rayos, impacto tras impacto sobre aquellos, hacen surgir las amebas, algo totalmente ridículo toda vez que un aminoácido está tan lejos de una ameba como lo está un montón de ladrillos de un casa – y no se puede concebir que después de un trillón de años a golpes de rayos sobre un montón de ladrillos se obtenga una casa; esto es lo que se supone que creamos; este es el absurdo “credo” que nos exigen recitar.

            Darwin nunca dijo que este proceso era responsable del origen de la vida, no llegó a negar la Creación, pero se hizo ateo, en realidad, era materialista – lo cual es la misma cosa. Según él, la interpretación de los sueños, las alucinaciones de la imaginación y otros fenómenos similares le dio al hombre la idea de «espíritus», lo cual, a su vez, sirve de premisa para la idea de Dios – luego, todo viene de nuestros sueños; pero notad que no así la Evolución, ésta no proviene de nuestra imaginación.

            La ley moral que implica una distinción esencial entre el vicio y la virtud, entre el bien y el mal, es una simple transformación del instinto social de los animales, ocasionado por la selección natural – así que no existe tal cosa como la «ley natural», no habría forma de actuar en base a la naturaleza como ley moral, todo no sería sino instinto social de los animales; entonces podéis identificaros con una mujer, es suficiente con algún impulso. Esto ha tenido una tremenda influencia. Existe un antiguo dicho que dice «Las ideas gobiernan el mundo»; las ideas que se encuentran en la cabeza de las gentes. Las ideas hacen un mundo bueno o un desastre; así que es muy importante estudiar las ideas; todo proviene de las ideas de alguien, ya sean buenas o malas; tanto las miserias de la vida humana como sus alegrías, lo correcto como lo incorrecto, provienen de la cabeza de alguien, esparciéndose sus ideas para bien o para mal. Es la razón de la importancia de la filosofía.

Lección 16

            Darwin junto a Hegel han tenido una enorme influencia en el pensamiento moderno. Si alguno dice «no creo en la Evolución» hoy en día, es considerado como un imbécil. Así como, para Darwin, la ley moral se deriva del instinto animal, así también el sentido del deber. La base de Darwin para establecer que el origen del hombre ha derivado del mono es la variabilidad del hombre en su forma corporal y facultades mentales, variabilidad capaz de ser transmitida por la herencia. Para conocer el origen del hombre a partir del mono, modificado desde una forma preexistente, es necesario verificar, antes que nada, si él varía, aunque en pequeña medida, en su forma corporal y facultades mentales; y para verificar si esto es así, y si esta variación es transmitida a sus descendientes según la ley que prevalece en los animales inferiores – en otras palabras, esto es incomprensible – dice que es suficiente, como prueba de la evolución de las especies, determinar si ha ocurrido alguna variación capaz de ser transmitida a su descendencia. Está hablando de especies, no de variaciones dentro de la misma especie, sino de evolución de especies; para Darwin no es necesario determinar si estas variadas características son suficientes para constituir una nueva especie, cualquier variación transmisible es suficiente. En base a este principio fundamental, Darwin dice que, si vamos hacia atrás, tanto como sea posible, en la genealogía del reino de los vertebrados, encontramos que el primero de ellos, probablemente, pertenece al grupo de los animales marinos, similar a las larvas de los renacuajos que hoy conocemos – así que todos nos remitimos a los renacuajos – Estos animales producen probablemente un grupo de peces – «probablemente» ¡vaya, qué ciencia! – con una baja organización, como la de ciertos peces espada, los cuales «debieron» – nuevamente ¡ciencia para vosotros! – producir algunos otros, como los esturiones, todos los cuales son tan sólo ligeramente inferiores a los anfibios; continúa diciendo que entre los mamíferos se puede imaginar fácilmente uno de los grados que conducen de los antiguos monotremas [por ejemplo, los ornitorrincos] a los marsupiales por ejemplo, los canguros] y, desde estos últimos a los precursores de los mamíferos placentoides; y agrega que, de este modo arribamos a los lemúridos [como los lémures que son similares a los monos], los cuales son considerados como separados de los simios sólo por un pequeño intervalo; los simios, a su vez, se dividen en dos grandes troncos, a saber, los simios del nuevo mundo y los monos del mundo antiguo; es de estos últimos que desciende, aunque a una gran distancia en el tiempo, el hombre, maravilla y gloria del universo – ¡Esto es ciencia! [ironía] entonces, vamos desde los renacuajos al hombre en un solo párrafo, con sus «probablemente», «debieron» e imaginaciones, y se supone que esto es lo que debemos aceptar.

Crítica de Darwin

            Está claro, a partir de lo expuesto, que Darwin adhiere al Materialismo, lo cual es muy importante. Para él, hay una nueva especie y una forma superior de vida si existe cualquier variación transmisible, como podría ser una variación en el color, en el pico o en no importa qué elemento, si esto ocurre, entonces hay una nueva especie. Este es su primer error. La razón está en que la especie es la esencia de un ente, define lo que es un ser, responde a la pregunta sobre qué es un ser; así, una polilla es una polilla, sin importar su color. Este error es muy grave.

            La crítica más fundamental de Darwin es la de su Materialismo en general, dado que en este sistema no hay esencia, es decir, forma, sino que cada cosa es meramente materia, de modo que, si tenemos nueva materia, entonces tenemos nueva especie, no hay esencia. El Materialismo niega la distinción fundamental entre materia y accidente, materia y forma substancial; es tan antiguo como los antiguos griegos y es un sistema totalmente inaceptable, toda vez que fracasa en ofrecer una explicación aceptable para la distinción real entre las cosas, así como para la noción de cambio, dado que en todo cambio hay algo que permanece lo mismo y algo que es diferente; en esto consiste el gran avance de Aristóteles con relación a la materia y la forma, acto y potencia; hasta aquel momento, los griegos tomaban partido entre dos posiciones, a saber, que «todo es uno» [partidarios de la forma] o que «todo son muchos» [partidarios de la materia]; ellos no podían entender cómo ocurre el cambio, cosa que resuelve Aristóteles al incorporar el «acto» y la «potencia», traducidos a «forma» y «materia» en las cosas físicas.

            También Darwin tiende hacia el Ateísmo; obviamente no hay una razón lógica para que él no lo profesase. Para él, Dios es un producto de nuestros sueños e imaginación. Dice que nuestros sentimientos religiosos y normas morales son sólo transformación de los instintos bestiales – ya podemos ver que los animales son muy religiosos, rezando de rodillas y, además, poseedores de una gran moralidad [ironía] – ya se trate del hombre de ciencia o del santo, toda vez que está dotado de razón y de libertad; para Darwin, éste no es más que un mono perfeccionado, lo cual no tiene sentido. Es cierto que en la naturaleza hay una cierta graduación, si ascendemos desde lo más elemental; también es cierto que Dios ha creado seres que algo de similar tienen con los seres humanos y producen algunos actos como los del ser humano; por otra parte, Dios no necesita de un mono para hacer un ser humano; por lo demás, para Él no hay ninguna diferencia entre hacerlo a partir del barro o de un mono; tampoco necesita del barro; probablemente nos hizo a partir del barro para humillarnos. También la historia del Darwinismo muestra la inclinación ateísta de su filosofía; el Evolucionismo ha sido siempre la delicia de los enemigos de la Iglesia católica, pues destruye la noción de Creación, la cual es la base del principio religioso más fundamental, incluyendo las religiones naturales, a saber, la dependencia de la criatura del Creador; es la razón por la cual los pueblos primitivos ofrecen sacrificios a sus dioses, incluyendo hasta la más retorcidas de aquellas religiones. Ellos entienden claramente que, si la Creación es eliminada, también es eliminada toda religión; pero aún fuera de este principio es claro que el sistema de Darwin carece de fundamento. Parte de la suposición de un protoplasma original o forma de vida que nadie ha visto jamás y que aparece de la nada, o de aminoácidos en el lodo del pantano tocados por un rayo; si toda vida procede de esta célula original, entonces deberíamos concluir que todo ser vivo ya sea vegetal, animal o humano, es esencialmente la misma cosa.

            El otro principio gratuito es el de la selección natural como causa eficiente y suficiente de la producción de especies; porque, aún si uno admitiera la gratuita célula original, no hay razón para decir que la selección natural es la causa eficiente y suficiente de todas las especies de plantas y animales, dadas sus diferencias esenciales las cuales son profundas y radicales; presume que la selección natural produjo la inmensa diversidad de creaturas, cada una con toda suerte de características y actos propios; debe existir una razón suficiente para que las especies actúen siempre de la misma manera, no meramente materia; es así que Darwin niega el principio de razón suficiente. Todo lo que existe tiene una razón suficiente para su existencia; en otras palabras, todo lo que existe debe tener una causa que contiene ese mismo efecto en sí mismo. Es cierto que  la selección natural puede producir alguna variación, cualidad o perfección más o menos importante dentro de una misma especie; pero un cambio de especie implica la corrupción de la substancia y la aparición de una nueva substancia – como, por ejemplo, el cambio de rana en príncipe y viceversa – La adaptación al medio ambiente no es suficiente para corromper una substancia; de hecho, la misma noción de «adaptación» presupone «algo que se adapta», alguna cosa de base que adquiere un nuevo accidente, y aquella es la substancia, la naturaleza; además, para explicar estas adaptaciones es necesario poner una causa, en la planta o en el mismo animal, que produzca estas adaptaciones, es decir, algún tipo de habilidad para adaptarse, alguna potencialidad en sí mismo para adaptarse; de otro modo no existe causa suficiente ni siquiera para alguna adaptación accidental; así, debemos decir que estas adaptaciones, al menos virtualmente, ya están en la planta o animal, es decir, in causa, y sólo necesitan ser activadas por una causa externa y ocasional, pudiendo ser transmitidas a los descendientes, lo cual no es evolución en el sentido darwiniano, sino más bien la evidencia de la perfección de la naturaleza que creó el Creador, es Él quien ha puesto aquellos principios de adaptación en aquellas cosas para que puedan sobrevivir en circunstancias cambiantes. Mil adaptaciones accidentales no equivalen a un cambio esencial.

            A lo anterior se debe decir que Darwin incurre en inducción incompleta, en análisis insuficiente y en generalizaciones ilegítimas, lo cual no es ciencia. Vemos que, en su sistema, parte de una suposición a priorisobre la evolución – cosa que toma de Hegel y de toda aquella gente – y vemos que busca ansiosamente una prueba de ésta en la naturaleza, lo cual es una manera muy mala de hacer ciencia, en particular, ciencia teológica – nunca se hace teología orientada a los resultados, a saber, «necesito una conclusión, me gusta esta conclusión, sirve a mis propósitos, permitidme encontrar una prueba en su favor; es casi seguro que vais a cometer un error. Es necesario demostrar las evidencias objetiva y claramente para extraer las conclusiones que éstas exigen – Darwin incurre en «ciencia orientada a los resultados». Además, la evidencia paleontológica no apoya las teorías de Darwin; existen muchos fósiles encontrados que son idénticos o casi idénticos a las especies actuales, aún considerados que existieron hace millones de años.

            El problema fundamental con la evolución es que ésta debe afirmar que algo proviene de nada; que una forma superior de ser proviene de una forma inferior sin una causa suficiente; la evolución sostiene sin pudor que existe un proceso desde formas de vida inferiores a las superiores; pero ¿cómo es que esto ocurre sin afirmar, al mismo tiempo, que algo que es más proviene de algo que es menos? En otras palabras, las perfecciones superiores de las formas evolucionadas carecen de causa suficiente; nada obtiene algo de la nada; sin embargo, asegurar que algo puede suceder sin una causa suficiente es asegurar que algo puede provenir de nada, lo cual es del todo absurdo. Aunque los darwinistas y evolucionistas en general se apuran en ofrecer pruebas que parecieran estar a su favor, ocultan evidencias que contradicen sus teorías; por ejemplo ¿dónde están las especies intermedias entre las antiguas y las actuales? El mismo Darwin dijo que la especie intermedia entre el simio y el hombre debió existir en una enorme cantidad en siglos precedentes, pero ¿dónde están? Éstos no han aparecido claramente hasta hoy en día. tampoco son concluyentes los descubrimientos de animales primitivos en África, pues sus reconstrucciones a partir de los pequeños y escasos restos óseos son gratuitas en sí mismas; por lo demás, en estos casos no hay evidencia alguna de humanos, es decir, de seres con lenguaje, comercio, religión, leyes, etc., sino sólo de animales similares a los simios.

            El Darwinismo y el Evolucionismo en general son opuestos a la doctrina católica. Es de fe decir que Dios es el creador del cielo, de la tierra y de todos sus seres. Darwin niega esto o debe negarlo, pues establece que la causa de las especies es la selección natural la cual, como hemos visto, no es una causa suficiente para la alteración de las especies. Lo que no es contrario a la fe en el darwinismo es el hecho de que los fenómenos que han sido minuciosamente observados pueden darnos una idea de que el desarrollo de diferentes subespecies siempre permaneciendo la especie, en base a diferencias accidentales, no se opone a la fe e inclusive puede ser cierto, como hemos dicho. Lo que se opone a la fe en el Darwinismo son sus aplicaciones ateístas y materialistas.

Ernst Haeckel

            Éste es aún peor que Darwin, aunque no es muy renombrado es, de hecho, más radical que Darwin. Es un biólogo alemán. Aunque Darwin presuponía la creación de una forma de vida original, Haeckel dice que esto es una limitación ilógica y arbitraria en la serie de causas; también sostiene lógicamente que el mismo protoplasma sirvió como origen tanto de la vida vegetal como animal; incluso asegura que debe haber un reino entre las plantas y los animales, que no es ni planta ni animal. Dice que existió una masa material y primordial, resultado de diversas combinaciones químicas – pero entonces ¿de dónde proceden aquellos químicos? – por medio de condensaciones y ocasiones – aquí tenemos aún más ciencia [ironía] – dio origen a plantas rudimentarias y formas animales – vemos que, en este sistema, las plantas y animales son meramente resultado de la química; es decir, si tenemos suficientes químicos reunidos en una situación favorable, entonces brotaría la vida – Posteriormente, por medio de la selección natural, estas formas rudimentarias progresaron gradualmente hacia especies. Dice Haeckel que la materia y la cantidad de energía, inseparable de aquella, son ilimitadas en el tiempo y en el espacio, son eternas e infinitas. Continúa diciendo que la historia del mundo es nada más que un proceso fisicoquímico y que su transformación en alma es resultado de movimientos moleculares – así que no somos más que un conjunto de químicos bien dispuestos – Confunde las complejas estructuras que exigen la vida con la misma vida. Haeckel sostiene desvergonzadamente que la diferencia entre los grandes simios y los pequeños es mayor que la que hay entre los grandes simios y el hombre. Haeckel y seguidores no cesan de atacar a la religión, la inmortalidad del alma, la vida futura, la libertad humana y la noción de un Dios personal; se refiere a Dios como un «vertebrado gaseoso». Fue abiertamente acusado por otros científicos de haber falsificado evidencias; él lo admitió; dijo «entre el 6 al 8 por ciento de mis ilustraciones de embriones fueron realmente falsificados, me vi obligado a llenar los vacíos con hipótesis – como Lutero falsificó las Escrituras; no existe un solo lugar en las Escrituras que diga «sólo la fe»; él lo necesitaba, así que lo insertó en la traducción alemana, y lo admitió, argumentando que eso era lo que San Pablo quería decir – Todo esto es muy importante, ya que ha influenciado grandemente pensamientos y actitudes actuales, a la manera de dogma en el mundo moderno, aún cuando está basado en basura.

Ontologismo

            Este error afirma que el conocimiento de nuestro intelecto comienza con una inmediata e intuitiva visión de Dios en nuestra mente. Los ontologistas dicen que Dios, el primero en el orden del ser es también el primero en el orden del conocimiento, su axioma es Primum ontologicum, primum logicum [el primer ser ontológico es el primer ser lógico], lo cual suena bien, pero es falso; en realidad, el primer ser ontológico es el último lógico. El primer ser ontológico es Dios, el ser más elevado y la primera cosa lógica son los primeros principios de razón, pero, en el decurso de nuestro conocimiento, aprehendemos la existencia de Dios al final, no en el comienzo; conocemos de la existencia de Dios a partir de las criaturas, así que es la última cosa lógica; en cambio el error del Ontologismo afirma que primero conocemos lógicamente a Dios y posteriormente el resto de las cosas, lo cual no es cierto y tampoco se corresponde con la experiencia común; todo sistema filosófico que no se conforma a la experiencia común es incorrecto; se entiende que la filosofía debe explicar la experiencia común y, si no se corresponde a ésta, entonces aquella es basura, es la imaginación de alguien.

            El nombre fue inventado por Gioberti (1801-1852), sacerdote y revolucionario italiano, predictor del Novus Ordo ya tan temprano como en los años 1850 [transformación del catolicismo].

            Existen cuatro formas de Ontologismo: El Ontologismo Panteísta, el Ontologismo Racionalista, el Ontologismo de Malebranche y el Ontologismo Moderado.

Ontologismo Panteísta. Este sistema identifica a Dios con nuestro intelecto, lo cual es un error monstruoso

Ontologismo Racionalista. Hace una distinción entre nuestra razón y Dios, pero dice que nuestra razón posee una capacidad natural para penetrar directamente la naturaleza de Dios, lo cual conduce al Panteísmo, dado que el único intelecto capaz de penetrar íntimamente la naturaleza de Dios es el mismo intelecto divino.

Ontologismo de Malebranche (1638-1715). Discípulo de Descartes. Enseñaba que la primera cosa que intuimos es Dios y que todas las cosas particulares son intuidas en Él. sostenía que la esencia divina podía ser considerada en dos modos, a saber, tal como es en sí misma y tal como es en relación con las criaturas y donde está el arquetipo de las cosas creadas. Es en este segundo aspecto que, según Malebranche, se percibe la esencia de Dios.

Ontologismo Moderado. Es el sistema de Gioberti.

            Ahora, este sistema es importante, en el sentido de que los modernistas dirán que los hombres tenemos una experiencia interior de Dios y que el dogma proviene de esta experiencia interior de Dios que todos tenemos; toda esta doctrina errónea está relacionada con el Ontologismo.

Lección 17

Vincenzo Gioberti (1801-1852)

            Educado por los Padres del Oratorio en vistas del sacerdocio y ordenado en 1825 – a propósito, el Oratorio, en los tiempos del Modernismo se hizo bastante modernista, al igual que los sulpicianos, y no sé el motivo; es el Oratorio de San Felipe Neri – Inicialmente llevó una vida bastante retirada; posteriormente, cada vez más, comenzó a interesarse por los hechos políticos de su país, por las nuevas ideas política así como por la literatura contemporánea – es el tiempo en que los Carbonarios estaban muy activos en Italia; impulsaban la eliminación de los Estados Vaticanos y la unificación de Italia bajo Saboya, Turín, lo cual sucedió efectivamente, convirtiéndose la familia real de Saboya en reyes de Italia, como por ejemplo, Víctor Manuel II. Si vais a Roma encontrareis la gran vía romana de Víctor Manuel II, quien era el rey al momento de la toma de Roma por parte del indeseable de Garibaldi y seguidores, a saber, él y sus animales; en realidad aquella vía era conocida como la Vía Papal; este sólo hecho ya era una bofetada a la cara del Papa; fue la causa por la que tanto Pío IX como León XIII no tuvieron nada que ver con el Estado italiano y no impartieron la bendición pontificia pública desde el balcón, a modo de devolución de la bofetada; en otras palabras, no bendijeron al Estado italiano.

            Gioberti fue un típico izquierdista liberal del siglo XIX en Italia, en parte influenciado por el francmasón Mazzini. La libertad de Italia se transformó en la idea fuerza de su vida, su emancipación no sólo de dominadores foráneos – como si Italia no fuese libre – debemos recordar que Austria, bajo el Tratado de Viena (1815) había obtenido una gran extensión de territorio en el norte de Italia, Venecia y otras regiones de la península en la zona del Adriático; así que querían expulsar a los austríacos – Carlos Alberto, uno de los reyes de Saboya, lo nombró uno de sus capellanes; su popularidad e influencia privadas fueron razones suficientes para el partido de la corte respecto a su exilio; renunció a su cargo en 1833, pero luego fue arrestado bajo el cargo de conspiración y encarcelado por cuatro meses e interdicto sin juicio; se dirigió a París y luego  Bruselas, permaneciendo allí hasta 1845 enseñando filosofía y ayudando a un amigo en un colegio privado. Se hizo en tiempo para escribir varias obras de importancia filosófica con especial referencia a su país.

            El Piamonte era la cantera de este liberalismo italiano; encontraréis a Mazzini y a Cavour; este último fue el impulsor de la llamada «unificación italiana» y primer ministro del rey. Carlos Alberto declaró una amnistía en 1846 y Gioberti, que se encontraba en París, se encontraba libre de retornar a Italia, cosa que rechazó hasta finales de 1847. En 1848 fue recibido con gran entusiasmo al entrar en Turín – no olvidemos que aquel era un año revolucionario en general en Europa, en París, Berlín, Nápoles, Roma, Viena; Inglaterra no fue afectada – Rechazó la dignidad de senador que le ofreció Carlos Alberto, prefiriendo representar a su pueblo natal en la cámara de diputados siendo prontamente elegido presidente de ésta; al ascender Víctor Manuel al poder, su vida activa llegó a su fin luego de un desacuerdo irreconciliable. Su remoción de Turín fue acompañada por un nombramiento para una misión en París, desde donde ya no retornaría y renunciando a una pensión que se le había ofrecido y todo sostenimiento eclesiástico; vivió frugalmente dedicando sus días y noches al trabajo literario. Murió súbitamente de apoplejía el 26 de octubre de 1852.

            En filosofía siguió y desarrolló la doctrina de Malebranche, el gran ontologista. Establece una distinción entre el ser [ens] y la existencia [exsistentiae]; dice que sólo Dios es ens, mientras que las criaturas son exsistentiae. Sostiene que el hombre, desde el principio posee una inmediata intuición del ens, ejercida por medio del juicio.; el ser, en tanto que ser, existe – es algo absurdo decir esto, es como decir «dos más dos es cuatro», esto sería un gran avance [ironía] – Agrega que de inmediato se conoce que el ens crea las exsistentiae – es decir, no tenemos que hacer una cierta operación lógica para inferir el ens a partir de las criaturas – y que el hombre es creado con una idea innata de que el mundo y todo en él ha sido creado por medio de Dios – tenemos que hay una enseñanza en común a lo largo de toda la Ontología, a saber, que tenemos una intuición inmediata de Dios y que todo lo vemos a través de Dios.

Antonio Rosmini Serbati (1797-1855)

            Filósofo italiano, contemporáneo de Gioberti, nacido en el Tirol italiano, área del extremo norte italiano y cercano a la frontera con Austria; el Tirol austriaco tiene como gran ciudad a Innsbruck; el Tirol ha sido una región muy disputada hasta la Primera Guerra Mundial; los tiroleses incluidos en Italia no están muy contentos.

            Sus obras Las cinco heridas de la Santa Iglesia y su Constitución de la justica social, que encontraron gran resistencia, especialmente entre los jesuitas, siendo la primera una obra sobre las cosas que están mal en la Iglesia Católica, fueron puestas al Index en 1849. Rosmini prontamente declaró su obediencia y se retiró a Stresa junto al Lago Mayor, lugar de su muerte. Murió en la satisfacción de saber que sus obras habían sido liberadas de la censura previa por la Congregación del Index. Veinte años después la palabra dimittantur fue motivo de controversia; algunos a favor de que significa «aprobación», otros a favor de que su significado es puramente negativo, lo cual no implica que sus libros estuviesen libres de error. La controversia continuó hasta 1887, año en que finalmente León XIII condenó cuarenta de sus proposiciones y prohibió que fuesen enseñadas. Posteriormente, Ratzinger las liberó argumentando que «ahora las comprendemos mejor» – esto  es lo que los modernistas dicen siempre sobre cualquier cosa que cambien, a saber, «ahora entendemos mejor» – En 1848 Rosmini tomó parte en la lucha que buscaba la emancipación de Austria, pero no fue iniciador del movimiento que terminó en la libertad y unificación de Italia; de hecho, mientras se mostraba deseoso de la liberación de Italia de Austria, su meta era la formación de una confederación conformada por los estados del país, la cual estaría bajo el control del Papa – esto era lo que preveía Pío IX. Rosmini era un patriota y estaba feliz de que los austríacos hubiesen sido expulsados por los franceses e italianos en 1859. Por su parte, los austríacos estaban protegiendo a Italia de los Garibaldis y, en general, estaban también a favor del Papado; pero no siempre el rol de Austria fue realmente bueno con relación a la Iglesia; la monarquía austríaca no era un real amigo de la Iglesia, aunque los austríacos eran bastante católicos. Rosmini cándidamente preveía esta confederación, pero, en realidad, toda esta gente, incluidos los Mazzinis, Garibaldis, Giobertis, etc., lidiaba contra el mismo diablo. Con todo, Rosmini era reconocido por su piedad.

La raíz de su error es su ignorancia de la filosofía aristotélica. Decía que todas las ideas son necesarias, excepto la idea del ser ideal. La idea del ser de Rosmini está muy cerca de la categoría de Kant sobre el ser, a saber, que es una categoría innata y no la inferimos de las cosas existentes. También dice que la noción del ser ideal es innata en nosotros y es la forma y luz de la razón; agrega que el alma, que en un comienzo sólo era sensitiva es elevada a una forma superior del ser al cambiar su naturaleza, haciéndose inteligente, subsistente e inmortal. En su visión sobre el proceso cognitivo, dice que recibimos una percepción sensitiva y que esto excita en nosotros la idea del ser ideal – algo así como un detector de movimiento – así, nos convencemos de la existencia real del objeto – de modo que agregaríamos el ser a nuestra percepción sensitiva – Agrega que formamos los universales divorciando la idea de existencia de nuestro convencimiento de la presencia real del objeto – es decir, retiramos la existencia y tenemos algún universal; para Rosmini el ser universal es la misma cosa que el ser divino; luego, este ser que tenemos, esta noción de ser es el ser divino, es Ontologismo.  Dice que el ser divino es limitado en las criaturas – pero ¿cómo podríamos tener el ser divino limitado? – y que Dios es la luz intelectual del alma – como si tuviésemos la visión beatífica; todo esto es absurdo, no tiene sentido alguno.

Crítica del Ontologismo

            En primer lugar, debemos establecer el principio de que hay dos formas de ver todas las cosas en Dios. La primera es «objetivamente», es decir, tal como es el objeto conocido, en la misma manera en que vemos los objetos reflejados en un espejo; la segunda manera es la «causalidad», como el principio del conocimiento, es decir, tal como vemos algo a la luz solar, porque lo vemos a través de la causalidad del sol; por ejemplo, podemos pedirle a alguien que se asome a la luz del sol para verlo mejor, significa que lo veremos a través de la causalidad del sol por medio de la luz de los rayos solares, lo cual el una condición necesaria para la visión; por lo tanto, diremos que veremos a la persona «en el sol», lo cual no significa que el sol sea el objeto de nuestra visión, sino más bien la causa. Así, si aplicamos este principio, podemos decir que el alma conoce todo objeto «causalmente» en Dios, esto es, en las ideas eternas, por ejemplo, el oro es verdadero oro ya que la esencia creada se corresponde con idea divina del oro. Entonces, nuestro conocimiento es «mediatamente» causado por Dios, toda vez que nuestras ideas deben conformarse a las ideas divinas; sin embargo, no vemos las ideas divinas objetivamente; no vemos lo que ve Dios en sí mismo, lo cual está reservado para los bienaventurados en el cielo.

            El ontologismo es falso. En primer lugar, por el mismo testimonio de la conciencia humana, la cual no tiene evidencia alguna de la intuición divina de Dios. «Veo a Dios» ¿Quién tiene esa experiencia? En segundo lugar, el Ontologismo hace una distinción entre las ideas de Dios relativas a las creaturas y la esencia de Dios en sí misma; pero esta distinción es un error, dado que en Dios no hay tal distinción; además, intuir las ideas de Dios es intuir la esencia divina. En este sistema incluso los condenados del infierno tendrían la visión de Dios, la cual pertenece sólo a los bienaventurados. Por otra parte, el Ontologismo confunde «el ser» con «el Ser», este último término se refiere a Dios como ser subsistente y perfección del ser o el ser infinito; el otro «ser» se refiere a nuestra abstracción mental del ser desde los objetos existentes singulares. Ahora, estas cosas son radicalmente opuestas, en el sentido de que son máximamente distantes una de la otra. El «ser» [con minúsculas] es una abstracción de nuestra mente, la cual es totalmente indeterminada, toda cosa es un ser, mientras que el «Ser» [con mayúscula] es un ser real, obviamente, y máximamente determinado, a saber, el ser divino, sólo hay un Dios; el «ser» es aplicado a todas las cosas, inclusive a cosas imaginarias, como a una montaña de oro o a cualquier otro ser ficcional o creaturas mitológicas; el «ser» y el «Ser» son máximamente opuestas; luego, ponerlos juntos es la estupidez máxima. Estos dos conceptos son opuestos; Dios es el ser perfecto, mientras que nuestra abstracción del «ser» es indeterminada y potencial. Ved que el«Ser» es acto puro; mientras que el «ser» es totalmente potencia, es decir, éste último es aplicable a cualquier cosa y total indeterminación; aquél, todo perfección, éste, toda imperfección. Dios no es común a ninguna criatura, mientras que nuestra abstracción del «ser» es común a todo lo que existe o pueda existir.

            Esta confusión entre los das dos concepciones sobre el «ser» conduce a la confusión entre el orden natural y el orden sobrenatural, lo cual es el problema con el Modernismo; el Ontologismo es un Pre-Modernismo.

            Si nuestra mente es capaz de conocer el «Ser» divino, significa que nuestro intelecto, aún si ha sido creado, puede conocer un objeto infinito, lo cual lleva a una de las dos conclusiones: o Dios es finito, a saber, Dios se convierte en el mundo, o nuestras mentes son infinitas, a saber, el mundo se convierte en Dios; en otras palabras, o Dios es naturalizado o el mundo es sobrenaturalizado; o Dios es uno de nosotros, o nosotros somos Dios; esto está en la naturaleza del Novus Ordo.

            Lo que es conocido como «Tomismo trascendental» del cardenal Mercier trató de reconciliar a Santo Tomás con E. Kant, como el Padre Steenberger, Maréchal y Lonergan, todos pertenecientes al «tomismo trascendental», es decir, en la corriente del Modernismo. Lovaina ha sido, tradicionalmente, cuna de ideas erróneas, de hecho, tan pronto como vean este nombre deben alzarse banderas rojas. Cuando veáis aquellos nombres asociadlos con el “«tomismo trascendental», pero no con Santo Tomás [ya hemos visto ideas como el Zeitgeist, el Ego, el Absoluto, etc., que nada tienen que ver con la realidad; debéis preguntaros cómo es posible que sus ideadores hayan llegado a ser populares y hayan llegado a ser tomados en cuenta seriamente; toda esta basura pululó en el siglo XVIII la cual, a su vez, proviene de la Reforma. La Reforma y el Renacimiento son, en definitiva, la fuente de todos nuestros problemas; la Revolución francesa no fue más que la aplicación social y política del pensamiento del siglo XVIII el cual, originariamente, proviene de la Reforma Protestante; es la razón por la cual los principales impulsores del pensamiento del siglo XVIII articularon sus ideas en los países protestantes; por ejemplo Inglaterra, Holanda (esta última ávidamente protestante y hostil a la monarquía española), Alemania (Leibniz, etc.,), en resumen, toda aquella área fue impregnada por aquellas ideas. La difusión y filtración hacia el Sur, es decir, hacia la Europa católica, provino desde aquellos lugares.

Lección 18

Fenomenología

            Esto es importante, porque Juan Pablo II profesaba la fenomenología, al igual que Ratzinger; es muy importante comprender esto. La filosofía de Kant, como hemos visto, tiene dos errores mayores: Uno es el Agnosticismo, el cual sostiene que el intelecto es incapaz de aprehender las esencias y sólo es capaz de concebir sus propias experiencias o fenomena; luego, el Idealismo; a saber, que la mente, por medio de categorías, elabora o produce la realidad; de manera que el hombre le confiere realidad a cualquier experiencia que tenga, sólo porque lo experimenta, por vía de alguna categoría, como por ejemplo, la causalidad u otra de las categorías; esto es Kant en una cápsula. También hemos visto la manera en que Fichte, Schelling y Hegel llevaron el Idealismo de Kant a sus lógicas conclusiones, a saber, que el mundo es Mente o Idea y que las cosas existentes particulares son momentos o manifestaciones de la Idea; en este breve tenemos a estos tres en un párrafo. El Agnosticismo de Kant será desarrollado por los fenomenólogos y existencialistas como reacción al gran sistema universal del Idealismo formulado por Hegel; en este sentido, son anti-Hegel [todo es idea, todo es fatalidad, todo es Zeitgeist, etc.] La fenomenología va a acentuar la experiencia personal y la noción subjetivista de la verdad; detesta tanto el Objetivismo como el Esencialismo, esto está en el corazón de los fenomenólogos, es algo clave en ellos; para ellos es un insulto al intelecto el hecho de la imposición del objeto a la mente, a la manera de una cámara o película [esto sería para ellos regresar a la «edad oscura»]. Ya sabemos que la esencia es lo que hace que una cosa sea lo que es, nunca cambia y todos conciben la misma esencia; a esto ellos llaman Esencialismo; esto es el enemigo de los fenomenólogos, quienes, paradojalmente, consideran que la mente es la facultad de conocer la esencia y la definición, lo cual es exactamente el Tomismo y la filosofía escolástica en general. El objeto de la mente son las esencias; nos entendemos porque tenemos imágenes en nuestra mente como conceptos de esencias singulares, por ejemplo, de un perro o de un gato o de un ave, etc., las cuales son invariables y siempre las mismas; la filosofía moderna odia esta mentalidad y considera que la verdad debe ser «absorbida» y «manipulada» por la mente, toda vez que se trata de «una experiencia personal» [¡es mí experiencia!]; esto es, en breve, la Fenomenología en general. Así, el Objetivismo o Esencialismo, que es lo mismo, es detestado por los fenomenólogos; es la razón por la cual, si leéis a Ratzinger, nunca hallaréis algo concluyente, algo bien determinado, definido y preciso, derivado de cualquiera de sus párrafos; él y todos los modernistas sólo os presentarán «materias» sobre las cuales discurrir, digerir, en definitiva, todo contrario a la unidad de la fe católica; es la razón por la cual ellos no promueven la unidad de fe; tenemos un presidente que presume ser católico, pero promueve el aborto, debería ser excomulgado y expulsado de la Iglesia Católica; pero los modernistas no lo harán, pues hicieron suyas todas estas ideas sobre la «propia experiencia, etc.,». Nada es real para los fenomenólogos, a menos que sea personalmente experimentado; esto es clave en la Fenomenología: el sujeto y el objeto, en la experiencia, pasan por una transformación, con el resultado de que el sujeto cognoscente y el objeto conocido son transformados en el acto del conocimiento; así que, cuando conocemos, tanto nosotros como el objeto nos transformamos en algo diferente.

            Obviamente, esta doctrina conduce al Subjetivismo, dado que las experiencias son distintas en cada individuo; Fenomenología es la servidora del Modernismo, así como la filosofía escolástica es la servidora de la teología [ancilla theologiae]. El verdadero propósito de la abstracción y de la definición es, precisamente, universalizar objetos concretos, de modo que los términos tengan significados universales y determinados; pero la Fenomenología considera que las esencias universalizadas y abstraídas son cosas muertas y vacías de significado; para ésta, nada tiene una realidad, a menos que sea vivida. Un gran exponente de este error fue Maurice Blondel, modernista francés, para quien nada existe a menos que sea vivido.

            ¿Qué sucede con el dogma, en este sistema? El dogma está por sobre la objetividad, inclusive. El dogma es verdad revelada e inmutable que proviene de un Dios inmutable, el cual exige nuestro asenso inmutable, hasta el punto, incluso, de aceptar la muerte antes que negarla. Según Jean Guitton, su amigo personal, Pablo VI no podía concebir verdades inmutables ¿Podéis imaginar un Papa que no conciba una verdad inmutable? Es la razón por la que estamos donde estamos.

            La clave para entender la Fenomenología y el Existencialismo, siendo este último una forma del primero, consiste en lo siguiente: mientras que en la filosofía aristotélica el objeto del intelecto es la cosa exterior tal como es entendida «por medio» de la idea, en la Fenomenología el objeto del intelecto es la propia idea en la mente, esto es, la cosa exterior tal como es experimentada y personalizada; esta es su característica; se han escrito libros y libros sobre la Fenomenología, pero esta es su característica, en esto consiste. Los fenomena son las apariencias, recordad a Kant, no son las cosas en sí, sino lo que se obtiene. Luego, la Fenomenología es una forma de kantismo. Kant logró transformar la filosofía completamente y este sistema es otra manera de exponer a Kant, en el sentido de experimentar y personalizar el objeto antes de ser real para el individuo. Por ejemplo, si leéis a Ratzinger, fenomenólogo, sobre la Resurrección, dirá que los Apóstoles tuvieron una experiencia de resurrección, como algo que fue suficiente para ellos, una experiencia de resurrección, y luego dirá que, con seguridad, la tumba estaba vacía; ya sabéis, lo teólogos modernistas niegan la Resurrección y que lo importante no es el hecho de la Resurrección, sino el hecho de que los Apóstoles tuvieron una experiencia de resurrección; no olvidemos que el mismo Ratzinger, «el conservador», nominó y consagró obispo a un sacerdote italiano que negaba la Resurrección.  El Conceptualismo sostiene que el objeto de nuestro intelecto no es la cosa exterior o la esencia de la cosa exterior, sino nuestra propia impresión de la esencia, a saber, que primero conocemos ésta antes que aquélla; pero, en realidad, es por medio de la impresión de la esencia que conocemos la cosa exterior; no nos detenemos en aquélla, tal como no nos detenemos en la imagen en un espejo, a la cual, correctamente, identificamos como sólo una imagen, ni no nos detenemos en una fotografía como si fuese el objeto mismo; luego, la impresión está hecha para conocer el objeto, a saber, para conocer las cosas exteriores; esto es Aristóteles, Santo Tomás y la filosofía escolástica. Mientras que el sistema del Conceptualismo se detiene en la impresión, a la cual identifica con el objeto; para éste, el objeto no es importante, sino el «cómo es percibido por el individuo» esto es, su experiencia personal – es la razón por la cual tenemos aquello del transgénero; o bien, «hoy me identifico con esto, mañana me identificaré con otra cosa – El puente entre el sujeto y el objeto es volado por los aires.

La fenomenología es muy prevalente hoy; es imposible que la Transustanciación pueda sobrevivir en el sistema fenomenológico al cual repugna el concepto de substancia u objeto, repugna igualmente que la cosa exterior sea lo que es; esto es despreciable para esta gente; incluso Jesucristo mismo, lo que importa es que «estoy experimentando a Cristo».

Todo aquel que esté familiarizado con Emanuel Kant se da cuenta de que la Fenomenología es meramente el desarrollo de la teoría de Kant sobre las categorías: es el individuo quien produce su propio objeto de pensamiento; los fenomena meramente vienen a estimular las categorías en el individuo; para Kant los sentidos aportan sólo fenomena no vividos ni experimentados ni procesados; es la mente la que aplica las diversas categorías a estos fenomena con el fin de hacerlos inteligibles; el objeto de la mente, para Kant, no es la cosa en sí misma, los noumena, ni los fenomena, sino las mismas categorías; la doctrina de Kant, llevada a su conclusión lógica, es la Fenomenología o el Existencialismo [otra forma de la fenomenología]; el objeto es personalizado y procede del individuo; el objeto exterior, productor de los fenomena, no es sino un mero estimulante para la producción de ideas en el individuo; en esto consiste todo el subjetivismo moderno que rige hoy prevalece en el mundo. Cabe resaltar que la única diferencia existente entre la Fenomenología y el Existencialismo está en el enfoque. La Fenomenología propiamente se refiere a la teoría del conocimiento, mientras que el Existencialismo es el término que se refiere a la filosofía general que hace hincapié en la experiencia humana y el individualismo. Así que el Existencialismo no es muy teórico; se la señala como la filosofía de la vida; es fenomenológico en su base, es decir, contrario al Esencialismo, en otras palabras, contrario a Aristóteles y Santo Tomás; no acepta que algo pueda ser definido por su esencia.

Kierkegaard (1813-1855)

            Su filosofía fue una reacción contra el Hegelianismo. Es considerado como el primer existencialista debido a su acentuación de la experiencia personal y la importancia de lo individual. En ese sentido Kierkegaard hace anti-filosofía; la sabéis, en Hegel todo es la Idea, es Panteísmo, todo se encuentra girando alrededor del Zeitgeist como un gran huracán en cuyo sistema no tenemos control de nosotros mismos, etc.; Kierkegaard es totalmente contrario a todo aquello, siendo contemporáneo de Hegel y de toda aquella filosofía que prevalecía en Alemania, era el tiempo hegeliano. Para Hegel, el hombre se realiza, o realiza su esencia en tanto en cuanto pierde su individualidad y se considera a sí mismo como un momento de la gran Idea – así que cuando os levantáis por la mañana notáis que sois sólo un momento de la gran Idea [ironía] – Kierkegaard reaccionó vigorosamente contra esta doctrina, para quien la existencia, consiste en realizarse mediante la libre elección entre alternativas a través del compromiso con uno mismo – esto suena tan moderno, ya véis, «descubrirse a sí mismo», ¿no es esto muy estúpido? ¿acaso no estamos con nosotros mismos las 24 horas del día y no hemos descubierto quiénes somos? Es difícil de entender esa expresión «me he descubierto» – para Kierkegaard, existir es llegar a ser cada vez más individual y cada vez menos miembro de un grupo, significa trascender la universalidad a favor de la individualidad – así que se retorna a Parménides y a Heráclito, el uno y lo múltiple, lo cual ha estado siempre en oposición en filosofía; Aristóteles trabajó para solucionar el problema, pero la gente siempre va hacia atrás, como Hegel, quien dice que todo es uno, y, por su parte Kierkegaard, quien dice que todo es individual. Kierkegaard es el primer existencialista, puesto que es el primero en enfatizar la necesidad de que el hombre tome más en cuenta sus condiciones concretas de vida que sus especulaciones filosóficas.

            Es cierto que un error tiende a alimentar su error opuesto; el error de universalizar todo alimenta su opuesto, a saber, el error de individualizar todo.

            Kierkegaard dice que llega un punto en la vida de cada uno en el cual se da cuenta de que no puede cumplir con las expectativas de una ley moral universal – recordad que Martín Lutero ya había dicho que Dios no espera que podamos cumplir los Mandamientos, porque Él sabe que esto es imposible – así que debe realizar un «salto de fe» – expresión de la cual es su creador; es decir, un salto a ciegas: no sabemos por qué creemos en Dios o por qué aceptamos la religión, pero no importa, sólo hacemos el salto, y ya – Su doctrina religiosa es decididamente modernista, por lo cual debe ser visto como el precursor del Modernismo – recordemos que la clave del Modernismo es la «experiencia religiosa» [tengo una experiencia religiosa, siento a Dios] es la «desintelectualización» de Dios, de la noción de Dios [Él está en mí, lo estoy sintiendo]

            Y se extiende Kierkegaard cuando dice que «afirmar la propia asociación a Dios, el Absoluto personal y trascendente, es afirmarse a sí mismo como espíritu; al relacionarse con su propio yo y al querer ser él mismo, el yo se fundamenta de forma transparente en el poder que lo constituyó y esta fórmula es la definición de la fe» – así que el individuo se afirma así mismo como yo y como espíritu, queriendo ser él mismo, y esto es la fe; ¿cómo es eso de «querer ser él mismo? ¿Es qué otra cosa se desearía ser, alguna otra cosa? Esto es realmente enfermizo – Kierkegaard dice que todo ser humano es una mezcla de infinito y finito, lo cual es típico del Modernismo; continúa: considerado como finito, está separado de Dios, alienado de Él – lo cual no es cierto – pero, considerado como infinito, por cierto, el hombre no es Dios, pero es un movimiento hacia Dios. Es el movimiento del espíritu – es decir, se trata de una apertura innata hacia Dios, lo cual es Modernismo; una cosa es conocer a Dios por la razón e incluso tener una religión natural [el Modernismo], y otra cosa es decir que tenemos esta apertura hacia lo sobrenatural, hacia lo infinito, en nosotros, es también Modernismo; en otras palabras, decir que estamos en una cierta relación con Dios sin la gracia sobrenatural, es Modernismo. Afirma que el hombre que se apropia y afirma esta relación con Dios y la fe se convierte en lo que realmente es, el individuo ante Dios – esto no significa nada, es estupidez; si ya es lo que es ¿cómo podría convertirse en eso que ya es? Es muy estúpido; digamos, un gato se convierte en lo que realmente es, no podemos convertirnos en lo que ya somos, es imposible.

            Kierkegaard sigue el agnosticismo al rechazar las pruebas metafísicas de Dios; así que la metafísica es la enemiga; para él sólo existe el «salto de la fe», salto que es la auto entrega a una incerteza objetiva – ni siquiera sabemos si Dios existe o no, no sabemos por qué estamos saltando, sin embargo, sólo saltamos – sostiene que Dios está fuera del alcance de la filosofía especulativa – de nuevo, esto es pre-Modernismo, ya que divorcia a la filosofía y la razón de la religión. Entre los modernistas tenemos al racionalista, que destruye lo sobrenatural en las Sagradas Escrituras [sólo hay en éstas cuentos de hadas], es decir, la razón se divorcia totalmente de la Fe; son capaces de dar sermones muy piadosos y en armonía con la fe católica, puesto que, dicen, pertenece al lado de la Fe. Es el Modernismo. Es la razón por la cual tenemos a Montini, Wojtyla, Ratzinger; se debe a que ellos tienen esta dicotomía en ellos, a saber, que pueden hablar desde el lado de la Fe y desde el lado racionalista; en ellos la razón y la fe nada tienen que hacer entre sí; dicen que son dos mundos totalmente distintos, de modo que lo que puede ser verdad en la Fe puede no ser verdad en el lado de la razón y viceversa. Los modernistas poseen dos estándares de la verdad, dos reglas. Son capaces de engañar a la gente mostrándose como católicos muy piadosos, cuando hablan desde el lado de la Fe, lo cual puede ser verdadero en ese lado, pero no en sus categorías racionalistas [todo esto está en Pascendi]. Bien, Kierkegaard es el comienzo; no olvidemos que en este mismo tiempo vive Schleirmacher, protestante, el verdadero primer modernista, todo es experiencia religiosa, sin conexión entre la razón y la Fe; así que tenemos a un mismo creyente como racionalista, por un lado, y como hombre de Fe, por el otro; luego hay un Jesús de la historia y un Jesús de la Fe par el modernista. El Modernismo es diabólico, toda vez que sus miembros son capaces de presentarse como católicos, aun cuando no crean de la religión católica una palabra; esto tiene que provenir del diablo; al menos Lutero era luterano y todos los demás herejes se mostraban abiertamente herejes; en cambio los modernistas se esconden en un engaño.

            Para Kierkegaard, la verdad es subjetividad, echando con esto las bases fundacionales de los fenomenólogos y existencialistas. Dice «una incertidumbre objetiva mantenida firme en un proceso de apropiación de la interioridad más apasionada es la verdad, la más alta verdad alcanzable en la existencia por un individuo» Es decir, este hombre está enfermo; sin embargo, de hecho, ha tenido una tremenda influencia. Algo no es verdad, para Kierkegaard, a menos que sea personalmente experimentado y vivido. De este modo, la verdad especulativa está muerta, lo cual es la esencia de la Fenomenología y del Existencialismo. «Debe ser vivido», también en Blondel.

            Para entender el mundo moderno es necesario entender estas cosas que constituyen el sistema operativo del mundo moderno; como cuando se dice «hoy me identifico con una mujer o con un hombre o no sé lo que soy hoy día», todo esto tiene su base en esta basura. Es lo que vemos hoy, en que nada es lo que dice ser; justifica el aborto, todo lo que internamente se experimente, sin importar lo que sea; un bebé aún no nacido, contrariando los datos científicos o de la ciencia sobre su existencia humana, hoy puede ser decretado que simplemente no es algo real para alguien, por el solo hecho de que no se tiene «la experiencia» de él; la verdad objetiva sobre las cosas está muerta si no las he vivido; en actos extremos incluso se ha podido eliminar a un bebé mientras aún se encuentra en el canal del parto, puesto que, dicen, una vez nacido, sería un homicidio; todo esto es total alienación mental.

            Copleston dice que Kierkegaard, para ilustrar su concepto de «existencia» aporta la siguiente analogía: «Un hombre se sienta en un carruaje y toma las riendas, pero el caballo se mueve a lo largo de su camino acostumbrado en ausencia de un acto de control por parte del conductor, el cual podría estar dormido. Otro hombre guía y conduce a su caballo activamente. En un sentido se puede decir que ambos hombres son conductores; en otro sentido se puede decir que sólo el segundo hombre está conduciendo. De una manera analógica se puede decir que el hombre que va a la deriva con la multitud se funde a sí mismo con el hombre anónimo y se puede decir de él que existe, en un sentido del término, mientras que, en otro sentido, no se puede decir que existe, puesto que no es el individuo existente que lucha resueltamente por un fin, el que no puede ser alcanzado de una vez por todas en un dado momento y, así, se encuentra en un constante estado de «llegar a ser», construyéndose, por así decirlo, por medio de la repetición de actos de elección. El hombre que se conforma con el rol de espectador del mundo y la vida y transmuta todo en una dialéctica de conceptos abstractos, «existe» en un sentido, pero no en otro, pues desea comprender todo y no se compromete con nada – qué tipo de idiota puede decir esto – por el contrario, el individuo que «existe» es más bien un actor que un espectador, se compromete a sí mismo dando así forma y dirección a su vida, es decir, ex est hacia un fin por el cual lucha activamente eligiendo esto y rechazando aquello; en otras palabras, el término «existencia» tiene en Kierkegaard más o menos el mismo sentido que la expresión «existencia auténtica», como se suele usar por los filósofos existencialistas modernos.

Karl Jasper (1883-1969)

            Cabe notar que casi todos estos filósofos, excepto Descartes y otros pocos, proceden de países protestantes, en especial, de Alemania, aunque muchos de ellos son originarios de Inglaterra también, como Herbert Spencer y otros.

            Jasper es otra figura prominente de la Fenomenología existencialista; en unión con Kierkegaard también dirá que la filosofía no nos puede ofrecer la noción de «existencia»; que el ser humano puede ser estudiado y clasificado por las ciencias, nociones y clasificaciones que, sin embargo, no pueden llegar al individuo como «agente libre». El hombre es un ser que trasciende libremente aquello que ya es y, por así decirlo, se crea a sí mismo mediante el ejercicio de su libertad.

            La importancia de Jasper radica en el desarrollo de la subjetivista idea de la verdad, la cual sostiene que la verdad objetivista y científica es una «verdad muerta»; sólo las verdades subjetivadas y vividas son reales. La distinción de Jasper entre el hombre visto desde el punto de vista científico y externo versus desde el punto de vista interno de la existencia se corresponde con la distinción kantiana entre los niveles fenoménicos y nouménicos; una vez más, con Copleston, vamos atrás, hacia Kant.

Lección 19

Franz Brentano (1838-1917)

            Ordenado sacerdote católico en 1864. En 1867 escribió su Die Psychologie des Aristoteles. Eran los tiempos del Imperio Alemán, todo estaba bajo el régimen de Bismarck, por lo que profesar la religión católica no era algo bien visto. Durante este periodo, Brentano brigó cada vez más con la doctrina oficial de la Iglesia Católica, en especial contra el dogma de la infalibilidad papal, promulgado por el Concilio Vaticano en 1870. En breve, después de ser promovido en la Universidad de Würzburg se retiró del sacerdocio y de su posición de profesor. Luego, Brentano era un liberal. Aquí cabe mencionar el movimiento de los Viejos Católicos, liderado por el obispo Hefele de Rotterdam, movimiento liberal; entre ellos fue muy prominente Döllinger, excomulgado; se oponían a este dogma argumentando que se trataba de una doctrina nueva, opuesta a la doctrina católica; no es un movimiento católico, sino liberal y tempranamente modernista; Brentano era parte de ellos. En 1971, en Munich, celebraron una especie de anti-concilio; la lectura de sus actas suenan como el Vaticano II. Bismarck intentó establecerlos como una Iglesia Nacional Católica en Alemania, separada de Roma, a la cual odiaba. Este movimiento todavía perdura, aunque disminuido; han sido sustituidos por el Novus Ordo. Posteriormente, Brentano se entregó al estudio de la Psicología; su primer trabajo fue publicado en 1874, Psychologie vom empirischen Standpunkt, sobre la clasificación de los fenómenos mentales, seguido en 1911 por su Von der Klassifikation der psychischen Phänomene y, finalmente, después de su muerte, Wahrheit und Evidenz. Tuvo influencia sobre muchos en filosofía y psicología, entre ellos, Edmund Husserl, Alexius Meinong, Christian von Ehrenfeld y Sigmund Freud, entre otros. Fue muy influyente en Europa central donde floreció la tradición austríaca de filosofía.

            Dice que la conciencia es siempre consciente de algo, es decir, que es intencional, en el sentido de que intenta un objeto; por lo cual se puede estudiar el objeto como intencionado, es decir, como lo concibe la mente, fuera de su estado o naturaleza extramental; es decir, la misma y vieja basura de que la mente no está hecha para la cosa exterior, o que no es como un cámara que capta un objeto y lo reproduce, sino que, más bien, mejora o cambia al objeto de algún modo de acuerdo a la propia experiencia.

            Los filósofos modernos aman la conciencia. En realidad, la conciencia no es más que el conocimiento que tiene la mente de su propia actividad; está el objeto, la mente, la concepción de aquel por ésta, y, posteriormente la misma mente que conoce su propia actividad, es decir, la conciencia; es cierto, también, que se pueden hacer ciertas cosas inconscientemente; sin embargo, la conciencia no pasa de esto, luego no es algo digno de ser elevado al nivel que le asignan los filósofos modernos, aunque la actividad de la conciencia es necesaria para la conducta racional; durante el sueño estamos semiconscientes, en estado de ebriedad puede ser que alguno no esté consciente de lo que hace, está también la incapacidad de pecar bajo la inconsciencia de la embriaguez [esto es algo que se trata en la cátedra de Teología Moral]; podemos adelantar que la conciencia moral es, en cierto modo ciega, no es una facultad en sí misma, puesto que no crea la ley, simplemente la aplica; usar la conciencia no es más que aplicar la ley tal como la conocemos a lo que estamos por hacer, es un juicio sobre lo que es moral versus inmoral. Para los filósofos modernistas, en cambio, la conciencia es una especie de autor de la ley; de aquí proviene aquello de «libertad de conciencia», la cual en sí no tiene libertad, en el sentido de que no es libre de la ley de Dios.

Edmund Husserl (1859-1938)

            Fue un discípulo de Brentano; se lo considera fundador de la escuela de la Fenomenología, una especie de Aquinate de la Fenomenología. Brentano no es tan importante como una figura mayor en sí mismo, sino por su influencia.

            Nacido en el seno de una familia judía en Prossnitz, Imperio austríaco, actual Moravia en la República Checa. Llegó a influir sobre Edith Stein, judía convertida a la religión católica tomando el nombre Teresa Bendita de la Cruz y canonizada por Juan Pablo II, también sobre Martin Heidegger, Jean Paul Sartre y Maurice Merleau-Ponty [otro existencialista]. Fue muy influyente en filósofos posteriores. En 1887 se convirtió a la iglesia luterana, lo cual era común entre los judíos alemanes del siglo XIX, porque permitía ser mejor aceptado en sociedad. Protejido por Martin Heidegger, quien era muy cercano al tercer Reich. Había asistido a las clases de Brentano en Viena.

            Distingue entre dos tipos de conciencia: Una, como un complejo de hechos psicológicos, eventos y experiencias; segundo, como objetos de conciencia en tanto intencionados o significados. Esta última son fenomena, para la primera; sin embargo, la primera es viva y experienciada – vemos aquí, el tema recurrente de la fenomenología; de la diferencia entre verdades objetivas y verdades vividas; entre los objetos vividos y experienciados versus los objetos meramente definidos; en otras palabras, Husserl establecía la diferencia entre «significado» y «objeto», la importancia de lo cual tuvo su impacto. En la filosofía escolástica, ambos términos son lo mismo, tal como la imagen en una cámara es lo mismo que el objeto, sólo que no existen en el mismo modo, es todo, pero el contenido es exactamente el mismo. Al acto de la conciencia Husserl denomina noesis y al objeto correspondiente intencionado o significado denomina noema. Insiste en la suspención de todo juicio respecto al estado existencial u ontológico o referencial de los objetos de la conciencia – así que no decidamos si algo existe o no en la realidad; veamos si, al golpearme contra un muro, suspendo mi juicio ante la existencia o no del mismo muro; esto es definitivamente delirante, pero es lo que está rigiendo este mundo – Esto significa que el objeto de nuestro intelecto no es el objeto tal como existe fuera de nuestra mente, sino más bien nuestra experiencia del objeto – el kantismo una vez más, a saber, que el objeto de nuestro intelecto es nuestra propia producción. Coplestone dice que, en realidad, Husserl procede para hacer la transición al idealismo, tratando de deducir la conciencia del Ego trascendental y haciendo que la realidad del mundo sea relativa a la conciencia y, así, el objeto debe estar constituido por la conciencia – luego, en este sistema, no aprehendemos el objeto con nuestro conocimiento, sino que aprehendemos una conciencia de algo – es el mismo antiguo tema de la conciencia productora de la realidad.

            El principio fundamental de la Fenomenología, esto es, que nada puede concebirse excepto como objeto de la conciencia, que el objeto debe ser constituido por la conciencia, tendrá una influencia profunda sobre la filosofía del siglo XX. Algunos seguidores prominentes de Husserl fueron: Max Scheler, muy admirado por Juan Pablo II, a quien consideraba su héroe; Jean Paul Sartre, Maurice Merleau-Ponty, ambos existencialistas; sobre los así llamados «tomistas trascendentales» como Lonergan, Rahner, Lutz, Coreth y sobre la escuela de Joseph Maréchal en general; todos estos últimos invadirán la escuela tomista.

Alexius Meinong (1853-1920)

            También pupilo de Franz Brentano. Fundador del Instituto Psicológico de Gratz en 1894. Vemos que la psicología será lo prevalente en ese momento. También fundador de la Escuela de Psicología Experimental de Gratz. Promovió la promoción de Christian von Ehrenfelds. La teoría de Meinong influyó en el desarrollo de los objetos tal como objetos de la conciencia.

Max Scheler (1974-1928)

            Nacido en Munich de padre luterano y de madre judía ortodoxa; convertido a la religión católica en su juventud, pero a partir de 1921 cada vez menos comprometido, hasta que en 1922 repudió públicamente la fe católica, es decir, se convirtió en apóstata. Colaboró estrechamente con Husserl. En Munich tomó contacto con el «círculo fenomenológico» del cual formaba parte Dietrich von Hildebrand, quie es un famoso tradicionalista, pero fenomenólogo a la vez. Algo estaba mal, dado el hecho de que habría de ser presentado como «el mejor filósofo después de San Agustín» [obviamente había alguien más siendo olvidado]; en realidad no tenía un buen uso de la escolástica ni de Santo Tomás; por lo demás San Agustín carecía de un sistema filosófico propiamente tal, no era su propósito, sino la teología y la mística.

            Scheler se involucró en los medios sociales. Impartió clases en la sociedad filosófica de Gotinga, donde era estudiante Edith Stein – vemos que toda esta gente formaba un «club» – Fue promotor del Pacifismo en EE.UU y en Europa; políticamente de izquierdas; promovía también la formación de los EE.UU de Europa, idea que circulaba en los años 20. Toda su obra fue prohibida bajo el régimen del Tercer Reich.

            Tiene una importancia significativa por el hecho de que sus ideas influyeron sobre Karol Wojtyla, quien presentó su tesis doctoral sobre las ideas de Scheler y escribió muchos artículos sobre su filosofía – podemos ver el tipo de mentalidad que tenía Wojtyla; su tesis doctoral fue rechazada por Garrigou; es probable que su tesis haya sido aprobada por otros; recordemos que se había dado al trabajo de aprender alemán para leer a Emanuel Kant. Scheler elaboró su filosofía como reacción a Hegel, Husserl y Kant. Para Scheler es el corazón humano lo que da cuenta de la esencia de la existencia humana – esto es ridículo, aparte de su existencia física, el «corazón» es algo que se asocia a las emociones – dice que la persona humana es fundamentalmente un ser que ama; que los sentimientos y el amor tienen una lógica que, en sí mismos, es muy diferente de la lógica de la razón – es decir, por ejemplo, si alguno ama a una persona distinta de su cónyuge, entonces lo mueve una lógica de sí propio y puede rechazar a ésta para unirse a aquella, dado que el amor tiene su propia lógica – Dice que hay un ranking de valores, sentidos por todos los seres humanos como sensaciones corporales invariables: sentimientos de la necesidad, sentimientos de la vida y sentimientos de la persona de lo divino – aquí tenemos aún más Modernismo – que los valores del sentimiento son comparables a la visión de los colores; así como los colores son independientes de las cosas en que están, como el azul que puede estar en el cielo o en una ropa, así también los valores son independientes de las cosas con las que se sienten; por ejemplo, el valor de la santidad puede ser experienciado con Dios, pero también con un fetishe, o con la madre tierra, como en las culturas indias de América, la Pachamama. Esto es lo que ha guiado a Juan Pablo II, supuesto Papa desde 1978  al 2005, esto es su tipo de pensamiento. Aquí podemos ver el Humanismo; podemos experienciar a Dios como un fetiche o como cualquier figura, como la Pachamama.

            La filosofía religiosa de Scheler sugiere que el Absoluto está dado en una esfera o región de nuestra mente que ofrece dos alternativas: Una, que está plena de nuestra fe en Dios; dos, plena de la creencia en ídolos – no olvidemos que Wojtyla, en África, arrojó algo al interior de una tienda donde estaba una serpiente sagrada, una ofrenda a la serpiente; participó, además en cuanta falsa religión se encuentra en la tierra; hizo algo, algún tipo de culto en cada una de estas falsas religiones; cuando estaba en Polinesia, bebió una poción que supuestamente aumenta la sexualidad; por otra parte, aprobó la «hula» en la misa en Hawail, lo cual también posse un tono sexual; en Haway la «hula» es una especie de religión sexual.

            Scheler niega la noción de un Dios creador. La deidad y el hombre en el mundo forman un sólo proceso de unificación en el mundo, el cual tiene lugar en el tiempo absoluto, aunque esta unificación no está terminada, pero podemos pensar que vamos hacia allá. Scheler hace muchas referencias a Buda, como también lo hizo Wojtyla, quien tuvo formación en la filosofía aristotélica-tomista y en la teología escolástica, pero, en algún punto, la rechazó; en realidad, era un monstruo, una especie de Napoleón, quien diseminó las ideas de la Revolución por toda Europa y, también, alteró al gobierno en el aspecto social de Europa, de acuerdo con la Revolución. La cual, probablemente, hubiese estado confinada a Francia si no hubiese existido Napoleón. También Pablo VI fue una especie de plataforma de la Revolución, mientras que Wojtyla fue su Napoleón.

Lección 20

Heidegger (1989-1976)

            Su interés por la filosofía surgió a partir de sus lecturas de los libros de Brentano sobre los muchos sentidos del «ser» según Aristóteles; esta fue la obra que, según su propio relato, marcó su prolongada cuestión sobre el significado del «ser». Su formación para el sacerdocio se vio interrumpida. En aquel tiempo, fue influenciado por Edmund Husserl; es una influencia que se va transmitiendo de una generació a otra. Estudió las investigaciones lógicas de Husserl. Completó su doctorado en filosofía en 1913 con una disertación sobre la doctrina del juicio en Psicologismo, bajo la dirección del filósofo neo kantiano Heinrich Rickert; así que nos encontramos nuevamente en el Kantismo, fuente de todas estas corrientes que son variaciones sobre Kant. En 1916 conoció a Husserl en persona, el fenomenólogo. Más adelante, anunció su ruptura con el sistema de la religión católica. Sus lecciones sobre la Fenomenología e interpretaciones creativas de Aristóteles ganaron mucha relevancia. Heidegger no era un fiel seguidor de Husserl, tampoco se sentía cautivado por sus elaboraciones posteriores, debido a su giro neo kantiano hacia la subjetividad trascendental y menos aún por su giro cartesiano; más bien prefirió de Husserl sus más tempranas investigaciones sobre la lógica. Trabajando sobre las cosas mismas, pronto comenzó a interpretar radicalmente la Fenomenologia de Husserl.

            En 1927, apareció su tratado fundamental, pero inconcluso, El ser y el tiempo; aunque este trabajo está dedicado a Husserl, después de su publicación y debido a su alejamiento de la Fenomenología de Husserl, se hizo evidente la diferencia entre ambos filósofos. Sus trabajos siguientes revelaron aún más su distancia respecto al neo kantismo y la fenomenología de la conciencia, moviéndose hacia su Ontología fenomenológica. A partir de 1930, comenzó a ser menos sistemático y más oscuro que en su obra fundamental El ser y el tiempo, la cual es una de las cosas más oscuras que podéis leer en vuestras vidas.

            Uno de sus temas recurrentes fue «La esencia de la verdad». Durante la década de 1931 y 1940, Heidegger impartió cinco cursos bajo aquel título – ¿podéis imaginar eso? La esencia de la verdad es muy simple: es la conformidad de la mente con la cosa; es todo lo que necesitamos saber, es decir, cuatro palabras: adaequatio intellectus et rei; pero él dictó cursos sobre esto – Su preocupación por el lenguaje y su fascinación por la poesía lo llevó a ofrecer nuevas conferencias entre 1934 y 1936, así como cinco cursos sobre Nietzsche, llegando a sostener que la metafísica occidental es nihilista – ¿pueden imaginarlo? – Como pupilo de Husserl, Heidegger sostenía que toda la filosofía occidental había olvidado el ser sumergiéndose en el estudio de los seres – lo cual es una soberana estupidez, considerando la Escolástica, filosofía esencialmente aristotélica ¡cuán estúpido se puede ser para decir algo así! – también acusaba que el serhabía sido confinado a dos cosas, a saber, al ser abstracto, totalmente indeterminado, y al ser como el ser divino, totalmente perfecto e infinito – lo cual es también estúpido, porque hay algo denominado el ser real y finito. Dice que, o tenemos ens en común, o tenemos a Dios, y nada hay entre ambos. Pero, por ejemplo, qué decir de un perro, el cual ni es un ser abstracto y tampoco es Dios. Lo suyo es realmente estúpido; significa que no ha entendido ni los primeros elementos de la filosofía aristotélica – Sostiene que existe un tercer significado para aquel término, que denomina el Dasein, es decir, «estar allí»; el hombre se encuentra en la posición única para preguntar ¿Qué es el ser?, y lo está porque es el único ser que posee Dasein, o estar allí – observad aquella subjetividad del «estoy allá» y hay algo frente a mí y estoy sintiendo una experiencia.

Existencialismo

            Esto es muy importante como una subespecie de la Fenomenología. La Fenomenología es la gran cosa, siendo Heidegger un punto de menor importancia dentro de éste, aunque muy respetado en el conjunto del sistema de la filosofía subjetivista; pero, realmente Husserl, la Fenomenología y sus subespecies, como el Existencialismo, están realmente controlando el mundo hoy en día. Recuerden aquel viejo dicho de que «las ideas controlan el mundo», así que la filosofía es muy importante; tanto las buenas como las malas ideas tienen efectos reales muy importantes; la misma fe, en cierto modo, es también una idea, en el sentido de que muchas ideas culturales están conectadas con ella. El estudio de la filosofía es muy importante para entender las ideas que operan en el mundo.

            Como su nombre sugiere, el Existencialismo implica una atención especial al problema de la existencia, no de cada uno de los tipos de existencia, sino de la existencia humana. Es una corriente anti-Esencialismo tal como sostiene la Escolástica, a saber, que el objeto de la mente es la esencia de las cosas creadas, lo cual prácticamente los hace vomitar, considerándolo como algo que se impone a sí mismo sobre uno y, en cambio, insistiendo en la «experiencia» de las cosas, más allá de todo tipo de metafísica.

            La inspiración del Existencialismo se encuentra en los escritos del luterano danés Kierkegaard, quien estaba convencido de que sus compatriotas tenían una falsa noción de lo que significa ser cristiano; muchos de ellos empezaron a ver que el Cristianismo venía siendo considerado como una doctrina que debía ser considerada especulativamente y aprehendida intelectualmente; así que Kierkegaard y su sistema es anti intelectual. Para él, su crítica planteaba que aquello se debía a los errores de Hegel, quien había transformado la abstracción en la Idea subsistente que movería todas las cosas; de modo que Hegel aparece como súper intelectual, es decir, la Idea sería la realidad – lo cual, a su vez, es muy estúpido, increíblemente estúpido – y que el rol de la filosofía especulativa, al comprender todos los misterios de la religión [incluso los de la religión cristiana que tienen que ver con la Trinidad y la Encarnación], debe incluir la religión en la Idea. Bien, Kierkegaard reacciona contra la enseñanza de Hegel, cayendo en la misma y opuesta reacción y en el mismo y opuesto error – es muy común que el error en un extremo engendra el error en el extremo opuesto – Kierkegaard insiste en que la religión cristiana no es una doctrina abstracta a la cual se deba acceder en un modo impersonal y desapasionado como si fuera un sistema de verdades especulativas; por el contrario, la religión cristiana es una forma de vida, una forma de vivir, que consiste en la apropiación y asimilación del mensaje de Cristo en la propia vida de cada uno – esto suena como JP-II o cualquiera de los modernistas – y si designamos a la religión cristiana como doctrina, deberíamos entender que es una doctrina que propone ser realizada en la existencia, que la verdadera forma de entender la doctrina de la religión cristiana es entendiendo su rol como existencia y no como especulación sobre sí misma.

            Existencialistas de renombre son Nikolai Berdyaev, Martin Buber (judío), Heidegger, Carl Jaspers (protestante), Gabrielle Marcel, Ortega y Gasset, Jean Paul Sartre, Paul Tilli (teólogo protestante conservador).

            Representantes literarios del Existencialismo son E. Albi, F. Arrabal. Simone de Beauvoir, Samuel Beckett (americano, escribió en francés), Albert Camus, Eugène Ionesco, Franz Kafka, Miguel de Unamuno, Víctor Hugo.

            En todo el Existencialismo existe un absorbente interés por la existencia humana o la vida humana; existencia que no es la del nivel físico o químico o la del reino biológico; se trata de la existencia que, en general, puede designarse como existencia ética o moral que concierne al problema de lo que realmente signifique «existir» como un ser humano – esta es otra pregunta estúpida, toda vez que existir como ser humano es toda nuestra diaria actividad, desde que despertamos hasta que nos dormimos, es muy simple – Un error, en este sistema, no consiste en que la doctrina cristiana debe ser vivida en la práctica, sino en negar la existencia de verdades especulativas en la religión cristiana y que ésta sería, simplemente, una forma de vida y no una doctrina; cabe señalar que todo error contiene alguna verdad; un sistema erróneo siempre contiene algo verdadero, como el Protestantismo, que contiene cierta verdad, verdades que son tomadas ya sea de la fe misma o de la razón natural o de la teología natural. Así, existe algo verdadero en lo que dice Kierkegaard, por cierto; él reacciona contra el paganismo y la incredulidad y ateísmo de Hegel; en este sentido, su reacción es valiosa, pero su sistema contiene un error inherente, a saber, que no existen verdades especulativas contenidas en la religión cristiana, sino que ésta consiste en cierta forma de vida personal. Siempre se podrá encontrar alguna verdad en un sistema erróneo.

            Según el existencialismo, ¿cómo podemos vivir una vida verdaderamente humana? ¿cuáles son las características de un comportamiento auténticamente humano? Mientras Kierkegaard se preguntaba sobre el modo de vivir como verdadero cristiano, los modernos existencialistas, casi todos ateos, se preguntan sobre cómo vivir como un verdadero ser humano, en oposición a un falso ser humano – imaginaos sentarse a pensar sobre esto en vez de salir a ganarse la vida con un trabajo real; sólo intento deciros que esta gente está realmente enferma, aun cuando es el sistema operativo del mundo.

            El término Existencialismo es usado también en oposición a Esencialismo al cual los existencialistas consideran como una especulación carente de sentido. Los existencialistas se preocupan por la vida de los hombres en concreto aquí y ahora; no se preocupan por lo universal, sino por el individuo. Su interés por el individuo surge por varias razones; la mayoría de los existencialistas están hastiados de los sistemas del pensamiento especulativo como vía para aproximarse al problema de la existencia humana, pero ¿en qué están ellos involucrados, sino en el pensamiento especulativo? Son como los escépticos que dicen «no existe tal cosa como la verdad absoluta», siendo esta proposición una verdad absoluta para ellos. ¿Qué otra cosa nos dicen ellos acerca de sus filósofos, sino de algún sistema sobre la vida y pensamiento humanos? Los existencialistas consideran tales sistemas como abstracciones sobre las condiciones únicas y particulares de cada situación humana que hacen de la vida humana una existencia difícil y compleja; pues bien, ni es compleja ni es difícil, de hecho, es muy fácil ser un ser humano; lo que hace de la existencia humana algo difícil y complejo es la inmoralidad. El desprecio de lo absoluto y de la abstracción conlleva el interés de los existencialistas por la libertad humana la cual, es un discurso recurrente a partir del siglo XVIII, la Revolución americana y la Revolución francesa, es el culto a la libertad. Dado que la misma naturaleza de la libertad consiste en una forma de contingencia e indeterminación, a saber, la capacidad de desear o no desear algo, la libertad es etiquetada como un tema abominable del sistema especulativo, como el de Hegel, obviamente, en el que la Idea controla todas las cosas. Con relación a todas las naturalezas, las necesarias deducciones, unas de otras, en tanto determinación y necesidad, son consideradas por los existencialistas como enemigas de lo valioso – de nuevo, podemos ver en esto una reacción al aplastante y sistemático sistema de Hegel, reacción que es tanto, o más, errónea – Esto es especialmente claro en Sartre y Camus, quienes hacen de la libertad la verdadera esencia del hombre, lo cual es totalmente absurdo; la libertad es una facultad o capacidad de la voluntad; es necesario que toda facultad esté adherida a una esencia; es imposible que tengamos una voluntad subsistente; sólo Dios es su misma voluntad. Sin embargo, ellos se refieren a esta misma libertad, la cual no es sino una capacidad de la voluntad, es decir, un accidente de la facultad, considerándola como la verdadera esencia del hombre.

            Los existencialistas, en general, consideran que lo abstracto y universal es una indignidad hacia el hombre, dado que degeneran a la existencia humana, al ser humano, a la persona individual degradándola a un objeto, o una cosa, o un algo – así que, si nos entregamos al estudio de la filosofía escolástica, nos convertiremos en un algo, seremos todos un algo si abstraemos o universalizamos, perderemos nuestra humanidad; esto es descabellado. En realidad, lo que ellos no quieren es la imposición de la verdad y la moralidad; el de ellos es un sistema que rechaza la verdad y la moralidad objetivas las cuales, a juicio de ellos, nos convierten en un algo; por ejemplo, desean vivir con sus amantes y realizar toda clase de actos indecentes e inmorales bajo algún tipo de justificación para ello, como la de no convertirse en un algo.

            Debido a que los existencialistas se preocupan por el individuo como un yo consciente y como un agente responsable, más bien como un sujeto y un tú antes que un objeto y un algo, la conciencia y la libertad son temas centrales en todo pensamiento existencialista. El hombre sería un verdadero existente sólo cuando sigue una vida intensa y consciente, durante la cual estaría vívidamente consciente de todas las exigencias, decisiones y problemas de la vida humana – por supuesto, esto justifica el aborto; el aún no nacido no está consciente, y nadie está consciente por ellos; no son humanos, dicen; no hacen todas esas cosas para serlo – Los existencialistas dicen que el hombre debe hacerse consciente de sí mismo como ser reflexivo, cuyas existencias deben ser inter penetradas con el pensamiento – por supuesto que así es; tan pronto como abrimos los ojos, olemos cosas, etc., producimos pensamientos, claro que sí. Cómo es que necesitaríamos a Sartre y a todos los demás idiotas que nos lo digan – Sartre insiste en estar plenamente atento a la riqueza inherente en cada experiencia – lo cual no hace ningún sentido; es algo realmente estúpido decir algo así – y vivir una vida vibrantemente alerta al angustioso peso y cuidado de la existencia – de nuevo, cómo no estarlo; ¿no estamos, acaso, alertas ante todas nuestras adversidades? – Dice que somos libres sólo cuando tenemos un interés personal en cosas, cuando tomamos decisiones y cuando seguimos nuestra propia elección conscientemente – luego, la libertad de elección es el dios – Continúa diciendo que, aunque la ciencia objetiva y el método científico exigen que el experto se mantenga desinteresado y libre de las pasiones, el individuo debe comprometerse personal y pasionalmente en cada situación y en cada decisión – comúnmente las pasiones bloquean la mente – Lejos de defender el desinterés, los existencialistas exhortan a que el individuo se involucre en la vida de manera total – pero ¿quién no? – dicen que los individuos poseen un fuerte y radical compromiso con la existencia – luego, aseguraos de tener vuestras tres comidas al día – y que consciente, libre y pasionalmente se involucren en sus últimos propósitos – así que el teleadicto está muy involucrado en ser un teleadicto, es su propósito en la vida, lo cual está bien para los existencialistas. Esto es el sistema operativo del mundo, el mismo que produce la enfermiza sociedad, política, etc., presentes. Dejaremos para mañana algo más sobre la absurdidad del mundo y que el infierno es el resto de las personas, según Sartre.

Lección 21

            Bien, tenemos los temas de la angustia y el absurdo estrechamente entrelazados con las nociones de libertad, decisión y responsabilidad en este contexto de abandono, temor y estremecimiento lo cual, en los existencialistas, obedece al énfasis que ellos ponen en lo concreto e individual; debido a esto, existe una tendencia, entre los existencialistas, a describir al hombre como abandonado, solitario y separado de sus congéneres. La nota de abandono surge del hecho de que muchos existencialistas consideran que no existen estándares morales objetivos que guíen al ser humano en sus elecciones; dicen que cada hombre se debe a sí mismo y se encuentra abandonado a sus propias decisiones personales – por ejemplo, en cuanto a la identidad de género – Si la pesada carga de la decisión responsable conlleva la ansiedad o la angustia, la conciencia existencial sobre la frágil inestabilidad de la existencia humana, la cual puede ser apagada por una miríada de eventos incontrolables, es algo que se agrega a aquella ansiedad – así que ellos son ansiosos, con una gran angustia.

            La absurdidad es otro tema entre los existencialistas. En todas las obras existencialistas existe un interés en lo no-racional, término usado por ellos para significar todo lo que escapa a la comprensión del hombre. Este elemento no racional en la existencia es llamado frecuentemente el absurdo. Kierkegaard designa a Cristo como el absurdo, dado que el hecho de que Dios se haya hecho hombre por amor al hombre es algo incomprensible para la razón humana – por eso sería absurdo – dice que la encarnación es algo que no puede ser entendido por la razón; ésta debe ser comprendida por el salto de la fe.

            La absurdidad en el Existencialismo de Sartre significa aquella gratuidad absoluta o contingencia de las cosas, dado que no hay un Dios para concebir las esencias, según la filosofía de Sartre. Dice que no hay una razón para las cosas del mundo físico ya sea para sus esencias ya sea para sus existencias – luego, él niega el principio de «razón suficiente»; no habría una razón por la cual algo es una vaca o algo es un caballo, para lo cual Santo Tomás diría, bueno se debe a la esencia; y, en cuanto a que no hay una razón por la cual existen las cosas, Santo Tomás dice, bueno, esa razón es Dios – Dice que las cosas sólo son y dado que son sin una razón, son absurdas – así que el mundo es absurdo, para los existencialistas; esto no tiene sentido.

            En los ensayos de Camus, la noción de la absurdidad tiene una connotación algo diferente. Admite que hay ciertas explicaciones y descripciones científicas de varias partes del universo, pero niega que exista alguna verdad integral e inclusiva para la totalidad de la realidad. Dice que hay verdades parciales, pero no una Verdad y que no hay una razón final y decisiva que haga del universo un todo racional para el hombre.

Dios y la nada

            Para muchos existencialistas, el escenario común en el cual la existencia humana busca su fin es uno de la ausencia de Dios. Aunque Berdyaev, Marcel y Jaspers son teístas, el Existencialismo de otros, como Sartre, Camus, Kafka y los dramaturgos del Teatro del Absurdo, ha sido más influyente, luego, éstos últimos han sido los grandes y reales existencialistas.

            La opinión de Heidegger sobre la existencia de Dios es algo abierto a cuestionamiento, pero el sentir común es que, en sus escritos, él filosofa como si no existiera la divinidad.

            Hay muy pocos intentos, si acaso los hay, por parte de los existencialistas, por argumentar contra las pruebas tradicionales de la existencia de Dios; simplemente el Ateísmo se da por sentado. Sartre hizo un intento más bien breve para refutar la existencia de Dios, pero su procedimiento muestra que no comprendió la noción tradicional sobre la divinidad – esto es una buena manera de decir que esta gente es realmente idiota – Camus parece sugerir que el problema del sufrimiento humano es la razón para negar la existencia de un ser supremo – este argumento es muy típico.

            Para estos pensadores, el Existencialismo es un serio intento por describir una existencia en la cual Dios ha sido proscrito y, para quienes, sólo el hombre es la última razón, el hombre convertido en el nuevo trascendente para el hombre; es, esencialmente, la deificación del hombre, es el único ser a través del cual se revelan todas las cosas, es la primera fuente de orden y significado en el universo, es único legislador en el terreno de la moralidad, creador de todos los fines y valores. La existencia es lo que el hombre quiere que sea; podemos entender el interés de estos pensadores por los escritos de Nietzsche – «seréis como Dios, con el conocimiento del bien y del mal», el pecado original.

Epílogo

Hacia la creación del Anticristo.

            Toda esta mentalidad, que hemos recorrido a lo largo de estas clases, forma parte del gran remolino de la creación del Anticristo. Hay que decir que toda esta sucesión comenzó con el Renacimiento, la revuelta contra la autoridad de Dios por medio de la autoridad de la Iglesia. Por otro lado, tenemos el comienzo del Subjetivismo con la Reforma, a saber, el absurdo de que el Espíritu de Dios inspira a cada hombre para interpretar las Sagradas Escrituras en una cierta manera de modo individual, aún si se contradicen unos a otros, lo cual es absurdo, es la glorificación del absurdo; se trata del mismo Subjetivismo que plantea que lo que es verdadero para uno puede no ser verdadero para otro, pero ambos tienen la fe. Tenemos luego a todos los Descartes, los idealistas, los empiristas, verdaderos ataques contra la misma noción de verdad, erigidos en verdaderos fundamentos en el siglo XVIII. Así llegamos a la Revolución Francesa que asumió todo aquel horrible pensamiento, llevándolo a la práctica, política y socialmente. El siglo XIX no es sino el progreso social, político y filosófico de todo lo establecido en la Revolución Francesa; siglo en el cual vemos un conflicto entre lo que podríamos llamar «valores tradicionales» y la revolución. Finalmente, todo colapsó con la Primera Guerra Mundial, marcando el final de todo tipo de valores tradicionales y del orden antiguo, imperfecto como era, en Europa, y en su reemplazo se proclamó la Democracia y el Socialismo como la salvación del hombre; es el sistema en el cual estamos viviendo actualmente. Sin embargo, todo esto se encaminó en línea recta a su gran interrupción por Adolf Hitler; los promotores del sistema no lo esperaban, sus planificadores no esperaban una reacción nacionalista contra su Mundialismo, aún siendo Hitler un socialista, pues el verdadero enemigo del sistema del Orden Mundial es el Nacionalismo. El Socialismo, aún en sus diferentes grados, es enemigo de la propiedad privada; todo fluye desde este principio sin importar las diferentes cualidades y capacidades de las personas, todo debe ser compartido en la igualdad – es el Socialismo en un párrafo – El orden socialista fue exaltado después de la Primera Guerra Mundial por medio de la Liga de las Naciones, la cual fue un gran fracaso; con todo, después de la Segunda Guerra Mundial, volvieron atrás creando las Naciones Unidas y la Unión Europea.

            Bien, esto es un recuadro a partir del Renacimiento, periodo en que ocurre la conversión de algunos, especialmente entre las clases superiores, ricas e intelectuales, en orden a subvertir el orden de la Edad Media en el sentido de abandonar la visión del hombre como criatura de Dios y redimida por Dios, así como a Cristo como centro del universo y de la vida humana que se desarrollaba en torno a Cristo y la Iglesia Católica, lo cual se denomina La Cristiandad, y volverse hacia el hombre en cuanto hombre y medida de todas las cosas, fue el espíritu del Renacimiento; es la razón por la cual vemos el surgimiento del desnudo en aquella época, especialmente en el ambiente de Florencia, centro banquero de Europa y fuertemente corrompida en el orden moral; un nuevo tipo de arte nació en Florencia. El punto es que el hombre vestido es testimonio del pecado original, luego el arte de los desnudos es un testimonio de lo contrario, es decir, del hombre sin pecado original; es la razón por la que el nudismo es tan prevalente entre los paganos, por ejemplo, entre los romanos, griegos, etc. El hombre debe cubrirse a causa del pecado original. El retorno hacia los paganos es un muy mal signo en la historia del mundo.

            Bien, este ha sido un breve recorrido sobre la dirección que ha tomado la historia a partir del Renacimiento, una dirección a la cual se han sumado sus diferentes impulsores en adelante a lo largo de la historia hacia la creación del Anticristo…y todo aquel que no se sume a ella estará pues en problemas.

FIN

Sobre la Cremación

 

En esta entrada, he querido poner a disposición la presente traducción mía del original italiano de un artículo cuyo autor es Don Francesco Ricossa, director del Instituto ‘Mater Boni Consilii’. El artículo se encuentra en la revista ‘Sodalitium’ n.60 p.51 (2007)


                  En estos últimos años se está difundiendo cada vez más la práctica masónica de la cremación, consistente en la violenta destrucción del cadáver humano mediante el fuego o el calor intenso.

                  Nos parece, por lo tanto, no sólo oportuno, sino también improrrogable, recordar la disciplina de la Iglesia Católica codificada en el Código de Derecho Canónico promulgado por Benedicto XV en 1917 y que, permaneciendo la vacancia de la Sede Apostólica, está aún en vigor.*

La ley de la Iglesia prohíbe expresamente las siguientes acciones:

  1. Cremar un cadáver.
  2. Cooperar formalmente con la cremación.
  3. Ordenar que el propio cuerpo o algún otro sea cremado.
  4. Formar parte de alguna sociedad cuyos miembros practican la cremación del propio cuerpo y el cuerpo de las personas de las cuales pueden disponer.
  5. Dar la absolución sacramental a una persona que haya dado orden de que su cuerpo sea cremado y que no desea revocarla; dar a esta misma persona, después de la muerte, la sepultura eclesiástica [Cánones 1203; 1240 1 n.5; 2339)El Instituto ‘Mater Boni Consilii’ se atiene a esta legislación.

La Iglesia considera la práctica de la cremación de los cadáveres como una práctica de barbarie, que repugna no sólo a la piedad cristiana, sino también a la piedad natural hacia el cuerpo de los difuntos y que la Iglesia, desde sus inicios, ha proscrito constantemente [Instrucción de la Sagrada Congregación del Santo Oficio, 19 junio 1926].


Diez motivos [entre tantos] para oponerse a la cremación

Enumeraré algunos motivos por los cuales no es apropiado proceder con la cremación de los cadáveres.

  1. Porque Jesucristo mismo, Nuestro Señor, quiso ser sepultado [Juan XIX, 40] según toda la tradición del Antiguo Testamento.
  2. Porque la incineración parece querer significar que los cuerpos son para siempre disueltos y dispersos, mientras que el rito contrario de la inhumación acompaña a la idea de la muerte equiparada al sueño [Juan XI, 11-39] y expresa mejor la fe cristiana en la resurrección final.
  3. Porque la inhumación expresa el símbolo cristiano y bíblico del cuerpo considerado como la semilla que da lugar a una nueva vida: “si el grano de trigo, caído en la tierra, no muere, no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto” [Juan XII, 24; ver también 1Cor XV,36-44].
  4. Porque toda la liturgia de la Iglesia honra el cuerpo del difunto, que ha sido templo del Espíritu Santo y destinado a resurgir de la muerte, mientras la cremación lo destruye violentamente en el fuego, símbolo del fuego eterno.
  5. Porque la Iglesia ha practicado siempre el culto de las reliquias de los santos, mientras ha reservado la pena del fuego para el cuerpo de los herejes impenitentes.
  6. Porque ya los primeros cristianos la consideraban un horror, como lo atestigua el pagano Minucio Felice: el cristiano, escribe, execrantur rogos, et damniunt ignium sepulturas.
  7. Porque en donde sea que se haya difundido el Evangelio, ha desaparecido la cremación.
  8. Porque la cremación ha sido reintroducida por los enemigos de la Iglesia, primero con la Revolución Francesa y luego en el siglo XIX, para negar la resurrección de los cuerpos y combatir a la Iglesia.
  9. Porque es la secta masónica la que ha promovido y promueve las sociedades por la cremación.
  10. Porque ha sido esta misma secta la que ha obtenido, bajo Pablo VI, la modificación de la ley eclesiástica contra la cremación, enésima cesión de los neo-modernistas a los enemigos de la Iglesia.

(…)**

                  Hoy, para tranquilizar a los católicos, las sociedades por la cremación citan a Pablo VI. Por supuesto, los cremacionistas citan, para convencer a los católicos, las palabras donde se dice que la cremación no es mala en sí misma, y ya no está prohibida en ningún caso. En cambio, omiten las otras palabras del texto donde se sigue recordando que » “la Iglesia siempre se ha esforzado en inculcar la inhumación de los cadáveres, ya sea acompañando tales actos con ritos destinados a poner en resalto el significado simbólico y religioso, ya sea conminando con penas canónicas contra aquellos que actúan contra esta práctica tan saludable […] Se ha de procurar por todos los medios que se mantenga fielmente la costumbre de sepultar los cadáveres de los fieles; por tanto, los Ordinarios cuidarán, mediante las oportunas instrucciones y amonestaciones, de que el pueblo cristiano rehúya la incineración de cadáveres (…)”. Palabras al viento, ¡se podía y debía haber previsto! Del decreto de 1963 sólo queda, como se dice, ¡que «la Iglesia ya no prohíbe la cremación»! El golpe se había preparado desde hacía mucho tiempo: una carta del obispo Bruno B. Heim, su colaborador de entonces, da fe de ello. Heim, colaborador entonces del nuncio Angelo Giuseppe Roncalli (el futuro Juan XXIII) en la nunciatura de París, escribe que el barón Marsaudon, amigo de Mons. Roncalli, «vino (a verle) para proponerle la supresión de la prohibición de la cremación; según él, esto ya no tenía nada que ver con la ideología masónica» (en Controrivoluzione, nº 67-68/2000, p. 28) ¡Lástima que Marsaudon fuera Ministro de Estado del Consejo Supremo de Francia del Rito Escocés Antiguo y Aceptado…!


* Hay que decir que el CDC 1917 se encuentra aún en vigor porque la Sede Apostólica se encuentra formalmente vacante, es decir, privada de la Autoridad de Cristo en cuanto a la “potestas iurisdictionis” desde 1958 hasta el presente; luego, sus designados a la Sede no han podido poner actos jurídicamente válidos en la Iglesia.- Ndt.

** En esta parte he omitido la detallada y larga sección dedicada a la Masonería y las Sociedades por la Cremación, ya que en ésta el autor se refiere a la situación histórica vivida, y que se vive, en Italia, país de su residencia al respecto; situación que, en todo caso, en más o en menos, se repite en el resto del mundo. Esta sección puede ser leída en su idioma original, el italiano, en el volumen de la revista Sodalitium indicada.

LA DEMOSTRACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS: LAS CINCO VÍAS DE SANTO TOMÁS por el Padre Osvaldo Lira (1904-1996)

Primera Parte

Después de la época apostólica, en la llamada época patrística, referida a los Padres de la Iglesia, el cristianismo, es decir, el dogma revelado, la dogmática revelada cristiana, se confrontará con un pensamiento filosófico extraordinariamente desarrollado, como fue el pensamiento de los filósofos y pensadores griegos, sobre todo Platón y Aristóteles. Los Padres de la Iglesia, entre los cuales sobresale como un gigante San Agustín, quieren estructurar una filosofía cristiana. Para realizar esta empresa, recurren como pensador a Platón, el cual, a primera vista, es un pensador más fácilmente conciliable con la dogmática revelada que Aristóteles; luego, los Padres de la Iglesia son platónicos, pero corrigiendo, al mismo tiempo, las deficiencias intelectuales que se podían notar en un pagano que aún no se había beneficiado con la luz de la Revelación, aunque de una altura intelectual pocas veces alcanzada. Sin embargo, andando el tiempo, se vio que la filosofía platónica no era el instrumento adecuado para crear una teología, porque, en ese sentido, hay que tener muy claro que la teología no es lo mismo que la fe. La teología significa la organización racional de los dogmas; es decir, la empresa encaminada a constituir, con el conjunto de los dogmas revelados, un Corpus Doctrinale, un cuerpo doctrinal consistente, apoyado en ciertos principios y sujeto a desarrollo y progreso, como todas las disciplinas científicas meramente humanas. Dado que la Revelación no es un Corpus Doctrinale, puesto que Cristo es el único que tiene derecho a ser creído bajo palabra, sin demostrar las verdades que proclama – cuando Cristo quiere demostrar algo no usa silogismos, sino que hace milagros, lo cual es muy distinto, es el procedimiento divino – con todo, el procedimiento silogístico debía ser hecho por los hombres, los pensadores, los no inspirados, ellos debían realizar y estructurar un Corpus Doctrinale con los dogmas revelados.

                        Cuando aparece Santo Tomás, como digo, la filosofía cristiana estaba culminando en estructurarse. El primer intento, la primera escolástica, que es platónica, realmente termina sin pena ni gloria – no hay que asustarse para decir estas cosas – pero entretanto, había llegado a Europa la filosofía aristotélica; y había llegado por una vía insuficientemente considerada por los historiadores; llega a través de los musulmanes. Saben ustedes perfectamente que los musulmanes llegan a España en 711 d.C., conquistan rápidamente casi toda la península ibérica con la Batalla de la laguna de La Janda o de Guadalete, como la llaman. Es así como en España floreció uno de los focos intelectuales del pensamiento árabe. El foco oriental había sido Damasco, el foco occidental sería la ciudad de Córdoba, capital del califato del mismo nombre. Es aquí donde comienza a cultivarse la doctrina de Aristóteles, la cual, a continuación, pasa a las escuelas cristianas, en parte gracias a la escuela de traductores de Toledo, favorecida por los reyes de Castilla a partir de Juan José. En el momento en que aparece Santo Tomás, Aristóteles es más o menos familiar en todas las escuelas europeas. Naturalmente, había que confrontar, como debe ser, el conjunto de los dogmas revelados con el conjunto de las verdades aristotélicas adquiridas con la sola fuerza de la inteligencia humana, para que ese pensamiento aristotélico sirva a la organización científica de la Revelación, a la estructuración de una teología cristiana. Era necesario someter aquel instrumento a un proceso de depuración; la filosofía aristotélica, tal como había llegado por mano de los pensadores musulmanes, como Averroes el cordobés y otros, no podía servir tal como estaba a una realización seriamente científica de la Revelación, es decir, a la estructuración de una teología que fuera una ciencia digna de respeto. ¿En qué va a consistir esa depuración? En lo siguiente: He dicho muchas veces en mis clases y muchos de mis alumnos aquí presentes me lo han oído – algunos de ellos con cierto asombro inicial que se ha disipado luego con mis explicaciones – que Aristóteles estaba más cerca de Platón que de Santo Tomás; lo cual mantengo. Porque la filosofía aristotélica, en especial la metafísica aristotélica, es una metafísica de tipo esencialista y no de tipo existencial. No llamo a la metafísica de Santo Tomás existencialista, porque este término ha tenido otro significado para el hombre; la llamo metafísica existencial. Es decir, la filosofía primera de Aristóteles es una filosofía primera de las esencias de las cosas; y la filosofía primera de Santo Tomás es una filosofía primera del existir de las cosas, que es lo más importante que tenemos nosotros, que tienen todos los entes existentes; que tenemos los entes humanos y todos los entes del mundo visible e invisible – de éstos últimos sólo tenemos información de la Revelación – La de Santo Tomás es una metafísica del existir de los entes existentes, pues algo es un ente en tanto existe en tal o cual especie, en la especie humana para nosotros, ya que existe de una manera determinada; esa manera determinada, en el caso nuestro es la especie humana, y en todos los demás seres es la esencia o naturaleza que los inscribe en una especie determinada. Lo importante es el existir; lo dice Santo Tomás: «Aquello de más íntimo que tiene cada ser es su existir, no es su esencia, somos entes por el existir; somos tales o cuales entes, de tal o cual manera, porque tenemos una esencia que determina y coapta ese acto supremo, que es el existir, a una especie determinada»; en el caso nuestro, a la especie humana.

Santo Tomás va a efectuar una operación que se podría asimilar a la trasposición de tonalidad que hacen los músicos; Santo Tomás traspone la metafísica aristotélica, esencialista, substancialista, formal – no formalista – a la tonalidad existencial. El acto último, para Santo Tomás, es el existir. Lo importante de todo ente es que existe; después veremos cuál es su naturaleza; lo importante es que existen, eso es lo primero de todo y lo más importante de todo. Ahora, ese existir plantea ciertos problemas no tratados por Aristóteles; daré algunos ejemplos para que se vea la aportación originalísima de Santo Tomás, porque, generalmente, se ha creído que Santo Tomás copió a Aristóteles, que bautizó a Aristóteles. Recuerdo haber sido amigo de un gran filósofo argentino llamado Nimio de Anquín, profesor en la Universidad de Córdoba; en cierta ocasión estábamos en Salamanca, España, donde se discutía, precisamente, sobre esas relaciones entre Santo Tomás y Aristóteles; alguno de los presentes dijo con más suficiencia que acierto, que Santo Tomás no había hecho más que bautizar a Aristóteles; Nimio de Anquín, inteligentísimo, recogió la palabra replicando «Perfecto, siempre que al bautismo se le dé su verdadero significado: muerte del hombre viejo y nacimiento del hombre nuevo». Es evidente; es una cosa absolutamente nueva. Por eso, tengo que decir que me estoy cansando cada vez más de aquello de «filosofía aristotélico-tomista»; hay que hablar de «filosofía tomista» a secas, sin el prefijo aristotélico. Lo cual es mucho más sano y mucho más exacto.

Santo Tomás tiene que purificar, como digo, la filosofía aristotélica, para que le sirva como instrumento; porque tal como había salido de la mano de Aristóteles tampoco le servía. Era menos inútil que el platonismo, pero era nociva, inútil, no podía ser traspuesta a la tonalidad existencial. Había ciertos problemas que debían ser planteados – y Santo Tomás se los planteó – que no pudieron ser planteados por Aristóteles, aunque no por culpa de él – aquí no se trata de méritos, se trata del valor objetivo, lo cual es muy distinto.

Por ejemplo, el problema de la Creación, no planteado por Aristóteles, es decir, «la producción de una realidad de la nada suya y de su sujeto», como dice la definición, productio rei nihilo sui (de su forma) et subiecti (de la materia). Aristóteles no se lo planteó porque él, implícita y explícitamente, creía en la eternidad de la materia. La materia no es eterna, aunque no haya tenido comienzo; en efecto, algunos piensan que la eternidad significa ausencia de comienzo; no, la eternidad no es eso; Santo Tomás dice que no se puede demostrar, con la razón natural, que el mundo haya comenzado; sin embargo, él dice que la materia no es eterna; que el signo de que la materia no es eterna es que está sujeta a cambios, a mutaciones, a alteraciones; aunque no haya tenido comienzo en el tiempo ni vaya a tener término en el tiempo, no puede ser eterna porque se mueve, y la eternidad, como fue definida de manera inmortal por Boecio es la posesión plena y perfecta de una vida interminable; nótese que dice de una vida, no de una simple existencia; como dice Santo Tomás, el vivir en los vivientes es su existir. Es un problema que no se planteó Aristóteles.

Segundo: el problema de la personalidad humana, mejor, el problema de la hipóstasis, el cual, respecto a los hombres, es el problema de la personalidad; somos hipóstasis racionales que, en cuanto somos racionales, recibimos el nombre de persona. Tampoco lo planteó Aristóteles, porque, sin las luces de la Revelación, tampoco podía; así, para Aristóteles eran idénticas la naturaleza individual y la personalidad; pero, para nosotros, no puede ser idéntica; porque resulta que hay una naturaleza humana individual, la más absolutamente perfecta de todas, que es la naturaleza de Cristo, que no es una persona; es así que en Cristo hay una sola persona, que es la persona del Verbo, la persona divina del Verbo, que subsiste en dos naturalezas, la divina y la humana. Luego, había que estructurar otra definición de persona, distinta de la naturaleza individual. Este es el segundo problema que Aristóteles no se lo planteó.

Estos dos problemas son fundamentales, porque atañen a la nuestra contingencia; porque si hacemos una filosofía de las esencias, jamás podríamos plantearnos el problema de la contingencia de los entes existentes; porque, como dijo el mismo Aristóteles, las esencias son eternas, inmutables, necesarias e indivisibles; pero, eso no son las esencias. Resulta que las personas y los entes existentes no somos necesarios, sino contingentes; no somos eternos, sino temporales; no somos indivisibles, sino divisibles; de manera, entonces, que en tanto entes existentes, dotados de aquel acto último, de aquella perfección última, que es puramente la perfección del existir, somos entes contingentes. El pensamiento antiguo no pudo plantearse este problema del existir; y esto es muy importante. Por eso yo creo que el problema de la distinción real entre la esencia y existencia, que se plantea el pensamiento tomista y todo el pensamiento occidental a partir de los grandes escolásticos, es un problema extraordinariamente importante. Con razón, un gran teólogo español de este siglo, Norberto del Prado, quien hizo una monografía monumental sobre la esencia y el existir, es decir, sobre la distinción real entre la esencia y el existir, dice que es la verdad fundamentada de la filosofía cristiana; así se llama su monografía, Veritas fundamentalis philosophiae christianae. Estos problemas se los planteó Santo Tomás.

Como pueden ver, el problema de la personalidad humana es un problema importantísimo, así como el de la distinción real entre la esencia y el existir e, igualmente, el problema de la Creación; son problemas fundamentales y son la base inconmovible del pensamiento tomista; problemas, acerca de los cuales, Aristóteles no tuvo noticias. Vuelvo a decir que esto no significa desaprobar a Aristóteles y mucho menos vituperarlo; él carecía de las luces de la Revelación, evidentemente; pero, como también he dicho en mis clases, a modo de comparación, que es mejor subir una cuesta de día que de noche, se sube mejor no a causa de alguna fuerza que aporte la luz, lo cual es imposible, sino a causa de la luz que ilumina; es lo que hizo la luz de la Revelación con Santo Tomás, lo iluminó, pero él puso la fuerza; él puso la fuerza natural de la inteligencia humana; y es curioso, porque, precisamente, antes de él no estaban bien delimitadas las fronteras entre el saber puramente humano y el saber teológico.

Recuerdo que aquí mismo, en la Universidad Católica, cuatro o cinco años hace, mientras almorzaba con algunos amigos, uno de ellos comenzó a hablar de lo que no sabía – cosa lamentable – Recuerdo que me dijo que en el tomismo no hay gracia, porque todas las conclusiones a las que llega el tomismo son conclusiones ya elaboradas de antemano por la teología. Yo no iba a entrar en discusiones con él, porque no se debe perder el tiempo, pero le formulé la siguiente reflexión: «seguramente es el tomismo que has estudiado tú – le dije – el tomismo que he estudiado yo no es así». Me preguntó «Entonces, ¿qué es el tomismo?» Recuerdo – me parece que algunos que me oyeron están aquí presentes – que le di una respuesta al modo Chesterton, diciéndole «¿Puedes tú abrir una puerta abierta?» «No» me dijo «Pues, eso es el tomismo». No quise darle más detalles. Si nosotros tomamos esa respuesta, que no es mía, sino de Chesterton, vemos que el tomismo es la filosofía del sentido común; y esa filosofía del sentido común es perfectamente distinta de lo que es teología; evidentemente, Santo Tomás es, por encima de todo, un teólogo, y un teólogo en el sentido pleno de la palabra, es decir, místico. El único teólogo auténtico, en el sentido pleno de la palabra, es el místico; los demás son filósofos de los dogmas, pero no teólogos. Él fue quien estableció perfectamente bien la diferencia existente entre la teología y la filosofía; entre el saber sobrenatural y el saber natural. Muchos creen que Santo Tomás es puramente teólogo, o que cuando se habla del tomismo se habla de religión; pero esta doctrina es absolutamente errónea, no distingue entre la virtud de la religión y la virtud intelectual, que es el habitus de la teología, porque las virtudes son habitus. Saben, quienes han estudiado metafísica – mis alumnos lo saben, o deberían saberlo – que el habitus es una perfección adquirida, no innata, que hace que el actuar sea más fácil, más pronto y más deleitable; pero, el habitus de la teología reside en la inteligencia, es un hábito científico, pertenece a la inteligencia especulativa; en cambio, el habituso virtud de religión no reside en la inteligencia, reside en la voluntad; de manera que nada tiene que ver este hábito con el otro. Como es corriente hablar más de lo necesario de cosas que se ignoran, generalmente suele confundirse la teología con la religión. Existen los hábitos de la inteligencia especulativa, de la inteligencia práctica y los hábitos de la voluntad; la religión pertenece a los hábitos voluntarios; la filosofía y la teología pertenecen a la inteligencia especulativa, ni siquiera a la inteligencia práctica.

Resulta entonces, que el pensamiento teológico tomista es también filosófico. Cuando Santo Tomás quiere demostrar la existencia de Dios – y lo logra – no recurre en absoluto, para nada, a la Revelación. Basta con abrir las páginas de la Suma Teológica y la Summa contra Gentes, para darse cuenta del cuidado, del esmero, con que Santo Tomás va actuando para demostrar la existencia de Dios.

Ahora, para ver la diferencia entre esta ciencia teológica y la ciencia filosófica, tenemos que ver la formulación a que se recurre cuando se quieren expresar conclusiones científicas. Las disciplinas científicas, incluso la teología, recurren a esa forma de demostración llamada el silogismo, que es una manera de razonamiento deductivo. Aquí tengo que entrar en ciertos detalles. Generalmente se da, como modo de conocimiento científico, el método deductivo y el método inductivo; sin embargo, yo no estoy de acuerdo con eso; aunque sea dicho por muchos autores, igualmente no estoy de acuerdo, porque estimo que no existe sino un solo método científico, que es la deducción, el silogismo, y no hay otro. La inducción es un método precientífico; por la inducción nosotros obtenemos los primeros principios a partir de los cuales debe partir toda ciencia; los primeros principios no se conocen por deducción, se conocen por inducción; tampoco son innatos, como se pretende con eso de las ideas innatas. Nuestras ideas son adquiridas, no innatas.

El método deductivo tiene, como expresión perfecta, como dije, el silogismo. Hay una diferencia fundamental entre el silogismo teológico y el silogismo científico en general, y el filosófico en especial. Ocupémonos aquí únicamente del silogismo filosófico. Todos ustedes saben que el silogismo consta de tres proposiciones: las dos primeras, llevan el nombre de premisas [en la polémica escolástica se conocían con el nombre de antecedentes], la proposición tercera, lleva el nombre de conclusión (en las discusiones escolásticas se conocía con el nombre de consecuente), y la relación entre las antecedentes, es decir, las dos premisas, y la consecuente, es decir, la conclusión, se llama consecuencia.

En el silogismo filosófico, las dos primeras proposiciones – las tres, en realidad, si consideramos la conclusión – son de razón natural; aquí la Revelación nada tiene que agregar absolutamente; naturalmente, en este silogismo hay que cumplir todas las condiciones y normas que estableció Aristóteles, el fundador de la lógica, es decir, las ocho normas del silogismo, de las cuales cuatro se refieren a los términos y otras cuatro a las proposiciones.

El silogismo teológico es de distinta naturaleza; una de las proposiciones o premisas, la premisa mayor, es revelada; la premisa menor es de razón natural y la conclusión, tanto en este silogismo como en todos, debe seguir a la parte más débil; así, si de las dos premisas una es afirmativa y la otra negativa, la conclusión será negativa; así también, si de las dos premisas una es universal y la otra es particular, la conclusión será particular. Aquí este mismo método lo podemos aplicar, mediante el método de analogía, a la condición de las premisas del silogismo teológico. Hay una premisa revelada, un dogma, y hay una premisa de razón natural; entonces la conclusión seguirá a la parte más débil, que es la razón natural. Entonces, en el silogismo teológico, a pesar de que hay una premisa revelada, que es la mayor, la conclusión será de razón natural; pero, no olvidemos que, cuando una proposición de razón natural es asumida por una proposición teológica, aquella participa en algo de la naturaleza de la proposición mayor; algo semejante es lo que ocurre con la causalidad instrumental en manos de la causalidad eficiente principal. El sonido del violín, evidentemente, tiene como causa principal al violinista y, como causa instrumental al arco del violín.  De la misma manera, podemos decir aquí también que la proposición natural es, en cierta manera, como asumida por la proposición revelada; entonces, la conclusión será formalmente de razón natural porque sigue a la parte más débil; pero será virtualmente revelada, no formalmente revelada, pero sí virtualmente revelada; es decir, encerrará, dentro de sí, una virtualidad, una capacidad, una posibilidad que la puede hacer objeto de revelación y convertirse en dogma.

Voy a dar aquí un ejemplo muy sencillo de silogismo teológico, para que vean ustedes lo que puede ser la conclusión: Proposición revelada, En Cristo hay dos naturalezas, la divina y la humana. Proposición de razón natural, La voluntad sigue a la naturaleza. Conclusión, En Cristo hay dos voluntades. Con esto se refuta el monotelismo, que es una herejía surgida en el imperio bizantino en tiempos del emperador Heraclio I a mediados del siglo séptimo. Y esta proposición, En Cristo hay dos voluntades, después, con el paso del tiempo, fue también proclamada como dogma de fe. Así, vemos que en su origen fue revelable; y, naturalmente, lo revelable puede llegar a ser proclamado como revelado de hecho. Este es un ejemplo de silogismo teológico.

De manera que, cuando se establece una especie de contraposición entre la teología y la filosofía, se está operando con lo que se llama «ignorancia del elenco», lo cual es un sofisma; porque el teólogo tiene que ser filósofo. No es que se contrapongan entre sí; no estamos hablando de cierta falsa teología, sino de la teología auténtica, que es la organización científica de la Revelación, lo cual, necesariamente se efectúa con recurso a la filosofía. Es evidente – aquí también es importante la labor de Santo Tomás – que el instrumento será de mayor categoría cuanto más perfecto sea, cuanto más plenamente entificado en sí. Porque es evidente que el mismo violinista no va a tocar lo mismo con un Stradivarius versus un violín cualquiera. Es evidente también que el instrumento tiene su causalidad, pero asimismo es importante que esté en manos de uno que lo maneje y que éste también tenga categoría. Esto fue lo que hizo Santo Tomás, a saber, afinar el instrumento sin absolutamente ninguna preocupación que la de ajustarse, o no, a la Revelación. Hay, en este sentido, un ejemplo muy curioso – no sé porque no se ha reparado suficientemente en eso – Descartes no se atreve a dudar de la existencia de Dios. Santo Tomás se pregunta utrum Deus sit [acaso Dios existe] y sin pestañear responde «Parece que Dios no existe»; no es de asombrarse, pues él no estaba dudando de la fe, sino planteándose un problema. Tan independiente era cuando él raciocina con la sola fuerza de su inteligencia, que no duda, o no vacila, en plantearse como problema, no como solución previa, la existencia de Dios: Q. Utrum Deus sit; R. Videtur quod non [P. Acaso Dios existe; R. Parece que no]; luego el expone esa doctrina y después la refuta, pero primero plantea el problema. Por consiguiente, Santo Tomás hace uso de una absoluta libertad espiritual y quien crea que Santo Tomás es un teólogo que se horrorizó ante la conquista de la razón, es evidente que no lo conoce ni por el forro; al que venga con esa opinión hay que cantarle en su cara que es un ignorante supino.

Santo Tomás es un filósofo con todas las de la ley, con absoluta independencia de criterio y razón. Para él no había más que la verdad, a saber, este mundo que estaba delante de él y, también, delante de nosotros. Porque hay que tener en cuenta una circunstancia que, a mi juicio, no se ha considerado lo suficiente, cual es que, ante el mundo, ante este mundo que nos rodea, no hay más que dos posiciones fundamentales: o este mundo está ahí delante de nosotros presentándose para que lo estudiemos, lo analicemos, veamos sus dimensiones y lo reconozcamos o, la otra posición es dudar de la existencia del mundo externo para fabricarnos un mundo a la medida nuestra. Es claro que esta segunda posición es incomparablemente más fácil; porque es evidente que un mundo fabricado por mí está mucho mejor dominado por mí que un mundo salido de las manos de Dios; pues, si lo fabrico yo, la causa tiene dominio sobre el efecto; pero, lo importante es enfrentarse con un mundo que nosotros no hemos producido, que no hemos creado; esto es lo más importante de todo.

Del hecho de que el mundo, en el cual nos estamos moviendo y a cuyo ámbito pertenecemos, no ha sido creado por nosotros, se desprende algo que es muy sencillo; si el mundo fuera creado por nosotros, no sería ningún misterio, pues ¿cómo sería misterioso para mí lo que yo mismo he producido? Si el mundo encierra misterio – y vaya que los encierra – eso está indicando que el mundo es trascendente respecto a nosotros; que yo no soy capaz de agotar cognoscitivamente la posesión un conocimiento exhaustivo acerca del mundo que nos está rodeando; esta es la posición de Santo Tomás; él trata de interpretar el mundo. Además, hay otra dimensión en la posición científica del santo; él, de entrada, dice que la ciencia ha sido hecha para la felicidad del hombre. Este es el modo, el único modo lógico y conveniente de considerar la actividad científica; la ciencia está hecha para la felicidad del hombre. Meditemos unos instantes en esa proposición que parece muy banal, que parece muy superficial, pero que no tiene nada de eso pues es de una profundidad realmente insondable. Primero, la ciencia, tanto la teología como la filosofía y como las demás disciplinas científicas, es fruto de la actividad de la inteligencia humana; por consiguiente, si son fruto de la inteligencia humana, en último término es fruto del sujeto, porque las acciones y las pasiones – como ya lo habían descubierto los filósofos antiguos – son de las personas, o de las hipóstasis en caso de que carezcan de razón; por consiguiente, la actividad científica es mía; yo no soy de mi actividad científica. Por consiguiente, dejemos de lado la doctrina de que el valor académico es el valor supremo, eso es una mentira; el valor supremo del hombre es el valor que tiene como persona humana, como imagen y semejanza de Dios; esto es lo fundamental. La actividad científica está ordenada a mí en primer término, es decir, al que desarrolla la actividad. No es que esté exclusivamente ordenada a mí; de ninguna manera; pero, en primer término, está ordenada a mí. Mi ciencia, poca o mucha, es mía. Entonces ¿Para qué vendría a ser mía? ¿Acaso, para menoscabarme? ¿Para envilecerme? Evidentemente que no. Es una perfección para ennoblecerme; es decir, para hacer que yo sea más persona humana; para que sea una persona humana de una manera superior, más elevada, más noble. Entonces, siendo más noble, será para que me acerque más a mi fin; eso es, precisamente, la felicidad del hombre, ya lo definía el mismo Santo Tomás: ¿Qué es la felicidad? Y responde Quies in bono possesso, es decir, «el descanso, el reposo, en el bien poseído; esta es la felicidad; como yo tengo que ordenarme a mi fin, en cuanto me ordeno a mi fin me ordeno al bien supremo, la ciencia está hecha para eso, es decir, para contribuir a que yo pueda poseer el bien, acercarme a mi fin y unirme con él como el efecto se une a su causa y como la creatura se une a su Creador. Esta es la visión de Santo Tomás de la ciencia como ordenada, en última instancia, a la perfección del hombre – y por medio de la razón natural voy a demostrar también que mi felicidad va a estar en la posesión de este fin – aquí corroboro lo que dice la Escritura, Omnia propter semet ipsum operatus est Dominus, es decir, «el Señor lo ha operado todo para sí mismo». Yo no puedo operarlo todo para mí mismo, pero sí algo para mí mismo en primera instancia, pero, en instancia definitiva, ofrecerlo todo a Dios. Aquí también es bueno poder aducir, poner en paralelo con esta conclusión, el texto de San Pablo en que establece la jerarquía entre los seres, Omnia vestra sunt; vos autem Christi, Christi autem Dei, es decir, «Todas las cosas son vuestras; vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios»; esa es la visión auténtica de la ciencia. Entonces aquí queda, en cierta manera, resuelto un problema que se ha planteado en las últimas décadas.

Se habla del problema de la filosofía cristiana. ¿Existe o no existe la filosofía cristiana? En ello está también el problema de las relaciones entre la filosofía y la teología; porque parece que, entre la filosofía, cuya forma silogística es puramente natural, y la teología, cuya fórmula silogística es mixta de sobrenaturalidad y naturalidad, parecería que no queda hueco para la filosofía cristiana; y, en realidad, así es; no queda hueco. Sin embargo, hay que precisar en qué sentido se puede hablar de filosofía cristiana. La primera cualidad de la filosofía es que sea filosófica, como la primera cualidad de la teología es que sea teológica. ¿En qué sentido entonces se puede hablar de una filosofía cristiana? ¿Es la filosofía de Santo Tomás cristiana, o no es cristiana? Se puede hablar en un sentido, por así decirlo, material – que no se tome este calificativo de material en su sentido vulgar y corriente de materia visible, sino en sentido de potencialidad – la materia es un género de potencia, en oposición a la forma que es un género de acto. La filosofía cristiana existe por parte del sujeto que filosofa y también por parte del objeto material de la filosofía, no del objeto formal.

Hay que entrar aquí en la distinción entre los distintos objetos de la ciencia. Sabemos que toda ciencia tiene un doble objeto: el objeto material y el objeto formal.  El objeto material está constituido por aquellas realidades sobre las cuales recae el estudio que voy a emprender y desarrollar. El objeto formal también es doble: el objeto formal motivo y el objeto formal terminativo; o sea, el objeto formal terminativo es el aspecto bajo el cual yo voy a considerar la realidad que estoy estudiando – puede ser, por ejemplo, el antropólogo, que estudia al hombre en su esencia, como animal racional, estudia sus potencias cognoscitivas y apetitivas, consideradas, primero, en su constitución de cuerpo y alma, como materia prima, que es el cuerpo, y forma substancial, que es el alma, en su capacidad de enriquecerse con hábitos, etcétera, etcétera. Pero puede venir, por ejemplo, algún otro que estudie al hombre, el mismo hombre que estudia el antropólogo, ahora en cuanto es capaz de libertad y en cuanto es dueño de sus actos; entonces, es un aspecto distinto, pues el primer aspecto lo estudia el antropólogo, es decir, la esencia del hombre; en cambio, el hombre libre es estudiado por el moralista, el ético, el filósofo moralista; es el mismo objeto material, el ente humano, pero son dos aspectos distintos del ente humano: uno, su composición entitativa, esencial, mejor dicho, del cuerpo, o materia prima y alma espiritual o forma substancial; y el del ético en cambio es su capacidad de libertad, este compuesto de materia prima y forma substancial espiritual que es capaz de adueñarse de sus actos y de autodeterminarse. El objeto material es el mismo, pero el objeto formal es distinto. Además hay, entonces, lo que llaman objeto formal motivo, que es el grado de abstracción, la luz espiritual a la que someto yo el objeto material para descubrir allí los aspectos formales.

Resulta, entonces, que, en cuanto al problema de la filosofía cristiana, filosofía formalmente filosófica, respecto al objeto material, sí puede haber una filosofía cristiana en este sentido. Yo puedo estudiar temas que me han sido revelados y que yo no he sido capaz de conocer por la razón natural, pero no los voy a estudiar en cuanto revelados, no voy a recurrir a los datos revelados o a la luz de la Revelación, lo cual pertenece al habitus de la fe, sino que los estudiaré con mis solas fuerzas naturales. Yo puedo estudiar filosóficamente una verdad revelada, y será una filosofía cristiana; formalmente esa actividad filosófica es filosófica, pero materialmente es cristiana, porque los dogmas, las verdades que superan mi inteligencia humana, yo no las puedo conocer con las solas fuerzas de la inteligencia humana, pues sería una contradicción in obiecto que yo conozca con mis solas fuerzas intelectuales algo que supera mis solas fuerzas intelectuales.

Por otro lado, hay una filosofía cristiana por parte del sujeto, en el sentido de que el sujeto que filosofa es cristiano; aquí hay una aportación subjetiva del cristianismo; porque, evidentemente, si el que filosofa, es un cristiano no solamente en teoría, sino en práctica, puede filosofar con muchísima más libertad. ¿Por qué? Porque, precisamente, una de las condiciones que requiere el intelectual auténtico es que sus pasiones estén en paz; que la razón inferior esté sometida a la razón superior; que la razón inferior no venga a obstaculizar la razón superior. Por algo Santa Teresa de Jesús se refería a la imaginación como «la loca de la casa»; porque estorba la actividad intelectual. Esta es otra de las grandes aportaciones del cristianismo y del estado de gracia, en resumidas cuentas, para poder filosofar en paz. Evidentemente, la inteligencia será muchísimo más eficaz en tanto manejada por un sujeto que está en paz que por un sujeto subjetivamente turbulento a causa del movimiento desordenado de sus pasiones. Estas dos son las aportaciones del cristianismo a la actividad filosófica. Una, por parte del objeto, dándole noticias; es lo que hace la materia; dos, por parte del sujeto que filosofa, que es cristiano. Recuerden lo que acabo de decir en el principio de esta charla respecto a la naturaleza individual y su identidad o diversidad de la persona; para Aristóteles eran una sola y misma cosa; para un pensador cristiano, no puede ser la misma cosa; porque insisto en que la naturaleza humana más perfecta, que es la de Cristo, careció de personalidad. He aquí un caso de filosofía cristiana.

Y es Santo Tomás, precisamente, el que resuelve este problema de la filosofía cristiana, porque él fue un santo y además un místico, como lo vamos a ver en seguida; por otro lado, tuvo toda la Revelación a su servicio para filosofar sobre ella. De hecho, hay algunos tratados de la Suma Teológica que son portentosos, como el tratado sobre los ángeles en que todo es revelado, pero es un estudio filosófico sobre los ángeles; es filosofía típicamente cristiana.

Hay otro problema que también debemos atender en el caso de Santo Tomás. ¿Qué es un teólogo? Se habla mucho de teología a diestra y a siniestra – más a siniestra que a diestra, desgraciadamente – pero no se sabe, a este punto, en qué consiste la teología. Como he dicho, es un habitus – empleo la palabra habitus en latín ya que, empleando la palabra «hábito» se la podría referir a «este hábito», de modo predicamental – se trata de un hábito cualitativo, que es la primera especie de cualidad. Este ámbito de la teología constituye una especie de término medio entre el habitus de la fe y el habitus de la ciencia. Porque el habitus de la fe es esa disposición o virtud adquirida, siendo la virtud el hábito operativo de lo bueno – habitus operativus boni – que me hace aceptar las verdades reveladas, no porque me gusten, aunque me gusten, ni porque, según decía alguno por ahí, favorece a la cultura, sino porque Dios los ha revelado; he aquí el hábito de la fe; acepto aquella verdad, me guste o no me guste, y favorezca o no favorezca la cultura, porque Dios lo ha revelado; Él es la verdad absoluta que no puede equivocarse, por lo tanto no puedo sino decir Amén. El hábito de la ciencia es el hábito por el cual yo acepto una verdad en fuerza de su demostración. Pero el hábito de la teología es el habitus por el cual, de los dogmas revelados o de algún dogma revelado, conjugado con una proposición de razón natural, yo deduzco una conclusión; de esa conjugación de las dos premisas, de las cuales hemos hablado hace unos momentos, yo establezco una conclusión que no es puramente de razón natural y que, por otro lado, no es formalmente revelada, pero que sí es revelable, es decir, que es posible que algún día, llegadas las circunstancias según estime el magisterio de la Iglesia, pueda ser revelada.

Tenemos, entonces, los tres hábitos: el hábito de la fe, de las verdades reveladas; el hábito de la teología, de las verdades revelables; los hábitos científicos, de las verdades de razón natural.

¿Cuál es la forma superior del teólogo? Es evidente que la forma superior del teólogo es la del místico, tan ridiculizado por los incomprensibles y por los ignorantes. Esta es la forma más alta del teólogo. Es decir, no solamente conocer de manera especulativa la verdad revelada y conjugarlas con las verdades de razón natural, sino vivirlas, vivir los dogmas revelados y no tan sólo conocerlos especulativamente para poder conjugarlos; al vivirlos se conjugan aún mejor con las verdades de razón natural, pues el intelecto no encuentra obstáculos. De aquí viene, por ejemplo, lo del mismo Santo Tomás cuando habla de las maneras por las que se puede conocer la virtud; «Hay dos maneras» dice él «de conocer la caridad. Una, la del que es caritativo» -estamos refiriéndonos a la caridad, no a la filantropía, ni a la solidaridad; hablo de la caridad, virtud teologal, es decir, amar a Dios por ser quien es y al prójimo como a mí mismo – «la otra, la del que tiene una doctrina perfecta sobre la caridad, pero da la casualidad de que no es caritativo; y es evidente que el que vive un dogma lo puede conocer mucho mejor que el que simplemente lo conoce por documentación o por información». En todo caso, una cosa no quita la otra; de hecho, los grandes teólogos y santos, han conocido de esta manera los dogmas.

Había un gran teólogo español del S. XVI, contemporáneo de Santa Teresa de Jesús, quien se refería a sí misma diciendo que era una mujer ignorante; había que entenderla, claro está. Este teólogo decía que preferiría discutir con todos los teólogos del mundo antes que con la madre Teresa. Ella, refiriéndose a grandes teólogos de aquella época, los calificaba muy bien; por ejemplo, a Domingo Bañes, gran teólogo de la Iglesia, decisivo en la instalación de la reforma del Carmelo en España, siempre que le escribía, lo nombraba «Fray Domingo Bañes, gran siervo de Dios, mi señor». Es decir, el teólogo tiene que ser un siervo de Dios, aunque no esté canonizado, no importa; no es la canonización lo que constituye la santidad, sino la proclamación de la santidad preexistente. Esa es la forma general del teólogo: conocimiento de los dogmas, sí, pero, además del conocimiento conceptual, noticioso, especulativo, el conocimiento práctico, experimental, lo que hoy se llama «la vivencia de los dogmas». De aquí viene, precisamente, la extraordinaria claridad mental de Santo Tomás de Aquino. El hombre tenía una información fabulosa – sus biógrafos contemporáneos dicen que le bastaba la lectura de un libro por una sola vez para retenerlo en su memoria; lo cual era para él un especial ahorro de trabajo – y, al mismo tiempo, vivió esos dogmas. De esto procede precisamente la característica de su doctrina y la tranquilidad con que pone, no digo en duda, pero sí en duda metódica, por método, por procedimiento científico y por especulación, la existencia de Dios. Esto es, precisamente, lo que vamos a tratar en la próxima charla, a saber, la prueba, la demostración de la existencia de Dios por Santo Tomás de Aquino. Anticiparé algunas circunstancias, evidentemente. Voy a parecer exagerado, no tengo cuidado, no sería la primera vez, ya estoy acostumbrado. Son las únicas pruebas que lo demuestra, no hay otras fuera de éstas. Desde luego, son cinco pruebas, puesto que no pueden ser más de cinco ni menos de cinco. Es todo cuanto, por ahora, voy a decir; continuaré en la próxima clase, porque mi garganta ya no da más.

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Segunda Parte

 Las pruebas de la existencia de Dios. De estas lecciones sobre la esencia, la existencia de Dios y sus propiedades, y vida de Santo Tomás de Aquino, nos queda por ver ahora lo que son las pruebas de la existencia de Dios; pero, antes de eso conviene decir que Santo Tomás, en este problema, como en todos los demás que aborda, siempre parte de la misma base, es decir, que el conocimiento humano comienza en los sentidos; en esto no se separa de Aristóteles ni de la primera Escolástica, sobre todo de estos últimos, quienes tenían como principio indiscutible «nihil in intellectu nisi prius in sensu» [que nada hay en la inteligencia que no haya estado primero en los sentidos]. Por consiguiente, Santo Tomás va a partir de los sentidos para demostrar la existencia de Dios.

Esta demostración de la existencia de Dios la emprende él contra dos errores contrapuestos. Uno, que dice que la existencia de Dios no se puede demostrar porque es absolutamente evidente, siendo que lo evidente no se puede demostrar; sin embargo, precisamente, demostrar una verdad, quiere decir hacerla evidente, y sólo puede hacerse evidente lo que todavía no lo es. El otro error, contrapuesto, dice que no se puede demostrar la existencia de Dios porque no hay posibilidad de llegar a ningún conocimiento de Dios por vía natural, Dios sólo es objeto de fe. En este sentido, de la imposibilidad de conocer a Dios por la razón natural, coinciden por un lado los agnósticos y por otro lado los fideístas, es decir, quienes creen que la existencia de Dios es producto únicamente de la fe; en esta posición, en esta tesitura, están tanto los fideístas, cuya doctrina fue una herejía que reinó en la Edad Media, como también los tradicionalistas del siglo pasado, españoles y franceses, de los cuales podemos dar un nombre muy ilustre en España, Juan Donoso Cortés y Caneo. Entonces, contra uno y otro error Santo Tomás va a emprender la demostración de la existencia de Dios. Antes, es bueno decir una cosa: la posibilidad de demostrar la existencia de Dios por la sola razón natural sin error, con absoluta certeza, no solamente es una verdad natural, es también un dogma de fe proclamado por el Concilio Vaticano de 1869 que define «Si alguien dijere que no se puede demostrar la existencia de Dios con la sola fuerza de la razón natural y con certeza absoluta, sea anatema»; así que el que niega la posibilidad de demostrar la existencia de Dios, no solamente comete un error filosófico sino, también, una herejía.  Santo Tomás, como digo, se va a enfrentar con estos dos errores contrapuestos: uno, que la posibilidad de demostrarlo está de más porque ya es evidente y podemos ahorrarnos la demostración; dos, que no hay posibilidad alguna de conocerla de por la razón natural.

Hay una objeción grave por parte del primer extremo, es decir, de la parte que sostiene que Dios es evidente: dicen, someramente hablando, que una proposición analítica, en que el sujeto y el predicado se identifican, es indemostrable – una proposición tiene dos modos de ser analítica: o porque el predicado forma parte del sujeto o porque el sujeto forma parte de la definición del predicado – Si nosotros analizamos esta proposición «Dios es» – yo uso la palabra «ser» porque los escolásticos nunca usaron la palabra «existencia»; los escolásticos hablaban del “esse Dei” [del ser de Dios] y nunca del «existir de Dios» – así, esta proposición «Dios es» debe ser analítica porque, desde el momento en que Dios es el ser perfectísimo, es también absolutamente evidente que un ser perfectísimo tiene que ser, tiene que existir; porque un ser, por muy perfectamente que los percibamos nosotros, por muy perfecto que sea que lo percibamos nosotros, si no está dotado de existencia es siempre inferior a un ser que ya es existente. De manera que parecería – y es así, efectivamente – que en el sujeto «Dios» está incluido el predicado «es». Por consiguiente, al decir «Dios» estamos ya nosotros implicando el «ser», el «existir», esa actualidad última que es la actualidad de todas las actualidades y de todas las perfecciones. La objeción parece fuerte, pero, en realidad, no lo es. Porque hay que distinguir entre una doble evidencia: la evidencia quoad se, que llaman los escolásticos y la evidencia quoad nos; una cosa puede evidente en sí misma y no serlo para nosotros; este es el caso.

Santo Tomás contesta de una manera muy enérgica y, al mismo tiempo, muy breve; él dice que esta proposición sería analítica, o sea, sería rebelde a toda demostración y habría superado la etapa de ser objeto de demostración «en sí», pero no para nosotros; porque, para que una proposición sea, de esta manera, evidente para nosotros se requiere que conozcamos tanto al sujeto como al predicado; nosotros conocemos al predicado, puesto que estamos existiendo, aunque no lo podemos definir,  pero es algo evidente, lo podemos afirmar; en cambio, al sujeto «Dios» no lo conocemos. En tanto no conozcamos la naturaleza de Dios, por lo menos de alguna manera aproximativa, no podemos decir, antes de una demostración, que Dios existe. Efectivamente, él nos dice que, cuando hablamos de la proposición «el todo es mayor que cada una de sus partes» ella es evidente porque conocemos el sujeto «todo» y sabemos que, en la esencia, en el concepto del todo, está contenida esa circunstancia de que sea mayor que cada una de sus partes; pero, si no conociéramos qué es el «todo», sería imposible que pudiésemos decir que el todo es mayor que cada una de sus partes. Santo Tomás da como prueba de esta no evidencia «para nosotros» de la proposición «Dios es, o Dios existe» el hecho de que ha habido muchos conceptos acerca de Dios: hubo, por ejemplo, escuelas en la antigüedad que llamaban Dios al conjunto de todos los seres; por consiguiente, sino están de acuerdo acerca del concepto de Dios, es evidente que esta proposición no puede ser evidente «para nosotros», aunque «en sí» lo es, pero no «para nosotros».

Hay otras importancias que son también dignas de considerar: es el hecho de que, cuando hablamos de Dios, muchas veces la demostración de la existencia de Dios se resume aludiendo a la figura del reloj y el relojero. Así como no puede haber, dicen, un reloj sin relojero, tampoco puede haber el mundo sin alguien que lo haya hecho. A primera vista este argumento parecería, ser imbatible; sin embargo, no lo es. Porque lo que nosotros buscamos, cuando queremos demostrar la existencia de Dios, no es un simple productor, sino un Creador. El hecho mismo de que se recurra a ese ejemplo, aparentemente eficaz, pero en realidad tan burdo, está demostrando que no se tiene conciencia de lo que se busca cuando se busca la existencia de Dios.

¿Qué es lo que buscamos cuando intentamos demostrar la existencia de Dios? Queremos encontrar un ser creador, no un simple productor; una perfección, un ser perfectísimo, infinitamente perfecto, el cual, como decíamos, debe incluir la existencia; por eso mismo, se quiere encontrar un Dios que debe ser creador; es decir, que debe producir las cosas de la nada; o sea, que su producción sea una creación; lo que se define en latín diciendo que es Productio rei ex nihilo sui et subiecti [producción de una cosa de la nada suya y de su sujeto] ¿Qué significa esto? Que la creación es la producción de una cosa de la nada suya, es decir, de la nada de su forma; lo que constituye una realidad, si es natural, es su forma substancial y, si es artificial, es su forma cualitativa o accidental. En todo caso, aquí no hablamos de las realidades artificiales, porque es demasiado obvio, demasiado evidente, que no salen de la nada; hablamos de las realidades naturales, las cuales deben ser producidas de la nada suya, es decir, de la nada de su forma substancial, y de su sujeto, o sea, de la materia. Sabemos que nuestra forma substancial es nuestra alma espiritual y sabemos que nuestra materia prima es el organismo corporal. Lo que sucede en nosotros respecto a nuestra alma espiritual y nuestro organismo corporal también ocurre, acaece y sucede en todos los demás sectores de la Creación, en el sentido de que debe ser producido de la nada de su forma substancial, es decir, de aquello que lo constituye en propiedad y también de la nada de su sujeto, es decir, de aquello que lo constituye individuo dentro de su misma especie, constituido a su vez por la forma substancial. Por consiguiente, se trata aquí, entonces, de buscar un Creador, un productor ex nihilo.

Santo Tomás, como decía hace un momento, va a proceder, de acuerdo con sus principios generales, partiendo de los sentidos. Por eso, todas las pruebas tomistas acerca de la existencia de Dios parten siempre de la experiencia, a partir de la cual él se eleva para demostrar la existencia de este ser infinito al cual llamamos Dios; empieza con los seres materiales, los cuales pueden ser considerados bajo dos aspectos distintos: Uno, el aspecto de su potencialidad, y el otro, de su actualidad. Sabemos que uno de los principios fundamentales de la filosofía aristotélica, asumida y perfeccionada por Santo Tomás, reconoce la existencia de un ente en potencia y un ente en acto; hay seres en potencia y seres que están en acto.

El ser en potencia no es la misma nada. La nada no es solamente la no existencia de algún ser actualmente; es algo que no existe actualmente ni puede existir. Muchos de mis alumnos que me oyen en este momento, por las preguntas que me han dirigido en clases, saben que la nada no es únicamente lo que no es; la nada, esa nada absoluta, la imposibilidad de ser, está proyectada lógicamente por una proposición cuyo sujeto y predicado se excluyen. Por ejemplo, una montaña de oro no es un absurdo, no es la nada, es una simple posibilidad, carece de actualidad, carece de existencia actual, pero no carece de existencia potencial, porque entre la nota constitutiva de «montaña» y de «oro» no hay contraposición; por eso, entonces, hay que distinguir ese «ser en potencia» a que se refería Aristóteles; en efecto, ese ser en potencia no es un término medio entre la nada y el ser; entre la nada y el ser no puede haber un término medio. Aquí voy a dar un argumento a posteriori; desde luego, si hubiera un término medio entre la nada y el ser, toda la lógica tradicional se derrumbaría, porque, precisamente, la imposibilidad de que sean simultáneamente verdaderas las proposiciones contradictorias o las proposiciones contrarias en materia necesaria radica aquí en que entre el ser y la nada no puede haber término medio. Entonces ¿Qué cosa viene a ser el «ser en potencia»? Quiere decir que hay dos planos del ser: el plano potencial y el plano actual. El plano potencial es el de la posibilidad; o sea, hay seres que son en potencia y seres que ni siquiera son en potencia. En el orden actual hay seres que son actualmente existentes y otros seres que no existen actualmente; pero en ninguno de los dos órdenes hay término medio. Por ejemplo, cada uno de nosotros hace tres siglos estaba en potencia para existir y estamos existiendo ahora; luego, estábamos en potencia actual; desde el punto de vista de la actualidad éramos nada, pero no lo éramos desde el punto de vista de nuestra causalidad eficiente. En cambio, en el orden potencial hay exactamente la misma subdivisión; lo que existe en potencia y lo que no existe en potencia; lo que no existe ni es en potencia, esto es lo que es la nada. Y lo que existe en potencia, o sea, lo que puede existir en acto, es la posibilidad.

Entonces, desde el punto de vista de las pruebas tomistas, podemos considerar al ser en cuanto está en potencia o en cuanto está en acto. El ser en potencia tiene como característica el ser móvil; puede moverse, puede alterarse, puede cambiar. Ahora, ese cambio al cual están sometidos todos los seres con los cuales nos encontramos, seres materiales y visibles, puede ser considerado desde tres puntos de vista distintos:

Primero, en cuanto son sujetos de ese movimiento, o sea, en cuanto el movimiento es inherente a un móvil. Cada uno de nosotros, por ejemplo, está sujeto a una pluralidad inagotable de movimientos, somos entes móviles y somos, por consiguiente, sujetos, sustentáculos de movimiento; somos «la causa material», en cuanto móviles, de los movimientos que experimentamos. Este es el primer aspecto bajo el cual se puede considerar la movilidad de un ente, el hecho de que un ente está sujeto a movimiento. Segundo, este mismo movimiento al cual está sujeto un ser lo podemos considerar en cuanto proviene de un moviente anterior; este moviente anterior, respecto de las mutaciones que puedo sufrir yo, se llama «la causa eficiente del movimiento». Tercero, se puede considerar este movimiento en cuanto se endereza o se encamina a un término; esto es «el fin del movimiento». Estas son las tres consideraciones que se puede hacer acerca del movimiento; a saber, respecto de su causa material, que es el móvil que lo está sustentando; respecto de su causa eficiente, que es otro ser que lo está produciendo; respecto de su causa final que es el término al que se dirige todo movimiento. Respecto de «la causa formal» no se puede considerar el movimiento, porque el movimiento mismo es una forma o una causa formal que está en trance de realizarse. Y aquí tenemos, entonces, tres de las cinco pruebas de Santo Tomás.

Cuando consideramos el movimiento como sustentado por un móvil, tenemos la primera prueba. Santo Tomás dice «vemos seres que se mueven»; «vemos», esto es lo principal. Cuando consideramos el movimiento no como inherente a un móvil, sino como proveniente de un motor, entonces tenemos la segunda prueba «vemos que en las causas hay subordinación», son causas segundas; esto da origen a la segunda demostración de la existencia de Dios, la segunda prueba, la prueba por el carácter subordinado de las causas eficientes. Vemos que hay movimientos que se ordenan a un fin. Aquí tenemos el fundamento de la quinta prueba.

Es decir, el ser, en cuanto potencial y, por consiguiente, sujeto a movimiento, da margen para estas tres consideraciones que constituyen otros tantos fundamentos para tres de las pruebas de la existencia de Dios: La prueba por el movimiento, la prueba por el carácter secundario de las causas eficientes y la prueba por la causa final o término al que se endereza el movimiento.

Pero a los entes existentes los podemos considerar no sólo en cuanto sujetos al movimiento o alteraciones o a cambios; los podemos considerar en cuanto están consolidados en su ser. Por ejemplo, nosotros estamos sujetos a mutaciones porque podemos adquirir nuevas cualidades, nuevas perfecciones; pero, respecto de la perfección que ya tenemos no podemos movernos; estamos inscritos en la especie humana; o sea, desde el punto de vista humano no podemos movernos; ya somos personas humanas, somos entes humanos; aquí no hay potencialidad que valga; la potencialidad es esta misma especie humana que ya tenemos en propiedad, pero no podemos movernos hacia alguna otra condición humana, ya la poseemos desde el momento mismo en que hemos iniciado nuestra existencia, o sea, tenemos el ser ya consolidado en su entidad, el cual también puede ser sujeto de dos consideraciones distintas. Estos entes – a cuyo número pertenecemos nosotros – materiales y visibles, son limitados desde dos puntos de vista distintos: Primero, son limitados en duración; no existen siempre, no duran siempre; incluso nosotros, que somos seres espirituales y que, por el hecho de tener un alma inmortal, no terminaremos nuestra existencia sino que existiremos por toda una eternidad, sin embargo, hemos tenido comienzo; no hemos existido siempre; por consiguiente, hay una limitación antecedente en nuestro existir; aparte de existir, somos limitados; lo cual, en los demás seres es mucho más intenso todavía, pues, por haber comenzado a existir, como nosotros, sin embargo, son limitados por su principio y van a terminar su existir. Esta limitación en duración es propia de los seres que tienen estructura de materia y forma; es propia de los seres materiales, a cuyo número, de cierta manera, pertenecemos también nosotros; y digo «en cierta manera» porque, a diferencia de los demás seres materiales y visibles, no estamos informados, moldeados ontológicamente, por una forma substancial que vaya a perecer, sino por una forma substancial que por ser espiritual nos va a hacer durar por toda una eternidad. Esta limitación en duración a que están sometidos los seres materiales y visibles, da lugar a la tercera prueba de Santo Tomás, o sea, la prueba por la contingencia; porque, de momento que nosotros somos limitados en cuanto a nuestra duración, somos también contingentes. Fíjense bien que la contingencia no es un dato primario; el dato primario es la mutabilidad; además, fíjense en otra cosa, a saber, que estas dos condiciones, nuestra mutabilidad y nuestra limitación en duración van conjugadas; ningún ser que sea verdaderamente mutable deja de ser limitado en duración. Tomando esto en sentido positivo, todo ser sometido a movimiento propiamente dicho es un ser que está limitado en su duración; es decir, no ha existido ni va a existir siempre. Segundo. La otra limitación que tenemos es la limitación en perfección. No somos ilimitados en perfección; sino que somos finitamente perfectos; somos mucho más imperfectos que perfectos. Santo Tomás se va a basar en esta limitación para elaborar una prueba que, a mi juicio, es la más hermosa de todas, siendo todas igualmente probatorias, a saber, la prueba por los grados de perfección de los seres.

Entonces, vemos que no hay sino dos maneras de considerar a los entes existentes: En cuanto están en potencia respecto a potencias adjetivas o en cuanto están limitados en cuanto a su entidad substantiva; tertium non datur. Y en cuanto estamos sujetos a mutaciones adjetivas, en cuanto estamos sujetos a la adquisición de perfecciones adjetivas, tenemos estas tres pruebas: la prueba por el movimiento como causa material; la prueba por el carácter secundario de las causas eficientes que es la segunda; y, luego, la prueba por la finalidad de todo movimiento, que es la quinta. Y en cuanto estamos sujetos a la limitación, sea en duración sea en perfecciones, nos dará pie para elaborar la tercera y la cuarta prueba. Como ustedes ven, se parte de la experiencia y nada más que de la experiencia. Desde la experiencia nos elevaremos para demostrar la existencia de Dios.

Estructuración de estas pruebas. Son pruebas que tienen cuatro etapas, cuatro momentos.

  • Primero, el hecho de experiencia; esto es presentado por Santo Tomás cuando dice «vemos que hay seres que se mueven», «vemos que las causas están subordinadas», «vemos que hay seres que no duran siempre», «vemos que hay seres que son finitos en su perfección» y «vemos que los movimientos se ordenan a un fin», todas estas constataciones declaran «vemos», es decir, «experimentamos», son hechos sensoriales; nuestro conocimiento comienza siempre por los sentidos según aquello de nihil in intellectu nisi prius in sensu, principio éste que será observado aquí implacablemente; «todo conocimiento comienza por los sentidos»; por los sentidos vemos nosotros el movimiento de los seres y la limitación de los seres. Pero claro, dado que son hechos concretos, es decir, materiales en cierto sentido, o circunstancias materiales, tendremos entonces que los hechos de que se parte para probar la existencia de Dios son hechos o circunstancias materiales: el hecho del movimiento, la circunstancia de la limitación.
  • Pero los hechos expuestos así, diríamos, no son fecundos. Hay que fecundarlos mediante la unión a un principio determinado, a un principio universal, a saber, el principio de la causalidad eficiente. La causalidad eficiente opera en las cinco pruebas. Por eso, siempre he protestado cuando han hablado de que la segunda prueba de Santo Tomás se apoya en la causalidad eficiente, lo cual es falso porque todas se apoyan en la causalidad eficiente. La segunda prueba se apoya en el carácter secundario, en el carácter segundo, mejor dicho – después explicaremos en que consiste este término «segundo»secundusen latín – en el carácter segundo de la causalidad eficiente; o sea que, este principio de la causalidad eficiente, o la causalidad eficiente, que sirve para demostrar la existencia de Dios como punto de partida son causas secundarias, son causas segundas. A mí me ha repugnado un tanto siempre aquello de llamar a las causas como causas primeras y segundas; porque este calificativo de primera o segunda, si se emplea ante personas que no están acostumbradas a la especulación metafísica, van a ser rebajadas a un carácter puramente topográfico, es decir, habría una causa primera, la segunda, la tercera, etc. Por eso, he preferido llamar a las causas llamadas primeras, «causas autosuficientes» o «causas intrínsecamente autosuficientes» y a las causas llamadas segundas las llamo «causas intrínsicamente autoinsuficientes»;esta es la segunda etapa de la prueba. En la primera, un hecho de experiencia o circunstancia de experiencia que verificamos incluso por los sentidos, por nuestra sensibilidad. En la segunda, la conjugación de un hecho de experiencia o circunstancia de experiencia con el principio de causalidad eficiente. Y antes de proseguir con la tercera etapa de la prueba, es necesario saber también en qué consiste este principio de «causalidad eficiente», porque muchas veces se enuncia de una manera bastante defectuosa. Suele designarse en esos manuales de filosofía escolástica que existían ad usum seminariorum (para el uso de los seminarios) cuando en los seminarios se estudiaba filosofía, que no hay efecto sin causa. Este principio de la causalidad, es decir, que todo efecto tiene causa, es absolutamente tautológico. Porque ¿qué significa «efecto»? es el participio pasado dativo/ablativo del verbo eficio, siendo el participio presente eficiens y participio pasado efectus. Al decir que todo efecto tiene causa, significa que todo ente causado tiene causa (en realidad, para este viaje no hay necesidad de alforjas, es demasiado breve). El principio de causalidad se enuncia diciendo que todo ser que se mueve se mueve por otro omne quod movetur ab alio movetur; es decir que, por el principio de contradicción, nada ni nadie se puede mover a sí mismo, contradicción de lo más burdo que existe. Si a nosotros nos parece que nos movemos a nosotros mismos, dado que somos vivientes, en realidad no es todo nuestro yo el que está moviendo a todo nuestro yo, sino que es una parte de nuestro yo que está moviendo a otra; pero nada ni nadie puede moverse a sí mismo; y además, porque en este sentido, en el nivel del principio de causalidad, el testimonio de los sentidos no vale; se parte del testimonio de los sentidos, pero uno no se queda en el testimonio de los sentidos; por eso viene eso que yo he llamado «la conjugación de este hecho sensorial con las exigencias del principio de causalidad», a saber, que todo lo que se mueve se mueve por otro.
  • El tercer momento de la prueba es la imposibilidad de proceder in infinitum. Es decir, la imposibilidad de una progresión absolutamente infinita – veremos después la razón de esta imposibilidad; la explicaremos a continuación.
  • El cuarto momento es el término de la prueba. Así, el término de la primera que es el primer motor inmóvil, el término de la segunda que es la causa primera que yo he llamado «causa autosuficiente increada», el término de la tercera es el ser necesario; el término del cuarto es el ser perfectísimo; y el término de la quinta es la intelección suficiente o el supremo ordenador – a mí me gusta más hablar de la intelección subsistente, porque esta conclusión, esta nominación, es mucho más intensa que el supremo ordenador, de suyo «ordenador» no implica «creador», cuando se habla de intelección subsistente [fíjense bien que yo no digo «inteligencia» subsistente, sino «intelección», en cuanto la intelección es el acto de inteligir; dicho sea entre paréntesis, a Dios no se le puede considerar como simple inteligencia infinita, porque no hay nada potencial en Él, sino como «intelección» infinita, es decir, como el acto de inteligir infinito] – bien, esto de la intelección subsistente es el término de la quinta prueba.

Ahora, ¿Por qué acabamos de decir que no puede haber una recurrencia o progresión in infinitum, sino que hay que llegar a un término? Por varias razones: Primero, cuando se conjuga el hecho de experiencia, esto es, el movimiento o movilidad de un ente que al moverse provoca otro movimiento, a saber, la orientación de un ente hacia una finalidad determinada, siempre se habla de una sucesión esencial entre móviles o entre causas. En realidad, se puede hablar de una subordinación accidental de causas o movimientos y, por otro lado, de una subordinación esencial. La subordinación accidental se puede desarrollar a lo largo del tiempo; la subordinación esencial tiene que realizarse en un momento determinado. Citaré un ejemplo muy familiar, aunque queda corto a este propósito, pero sirve como ejemplo, no como argumento ni como demostración, pero sí como ejemplo: el billarista que está moviendo el taco y comunicando el movimiento a la bola de billar, demuestra que hay ahí una subordinación esencial entre el movimiento de la mano y el movimiento del taco; el taco no se puede mover mientras no se mueva la mano; no es que la mano imprima un movimiento al taco para que luego éste se mueva por sí solo, sino que hay una subordinación esencial en el momento mismo; o sea que, cuando está actuando una causa está actuando la causa que lo está moviendo; cuando se está realizando un movimiento está también actuando el motor que está produciendo ese movimiento, es una subordinación en un momento determinado porque es una subordinación esencial. Entonces, si la subordinación entre «moventes» y «movidos» es esencial, no se puede prolongar in infinitum esta serie de «moventes» y «movidos», porque tendríamos entonces una multitud infinita «en acto»; y una subordinación infinita en acto es algo imposible; no puede existir una multitud infinita en acto; ¿Por qué razón? Porque quien dice «infinito» o «infinidad» – no «indefinición», pero sí «infinitud» si fuera lícito decirlo, porque es un barbarismo – está diciendo «perfección» y es así como la «unidad» coincide con la «perfección»; la «multiplicidad», por consiguiente, coincide con la imperfección. Decir que una multitud puede ser infinita en acto, quiere decir que algo imperfecto [negación de unidad], una multitud que es pura imperfección, puede tener una perfección infinita, o sea, que enunciar una imperfección perfectísima es algo que se contradice absolutamente, un contrasentido; es imposible que una multitud en acto sea infinita. Entonces, si no puede haber multitud infinita en acto, es evidente que en una serie de movimientos o de causas [esencialmente, fíjense bien, no accidentalmente y, por consiguiente, simultáneamente ordenados] no puede darse una serie infinita: tiene que ser finita, tiene que haber un término. Esta es la razón por la cual no se puede progresar in infinitum o remontarse infinitamente hacia atrás para evitar ese primer motor o esa causalidad primera. Por eso Santo Tomás, cuando habla de las causas intermedias, dice que hay causas primeras y causas segundas; éstas últimas pueden ser muchas o una sola; es decir, hay una diferencia específica, no solamente una diferencia topográfica o de ubicación; es una diferencia específica, pues la causa primera es la que mueve sin ser movida y la causa segunda es la que mueve siendo movida. Es evidente que, si nosotros vemos que una causa segunda no explica o no es suficiente para explicar un efecto, no sacamos nada con prolongar indefinidamente esa serie de causas segundas; porque incluso una serie infinita de insuficientes no puede dar un suficiente, porque no es diferencia topográfica, vuelvo a decirlo, sino diferencia específica y ultra genérica. Entonces, está la imposibilidad de la recurrencia in infinitum; es la tercera etapa de las pruebas tomistas. Vuelvo a decir; la primera etapa es el hecho o circunstancia sensibles, movimiento y limitación; la segunda, que es conjugar estos hechos y circunstancias sensibles con el principio de causalidad eficiente, es decir, que nada se mueve si no es movido por otro, o todo lo que se mueve se mueve por otro, o nada pasa de la potencia al acto si no es movido por un ser ya en acto o, vulgarmente, que no se puede cerrar una puerta que ya está cerrada – y, la tercera,  la imposibilidad de recurrir in infinitum sin un término, o sea, de la primera prueba, es el primer motor inmóvil que es Dios, de la segunda, es la causalidad primera, que también es Dios, de la tercera, es el ser necesario que existe por sí mismo, de la cuarta, el ser perfectísimo, y finalmente, de la quinta, es la intelección subsistente; estas son las cinco pruebas.

Podemos ver que las pruebas tomistas no pueden ser más de cinco, ni pueden ser menos de cinco; forzosamente, tienen que ser cinco, porque no hay otra manera de considerar el ser sino en potencia o en acto. El ser en potencia, es decir, sujeto a formas cualitativas, no se puede considerar sino en cuanto a la causa material de estas formas cualitativas llamadas movimientos (algunas palabras inaudibles) o de la causa eficiente o de la causa final. Y luego, la limitación no puede ser más que en duración o en imperfección. Estas son las cinco pruebas tomistas.

Ahora, vamos a ver cómo se enuncia cada una de estas pruebas. Cuando Santo Tomás habla de movimiento, habla del movimiento en general. El movimiento, definido con toda precisión, es el acto de un ente en potencia en cuanto está en potencia, actum entis in potentia secundum quod huiusmodi, en cuanto está en potencia; esto es el movimiento. Pero hay otras alteraciones que exceden al movimiento, porque hay algo que cambia, a saber, el mismo móvil; son la generación y la corrupción. Por ejemplo, cuando hay una combinación química o cuando hay una disociación de una combinación precedente, es evidente que allí no hay solo un móvil que se está moviendo, no hay unidad; porque, en el movimiento propiamente dicho, se aplica un principio que, a primera vista, es paradójico, solamente se mueve aquello que permanece idéntico a sí mismo, lo cual parece un contrasentido, pero, en realidad, no lo es. El móvil, el ente que se mueve, permanece idéntico a sí mismo; por eso se habla de un ente que se mueve y se habla de un movimiento. El movimiento tiene su unidad no por sí mismo, toda vez que el movimiento no existe en sí mismo, sino en algo que se mueve. Esta unidad, esta persistencia entitativa del ente que se mueve es, precisamente, lo que confiere la unidad al movimiento. Por eso, si yo digo «todo ente que se mueve necesita permanecer idéntico a sí mismo a través del movimiento» no estoy diciendo un contrasentido, sino enunciando una verdad tremendamente profunda. O sea, para que se hable de un solo movimiento, tengo que presuponer un solo móvil, un solo ente que se mueve. No es un contrasentido, porque permanece idéntico a sí mismo substancialmente, substantivamente y permanece distinto de sí mismo adjetivamente. Por eso, hay que decir que todo ente que se mueve permanece él mismo durante el movimiento, aunque no permanezca lo mismo a través del movimiento. Es decir, el movimiento supone en cada uno de nosotros una persistencia substantiva (nuestra entidad, nuestra personalidad humana en nuestro caso, porque somos humanos, aunque con ciertas diferenciaciones adjetivas). Entonces, la definición típica es acto de un ser en potencia en cuanto está en potencia. No está en potencia lo que es, sino que está en potencia a algo, a una cualidad que va a adquirir mediante aquella alteración llamada movimiento. En cambio, como digo, la generación y la corrupción, como lo es la combinación y la generación químicas, evidentemente suponen la no persistencia de un móvil, sólo permanece la materia prima, pero allí ningún existente permanece idéntico a sí mismo; sabemos que la materia prima no puede existir por sí sola, sino informada por alguna forma que le es correlativa.

Por otro lado, hay alteraciones que son menores que el movimiento. Es lo que, en filosofía tomista o en la escolástica en general, se llama la simple mutación metafísica. Daré un ejemplo sencillo: cualquiera de nosotros aprende una verdad; ha pasado de no saber esa verdad a saberla en acto; pero, después de aprehenderla en acto es perfectamente lógico que deje de pensar en ella y también es perfectamente lógico que vuelva a pensar en ella. Es evidente que el volver a pensar en una verdad que ya se conocía supone una mutación menor que aprender una verdad que antes no se conocía; en un caso, se pasa desde el conocimiento habitual al conocimiento actual; en el otro caso se pasa desde el no conocimiento al conocimiento actual. Es lo que se llama recordar lo que ya se sabe, lo cual supone una cierta alteración en nosotros, pero, para cualquiera de nosotros, no es lo mismo pensar actualmente en una verdad que no estar pensando actualmente en esa verdad, aunque se la sepa. Estas son las tres formas de alteraciones: elmovimiento propiamente dicho en que se adquiere una perfección cualitativa; la generación y corrupción, en que se adquiere una entidad substantiva distinta; y luego, la simple mutación metafísica en que no se adquiere ninguna perfección, ni siquiera cualitativa, sino que se pasa desde la consideración o conocimiento habituales de esa perfección al conocimiento actual, es la alteración mínima de todas. Para cualquier tipo de alteraciones o mutaciones vale el argumento de Santo Tomás.

La prueba por el movimiento de los seres. Primer paso: «vemos que hay seres que se mueven». Segundo paso: «nada de lo que se mueve se mueve a sí mismo»; algunos de los escolásticos han negado este principio y han dicho que es falso, aunque es difícil demostrar esta falsedad; entonces todo lo que se mueve se mueve por otro; pero ¿Por qué es imposible que un ente se mueva a sí mismo? Decimos que «un ente se mueve a sí mismo y no que una parte del ente mueva a otra parte», como cuando al trasladarme muevo a mis pies, los cuales no soy yo que soy algo más que mis pies; se trata, pues, de que un ente se mueve a sí mismo – entonces ¿Por qué es imposible? Pues porque si todo movimiento termina en una perfección la cual, como ya sabemos, es cualitativa o adjetiva, no substantiva, es evidente que si yo me moviera a mí mismo tendría que tener, en cuanto me muevo a mí mismo, aquella perfección, puesto que voy a obtener aquella perfección en virtud del movimiento y ese movimiento me lo voy a dar yo a mí mismo en hipótesis, porque es evidente que nadie da lo que no tiene; luego, si yo me doy el movimiento a mí mismo, si yo me muevo a mí mismo, tengo que tener la perfección en la cual va a parar ese movimiento; por otra parte, dado que me muevo a esa perfección, tengo que no poseerla, porque nadie se mueve hacia lo que ya tiene; entonces, en cuanto me muevo a mí mismo tengo que estar dotado de la perfección hacia la cual me muevo y, por moverme, tengo que no estar dotado de aquella perfección hacia la cual me muevo, es decir, tengo que estar dotado y no estar dotado a la vez, lo cual es imposible; nadie se mueve a sí mismo; es imposible que alguien se mueva a sí mismo; resultará que si yo no me muevo a mí mismo o si alguna realidad cualquiera no se mueve a sí misma, tendrá que encontrar la raíz de ese movimiento en otro movente respecto del cual podemos hacer exactamente la misma reflexión; aquel movente que mueve a otro, al pasar de poder mover a otro a mover en acto, no ha podido, a su vez, moverse a sí mismo, sino que ha debido tener en otro su razón de moverse; así entonces tenemos que llegar a un primer término, porque, de lo contrario, incurriremos en la contradicción de una multitud infinita en acto simultáneamente; porque, vuelvo a decir, se trata de subordinación esencial de móviles y motores, por consiguiente, que se verifica en un instante,; si esta serie es infinita, tenemos una multitud infinita en acto, lo cual es un contrasentido; luego, no puede ser infinita; tendremos que llegar a un término, el cual no será el primero de una serie, sino algo trascendente a la serie; porque, si la serie es limitada por motores y movidos insuficientes, tendremos que llegar, para explicar el último movimiento, el del efecto, a un movente autosuficiente que trascienda de la serie, que la sobrepase; a ese primer motor inmóvil es, precisamente, al que llamamos Dios. Esta es la estructura de la primera prueba tomista.

Ahora, ¿qué consecuencias se sacan de esta prueba? Si este motor es inmóvil, dado que todo ente es móvil en cuanto esté en potencia, es evidente que ese motor inmóvil no puede estar en potencia; tiene que ser acto puro. ¿Qué significa ser acto puro? Significa ser puramente acto, sin mezcla alguna de potencialidad; por consiguiente, tiene que ser infinito. El acto, o bien está limitado por una potencia en la cual es recibido, o bien porque se ordena como potencia a un acto ulterior, es decir, más allá de su actualidad, no un más allá topográfico – vuelvo a decir – sino un más allá ontológico. Entonces, dado que es un acto infinito, no puede estar recibido en una potencia ni puede estar ordenado a otro acto ulterior, es decir, más actual que el acto mismo; por consiguiente, es acto puro, y tiene que ser infinito, porque no se dan en él los dos motivos, los dos factores de limitación de la actualidad, siendo un acto «no recibido» en una potencia y porque es un acto que no se ordena a una actualidad ulterior. Me complace sacar esta relación entre un acto puro y la inmovilidad absoluta del primer motor inmóvil. Es muy importante, incluso para nuestra vida práctica; siempre he dicho que hoy día estamos en la época de los energúmenos, que creen que ser muy activos es moverse mucho; pero resulta que tenemos un acto puro que es, al mismo tiempo, actividad e inmovilidad infinitas. O sea, podemos decir que la movilidad y la actualidad están en razón inversa; el acto puro no se mueve porque, como tiene todas las perfecciones y todas las actualidades ya no tiene posibilidad de movimiento; no es que de hecho no se mueva, sino que no tiene posibilidad de movimiento porque no hay potencialidad en él. Por consiguiente, es absolutamente activo, actual. No nos olvidemos que la actualidad y la actividad corresponden a dos modalidades del acto; diremos que la actividad es adjetiva y que la actualidad es sustantiva. Toda acción es acto, pero no todo acto es acción; el acto adjetivo se llama acción y el acto sustantivo se llama existencia. Entonces, Dios es infinito de todas maneras; el primer motor inmóvil es actualidad pura de actividad pura – y aquí llegamos a su segunda cualidad – en su simplicidad infinita. Porque, así como hay ausencia absoluta de potencialidad en Dios y, por consiguiente, hay imposibilidad infinita de moverse y es infinitamente refractario a todo tipo de alteración, así también es infinitamente refractario a todo tipo de composición o de estructura. ¿Por qué? Porque todo ente compuesto está en potencia para la desarticulación; todo ente creado y compuesto puede desarticularse; está en potencia para la desarticulación. En un ser estructurado las partes estructurantes, los principios estructurantes tienen sus límites; si hay estructura, hay partes; si hay partes, hay límites en potencia. Por consiguiente, un ser que es absolutamente actual, que es infinito en actualidad, no puede tener absolutamente ninguna dosis de estructuración porque estructuración significa lo mismo que potencialidad; y toda potencialidad, como lo dice la misma palabra, excluye implacablemente todo carácter infinito de la actualidad. Un ser estructurado, por definición es un ente finito como ente, no puede ser infinito; de donde se deduce la simplicidad de Dios. Estas son las propiedades que se deducen de esta condición de actualidad pura de Dios y de ser el primer motor inmóvil.

Preguntas y Respuestas

Las preguntas son inaudibles. Intentaré registrar las respuestas.

P…(ininteligible)

R…Santo Tomás también trata del modo de aplicar los conceptos a Dios. Se dice que hay una triple vía. La vía de afirmación, la vía de remoción y la vía de eminencia. Este es otro problema que no forma parte de la asignatura actual, sino que debe ser tratado por otros profesores. En todo caso, cuando Santo Tomás dice que de Dios sabemos más lo que no es que lo que es, no quiere decir que aquello que sabemos de Dios no sea de Dios. Dios es el primer motor inmóvil, pero no es solamente el primer motor inmóvil – no debemos confundir el sentido afirmativo con el sentido exclusivo, los cuales, en lenguaje vulgar, se pueden confundir, pero no así en el lenguaje filosófico, en el cual no pueden ser identificados – así, al decir que Dios es el primer motor inmóvil, no digo que sea Dios solamente primer motor inmóvil; Dios es muchas cosas más, que ya sabemos por Revelación: es uno y trino, lo cual no lo podemos saber por la razón natural. En todo caso, cuando hablamos de infinidad, de inmovilidad y de todas estas cosas, estamos hablando en términos negativos. En efecto ¿qué es lo inmóvil? Lo que no es móvil, ¿qué es lo infinito? Lo que no es finito, ¿qué es lo inmortal? Lo que no es mortal; y aquí se observa lo que dice Santo Tomás, a saber, que sabemos de Dios más lo que no es que lo que es. Desde el momento mismo en que nuestro conocimiento comienza por los sentidos es evidente que de lo único que tenemos nosotros conocimiento positivo es de lo sensorial, de lo visible, de lo tangible, de lo material; de lo demás no tenemos un conocimiento positivo, sino puramente analógico. El mismo Santo Tomás nos dice, en cuanto al conocimiento analógico – se llaman conceptos análogos aquellos conceptos que en parte coinciden y en parte difieren – que la parte en que coinciden sea tan importante como la parte en que difieren; puede ser que las partes en que coinciden sean infinitamente menos importantes, que es lo que ocurre aquí.

Al decir que Dios es inmóvil no decimos que sea únicamente inmóvil; Dios es muchas otras cosas más. De manera que, con esto, no estamos nosotros aplicando los conceptos tales como los concebimos de Dios. Lo dice, precisamente, la misma Suma Teológica más adelante en la prueba sobre la triple vía, el triple momento, la triple etapa o depuración a lo que hay que someter todo concepto para poder aplicarlo a Dios en la medida en que es aplicable. Porque, de momento que nuestro conocimiento arranca de los sentidos, es evidente que, si Dios está por encima de toda sensación y de toda materialidad, no se le puede aplicar en sentido propio, sino en sentido superlativamente impropio. Sin embargo, hay algo; no es que ignoremos todo de Dios, pues caeríamos en le agnosticismo. Si no podemos conocer nada de Dios, tampoco podríamos saber que exista. En todo caso este es otro problema, el problema del modo en que podemos conocer a Dios.

Al decir que Dios es el primer motor inmóvil, no estamos diciendo que sea propiamente el primer motor inmóvil, sino que tiene todo lo que se supone de perfección en un primer motor inmóvil; y aquí, aunque voy a adelantar algo, hay que notar también lo que dice Santo Tomás acerca de las perfecciones. Hay imperfecciones que se llaman simples y perfecciones que se llaman mixtas. Las perfecciones simples son aquellas que no incluyen en su concepto ninguna imperfección (p.ej., el existir, el conocer, el ser), pero otras perfecciones, en su concepto, incluyen imperfección (p.ej., el aprender, el discurrir – es mejor discurrir que no discurrir, sin embargo, discurrir supone que yo tengo que llegar al conocimiento de una verdad que aún ignoro, el aprender implica la ignorancia antecedente [no puedo aprender lo que ya se]; entonces, estas perfecciones mixtas deben ser distinguidas muy cuidadosamente de las perfecciones simples; por eso dice Santo Tomás también que las perfecciones mixtas se aplican a Dios virtualmente y eminentemente; en cambio, las perfecciones simples se aplican a Dios formalmente y eminentemente. Dios es propiamente inteligente, tan propiamente inteligente que es la inteligencia infinita, por eso es eminente y formalmente inteligente; en cambio Dios no es formalmente sensorial, sin embargo, Dios tiene que poseer las perfecciones que se supone que hay en el acto de sentir, digo, lo de perfección que hay en el acto de sentir, porque de otra manera no se podría admitir que Dios sin tener en absoluto lo que… (discurso ininteligible) …entonces daría lo que no tiene. Por eso él habla de la vía de afirmación: la perfección que está en nosotros tiene que estar en Dios; de la vía de remoción: la perfección que está en nosotros limitadamente está en Dios ilimitadamente; de la vía de eminencia: la perfección que está en nosotros, aunque sea finitamente en grado de facultad o adjetivo está en Dios en grado de sustancialidad o sustantivo. Por la primera vía, si nosotros somos inteligentes, Dios es inteligente; por la vía de remoción, Dios es infinitamente inteligente; por la vía de eminencia, Dios es inteligencia, ya no inteligente, sino inteligencia. Aquí está el complemento de todo lo que estamos diciendo ahora. Luego, no es que no sepamos nada de Dios, aunque sepamos más de lo que no es que de lo que es, pero sabemos lo que es de alguna manera, lo cual le basta a la criatura para llegar a la existencia de este ser que, por el momento, no conocemos cara a cara.

P…(ininteligible)

R…A este respecto hay que contestar dos cosas: Primero, aquí estamos hablando de razón natural… (discurso ininteligible) …lo sabemos por revelación, nada más; aquí estamos hablando de filosofía y no de teología; en segundo lugar, eso lo sabemos por la Biblia, y la Biblia no es un libro científico, sino un conjunto de libros destinados al pueblo cristiano; su autor, el Espíritu Santo, sabía que en el pueblo cristiano no iban a abundar los metafísicos; está dirigida a todos los cristianos y a todos los hombres, entre los cuales los metafísicos constituyen una ínfima minoría, una infinitesimal minoría. Además, usa un lenguaje figurado; para eso habría que pensar en estudiar introducción bíblica para comprender por qué la Biblia utiliza estos términos. También dice, por ejemplo, que Dios se arrepiente, lo que supone culpabilidad en Dios…pero, en fin, esto hay que entenderlo, como dicen en latín, grano salis (con un granito de sal).

P… (ininteligible)R…

¿Pero Ud. duda de los axiomas? Precisamente, un axioma es un principio evidente por sí mismo. Al que dude de los axiomas, perdóneme, hay que ponerlo a la sombra. Si voy a dudar de que el todo es mayor que alguna de sus partes… (discurso ininteligible) …Perdóneme que lo interrumpa, pero Ud., menciona lo que confundió Ortega, lamentablemente, como tantas cosas lamentables que hizo Ortega. Confundió un postulado con una evidencia. Si demostrar es hacer evidente lo que no lo es ¿cómo va Ud. a hacer evidente lo que ya lo es? Entonces Ud. ni puede pensar ni puede ser; porque, desde el momento en que Ud. duda del principio de contradicción, quiere decir que Ud. está dudando y no está dudando a la vez. Yo dudo del principio de contradicción, pero como la duda puede ser completamente compatible con la ausencia de duda, entonces yo dudo y no dudo a la vez.

P… (ininteligible)R…

Es igual. Todos los principios primeros se fundan sobre el principio de contradicción. ¿Por qué ningún móvil se puede mover a sí mismo? Por lo que acabamos de decir en su momento. Porque, si yo me muevo a mí mismo, debería tener la perfección resultante del movimiento y, por moverme, tendría que no tener esa perfección resultante; tener y no tener, nuevamente, el principio de contradicción. Todos los principios se remiten al principio de contradicción. Si yo dudo de este principio, entonces “a acostarse tocan”, no hay opción, no habría ya nada más que hacer.

https://www.youtube.com/watch?v=eK8q5Mv9GHg&t=19s

Tercera Parte

Nos queda, todavía, exponer las restantes pruebas de Santo Tomás, aunque será imposible ponerlas cada una por separado y en detalle; desde luego, porque el proceso de todas ellas es siempre el mismo: se parte de un hecho de experiencia, se conjuga el hecho de experiencia con el principio de causalidad eficiente y, luego, se demuestra que no se puede recurrir a una progresión infinita porque eso repugna a la razón; de manera que, en todas ellas nos encontramos con un término que es trascendente a la serie , al cual llamamos Dios.

La prueba por el carácter secundario o, más bien, segundo y, por consiguiente, subordinado, de las causas eficientes. Es del todo semejante a la primera. Para esto tenemos que detallar un tanto lo que es una causalidad eficiente; porque, como sabemos, hay distintos tipos de causalidad.

  Se llama causa todo aquello que influye en el ser de algo o de alguien. Al respecto, hay distintos tipos de influjos. Hay influjos intrínsecos e influjos que proceden desde afuera.

Los influjos intrínsecos son – aunque parezca extraño llamarlos influjos – los principios constitutivos de toda entidad. Por ejemplo, las causas intrínsecas nuestras, como personas humanas que somos, son nuestra alma y nuestro cuerpo; el alma como forma substancial, como principio intrínseco último de todas las perfecciones, y el cuerpo, materia prima, que es un principio, a la vez, multiplicador y limitador de las formas substanciales. Yo he sostenido siempre que estas dos así llamadas «causas intrínsecas», la materia y la forma [materia prima y forma substancial, en el caso de los entes de la naturaleza o creaturas de Dios, y materia segunda y forma accidental o cualitativa, en el caso de las creaturas del hombre, tales como obras de arte obras empíricas y las creaciones humanas en general], estos dos principios, digo, materia y forma, son causas intrínsecas en el orden de la esencia; yo, como persona humana, como un ente de naturaleza humana, en cuanto poseo naturaleza humana, reconozco, como causas intrínsecas mías a mi alma y a mi cuerpo, a mi alma como forma substancial y a mi cuerpo como materia primera; porque mi cuerpo tiene existencia única y exclusivamente por mi alma. Además de ser persona humana, somos «entes», es decir, algo que existe; en el orden de la existencia, las causas intrínsecas de todo ente existente son, en el orden potencial, la esencia o naturaleza, y en el orden actual, la existencia; esto es lo más importante que tiene cada ser, es decir, la existencia, puesto que yo soy porque existo; soy humano porque tengo una naturaleza determinada, que en este caso es la naturaleza humana; pero si yo no existiera, no tendría naturaleza; si alguien me dijera que sería una naturaleza posible, yo le contestaría que también una naturaleza posible es posible por virtud de una existencia igualmente posible. Porque lo único que distingue a una esencia de un contrasentido o absurdo es, sencillamente, porque está ordenada al existir. Esencia es aquello que es o puede ser; es decir, aquello que es en acto o es en potencia; lo que no puede ser en acto no es esencia, y lo que no puede ser en potencia, mucho menos lo es, es un contrasentido. Precisamente, la piedra de toque para que una realidad posible sea verdaderamente esencia posible y no sea un contrasentido es, sencillamente, que dice relación con la existencia. Luego, aquí está la razón de la esencialidad de un ser, de la naturaleza de un ser, a saber, en la posibilidad de existir o en la actualidad de existir. Bien, estas son las causas intrínsecas, materia y forma en el orden de la esencia, esencia y existir en el orden de la entidad.

Hay otro tipo de causas, las cuales no son intrínsecas, sino extrínsecas. Son, precisamente las causas extrínsecas las que realizan verdaderamente la noción de causa. Porque se entiende que la noción de causa es superior y trascendente al efecto; jamás pueden ser del mismo orden que el del efecto, porque si la causa, de alguna manera, pudiera ser del mismo orden del efecto, entonces tanto valdría que del efecto diera razón la causa o el propio efecto; como no puede ser que un efecto dé razón de sí mismo, tampoco puede ser que la causa eficiente sea del mismo orden que el efecto, sino que debe pertenecer a un orden que le es trascendente de alguna manera determinada. Cuando se habla de causa eficiente, nos estamos refiriendo a la causa que es, por así decirlo, prototípica. En el lenguaje común y corriente, cuando se habla de causa se hace referencia implícita o explícita siempre a la causalidad eficiente. Hay que tener contacto con las disciplinas filosóficas para darnos cuenta de que hay otro tipo de causas que son distintas de la eficiente. Y tanto es así, que al producto de una causa se le llama efecto y, sin embargo, si nos atuviéramos a las exigencias estrictísimas del lenguaje, el único fruto causal que mereciera llamarse efecto es el fruto de la causalidad eficiente; porque el término «efecto» viene del latín efectus, participio pasado del verbo efficio(produzco), correlativo del participio presente efficiens (productor). De manera que, cuando se habla de la causalidad final o de la causalidad ejemplar o de alguna causalidad intrínseca – a las cuales acabamos de referirnos: materia y forma en el orden esencial, esencia y existir en el orden entitativo – estamos haciendo extensivo a este tipo de factores el factor llamado causa eficiente. No quiere decir que la causa eficiente sea la causa más causa de todas, no; la primera de todas las causas es la causalidad final, porque es la que pone en juego todas las causas restantes; pero, de todas maneras, a nuestros ojos y miradas humanos, la causalidad prototípica, la que puede mencionarse sin el epíteto ni el adjetivo correspondientes es siempre la causalidad eficiente.

Estas causalidades eficientes de este mundo, que son causas extrínsecas o, mejor, que pertenecen al orden de las causalidades extrínsecas, junto a las causalidades final y ejemplar, vemos que son también segundas. O sea, que son causas que, para causar, necesitan, a su vez, ser movidas. Y volvemos otra vez a caer en la primera prueba, el mismo movimiento considerado de distinta manera; porque toda causa, al causar, no se mueve, no puede mudarse; y si vemos que en el orden de los seres existentes las causalidades eficiente se mueven, es porque estas causalidades eficientes son puramente causas, son causas causadas, son causas que además de producir efecto son, a su vez, producto de una causa anterior; porque el efecto mismo causativo de una causa segunda es un efecto de una causa prioritaria. Así, entonces, tendríamos que estas causas eficientes o subordinadas – como dijimos antes, siempre hablamos de subordinación esencial, no accidental; de subordinación esencial de movimientos y de causas; por consiguiente, de subordinación simultánea – de manera que cuando una causa se mueve para causar, es decir, cuando pasa de la simple posibilidad de causar a causar efectivamente y actualmente, entonces quiere decir que esta causalidad no es puramente causa; es, por cierto, una causalidad efectiva, produce un efecto, pero que por el hecho de moverse es, a su vez, también efecto de otra causalidad anterior. Aquí podemos razonar en la tercera etapa de la vía: Estas causalidades que se mueven no pueden constituir una serie infinita; porque la serie, las pluralidades infinitas – volvemos a decirlo – repugnan, implican contradicción, son un contrasentido. Por consiguiente, debemos explicar que toda esta serie de causas eficientes esencialmente subordinadas, aún en el caso hipotético de que constituyeran una serie infinita, en todo caso, necesitarían, para explicar su existencia, una causalidad que sea trascendente a toda la serie. Es decir, una causalidad que fuera puramente causa, no una causalidad que necesite moverse para causar, sino que sea puramente causa y que esté inmutablemente causando, por así decirlo; que sea inmutablemente causativa, que no necesite «entrar», digamos, en situación de causar, sino que siempre, por su virtualidad misma, por su entidad misma, por lo que es, está siempre causando. A esta causa eficiente primera la llamamos Dios. Pueden ver ustedes que el proceso, en uno y otro caso, es el mismo; porque, en realidad, ambas argumentaciones se fundamentan en el mismo fenómeno; la que veíamos ayer, en el fenómeno del movimiento en cuanto es inherente a un móvil y, ahora, el movimiento en cuanto es producido por un movimiento anterior. El producir un efecto se llama «causar» y el causar, en los seres contingentes que están a nuestro alcance, siempre va unido al moverse; un agente de los que tenemos a nuestro alcance, de nuestras miradas intelectuales, nunca puede causar sin moverse, nunca está siempre causando dado que su ejercicio causativo es intermitente, siempre pasa del poder causar al hecho de causar, lo cual significa movimiento, porque el movimiento, definido un poco inexactamente, pero substancialmente verdadero, significa pasar de la potencia al acto. Así que, por el camino de esta segunda vía, llegamos siempre a lo mismo, a saber, a un primer término, a una causalidad eficiente que se llama Dios.

Esta causalidad eficiente, lo mismo que el primer motor inmóvil, es también una especie de manantial del cual podemos seguir extrayendo todas las perfecciones de Dios, las que veremos en lo que nos resta de esta clase.

La prueba por la finalidad.  Lo mismo podemos decir de la quinta prueba. No por la finalidad que existe en el universo, sino, porque en el hecho de experiencia, del cual parte siempre Santo Tomás, de lo que se ve, se palpa o se toca, siempre se pasa de algo que está ordenado a un fin.

La prueba por la perfección de los seres. Ahora, quiero que toquemos, de las dos pruebas restantes que son las que se fundan no en el ser en cuanto en potencia, o sea en la movilidad del ser, sino en el ser en acto, en cuanto ya está consolidado en su entidad, lo que en latín es llamado in facto esse, es decir, que tiene ya el ser hecho y que no transa en hacerse o en realizarse, la cuarta prueba. Tengo particular interés en disertar sobre la cuarta prueba, porque, desde luego, es una prueba que por un lado es perfectamente tomista y, por otro lado, clarísimamente platónica. No nos olvidemos que Santo Tomás opera una síntesis de estos dos pensadores supremos de la Antigüedad, que son Platón y Aristóteles. Dicho grosso modo, aún con temor de incurrir en alguna inexactitud, estos dos pensadores, edificaron su sistema filosófico sobre dos circunstancias muy especiales; Platón, sobre la participación y Aristóteles, sobre la causalidad. Aristóteles mira con poca simpatía la participación, por no decir que la rechaza; Platón, no trató mucho de la causalidad; sin embargo, el pensamiento tomista no es que contraponga Platón a Aristóteles – Santo Tomás no habría pasado de ser un pobre ecléctico, un yuxtaponedor, por así decirlo – sino que sintetiza. Él hace una síntesis perfecta de la causalidad y de la participación. Porque el fundamento, la razón de ser, la justificación de la participación es la causalidad; y el coronamiento y el remate de la causalidad es la participación; porque, cuando una causalidad eficiente produce un efecto ese efecto participa de esa causalidad; el fundamento de esa participación es la causalidad eficiente, es la eficiencia; tampoco puede darse eficiencia sin una participación, porque es absolutamente contradictorio concebir un agente, una causalidad eficiente que al producir un efecto no deje, en alguna manera, huella de sí misma en el efecto producido; de manera que, estas dos circunstancias son absolutamente inseparables. Es un contrasentido suponer una causalidad eficiente que no esté coronada por la participación del efecto respecto a esa causalidad que lo ha producido. Es absolutamente un contrasentido pretender que la participación no se funda en nada; tiene que fundarse en algo y ese algo, que es lo único en lo cual puede fundamentarse, es la causalidad eficiente. Esta fue la gran hazaña de Santo Tomás: sintetizar, no yuxtaponer ni compilar, sino sintetizar, a saber, reducir a unidad estas dos visiones que, de alguna manera, eran parciales; sintetizarlas en una visión totalizadora, perfecta, como dos trabajos inseparables. Por eso, tengo yo un especial interés en hablar de esta cuarta prueba la cual, siendo perfectamente tomista es de clara estirpe platónica.

¿En qué consiste la cuarta prueba? Su enunciación es muy fácil y sencilla – la enunciación de las tesis tomistas, especialmente en la Suma Teológica, es de lo más escueto que cabe – siendo esta particularmente escueta. Dice Santo Tomás: “vemos que hay seres más o menos perfectos (primera etapa de la prueba); es así como los seres más o menos perfectos suponen un ser perfectísimo, luego el ser perfectísimo existe y lo llamamos Dios (segunda etapa de la prueba). Ahora bien, ¿A qué se refiere Santo Tomás cuando habla de «seres más o menos perfectos»? ¿De qué perfecciones se trata? Antes ya dijimos algo acerca de los dos tipos fundamentales de perfecciones, a saber, las perfecciones que son puras y las perfecciones que son mixtas, siendo las primeras aquellas perfecciones que no incluyen en su concepto ninguna parte de imperfección y, las segundas, aquella que incluyen alguna parte de imperfección. Ahora, hay también otra división a la que recurre Santo Tomás cuando toma como punto de partida las perfecciones de los seres. Dice que hay seres más o menos perfectos y agrega que hay seres más o menos verdaderos, buenos y nobles. No es una casualidad que Santo Tomás haya aducido estos tres tipos de perfecciones: la verdad, el bien y la nobleza, porque, desde luego, no cualquiera perfección puede servir de fundamento a esta cuarta prueba tomista. Porque, primeramente, además de esta perfección que acabamos de mencionar, a saber, de perfecciones mixtas y perfecciones simples, hay otra clasificación de perfecciones que también conviene destacar para ver el alcance del punto de partida de esta cuarta prueba de Santo Tomás.

Hay perfecciones que no admiten más o menos; son las perfecciones específicas, las que, de alguna u otra manera, podríamos llamar «esenciales». Por ejemplo, la naturaleza de un ser, la esencia de un ser. Por ejemplo, por lo que atañe a nosotros, es evidente que o tenemos la naturaleza humana o no la tenemos, no hay término medio. Puede haber término medio cuando se usa el término «naturaleza humana» en sentido acomodaticio; como cuando decimos de algún individuo que es más o menos hombre, etc.; pero sabemos que este no es el significado exacto de la palabra, sino traslaticio; pero en sí o se tiene o no se tiene la naturaleza humana, no hay término medio. Estas perfecciones, por consiguiente, no caen en el punto de partida de Santo Tomás; él dice que “vemos seres más o menos perfectos”, es decir, más o menos verdaderos, más o menos nobles; luego, aquí no pueden caber las perfecciones esenciales, lo que constituye la esencia de cada ser; Santo Tomás no alude a ellas.

Por otro lado, tampoco están otro tipo de perfecciones que admiten más o menos, es decir, admiten intensificación y remisión. Son las perfecciones cualitativas. Por ejemplo, en el ámbito de la naturaleza humana, hay seres más o menos inteligentes, más o menos voluntariosos, más o menos imaginativos, con mayores o menores dotes de gobierno, con mayor o menor facilidad para la especulación científica, doctrinal o filosófica, con mayores o menores facultades artísticas; estas perfecciones cualitativas o de hábitos (científico, artísticos, et.,) son perfecciones que admiten más y menos, pero tampoco son consideradas por Santo Tomás, porque son perfecciones puramente cualitativas. El punto en que se coloca Santo Tomás, como lo vimos en la primera de estas clases, no es un punto de vista esencial, es un punto de vista existencial. Para el efecto de estas pruebas, a Santo Tomás no le importa la esencia o la especie a que pertenezcan los seres que se mueven o los seres que causan o los que son causados; lo que le importa es que son, que existen; esto es lo fundamental. Él es perfectamente consecuente con su doctrina cuando dice que “lo que tiene de más íntimo cada ser es su existir”, es algo que repite con majadería a lo largo de sus obras ¿Por qué? Porque primero somos y después somos de una manera determinada. Y somos, así a secas, porque existimos; el existir es lo que nos da el ser. La esencia es lo que nos hace ser de una manera determinada; ser de una manera determinada supone el ser a secas, sin calificativos.

Entonces, ni las perfecciones esenciales ni las perfecciones cualitativas le interesan a Santo Tomás, sino que le interesan estas perfecciones: la verdad, el bien, la nobleza. Por el contexto, se entiende que cuando habla de nobleza se refiere a la belleza que para él es claramente trascendental, aunque muchos tomistas lo han negado, pero no se puede negar, porque él lo dice categóricamente bonum et pulchrum sola ratio differunt (el bien y la belleza difieren por la sola razón), es decir, no hay distinción real entre ambos, sino puramente de razón; esto quiere decir que, siendo una distinción que las separa puramente de razón, en realidad se identifican, son idénticos. Y si el bien es un trascendental, la belleza, que se identifica con el bien, también tendrá que ser un trascendental. Por eso, también podemos decir que, en el número de estas perfecciones, también está incluida la unidad y todas las realidades o conceptos trascendentales. Éstas son las perfecciones que le sirven a Santo Tomás como fundamento, como hechos de experiencia de su cuarta prueba: “Vemos seres más o menos perfectos”, es decir, más o menos verdaderos, buenos y nobles.

Ahora, antes de seguir adelante debemos explicar algo: ¿Cómo es esto de que hay seres más o menos verdaderos? ¿A qué verdad se refiere aquí Santo Tomás? Quiero destacar esto porque siempre se dicen bastantes tonterías acerca de estas palabras de Santo Tomás. Aquí él habla de la verdad ontológica de los seres; ustedes saben perfectamente que la verdad se enuncia diciendo que es aedequatio intellectus et rei(la adecuación de la inteligencia y de la cosa, o de la realidad); pero esta adecuación, por lo mismo que es la adecuación entre dos términos, se puede tomar en dos sentidos: o es la cosa la que se adecúa a la inteligencia aedequatio rei ad intellectum, o bien, la adecuación de la inteligencia a la cosa aedequatio intellectus ad rem. La primera es la verdad ontológica, común a todos los seres, porque todos los seres son verdaderos en tanto se adecúan a la inteligencia divina que los mantiene en el ser, porque la creación de la creatura, por parte de Dios, no fue un acto circunstancial, efímero, sino un acto constante; no podemos decir que Dios nos ha creado; debemos decir que en este mismo momento Dios nos está creando, nos está manteniendo en el ser. Es a esta verdad a que se refiere Santo Tomás; a la verdad ontológica, por la cual cada uno de los entes existentes se adecúa a la inteligencia divina que los está manteniendo en el ser aedequatio entis aut rei contingentis ad intellectum divinum; es a esta verdad a que se refiere Santo Tomás; no podía ser a otra, porque la verdad lógica, la adecuación de la inteligencia a la cosa, aedequatio intellectus ad rem, es un caso particular nuestro que no es extensivo a todas las creaturas, sino únicamente a la creatura dotada de alma espiritual, que somos las personas humanas, las que podemos poseer la verdad lógica. Nosotros poseemos la doble verdad: la verdad lógica, porque nos adecuamos a la realidad mediante un acto de nuestra inteligencia; también la verdad ontológica, porque con todo nuestro ser íntegro, total, omnímodo, nos estamos adecuando indeleble e indefectiblemente a la inteligencia divina que nos está manteniendo en el ser. De nuevo, es esa verdad a que se refiere Santo Tomás.

Por consiguiente, hay seres más o menos verdaderos, lo cual quiere decir más o menos perfectos, más o menos seres y, por consiguiente, más o menos buenos, no con bondad moral, sino con bondad ontológica que es muy distinta; se refiere a una bondad trascendental, no a una bondad ética, humana, sino a aquella bondad que tenemos todos los seres por el solo hecho de existir o de ser, y a la belleza, aunque nos cueste a veces admitir que todo ente es bello.

Entonces, vemos que hay seres más o menos verdaderos, buenos, nobles, bellos; este es el hecho de experiencia. lo que es en más o en menos se dice respecto de lo que es máximo, por lo cual debe haber un ente de perfección máxima, al cual lo llamamos Dios. ¿Por qué dice Santo Tomás que debe existir un ente que sea máxima, infinita y omnímodamente verdadero (no dice veraz), bueno, noble, bello, etc.? Porque, evidentemente, éstas, que son perfecciones puras y que pueden ser sujetos de intensificación o de remisión, no se aplican que a los seres que tenemos a nuestro alcance, y no pueden explicarse por sí mismos. Todas las perfecciones puras, es decir, aquellas perfecciones que, además de admitir intensificación o remisión, son puras, necesitan, por el mismo hecho, de una verificación absolutamente ilimitada e infinita; porque, evidentemente, lo perfecto, en cuanto perfecto no puede estar limitado, toda vez que toda limitación conduce a la negación de una realidad ulterior. Evidentemente, si yo niego que más allá hay una realidad, la estoy limitando; esa realidad o esa perfección no puede ser perfección pura, sino una perfección afectada por un límite; es lo que nos acontece a nosotros que, teniendo la última perfección, la perfección de las perfecciones, lo que es puramente perfección, que es el existir, lo tenemos en grado limitado. Hay algo en nosotros que limita el existir; ese algo es la esencia. Es en este hecho en que se basa Santo Tomás para esta cuarta prueba: Hay seres más o menos perfectos, es decir, seres dotados en mayor o menor grado de una serie de perfecciones que son puras, a saber, verdad, bondad o bien, nobleza, belleza, unidad, etc., las que, por el hecho de ser puras, exigen de suyo, vuelvo a repetirlo, una verificación ilimitada. Entonces, si son o están en mayor o menor grado en los seres existentes, tiene que haber sobrevenido la limitación; por sí mismas no pueden ser limitadas; luego, la limitación tendrá que venir de fuera ab extrínseco; y esta limitación es lo que está denotando, lo que está haciendo sentir, la existencia de una perfección ilimitada; o sea, de un ser que sea absoluta, infinita y omnímodamente, verdadero, bueno, noble, bello; uno que se identifique con todo este elenco de perfecciones que, además de ser puras son trascendentales y, por consiguiente, no admiten, de suyo, ninguna limitación; y ese ser, que es ilimitadamente perfecto, que es el término de esta cuarta vía, lo llamamos Dios.

Vemos que, en todas estas vías, en la primera, la segunda y la cuarta – la tercera y la quinta las podemos dejar, porque la tercera se asemeja a esta última y la quinta a las dos primeras – podemos decir que el proceso es exactamente el mismo.

Naturaleza de Dios a la luz de la precedente demostración de su existencia

Hay que ver, entonces, en qué situación queda o, mejor, está este ser que es término de estas cinco vías respecto de los entes que nos sirven como fundamento para llegar hasta la existencia de este ser infinito, el cual es absolutamente trascendente. Como dije antes, no se trata aquí de una situación de las causas, en el sentido de que una sea primera, otra segunda, y la de más allá tercera, etc.; se trata de lo que es autosuficiente y de lo que es autoinsuficiente, siendo lo suficiente lo que tiene por sí mismo la razón de su ser; naturalmente, lo que tiene en sí mismo la razón de su ser no pertenece a la serie de lo que tiene la razón de su ser en otro; estas dos maneras de expresarse, tener su razón de ser en otro y no en sí mismo vale exactamente a decir «este ser es causado». Yo soy causado, ¿por qué? Porque no tengo la razón de ser en mí mismo; la tengo en aquél que me está manteniendo en la existencia y me mantiene en la existencia exhaustivamente; nada hay en mí, en todo momento, que no esté siendo causado por el ser infinito, ni el más mínimo aspecto de mi identidad puede dejar de estar siendo causado en este mismo momento en que les estoy hablando. Evidentemente, entonces, el ser de que se trata, el ser que es el resultado, el fruto de este proceso de las cinco pruebas de Santo Tomás es un ser que es absolutamente trascendente a aquellos seres cuya limitación y cuya mutabilidad o mutación nos sirven de punto de partida para estas pruebas. Esto es, diríamos, el remate, la cumbre, el coronamiento de estos procesos demostrativos de la existencia de Dios. Como pueden ver, es un procedimiento a posteriori, porque yo parto de lo existente, de los efectos para llegar a la existencia de la causa; esta demostración es a posteriori por el hecho de que comienza en lo posterior; cuando se habla de demostración a posteriori se habla elípticamente, porque la expresión total debiera ser «demostración a posteriori ad priorem», es decir, de lo posterior a lo primero, porque lo posterior es el efecto y lo primero es la causa. Ahora, en mi conocimiento el orden es inverso, es decir, primero conozco yo lo posterior y posteriormente conozco lo que es primero. Es lo que ocurre con estas pruebas, es una «demostración a posteriori» que elabora Santo Tomás para demostrar con absoluta evidencia que existe un primer motor inmóvil que, además, es causa primera, que es autosuficiente, que está en permanente acto de causar y que es un ser necesario, es decir, que ha existido siempre, que es perfectísimo, que tiene en sí mismo el fin de todo cuanto existe, incluso de sí mismo, porque Dios es el fin de sí mismo; no es que Dios «tenga» un fin, sino que Él «es» el fin de sí mismo; todo lo ordena así mismo, lo cual se deja saber en las Escrituras «Omnia propter semet ipsum operator es Dominus», es decir, «el Señor lo ha hecho todo para sí mismo» y a nosotros también nos ha hecho para sí mismo.

Las perfecciones de Dios

Una vez establecidas las pruebas de la existencia de Dios, podemos averiguar la naturaleza de Dios, es decir, qué cosa es Dios; no se responda que Dios existe, porque existe con absoluta evidencia; pero tenemos que ver o, mejor, entrever qué cosa sea este ser que es el primer motor inmóvil, causa primera, necesario, perfectísimo e intelección subsistente. Esto es, entonces, lo que resta por ver en esta clase, a saber, las perfecciones de Dios.

Aquí debemos hacer una especie de prólogo. Cuando se habla de las perfecciones de Dios hay que tener cuidado, porque en Dios no existe pluralidad de perfecciones, porque Dios es un ser absolutamente simple; como veíamos en la clase anterior, desde el momento en que es el ser perfectísimo no puede admitir ninguna clase de estructura o composición. En Dios no hay partes, ni del tipo integrantes o integrales, que son las partes cuantitativas, ni tampoco partes constitutivas; Dios no está compuesto de nada; es simplicísimo; ni siquiera aquella estructura fundamental que es «esencia y existir» puede darse en Él. Nosotros, como los seres contingentes, que son aquellos con los que tenemos contacto y los únicos con los que tenemos contacto inmediato, visibles – de los seres contingentes invisibles no tenemos noticia sino por la Revelación, toda vez que por la razón natural no podemos, de ninguna manera, demostrar la existencia de los ángeles – tenemos existencia, pero no somos existencia; somos esencia, somos persona, personas existentes, que tenemos existencia. Dios es su existencia. Así como cada uno de nosotros puede decir que es una hipóstasis racional, un animal racional o hipóstasis racional, siendo la esencia nuestra la naturaleza humana, Dios, en cambio, es el existir puro. Nuestra esencia es la animalidad racional, la esencia de Dios es el existir. Ningún ser existe por esencia, ningún ser tiene como esencia el existir, sino única y exclusivamente Dios, como se deduce de estas pruebas absolutamente apodícticas. ¿Qué resulta, entonces?

La simplicidad de Dios. Que Dios, dado que tiene como constitutivo esencial el existir subsistente – es el existir subsistente – rechaza cualquier tipo de estructura o de composición. Por eso el atributo principal de Dios para nosotros es la simplicidad. Vuelvo a repetir que estas perfecciones no son en número plural en Dios; la pluralidad se debe a lo ínfimo de nuestra inteligencia, a que nuestra facultad intelectiva no puede conceptualizar exhaustivamente a Dios; si lo pudiera hacer, tendría que ser infinita como Dios; porque los conceptos son producto de la actividad de la inteligencia; mi inteligencia es finita y podríamos definirla como la capacidad que tiene un ser inteligente – se entiende un ser inteligente visible, que somos nosotros, no hay otros – de convertirse en la realidad conocida, en término del pensamiento de Santo Tomás. En efecto, si yo conozco una realidad, me convierto intencionalmente en esa misma realidad; pero es evidente que la conversión en una realidad cualquiera intencionalmente, de la cual es apto cualquier persona inteligente, es limitado; porque yo, ente limitado, persona limitada, acotada a una especie determinada de existir que es el existir humano y, dentro de la especie humana, al ser una versión individualizada de esta misma forma humana, es evidentemente que estoy incapacitado para convertirme en la realidad infinita, es un contrasentido. Como no puedo convertirme en la realidad infinita, toda vez que es un contrasentido, entonces no puedo conocer exhaustivamente a Dios y tengo que descomponerlo; es una comparación, no es una razón; acontece con esto tal como ocurre con la luz blanca al pasar a través de un prisma, la cual se descompone en los siete colores del espectro; es análogamente lo mismo, es algo semejante, porque comparación no es razón. Este es el motivo por el cual hablamos de «las perfecciones» y no de «la perfección» de Dios. Estas perfecciones de Dios también se llaman «las propiedades» de Dios. Me parece que el calificativo de «propiedades» no es correcto o, por lo menos, no estrictamente científico, porque donde hay propiedad hay propietario; es así como la propiedad es distinta del propietario del cual es propiedad; en cambio, aquí no se trata de distinciones. Creo que la manera más exacta o menos inexacta de expresar lo que son las perfecciones de Dios sería esta: «son los modos particulares que tengo yo de considerar el existir divino». Entonces, son aspectos particulares de este Dios entrevisto y conocido imperfectísimamente por mí. Apenas entrevisto; es infinita e incomparablemente más lo que no sabemos de Dios que lo que sabemos de Dios. Son aspectos bajo los cuales yo puedo considerar la perfección suprema de Dios a la cual no veo, sino que la entreveo en las creaturas, y esa es la razón de la pluralidad.

De estas perfecciones que son en número indeterminado, ya que esto depende de la consideración nuestra, se nos aparece, como la primera de todas, la simplicidad, que es la carencia de todo tipo de estructura. Los seres creados tenemos tres estructuras fundamentales:

1. Somos existentes pertenecientes a una especie determinada; nosotros, los existentes humanos; esto, que parece tan familiar es de lo más misterioso que podemos contemplar; porque la persona humana existe y yo puedo decir, en sentido estricto de la palabra, que yo existo; y puedo decir también que la hormiga existe, en sentido perfectamente propio de la palabra, que un átomo de hidrógeno existe, que una molécula de ácido sulfúrico también existe, que un árbol existe, que un león existe y que yo mismo existo; en todos estos casos el existir es absolutamente propio, no es una manera de decir, sino que es correcto decir que todos estos seres de distintos grados de perfección son todos existentes, existentes en el sentido estricto de la palabra. Existimos, pero estructurados; existimos dentro de una especie determinada, en donde tenemos la estructura de esencia y existir. Es así como, dentro de la especie o esencia humana, somos versiones individuales de una sola y misma esencia en la cual tenemos otra estructura, a saber, la de materia prima y la de forma substancial.

2. Somos seres o entes que nos movemos y, como decíamos antes, en todo ser que se mueve hay algo que permanece, que perdura, a través de las distintas fases de su movimiento, y algo que va cambiando, a saber, estas mismas fases a que nos hemos referido.

3.  Poseemos las estructuras de substancia y accidente.

Ninguna de estas tres estructuras puede caber en Dios. Por lo mismo que Él es el existir subsistentes, cualquiera estructura estaría introduciendo en Dios, por el mismo hecho, la potencialidad; porque todo ente estructurado se haya en potencia para la desestructuración, para la desarticulación, para la descomposición; estaría en potencia. El poder descomponerse o desestructurarse quiere decir que se encuentra en potencia para la desestructuración y, en consecuencia, ya no sería «acto puro». Por consiguiente, la condición de acto puro, a la cual llegamos respecto de Dios en virtud de estas cinco pruebas, está demostrando que Dios es infinitamente refractario a cualquier tipo de estructura o composición. Es el ser simplicísimo.

Este atributo de la simplicidad de Dios tiene una enorme importancia en nuestra vida práctica. Y aquí voy a tratar, diríamos, muy al sesgo algunos puntos. Desde luego, la simplicidad de Dios identifica en Él su existir, su causar, su inteligir y su querer. El querer de Dios es su existir, el inteligir de Dios es su existir. ¿Por qué es tan importante esto? Porque del mismo modo en que yo no puedo conocer propiamente el existir divino que es la naturaleza de Dios, tampoco puedo conocer propiamente el querer de Dios ni el inteligir de Dios. En este momento daré al «querer» de Dios otro calificativo de índole un poco más práctica – digo calificativo y cualidad – a saber, los propósitos de Dios, los fines de Dios. Muchas veces nos preguntamos. Por ejemplo, ¿Por qué Dios pudo haber hecho esto, tal cosa? La respuesta es simplicísima, a saber, que Dios no puede actuar sino para sí mismo, porque no puede ser sino para sí mismo; en Dios el actuar es lo mismo que el ser, el querer es lo mismo que el ser, el inteligir es lo mismo que el ser; si yo no conozco el ser divino, tampoco puedo conocer el querer divino, luego, tampoco puedo conocer los propósitos de Dios, es absolutamente imposible por más que nos afanemos; no podemos conocer los propósitos de Di os, es decir, el para qué Dios habrá hecho esto. San juan de la Cruz que además era un místico supremo y enorme teólogo daba esta respuesta simplicísima “el por qué, Él se lo sabe”; es evidente, porque el único que sabe de Dios es Dios; yo no puedo conocer a Dios positivamente, no puedo saber «lo» que es Dios. Fíjense bien que cuando yo digo que Dios es el existir subsistente – este es un punto que había dejado tratar – estoy diciendo algo que es Dios, pero no estoy diciendo todo lo que es Dios. Así como el constitutivo formal nuestro, la naturaleza formal nuestra es la humanidad, no tomada en sentido colectivo, como es propio de los políticos de quinta categoría, sino como abstracción y naturaleza humana, así el constitutivo formal de Dios es la deidad, la cual no es conocible para mí porque yo no puedo convertirme en Dios. Entonces, es evidente que la deidad de Dios es lo que lo constituye como Dios, lo cual es inaccesible no solamente para nuestra inteligencia humana, sino absolutamente a toda inteligencia creada. Sólo puede conocer a Dios quien es Dios.

Entonces, como digo, la simplicidad es algo que constituye la base para la esencia metafísica de Dios. Es decir, hay que distinguir entre la esencia física de Dios y la esencia metafísica de Dios.

La esencia física de Dios es lo que él es en realidad, la cual es completamente inaccesible para mí. La esencia metafísica de Dios es lo que puedo conocer de la esencia de Dios en cuanto conocida por mí partiendo de la abstracción de los seres visibles y materiales que tengo a mi alcance, la cual, como decíamos, es ipsum ese subsistens, es decir, «el mismo existir subsistente». No creáis, por favor, que «el mismo existir subsistente» es la deidad, aunque no hay contraposición entre los dos, evidentemente. Lo que quiero decir es que la deidad no es solamente «el mismo existir subsistente», aunque ciertamente lo es, pero es infinitamente más; y esa excelencia infinita es la que yo no conozco. Por eso yo, para conocer qué cosa sea Dios, tengo que contentarme con un conocimiento analógico de Dios, con la esencia metafísica de Dios y no con su esencia física. La esencia física la veremos, lo espero, en la otra vida; aunque el verla no quiere decir comprenderla, por favor. Comprender a Dios solamente lo puede Dios, absolutamente nadie más. Lo veremos, pero no lo comprenderemos; entonces sabremos más de Él que ahora, pero no lo comprenderemos.

La eternidad de Dios. Esta esencia metafísica de Dios es la que vemos a través en las creaturas. Por eso, de la composición en la estructuración en las creaturas, llegamos a la absoluta simplicidad divina; Dios es la simplicidad absoluta. Santo Tomás también, tratando de otras perfecciones de Dios, habla, desde luego – y es lo que quiero tratar en este momento en lo que me queda de clase – de la infinidad, de la inmutabilidad y, sobre todo, de la eternidad de Dios. Voy a detenerme, sobre todo, en la eternidad; porque también, respecto de la eternidad se escuchan cosas que nada tienen que ver con ella; tanto es así que, si de improviso le preguntamos a  alguna persona qué cosa es la eternidad, si tiene cierta formación dirá que es eterno aquello que carece de principio y de fin, definición que se podría aceptar con muy buena voluntad, pero con muy buena voluntad, por ser una definición absolutamente insuficiente, por descontado que no se puede definir la eternidad positivamente, pero sí se puede tratar de abordar una definición. No basta carecer de principio o de comienzo y carecer de término para que una cosa sea eterna. Aquí cito un argumento de autoridad: Santo Tomás dice y demuestra que no se puede demostrar por la razón natural que el mundo haya comenzado alguna vez – hay muchos que se escandalizan con esta proposición, pero él la afirma categóricamente – sin embargo, él es el que recurre al comienzo de ciertas creaturas par demostrar la necesidad de que exista un ser necesario. Santo Tomás se refiere al comienzo del mundo, no al de alguna creatura. Es que la eternidad no es solamente eso. Desde luego, la definición que acepta Santo Tomás y la comenta magistralmente es la definición que dio alguna vez el que fue llamado «el último de los romanos» que fue Boecio, quien dice que la eternidad es «la posesión plena y perfecta de una vida interminable» interminabilis vitae tota simul et perfecta possessio. De manera que la eternidad incluye algo más que la carencia de comienzo y la carencia de fin; en estricto rigor algo eterno ha debido carecer de comienzo y de fin, porque ambos son propiedades del tiempo, de esta realidad tan tenue llamada tiempo. Cuando a San Agustín le preguntaban qué era el tiempo, decía que no lo sabía, pero si no se lo preguntaban, decía que lo sabía. Aristóteles lo definió como medida del movimiento según anterioridad y posterioridad, definición que aceptó Santo Tomás. Por consiguiente, según Aristóteles y según Santo Tomás el tiempo es la medida del movimiento, luego, si el movimiento no es eterno, tampoco el tiempo lo puede ser. Así que no confundamos la carencia de comienzo con la eternidad. La eternidad, según Boecio, es «posesión plena y perfecta». ¿Qué significa posesión plena y perfecta? Es una posesión que no sufre ni admite vicisitudes que, por consiguiente, es absolutamente plenaria; no posee más o menos, no se puede dar mayor o menos eternidad; se es eterno o no se es. A continuación, dice «de una vida»; luego, el ser eterno tiene que ser viviente; un ser que no sea viviente, que no esté dotado de vida no puede ser eterno, aún careciendo de comienzo en el tiempo y de fin en el tiempo, es decir, viene de toda eternidad y va a toda eternidad, pero se trata de una eternidad que podríamos denominar unidimensional, es decir, únicamente una eternidad en la perspectiva cronológica, en la perspectiva del tiempo y nada más. La eternidad de Dios es otra cosa; se trata de una inmutabilidad que nace de la plenitud de su ser; siendo el ser plenario, infinitamente pleno, es imposible que haya vicisitud en Él y, no habiendo vicisitud, no puede haber el tiempo; por eso carece de comienzo y de fin. Desde otro punto de vista se podría explicar o adaptar esta definición corriente de la eternidad – carencia de principio y de fin – a la auténtica doctrina filosófica, con tal que a las nociones de principio y de fin no se dé su significado más débil, sino su significado más fuerte, es decir in sensu a fortiori, «en sentido intensísimo». Carencia de principio vendría a significar, en este caso, carencia de causalidad eficiente, es decir, al ser eterno nadie lo ha producido; es en este sentido que carecería de principio; porque toda causa es principio, aunque no todo principio sea causa. Por esto, si a la noción de principio le damos el significado forte de causa, de algo que influye en el ser de una realidad, entonces sí que podemos admitir la carencia de principio, de todo género de causalidad eficiente, o sea, en el sentido de que carece de causa, siendo incausado; esta es la palabra a la cual, correlativamente, damos también el significado de causa; en este sentido, carencia de fin no sería ya carencia de término en el tiempo, sino carencia de causalidad final. Es decir, que, así como el ser eterno, el existir eterno, carece de todo principio que lo haya producido, porque es improducible – ha existido siempre – también carece de cualquier objetivo al cual encaminarse que no sea Él mismo su fin. Entonces, bajo este aspecto, en esta perspectiva, la eternidad sería o, mejor, sería eterno aquello que carece de causa eficiente y de causa final; es decir, aquello que tiene en sí mismo la razón de su ser, no en alguna causa hipotética que lo hubiera producido, y que tiene en sí mismo su fin, por lo cual no puede encaminarse a ningún fin ulterior; porque ese fin, si fuera ulterior, sería el mismo Dios y no este presunto Dios quien se encaminaría a ese fin.

Luego, esta propiedad de Dios, que considera en toda su fuerza la eternidad de Dios, es extraordinariamente importante. Creo que, considerando la eternidad de Dios, y antes la simplicidad de Dios, se puede ya comprender no digo las restantes perfecciones de Dios, sino muchas cosas que ocurren en este mundo y que, a primera vista, si no estamos bien enterados e informados del alcance de estos atributos divinos – inmutabilidad, simplicidad y eternidad – no los explicaríamos de ninguna manera ni les encontraríamos razón.

Por hoy, dejamos esto hasta aquí y pasamos a las preguntas.

P… (ininteligible)

R…Acabo de decir que la pluralidad de motivos o de quereres en Dios nace de la deficiencia de nuestra inteligencia y no de que en Dios haya pluralidad.

P… (ininteligible)

R…Nosotros no podemos explicar el querer de Dios. Nosotros sólo vemos que las cosas son así, nada más. Sabemos que Dios quiere tal cosa, pero no sabemos por qué ni cómo la quiere. Le vuelvo a decir que se debe a la deficiencia de nuestra inteligencia. Piense que usted que hasta una misma realidad creada tiene que considerarla desde distintos puntos de vista para poder ceñirla más de cerca; lo vivimos cada día en nuestras especulaciones. Por ejemplo, ¿Usted se explica, cómo le diría…(ininteligible)..usted cree que por la relación causa-efecto esto se puede verificar? La causalidad no se prueba por experiencia; la causalidad se explica por la razón nada más. Lo único que nosotros podemos verificar por la experiencia es que una cosa viene después de la otra, nada más. Por eso, muchas veces, en esta sucesión de cosas en que después de una realidad «a» viene una realidad «b», creemos que «b» es causado por «a», y no es así, y nos equivocamos; porque la causalidad o influjo causal es inaccesible a los sentidos…(ininteligible)…Así que, cuidado con que en metafísica utilicemos la imaginación para razonar. La persona no tiene sino una sola facultad para razonar, a saber, la inteligencia; en este caso, la imaginación – lo dije antes – no hace más que daños en la metafísica. No sólo en la mística, por lo cual Santa Teresa la llamaba «la loca de la casa», sino también en la metafísica la imaginación es «la loca de la casa». No podemos imaginar. Recuerdo que, en las clases de metafísica, en la facultad de filosofía de la Universidad Católica, conocí a un alumno, sacerdote muy distinguido y a quien quiero mucho, después de no recuerdo qué principio metafísico senté en clase, me dijo «pero Padre, esto no lo podemos imaginar»; ¡en buena hora! Le respondí; porque si lo imaginamos, no sería metafísica. Así, nos consta que Dios no puede estar dotado de composición, como lo acabamos de demostrar; por consiguiente, no hay más que una sola cosa en Él, a saber, su existir. Este existir de Dios es trascendente a nuestra inteligencia; nosotros lo consideramos a través de las creaturas. No se olvide usted que todos los conceptos que podemos aplicar a Dios parten de las creaturas; de modo que tienen una carga de potencialidad; nosotros no somos capaces de la actualidad pura, porque somos contingentes; entonces tenemos que hablar al modo humano…miren cómo es distinta una cosa, el hecho de que una realidad miserable, material, no la podemos agotar con una cámara, fotográficamente, solamente desde un punto de vista ¿qué decir de la realidad divina? Hay que meditar sobre estas cosas. No puede haber pluralidad en Dios. Si admitimos la pluralidad en Dios, para no faltar a la lógica, tendríamos que admitir que Dios no es Dios.

Advierto que, contra la divinidad de Dios, se ha atentado muchas veces. Hay un caso muy ilustre, que mencionaré rápidamente: En la famosa contienda De auxiliis, que ardió por allá, en la España del Renacimiento del Barroco, entre los partidarios de la remoción física y los partidarios de la ciencia media, hubo un ilustre teólogo que sostuvo que Dios conocía las creaturas en si mismas. Este teólogo, que era religioso – naturalmente que no lo quiero nombrar, pero que, en fin, es famosísimo – cayó en una inconsecuencia en que no cayó siquiera el mismo Aristóteles, desprovisto como estaba de las luces de la Revelación; Aristóteles dice que el primer motor inmóvil no puede conocer el mundo, porque si conociera el mundo – se entiende con el conocimiento especulativo – estaría determinado por el mundo y ya no sería Dios. Esta lógica férrea de Aristóteles, que demuestra el genio de Aristóteles, no la supo mantener este otro teólogo, dotado como estaba de las luces de la Revelación, y sostuvo, sin pestañear, que Dios conocía las cosas en sí mismas; con lo cual, en último término negaba la divinidad de Dios, aunque no era esa su intención, pero fueron esos sus efectos. Luego, no admitamos pluralidad en Dios; ¿cómo Dios, en un solo acto infinito intensísimo, quiere, intelige, ama, crea y conserva? Pues, esto no lo podemos saber; por esta misma razón, pretender saber cómo quiere Dios es pretender saber cómo existe Dios, que es lo mismo en sí. Nadie puede saber cómo existe Dios, porque nadie puede saber cómo quiere Dios, salvo que quiere. Sabemos que el querer de Dios es infinito y se identifica con su existir. Es lo misterioso; porque mire, aquí también hay que destacar una cosa, en el sentido de que hay gente que cree que, para encontrarnos con el misterio hay que ascender al orden sobrenatural; es una tontería ¡en el orden natural tenemos los misterios ya! La analogía del ser, por ejemplo, es un misterio, absolutamente insoluble para la inteligencia humana; la analogía del ser, que es parte de la metafísica, que es ciencia sobrenatural. Aquí, lo mismo, no podemos conocer cómo quiere Dios, porque no podemos saber cómo existe Dios. En Dios el querer y el existir son lo mismo. Tenemos que resignarnos únicamente a esto, a saber, a verificar por la razón natural que Dios quiere lo que sucede y que lo que sucede sucede porque Dios lo está queriendo.

Ahora, cómo se concilia la pluralidad de los efectos de Dios…(ininteligible) de Dios…(ininteligible)…se puede trasladar también al orden del existir… ¿cómo un solo Dios ha producido miles y miles de millones de creaturas? Ni ustedes ni yo lo podemos explicar; esta es la raíz de todo. Es el misterio de la coexistencia de lo infinito con lo finito. Fíjense ustedes que podemos llegar todavía a una respuesta más radical, la cual se puede aplicar incluso a la famosa controversia de De auxiliis, sobre todo en la España de los siglos XVI y XVII, a saber ¿cómo puede coexistir lo infinito con lo finito? O, en término un poco más vulgares ¿cómo Dios, que es infinito, que es un existir infinito, deja hueco para que exista yo? ¿es que Dios más yo es mayor que Dios solo? fin del problema; porque si matematizamos esto tendríamos que decir que Dios más creaturas es mayor que Dios sólo, pero esto no puede ser; debe ser «Dios más creaturas es igual que Dios solo»; la única manera en que se verifique esta ecuación, en matemáticas elementalísimas, es que la creatura es igual que cero; sin embargo yo y ustedes tenemos conciencia de que no somos igual que cero, de que estamos aquí, de que somos mudables, de que estamos existiendo y de que ni ustedes ni yo hemos sido echados al mundo por nosotros mismos; aquí estamos, lo verificamos, pero el cómo, Él solo sabe; porque el cómo actúa Dios es el cómo «es» Dios; no hay más para contestar.

Voy a decir algo que…(ininteligible)…Yo creo, y estoy seguro de que estoy en la razón, de que la metafísica tiene que ser humilde, porque en metafísica nos estamos topando a cada rato con el misterio; y el misterio ¿en qué consiste? Pues, consiste en una realidad que desborda las posibilidades de nuestra inteligencia; hay realidades que son superiores a nuestra inteligencia.

No sé si lo habré satisfecho con la respuesta, pero no soy capaz de darle alguna otra respuesta. No ha sido por falta de voluntad, es por falta de posibilidades nada más.

P… (ininteligible)

R…Primeramente ¿a qué llama usted infinito? … (interlocutor ininteligible) … ¡Ah, no! Infinito es otra cosa: es una plenitud de ser; así que, el movimiento no puede ser infinito en ese sentido; yo no sé nada de física, pero supongamos un movimiento que durara siempre, con todo, éste no podría ser infinito; un movimiento no puede ser infinito a causa del paso de la potencia al acto. La palabra «infinito» se emplea en dos sentidos absolutamente equívocos… (interlocutor ininteligible) … Pero, de todas maneras; primeramente, un ente material no puede ser infinito, un sujeto de movimiento tampoco puede ser infinito…estamos jugando con el significado de la palabra «infinito» y la estamos utilizando en un sentido totalmente distinto, en un sentido equívoco. Lo que llamamos infinito es plenitud de perfección; generalmente se emplea el término «infinito» en lugar de otro término que debiera ser mejor utilizado; es decir, se emplea este término «infinito» por lo que es «indefinido», lo que puede durar siempre; pero, lo que dura siempre no es infinito en uno cualquiera de los momentos de su duración. Supongamos un movimiento que ha comenzado siempre, que no tenga comienzo ni fin; eso no quita que en alguna fase de un determinado momento éste no sea infinito, puesto que hay sucesión, es decir, tendrá partes del movimiento que aún no han pasado y partes del movimiento que ya pasaron; lo que ya pasó ya no existe, lo que todavía no ha pasado todavía no existe, por consiguiente, no hay existencia plena; y éste es el significado del término «infinito» en metafísica: «lo que es sin limitación», luego, un movimiento no puede ser infinito; lo que está en movimiento «no es plenamente», en la medida en que se mueve; luego, si no es plenamente en cualquiera medida que sea, no es infinito; éste es el sentido del término en Santo Tomás.

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Cuarta Parte

 La trascendencia e inmensidad de Dios. Cuando tratamos de las pruebas de la existencia de Dios, es evidente que nos referimos a la causa eficiente, no a la causa formal ni a la final. La causa eficiente, vuelvo a decir, es una causa prototípica; entonces, la presencia de la causa en el efecto nunca puede ser exhaustiva respecto de la causa. La causa da razón del efecto y, si esto es así, por el hecho mismo, tiene que ser trascendente al efecto. Si la causa y su efecto propio estuvieran en el mismo orden, entonces es absolutamente claro que, desde el momento en que la causa puede dar razón de su efecto propio, también el efecto podría dar razón de sí mismo, lo cual sería un absurdo. Desde el momento en que es un absurdo que el efecto pueda dar razón de sí mismo, es también absurdo que la causa eficiente y su efecto propio estén reducidos o incluidos en el mismo orden de valores; la causa siempre trasciende al efecto.

Ahora, ¿de qué trascendencia se trata aquí? Pues, de una trascendencia absolutamente única. Fíjense bien que la trascendencia de la causa respecto del efecto no se verifica única y exclusivamente tratándose de la causalidad primera, sino también se verifica tratándose de la causalidad segunda; y podemos decir, evidentemente, por ejemplo en el caso de la producción artística y científica – tanto el artista como el científico es un creador – en ese sentido, diríamos sobre la causa segunda – cualquier causa segunda, por ejemplo, Einstein respecto de la Teoría de la Relatividad, o el cristiano respecto de la resurrección de Jesucristo, o Velásquez respecto de Las Meninas, o Beethoven respecto de la Sinfonía Coral, etc. –  que hay siempre una trascendencia de la causa respecto del efecto; hay una trascendencia clarísima, abrumadora entre una causa eficiente por creada que sea y su efecto propio. Hay trascendencia; Beethoven fue mucho más que el conjunto de todas sus obras musicales y lo mismo podemos decir respecto de todas las obras de los creadores artísticos, en el sentido estricto de la palabra, o científicos o filosóficos; Platón, por ejemplo, no está agotado en su libro “De la República”, él era mucho más que eso.

Resulta, entonces, que siempre hay una trascendencia por parte de la causa respecto del efecto. Ahora, esta trascendencia es completamente distinta, tratándose de la causalidad eficiente creada o contingente respecto de los efectos que le son propios, y de la causalidad increada, primera y autosuficiente. Porque, en buenas cuentas, la trascendencia de la causa segunda respecto de los efectos que le son propios, después de todo, es una trascendencia finita. El efecto y la causa son irreducibles entre sí – esto es evidente – aún tomando en cuenta que el creador humano, el productor humano, la causa eficiente humana, siempre realiza su eficiencia no en cuanto es de condición humana, sino en cuanto esta condición humana está determinada por otra condición cualitativa que le viene sobreañadida, que es el ejemplar de acuerdo con el cual va a producir sus creaturas; este ejemplar, naturalmente, en el caso de los artistas, sobre todo los que usan materiales sensibles para sus creaciones, es un ejemplar que consta de un alma y un cuerpo; es decir, que consta de un alma o espíritu, una cuasi alma o cuasi espíritu que es la técnica artística o la técnica operativa en general, y de un cuerpo que es la imagen en la cual se individualiza la técnica operativa. Claro está que esta individualización de la técnica operativa por la imagen tampoco basta para producir el efecto, porque tiene que realizarse, además, la singularización – no solamente la individualización de la técnica por la imagen – sino la singularización de este ejemplar compuesto de una cuasi alma y de un cuasi cuerpo, que lo haga absolutamente, diríamos, clausurado y que pueda ser repetido. Porque incluso en los ejemplares humanos – tenemos varios casos, sobre todo, de pintores; por ejemplo, el caso de Velásquez, que produce, sobre el mismo ejemplar, dos obras completamente distintas, no diversas, a saber, dos retratos de una monja del siglo XVII, sor Jerónima de la Fuente; uno de cuyos ejemplares está en el Museo del Prado y otra en casa de la señora de Araos – no basta la individualización del ejemplar en una misma imagen; porque este ejemplar individualizado en la imagen, digamos, esta técnica individualizada en la imagen, que es el ejemplar creativo del cual disponen los hombres, necesita aún ser singularizado en la materia sobre la cual se va a actuar en virtud de este ejemplar. Primero se individualiza la imagen y luego se singularizan los materiales preelegidos.

Ninguna de estas etapas cabe en la trascendencia causal divina respecto de las creaturas. Primero, porque el ejemplar según el cual Dios crea o, mejor, según el cual Dios es causa creadora, no es un ejemplar distinto de Él; es un ejemplar que consiste en su propio existir. Velásquez no actuó según su naturaleza humana escuetamente tal; Dios, en cambio, actúa según su naturaleza divina escuetamente tal, y sabemos por Revelación – a título de dato ilustrativo, nada más – que el ejemplar del que se valió Dios para crearlo todo es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, según nos lo enseña San Juan, a saber, que por Él han sido hechas todas las cosas y sin Él no ha sido hecho nada de cuanto se ha hecho. De manera, entonces, que el ejemplar divino coincide punto por punto con el existir divino. Entre Dios como ejemplar y Dios como causa eficiente no existe sino una pura distinción de razón raciocinada, es decir, una distinción que opera la inteligencia con fundamento en la realidad. En Dios, por lo tanto, no existe esa distinción real que existe en el creador creado, como es el hombre.

Por consiguiente, esta inmensidad de Dios tiene que ser conjugada – y de hecho está conjugada – con su trascendencia; Dios supera infinitamente todos sus efectos. Esta misma trascendencia, por ejemplo, de un creador creado respecto de sus obras no tiene nada que ver con la trascendencia divina respecto de las obras de Dios. La trascendencia del creador humano es finita; a pesar de ser irreducible, es finita. La trascendencia de Dios respecto de nosotros es absolutamente infinita; tan infinitamente trascendente como es el ser de Dios respecto de nuestro propio ser. Entonces ahora tenemos en que consiste la inmensidad de Dios. Por eso, cuando hablamos de la inmensa ubicuidad de Dios no hay que tener miedo ni recelo ninguno al decir que Dios está en todas partes. No está en todas partes como constitutivo intrínseco de esa parte, es evidente que no; sino con esta presencia según la cual la causa eficiente está presente en el efecto.

¿La presencia de la causa eficiente en el efecto puede ser conocida en sentido propio por nosotros? Evidentemente que no; porque lo único que nosotros conocemos en propiedad, propiamente, sin recurrir a ninguna analogía de ninguna especie, son las realidades sensibles, las realidades materiales, las visibles; no otras. Del mundo del espíritu nosotros no podemos tener más que un conocimiento puramente analógico. Ya sabemos que para Santo Tomás los conceptos análogos son aquellos que en parte coinciden entre sí y en parte difieren entre sí. Aquí, la coincidencia es ínfima, en el caso de Dios y de las creaturas, respecto de la diferencia. Dios es infinitamente diferente de nosotros y no es semejante de ninguna manera, nosotros somos semejantes a Dios, pero Dios no es semejante a nosotros. De manera entonces que estos atributos, como digo, de la inmensidad y de la ubicuidad de Dios, deben ser bien entendidos; y una vez entendidos no hay que tener ningún recelo de ellos; Dios no forma parte del universo, como nosotros no formamos parte de Dios, en primer lugar, porque Dios no tiene partes; sin embargo, nosotros tenemos parte en Dios, eso sí; pero «tener parte en» no es, de ninguna manera, lo mismo que «formar parte de».

Tenemos parte en Dios, evidentemente, porque, cuando una causa produce un efecto, el efecto participa de la causa; hay que considerar que la participación tiene como único fundamento apropiado y suficiente la eficiencia: porque una realidad es causada, por eso participa de la causa; y porque una realidad es causa, por eso es participada por el efecto. De esto se trata, a saber, de tener parte en Dios y de Dios estar presente en nosotros como en quienes tenemos parte en Él, aunque no formemos parte de Él.

La inmutabilidad de Dios. Otro atributo, también muy importante e implícito en las pruebas o, más bien, que constituye el término de la primera de las pruebas, es la «inmutabilidad» de Dios. Habiendo sido ya tratada, quiero insistir en un aspecto de la inmutabilidad de Dios que podría dar pábulo para ciertas vacilaciones o para ciertos malentendidos. Es así como algunos dicen que, si Dios es inmutable, qué aprovechamos nosotros con elevar nuestras oraciones a Dios haciendo repeticiones. Si nosotros hubiésemos estado sujetos a la sola religión natural, también tendríamos que elevar nuestras preces a Dios reconociendo el dominio soberano de Dios sobre nosotros. Cuando se habla de religión no se habla, necesariamente, de una religión sobrenatural. Una religión puramente natural es perfectamente posible; de otra manera, tendríamos que deducir que nuestra elevación al orden sobrenatural era necesaria, o sea, que Dios estaba obligado a elevarnos al orden sobrenatural; lo cual es un puro y simple contrasentido.

Entonces ¿qué conexión puede haber entre lo que se puede llamar «la oración» y la inmutabilidad de Dios? Esta objeción es muy frecuente y nace, en su misma frecuencia, de que es muy infrecuente tener una idea clara de las verdades metafísicas acerca de Dios. Primero ¿en qué situación nos encontramos nosotros respecto de la causalidad divina y respecto de la inmutabilidad de Dios? Pues, en que dependemos de Él de una manera total, absoluta; no solamente en cuanto al hecho de que hemos aparecido sobre la tierra y haber sido creados, sino en el hecho de que en este mismo momento en que estamos reunidos aquí estamos existiendo única y exclusivamente porque Dios nos está manteniendo en el ser. Si por una hipótesis absurda Dios retirara su principio creador de nosotros, volveríamos fulminantemente a la nada, no es que moriríamos, sino que volveríamos a la nada, lo cual es muy distinto. Entonces, estamos totalmente en las manos de Dios. Por eso, evidentemente, el primer deber de todo ente racional es reconocer el dominio soberano de Dios sobre nosotros. Si, para quitarle todo aspecto teológico a esta cuestión nos abstenemos del nombre de Dios, llamémoslo «el existir subsistente», «el acto puro» y así quedamos en paz. Tenemos nosotros, que somos actos «esencializados», que reconocer el acto puro, digamos, el dominio absoluto, infinito y omnímodo del acto puro sobre nosotros. por consiguiente, este dominio que es omnímodo, absoluto, parecería que no puede estar sujeto a mutaciones, punto de vista desde el cual parecería que la oración sería algo absolutamente ocioso e infundado; sin embargo, no hay nada de eso. Lo que ocurre es que precisamente la inteligencia infinita de Dios, para la cual no hay ni pasado ni futuro, sino que todo es presente, sabe lo que va a ocurrir, pero esta expresión «va a ocurrir», que denota algo futuro, es una consecuencia del hablar humano, porque no podemos expresarnos de otro modo; sin embargo, para Dios no va a ocurrir, sino que todo está ocurriendo por la inmutabilidad divina. Resulta, entonces, que no es que Dios conozca las cosas porque las cosas son, sino que las cosas son porque Dios las está conociendo. El conocer divino es un conocer eficaz, es un conocer productivo, es un conocer análogo al conocer que tiene el artista de su obra; La Pietà existe y existió porque Miguel Ángel la conoció, Las Meninas existen porque Velásquez las conoció; el conocer aquí es causa, el existir es el efecto; y, en la medida en que una causa es causa de su efecto, en esa medida, digamos, conoce al efecto y, en esa misma medida, el efecto está existiendo en virtud del conocimiento que de él tiene la causa. Resulta, entonces, que, como para Dios – según el lenguaje humano, se entiende – todo está conocido de antemano, luego todo está predestinado – no tengamos ningún miedo al término «predestinación»; algunos sienten horror ante él; no sé por qué; tal vez porque no lo entienden – todo está destinado de antemano, es decir, destinado previamente. Esta predestinación, esta destinación previa, es, respecto de lo destinado, absolutamente exhaustiva; es decir que lo que está predestinado no es solamente la verificación, para nosotros futura, de un hecho, sino que también el modo como se va a verificar, las circunstancias en que se va a verificar lo que, es para nosotros, un futuro hecho. De manera entonces, que al predestinar Dios un hecho, o al preconocerlo con carácter previo respecto del hecho, no respecto de Dios, está predestinado no solamente que va a ser así, sino el modo cómo va a ser; luego, si nosotros elevamos nuestras preces a Dios para que ocurra tal o cual hecho, o tal o cual circunstancia, esa circunstancia de que nosotros rogamos también está prevista por Dios. De este modo, la oración en absoluto va en contra de la inmutabilidad divina; decir que nosotros vamos a provocar la benevolencia de Dios o podemos provocar en Dios alteración es un modo puramente humano de hablar, porque, de alguna manera, tenemos que expresarnos, evidentemente, dado que Dios es infinito y que nuestros conceptos son finitos, nuestra conceptualización acerca de Dios siempre se verá abrumado entre un cúmulo de deficiencias.

La unicidad de Dios. Otro atributo que también debemos considerar en Dios es no solamente su unidad, de la cual ya hablamos, sino también su unicidad, que no es lo mismo. Porque, al fin y al cabo, la unidad de Dios, mutatis mutandis, se verifica en todos los entes; todo ente es uno, está dotado de unidad; no de una unidad numérica, evidentemente, porque la unidad numérica es privativa solamente de los entes materiales, pero sí de una unidad trascendental, de aquella que coincide punto por punto con el ser. Naturalmente, esta unidad de Dios, como digo, también existe en las creaturas; por eso el concepto de «unidad», concepto análogo que se predica de las creaturas y de Dios, en el cual el analogado principal es, precisamente, el existir absoluto, el existir subsistente, y nosotros somos los analogados menores; de manera que la unidad es una propiedad trascendental que atañe a Dios principalmente y de una manera absolutamente inefable y también atañe a las creaturas, en la medida en que esas creaturas se hallan dotadas de una…(ininteligible)…determinada. Pero aquí se trata de otro carácter, de que Dios es único. ¿Por qué Dios tiene que ser único? La unicidad de Dios, que tratamos sólo con las fuerzas de la razón natural y sin hacer ninguna incursión en el orden de la Revelación, significa que Dios es único, precisamente en razón de su simplicidad; porque, al fin y al cabo, si hubiera más de un Dios tendrían que diferir esos dos dioses – pongámonos en el caso mínimo de que hubiera dos y no más, con lo cual basta – tendrían que diferir; es evidente que la diferencia se predica de algo positivo, porque diferir por algo negativo es no diferir, como diferir por la nada es no diferir, es diferir en nada; tiene que ser por un valor positivo, por consiguiente, por una perfección. Aquí debemos aplicar el carácter trascendental del bien ontológico, del bien honesto – a propósito, no existe el bien útil, sino sólo el bien honesto, es decir, aquel bien que es apetecible por sí mismo y no en virtud de que podría conducir a un bien ulterior – entonces, si Dios es el bien infinito, tendría que tener todas las perfecciones y, al diferir estos dos dioses hipotéticos por alguna perfección, tendríamos que reconocer, por el hecho mismo que estos dos pseudo-dioses no serían absolutamente perfectos – por eso los he llamado «pseudo-dioses» y no dioses auténticos; porque dioses en plural no puede haber auténticos; el Dios auténtico tiene que ser en singular, como lo estamos demostrando ahora. Entonces, desde el momento, en que Dios tiene todas las perfecciones, no puede admitir un dios semejante a Él, porque alguna variación tendría que haber entre los dos, alguna diferencia, mejor que variación, alguna diferencia tendría que haber entre los dos; y esta diferencia existiría en uno y no en otro, luego uno de ellos sería inadecuado respecto del primero, o bien habría propiedades particulares que estarían en uno y no en el otro, lo cual significaría no sólo deficiencia por parte de uno, sino deficiencia por parte de los dos. No puede, en virtud de los principios de la razón natural y en virtud del mismo principio de contradicción, haber pluralidad en materia de dioses.

Por lo anterior, hay que convenir en que el politeísmo es uno de los errores más crasos y supinos que pueden existir. Yo siempre he dividido los errores en dos categorías: Hay errores inteligentes y errores estúpidos; evidentemente, el politeísmo es de estos últimos, como, por ejemplo, el escepticismo es de los primeros. No basta con errar, dado que se puede errar inteligentemente – no quiere decir que el error se convierta en verdad – pero se puede errar también torpemente y, este error torpe que manifiesta absoluta torpeza es precisamente el politeísmo.

Este atributo de la unicidad de Dios es también importantísimo, porque este atributo eleva a una altura incalculable nuestras relaciones con el existir subsistente, dado que es en Él y no en otra parte donde debemos reconocer la fuente de nuestro existir. Es en Él y no en otra parte donde debemos reconocer la fuente de nuestra actividad; y es en Él y no en otra parte donde debemos reconocer también la fuente de nuestra libertad.

Unicidad y predeterminación de Dios y nuestra libertad. Es muy importante que Dios sea la única fuente de nuestra libertad; y aquí señalo un atributo más bien extraño y en el cual no se ha insistido suficientemente, pero sí creo que es importante insistir en que la unicidad de Dios está demostrando que en Él existe la raíz de nuestra libertad. Así también se puede, digamos, resolver una objeción que es muy frecuente; es el problema existente entre la presciencia o predestinación o premoción o predeterminación divina y nuestro libre albedrío. Este problema es uno que agita mucho las conciencias, porque, en un sentido, nuestra libertad es tal vez el valor que más celosamente custodiamos nosotros. A mí lo que me importa es que soy libre, que mi conciencia me dice que soy libre y que contra la libertad no se puede esgrimir ningún argumento válido; porque si, por ejemplo, dijéramos que lo que a mí me parece que es libre es, en realidad, efecto de una moción desconocida que hay en mí, es evidente que esto no tiene absolutamente ningún valor porque no está apoyado en demostraciones, sino que está apoyado única y exclusivamente en suposiciones; es así que, por el camino de las suposiciones podríamos llegar, por ejemplo, también a decir que en el caso mío de ahora yo estaría moviéndome por influjo de un centauro, por ejemplo, o de Epaminondas, o de Marco Tulio Cicerón, siendo puras hipótesis, por cuyo camino ya podemos forjarlas indefinidamente, siendo que lo único que importa es que estén fundadas en la realidad; si son hipótesis gratuitas, luego, como dice el adagio popular, lo que gratuitamente se afirma gratuitamente se niega. Lo importante es que mi libertad, la cual es efectiva y cada cual puede decir lo mismo, está radicada en la presciencia divina. Diremos más, empleando un término aún más fuerte, a saber, en la predestinación divina. Hay un principio de filosofía pura que dice que nada pasa de la potencia al acto si no es movida previamente por un ser ya en acto. Si yo al ejercer mi libertad paso de la potencia al acto es evidente que al ejercer mi libertad tengo que estar movido por un ser ya en acto. En las ciencias es lógico que, partiendo de determinados principios que son seguramente ciertos, se admitan las conclusiones que por un procedimiento lógico sano y correcto se deduce de estos principios ciertos y ya probados. Si nada pasa de la potencia al acto sino por un ser movido ya en acto, entonces es absolutamente evidente que yo, al ejercer mi libertad, paso de la potencia al acto – esta es una evidencia – y yo, al pasar del poder ejercer mi libertad a ejercer mi libertad en acto de hecho, en ese momento, estoy siendo movido por un ser que ya está en acto respecto de la perfección que yo voy a conseguir con mi acto libre. Es inútil contraponer a ese principio, que es absolutamente indiscutible, ciertas consideraciones que no pasan de ser puramente sentimentales; por ejemplo «es que yo no me siento movido», claro; porque recientemente veíamos que los conceptos que nosotros arrancamos de las cosas sensibles se aplican a Dios mediante la conocida etapa de purificación, a saber, de afirmación, negación y eminencia. Lo que ocurren en este sentido es que la moción, o el concepto de moción más bien, que es el concepto de mover, es un concepto análogo que se aplica a Dios y a la creatura; nosotros movemos, causamos movimientos, no solamente en las cosas inanimadas sino también en las personas, que son entes racionales incluso; pero ¿por qué al causar el movimiento nosotros privamos a la realidad movida de su libertad? Porque nosotros no somos autores de su naturaleza y, por el hecho mismo, no tenemos no tenemos un concepto exhaustivo de esa naturaleza. De aquí se deduce que al mover yo a una creatura inteligente, ente racional o persona humana, por mucho que lo procure no alcanzo a moverla en conformidad absoluta con lo que es su naturaleza. Resulta que este no es el caso de Dios; porque Dios está conservando en su entidad, en su vigencia existencial,  a esa creatura; y si la está conservando en su vigencia existencial, la está manteniendo en el ser; y al estar manteniéndola en el ser, su mantención es absolutamente exhaustiva respecto de la creatura; no hay nada en mí, absolutamente nada, ni un resquicio de mi entidad, que no esté movido por Dios; estoy predestinado por Dios para existir y, como esta predeterminación es exhaustiva, omnímoda e infinita, es evidente, entonces, que esta predeterminación tiene que hacerse extensiva a todas las fases de mi existencia. Si pensamos bien en qué significa para nosotros actuar, qué significa operar, veremos que es adquirir ciertos modos nuevos de existir, y nada más; y si adquirimos nuevos modos de existir, es también absolutamente evidente que esa existencia tiene que estar causada por Dios. En este sentido, Dios no sólo no constituye por su predestinación física ningún obstáculo para el ejercicio de mi libertad, sino que, yendo más adelante, podemos afirmar con absoluta seguridad, que Él está provocando con su predeterminación el ejercicio de mi libertad; porque si no me premoviera y no me predeterminara yo no podría pasar del poder ejercer mi libertad a ejercerla de hecho. Luego, el ejercicio de mi libertad está siendo provocado, precisamente, por la predestinación física que Dios, como el existir subsistente que es, ejerce en un existir esencializado como es el mío. Lo que estoy diciendo en este momento lo puede decir cualquier ente racional.

Como digo, esto es muy importante porque nosotros así quedamos perfectamente tranquilos; porque, en general, parecería algo terrorífico, algo horroroso, el estar determinado por Dios. ¿Por qué? Porque también tenemos un concepto completamente erróneo de Dios – tampoco entraré aquí en el ámbito de lo sobrenatural; mantengámonos en el orden natural – Nuestra existencia no es necesaria; somos contingentes. Nuestra contingencia no es anterior a nuestro existir; comienza con el hecho mismo de nuestro existir; antes no éramos nada; comenzamos a ser contingentes cuando comenzamos a existir. ¿Qué quiere decir que comenzamos a ser contingentes? Que en cuanto comenzamos a existir comenzamos también a hallarnos indeterminados ab intrinseco a existir o no existir; entonces, una vez que existimos ya comenzamos a ser indeterminados a existir o no existir; antes, no. Ahora, si en ese momento, siendo existentes, como somos, nos encontramos intrínsicamente indeterminados a existir o no existir – mejor que decir «intrínsicamente» empleemos la palabra latina, que es más exacta, aunque parezca pedantesca, a saber, que estamos indeterminados ab intrinseco a existir o no existir – entonces, en el momento mismo en que existimos estamos siendo  predeterminados ab extrínseco; esto es lo que se llama la «predestinación física»; el ente contingente, si existe, tiene que estar predeterminado a existir por un ser que le sea causa eficiente y causa eficiente exhaustiva porque es causa eficiente del existir. De manera, entonces, que, como digo, lejos de constituir la predeterminación divina una especie de coartación de nuestra libertad, de cohibirla, al contrario, es causa de que esa libertad se ejerza perfectamente bien.

Para sumar otros argumentos, que son también muy importantes, diremos que el acto por el cual Dios nos crea y el acto por el cual Dios nos predetermina, son un solo y mismo acto que es del existir subsistente. En Dios no hay distinción – según veíamos en clases anteriores – en Dios no hay distinción entre su existir y su operar o actuar. Por consiguiente, si Él nos está creando libres, nos tiene que estar promoviendo también libres, dado que por parte de Dios no hay sino un solo acto. La causa de nuestra libertad está en que existimos; si la existencia es la causa de nuestra libertad y nuestra existencia está predeterminada exhaustivamente por Dios, a saber, que obedece al influjo creador divino, pero de manera exhaustiva, es decir, totalmente, absolutamente, omnímodamente, es evidente entonces que todo lo que hay de realidad en nosotros está siendo predeterminado a existir por Dios. Es así como el acto libre es algo que existe en nosotros; luego, el acto libre, el acto por el cual ejercemos nuestro libre albedrío humano, tiene que estar también siendo predeterminado por Dios. Esta es la verdad de las cosas; contra esta verdad así categórica no puede haber ninguna objeción sentimental en su contra. Porque estos problemas metafísicos que suponen el tercer grado de abstracción no hay que discutirlo con imágenes ni con sentimientos, sino con la inteligencia. Porque no se trata de imaginarnos a Dios, se trata de concebir a Dios, en la medida de nuestra capacidad para concebir a Dios. Es aquí donde reside precisamente la razón, en una conceptualización exacta, en un raciocinio lógico, partiendo de principios absoluta y abrumadoramente probados y evidentes – los primeros principios no pueden ser probados, en el sentido estricto de la palabra – y estaremos perfectamente tranquilos. Por lo demás, habría también aquí una consideración que es muy útil para el caso; el amor con que nos amamos nosotros, es decir, el amor con que cada uno de los seres humanos se ama a sí mismo, es finito; el amor con que Dios nos ama a nosotros, a cada uno de nosotros, es infinito; luego, si nosotros meditamos estas verdades y nos detenemos a pensarlas seriamente, resultaría – fíjense bien en lo que digo,  y no me arrepiento de decirlo – resultaría, para nosotros, mucho más horrible que nos moviéramos nosotros a nosotros mismos que nos esté moviendo Dios; porque nosotros, al movernos, damos prueba de un amor propio finito; en cambio Dios, al movernos, muestra un amor infinito. De manera que, en esta predestinación divina de Dios respecto de nosotros, no hay que considerar las cosas puramente desde el punto de vista intelectivo, es que Dios al crearnos nos ama; por eso, Santo Tomás dice muy bien que la ciencia de Dios es causa de nosotros en cuanto tiene unida a sí misma la voluntad; es decir, en nuestra producción, en nuestra existencia, son con-causas – al modo humano estamos hablando – la inteligencia divina y la voluntad divina; pero, no es el factor principal la voluntad divina; el factor principal es la inteligencia divina. Entonces, la sola inteligencia divina no es causa de nosotros, es factor principal de nuestra existencia, es el factor principal de la causalidad divina respecto de nosotros, pero este factor principal tiene que tener unido a sí, ministerialmente, asistencialmente, la voluntad; luego, Dios nos crea porque quiere y no puede darnos mayor muestra de amor que sacarnos de la nada al existir sin que para Él conlleve absolutamente ninguna utilidad, porque el amor de Dios hacia nosotros es absolutamente gratuito.

Cuando se plantean estos problemas, se plantean con una acritud tremenda; bien pensada la cosa, no hay ningún motivo para discutir con acritud; porque el hecho mismo de que estemos, o no, existiendo y que no existamos por nosotros mismos, está indicando que estamos existiendo por la causalidad divina que es una entremezcla infinitamente conjugada y armonizada entre la inteligencia y el amor divinos hacia nosotros. Por consiguiente, en este sentido, nada de temores.

Ahora, como resumen de lo que hemos dicho sobre los atributos divinos, tenemos que insistir en que estos atributos son plurales en cuanto a nuestro modo de hablar y en cuanto a nuestro modo de pensar. En Dios no existe tal pluralidad de atributos; en Dios no existe más que una realidad, una entidad simplicísima e infinita que es su existir subsistente, el cual es el que está dando razón absolutamente de todo.

Vamos a terminar aquí, porque ya la garganta no me acompaña; pero estoy llano a responder, si puedo a las objeciones que juzguen conveniente plantear quienes me están oyendo.

P…(ininteligible)

R…En realidad sólo existe una sola razón, a saber, la trascendencia infinita de Dios sobre nosotros; porque nosotros estamos existiendo en virtud del influjo creador de Dios en nosotros, el cual, así como se hace extensivo absolutamente a todos los sectores entitativos, es evidente que también se hace extensivo a este sector entitativo que es el ejercicio de nuestro libre albedrío humano…es decir, la predeterminación divina es lógicamente anterior a nuestra auto determinación humana. Yo me autodetermino en virtud de que Dios me está predeterminando; de lo contrario, esta autodeterminación mía tendría su última razón de ser en mí mismo, siendo que un ente contingente que, desde el punto de vista existencial tiene su razón de ser en el existir subsistente, mal podría constituirse en razón de una de sus actividades; porque entonces una de sus actividades ya no tendría como razón de ser suficiente a Dios, siguiéndose que este influjo creador divino no sería exhaustivo respecto de nosotros. Agregaré otra razón que se me ocurre en este momento y que había olvidado, es lo siguiente: Este problema de la coexistencia de la predeterminación divina con la autodeterminación humana es un aspecto puramente parcial de otro problema mucho más profundo, a saber, la coexistencia de lo infinito con lo finito, problema que ya traté previamente. O sea, si Dios es infinitamente infinito en su existir ¿cómo deja hueco para el existir mío? Pues, ahí está, me parece a mí, el problema terrible cuya solución está en verificar el hecho, esta circunstancia ontológica, aunque no podamos explicarnos cómo puede ser viable esta misma circunstancia ontológica. Sabemos, de hecho, que coexisten el existir infinito con los existentes finitos; pero no sabemos cómo coexisten el existir infinito con los existentes finitos; es el problema del «cómo» donde topamos con el misterio. Es lógico; porque para saber cómo se concilian dos realidades o entidades, es necesario conocer las dos; y hay una de ellas que no conocemos, o que no conocemos eficientísimamente; mientras no la conozcamos adecuadamente y ese «mientras» sea toda una eternidad, aunque espero que lo veamos en la vida futura y aún así sin comprenderlo, porque comprender a Dios no puede nadie sino Dios mismo, entonces nos encontramos de frente con el misterio, respecto del cómo coexisten lo finito, o el ente infinito, con los entes finitos. Lógicamente, este problema se proyecta en el actuar de los entes finitos, en la determinación libre de los entes finitos; este influjo creador divino siempre está planeando sobre ellos; no solamente planeando, sino injertándose, impregnando todos los seres; tanto nos impregna que gracias a Él existimos.

Entonces, este ejercicio del acto libre no es más que una de las tantas manifestaciones de este existir nuestro impregnado por el influjo creador de Dios.

P…(ininteligible)

R…La raíz de nuestra responsabilidad está en la imputabilidad de nuestros actos. Somos responsables de nuestros actos debido a que se nos pueden imputar; y son imputables porque somos libres. El problema es conciliar la libertad con la predestinación divina, lo cual no quita que seamos libres y, mientras seamos libres seremos responsables de nuestros actos…(ininteligible)…Porque somos libres se nos atribuyen nuestras faltas, así como nuestras buenas acciones por las cuales recibiremos recompensa. El problema no está ahí; el problema está en la conciliación de nuestra libertad, que no podemos negar, con la predestinación divina. Vuelvo a decir aquí que para poder saber cómo se concilian tendríamos que saber cómo coexisten el existir infinito con los entes finitos, para lo cual, a su vez, tendríamos que conocer cómo y de qué manera está causándonos Dios, lo cual no podemos saber, porque en Dios el causar es lo mismo que su existir; si no conocemos el existir divino porque lo finito no puede conocer lo infinito, entonces tampoco podemos conocer el causar divino; es una situación de la cual no podemos salir. En suma, a mí lo que me importa es saber que soy responsable de mis actos; por consiguiente, me serán imputadas mis faltas, mis errores y me serán recompensados mis actos buenos. Es, en fin, lo que a nosotros debe importarnos. Ahora ¿cómo se concilia esto? Yo creo que nadie puede dar razón sino de sus actos propios…(ininteligible)…y el responsable del influjo creador divino y de la predestinación divina es Él, Dios; tendríamos que pedirle responsabilidades a Él, lo cual no podemos hacer, porque un inteligente finito – vuelvo a decir otra vez – es absolutamente incapaz e inhábil para pedir responsabilidades al existir infinito. De aquí, no podemos salir, nunca; porque nunca, ni vosotros ni yo ni nadie, podremos saber cómo se concilian estos dos tipos de entidades, a saber, la entidad infinita con las entidades finitas.

P…(ininteligible)

R…(ininteligible)…en las divinidades paganas griegas; primeramente, en aquellas divinidades paganas griegas ni platón ni Aristóteles creían; eran demasiado inteligentes para eso, eran claramente monoteístas. Estas divinidades paganas servían para la masa griega y, por parte de los pensadores, para la exportación. Recordemos que, a Sócrates, por creer en el Dios único y no creer en ninguna de las divinidades de Atenas o de otras ciudades, lo condenaron beber la cicuta. Era el monoteísmo de estos pensadores. No tenemos necesidad de traer a colación las divinidades paganas griegas que son ridículas. Hay pueblos mucho menos cultos que el griego que tuvieron divinidades mucho más perfectas que los griegos; es un fenómeno que se da a lo largo de la historia, a saber, que no son los pueblos más refinados y cultos los que han tenido una mitología y una creencia religiosa más perfecta; hay pueblos rudimentarios culturalmente que tienen nociones clarísimas acerca de la divinidad, mucho más que la de los griegos. Así que, traer aquí las divinidades paganas griegas, en las cuales los grandes pensadores griegos no creían, no es necesario.

P…(ininteligible)

R…Dios es infinitamente bueno. Tengo, y tenemos, nuestra existencia perfectamente marcada por Dios; lo cual no solamente me causa la menor inquietud, sino que me causa una enorme alegría; porque estoy determinado, marcado por un ser que me ama con amor infinito, así que ¿qué más quiero? Estamos marcados y esta marca, precisamente, se llama ser racionales y ser hombres y no animales puramente sensitivos; esta es la marca divina en nosotros, ahí está; es lo importante y, también, dignificante, ennoblecedora.

P…(ininteligible)

R…Como digo, el gran pensamiento griego, el de Platón, el de Aristóteles y el de Sócrates, que conocemos a través de Platón y Jenofonte, era un pensamiento monoteísta. Aristóteles demuestra la existencia de Dios, de un Dios único; ¿Cómo iba a creer en la gentuza del Olimpo? ¡En absoluto!

P…(ininteligible)

R…No hablemos de «mi» predestinación; en nosotros la predestinación está de modo pasivo; está de modo activo en Dios, no en nosotros; Dios es el predestinante… si nuestro creador es uno, nuestro predestinante no es más que uno. En el momento en que yo paso del poder actuar al actuar, en ese paso está el ejercicio de Dios predestinante, porque nada pasa de la potencia al acto si no es movido por un ser en acto.

P…(ininteligible)

R…Existimos porque Dios nos está conociendo, y el conocimiento de una creatura es previa a la existencia de una creatura. El hecho de que Dios cause nuestras acciones malas, digamos, nuestros pecados, es un problema que debe ser muy bien considerado. En efecto, ¿qué cosa es el pecado? Si hablamos del pecado como algo positivo, es algo completamente erróneo; el pecado es carencia de orden. Siempre he formulado una pregunta, testigos son mis amigos: si, por ejemplo, pretendo ir a Viña del Mar y en vez de tomar el expreso a Viña del Mar tomo el expreso de Talca ¿es real o no es real que yo he tomado el expreso de Viña del Mar? ¿Qué les parece a ustedes? Pues no es real. Lo real es que he tomado el expreso de Talca; no puede ser real lo que no existe. Yo no fui a Viña del Mar porque tomé el expreso de Talca; esto fue lo real. En este sentido hay que distinguir el sujeto privado de una perfección y la privación misma de esa perfección. La privación no existe; existe el sujeto privado de una perfección. Si usted me dice que la ceguera es real, yo le digo que la ceguera no es real, sino que un ciego es real; lo que es real es la visión; pero, la carencia de la visión, que es la ceguera es la carencia de una realidad que es la visión. Por ahí está la respuesta.

https://www.youtube.com/watch?v=7Vy-Qhe3di8&t=20s

FIN

¿Quién es el obispo? ¿Un «proselitista»?

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          Ha sido publicado un reciente discurso del Sr. Bergoglio, modernista y ecuménico, dirigido a “A LOS PARTICIPANTES EN UN SEMINARIO PARA OBISPOS DE LOS TERRITORIOS DE MISIÓN”, con fecha Sábado, 8 de septiembre de 2018. Un católico esperaría encontrar allí, sobre todo en medio de la universal apostasía de nuestros tiempos, y de la urgente necesidad de misionar, las palabras de un verdadero Sumo Pontífice, marcadas por el carácter esencialmente misionero de la Iglesia, en base al mandato perentorio de N. S. Jesucristo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”(Mt, 28, 18-20). Pero, lamentablemente, por sus palabras, esto no es así:

Esto es lo que enseña el Sr. Bergoglio sobre la actividad misionera de la Iglesia

1 DE OCTUBRE DE 2013. El Papa Francisco dice: “El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido.  Necesitamos conocernos, escucharnos y mejorar nuestro conocimiento del mundo que nos rodea».  (LA REPUBBLICA)

1 DE OCTUBRE DE 2016. El Papa Francisco dijo: “Hay un pecado muy grave contra el ecumenismo: el proselitismo”.  (VATICANO)

13 DE OCTUBRE DE 2016. El Papa Francisco recibió a unos 1.000 peregrinos en el Vaticano – la mayoría de ellos luteranos alemanes – como parte de los preparativos ecuménicos para el 500º aniversario del comienzo de la reforma luterana.                         ….El Papa Francisco dijo al grupo que el proselitismo era una amenaza potencial para la unidad cristiana, diciendo: “Lo último que ustedes pueden hacer es ‘decir, convencer’. No está bien convencer a alguien de tu fe. «El proselitismo es el veneno más fuerte contra el camino del ecumenismo»… (VATICAN/AP PHOTO/ROME REPORTS/ANSA)

28 DE OCTUBRE DE 2016. En una entrevista, el Papa Francisco dijo: “Hay una política que debemos tener clara en cada caso: hacer proselitismo en el campo eclesial es un pecado. Benedicto XVI nos dijo que la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción. El proselitismo es una actitud pecaminosa…” (LA CIVILTÀ CATTOLICA)

18 DE NOVIEMBRE DE 2016. El Papa Francisco dijo: “…Repito, el proselitismo entre los cristianos es un pecado. La Iglesia no crece nunca a través del proselitismo, sino ‘a través de la atracción’, como explicó Benedicto XVI. El proselitismo entre los cristianos es, por lo tanto, un pecado grave en sí mismo, porque contradice la dinámica misma de llegar a ser cristianos y de permanecer cristianos. La Iglesia no es un equipo de fútbol en busca de aficionados…” (LA STAMPA/NATIONAL CATHOLIC REPORTER/AVVENIRE)

21 DE JUNIO DE 2018. En el movimiento ecuménico tenemos que tomar del diccionario una palabra: «proselitismo». ¿Claro? No se puede tener ecumenismo con proselitismo. Tienes que elegir. O tienes un espíritu ecuménico o eres un proselitista». (AGENCIA DE NOTICIAS CATÓLICA)

En cambio, ¿Qué dice la Iglesia? (Citas tomadas de la Homilía pronunciada por Mons. Sanborn, el 24 de octubre de 2014)

Papa Pío XII dijo: “No sólo el Salvador mandó que todas las naciones entren en la Iglesia, sin también decretó que la Iglesia es el medio de salvación sin el cual nadie puede entrar en el Reino de la Gloria eterna”.

Papa Pío IX dijo: “…Esta es la razón por la cual la Iglesia católica reza, e invita a los fieles que recen a Dios todopoderoso, para que todos aquellos que abandonaron la Santa Iglesia Católica se conviertan a la verdadera fe, abjuren sus errores, y retornen en gracia a su grey, fuera de la cual no hay salvación”.

Dijo también: “Pero este dogma católico es igualmente conocido, que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia católica, y que todo aquél que con advertencia se rebela contra la enseñanza y la autoridad de la Iglesia no pueden alcanzar la salvación eterna, ni aquellos que voluntariamente se separan de la unión con la Iglesia y con el Romano Pontífice, el sucesor de Pedro, a quien el Salvador a confiado el cuidado de su viña.”

Papa Gregorio XVI dijo: “Con la ayuda de Dios el clero no tendrá mayor apremiante ansiedad que predicar la verdadera fe católica; el que no la guarde sin error, sin duda alguna, estará perdido. En consecuencia, ellos deben favorecer la unión con la Iglesia Católica, pues el que se separe de Ella no tendrá vida”.

Y este grande Papa, citando a San Agustín, dijo: “El que permanece separado del Cuerpo de la Iglesia Católica, no obstante, su conducta pueda parecer laudable, nunca gozará de la vida eterna y la ira de Dios permanece en él, a causa del crimen del cual es culpable al vivir separado de Cristo”.

Papa Gregorio el Grande dijo: “La Santa Iglesia universal enseña que Dios no puede ser verdaderamente adorado sino en su rebaño. Ella afirma que todo aquel que se separa de Ella no se salvará”.

Papa León XIII, en el último año de su vida, dijo: “Esta es nuestra última lección para ustedes, recíbanla y grávenla en sus mentes todos ustedes: ‘Por mandato de Dios, la salvación no se encuentra en ninguna parte, sino en la Iglesia’”.

Papa pío XII dijo: “Para ser cristiano, es necesario ser Romano, es necesario reconocer la Unidad de la Iglesia de Cristo, que es gobernada por el único sucesor del Príncipe de los Apóstoles, el Obispo de Roma, el Vicario de Cristo en la tierra”.

Papa Pío XI dijo: “Nadie está en la Iglesia de Cristo y nadie permanece en Ella, a menos que reconozca y acepte con obediencia la autoridad y el gobierno de Pedro y sus sucesores legítimos.”

¿Y la Sagrada Escritura?

 Fue a la única Iglesia, fundada por Él mismo, que Nuestro Señor Jesucristo dio este solemne mandato misionero: “Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt 19, 20), y Marcos agrega: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.

¿Y la Sagrada Liturgia de la Iglesia? (Ibíd.)

La Oración Colecta del Domingo de Misiones: “¡Oh Dios, que quieres que todos los hombres se salven y que vengan al conocimiento de la Verdad, envía, te rogamos, operarios a tu mies, que prediquen tu Palabra con certeza, que su predicación se extienda por todo el mundo, lo ilumine, y que todos los pueblos puedan conocerte, Único y Verdadero Dios, y a Jesucristo Tu Hijo, Nuestro Señor a quien Tú has enviado!”

La Oración Secreta de la Misa: “¡Concédenos que, desde la salida del sol hasta el ocaso, sea glorificado Tu Nombre entre las naciones, y que en todo lugar sea sacrificado y ofrecido la Oblación pura a Tu nombre!” Esta es la cita de la profecía de Malaquías, quien profetizó el Santo Sacrificio de la Misa, santo y puro, es decir, la Oblación incruenta.

La oración después de la Comunión: “Pide a Dios que la verdadera Fe se difunda en todo el mundo”

En el Viernes Santo, la Iglesia reza por la conversión de los herejes y cismáticos de la siguiente manera: “¡Oremos por los herejes y cismáticos, para que Nuestro Señor y Dios los libere de todos sus errores y los vuelva a llamar a nuestra Santa Madre, la Iglesia católica y apostólica!”. Luego el sacerdote reza: “¡Dios Todopoderoso y Eterno que ha salvado a todos los hombres y deseas que ninguno perezca, dirige tu mirada hacia aquellas almas engañadas por la insidia del diablo para que abandonando toda su perversión herética, el corazón de aquellos que permanecen en el error se convierta y retornen a la unidad de Tu Verdad!”. La Iglesia ofrece oraciones similares en el Viernes Santo por la infidelidad de los judíos y por los paganos.

COMENTARIO

          J. M. Bergoglio, oponiéndose a la enseñanza de Cristo y de la Iglesia, declara que la acción misionera de la Iglesia, intimada por el mismo Cristo, es una solemne tontería, algo absurdo, sin sentido, un pecado grave, un veneno muy fuerte, una gran amenaza, una actitud pecaminosa; ¿contra qué? nos preguntamos, él mismo lo dice y lo repite una y otra vez: pues contra el único dogma que profesa la nueva iglesia, esa organización que dirige J. M. Bergoglio, esto es, el ecumenismo, ya condenado por la Iglesia (cfr., Pío XI, Encíclica “Mortalium Animos”); el ecumenismo, razón de ser, espíritu y la letra del Vaticano II y de todas las “reformas” subsiguientes, es el único y más elevado dogma de la nueva “iglesia” post conciliar, a tal punto, que si usted falta contra éste, entonces comete un pecado gravísimo, de hecho, el pecado por excelencia.

          J. M. Bergoglio se atreve a calificar la bimilenaria actividad misionera de la Iglesia católica, ex profeso, con un término vulgar, despreciativo, injurioso, abominable, ordinario y blasfemo; ¿es que, cuando la Iglesia se esforzaba hasta el martirio y la muerte para convertir a los pueblos y traerlos a la Verdad, desde el lejano Oriente hasta América, desde la Europa Septentrional hasta África y Oceanía, y sacar a los errantes del error, perpetraba un acto deleznable llamado “proselitismo”? Señor Bergoglio, ¿¡Es que Cristo mismo ordenó cumplir un mandato divino “pecaminoso”!? Contra esto hay que gritarle r. Bergoglio, ¡Es la Misión de la Iglesia!; no nos cansaremos de repetirle a su cara el solemne mandato de nuestro Salvador: “Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo: Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”; “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.

El horrible “pecado” de proselitismo, imputado a la Iglesia católica por el Sr. Bergoglio, significaría que la actividad misionera de los mismos Apóstoles y primeros discípulos, en especial, de San Pedro y San Pablo, pero de todos, en general, fue un amenazante y absurdo pecado; pero, ¿¡Cómo no se dieron cuenta de que la Iglesia debía  predicar el indiferentismo ecumenista!? Luego, la enorme cantidad de misioneros, las mismas congregaciones misioneras, y la propia Sagrada Congregación para la Propagación de la Fe, fundada por Papa Gregorio XV con la Bula Inscrutabili Divinae, todos ellos ¿¡Fueron para el Sr. Bergoglio propagadores de un “veneno muy fuerte” debido a la “pecaminosa actitud” de la Iglesia? ¿Quiere decirnos, a los católicos que aún retenemos la Fe, que la Iglesia erró miserablemente debido a siglos de Misión en el mundo? ¿Es que la Iglesia, Santa, asistida infaliblemente por el Espíritu Santo ¿da veneno a sus hijos y al mundo? ¿Cómo se atreve este hombre a proferir estas insanias, que sobrepasan las más horribles herejías contra El Cuerpo Místico de Cristo, cuando la Iglesia no ha hecho más que cumplir y ser fiel  a su Misión, intimada por Cristo?

La Iglesia católica es misionera por esencia; la nueva religión e “iglesia” del Vaticano II, en cambio, son pluralistas e indiferentistas por esencia y, por lo tanto, ecuménica, como queda demostrado por el heresiarca Bergoglio y por sus predecesores posteriores al Vaticano II; ecumenismo que es la aplicación del subjetivismo en ámbito religioso (todos juntos y revueltos, cada quien con su creencia y sus dioses). ¿¡Cuánto más tendrá que decirse para que los bautizados católicos huyan de esa extraña religión que se apoderó de sus parroquias y que antes eran de la Iglesia católica!?

En fin, en el texto del discurso Bergogliano, mencionado al inicio, difícilmente encontraremos palabras dirigidas a “obispos” propias de la forma de hablar de la iglesia, aún cuando el título del seminario anticipa que se dirige a “obispos” de los territorios de misión. Y ya sabemos la razón. Es que Bergoglio declara y enseña que la Misión de la Iglesia (convertir a la Fe católica a todos los pueblos; sacar del error a herejes, cismáticos e infieles, e incorporarlos a la Iglesia Católica, único medio de salvación querido y fundado por Cristo) es un pecado gravísimo contra la libertad religiosa y contra el dogma del ecumenismo. En cambio, en su discurso, encontraremos gran cantidad de locuciones propias del habitual estilo vago, vaporoso y confuso de los modernistas: P. ej., él dice  “Preguntémonos sobre nuestra identidad de pastores para tener más conciencia” (la autonomía de la conciencia individual es un principio irrenunciable del modernismo; en Bergoglio es recurrente; recordar que él enseña que incluso un ateo se puede salvar, si es fiel a su conciencia); “El ministerio del obispo da escalofríos…”; “Está llamado [el obispo] a hacer propio el corazón del sacerdocio”; “tener gestos y palabras de especial consuelo por los que experimentan marginalidad y degrado” (esto, en sí, no es reprochable; la Iglesia, históricamente, siempre ha tenido una especial solicitud por los necesitados; sin embargo la misión de la Iglesia militante pertenece al orden sobrenatural); “tiene [el obispo] la valentía de discutir con Dios por su rebaño” (¿con Dios? ¿acaso se negocia con Dios, o se debe obediencia a la voluntad divina?); cita la Misión de la Iglesia según San Marcos 16, 15 pero con un recorte, omitiendo las consecuencias, a saber, “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (la razón es que, en el espíritu del concilio Vat-II y de la enseñanza del “magisterio” de la nueva iglesia, todos se salvan, incluso el ateo “si es fiel a su conciencia”); “Y saliendo de sí se encuentra a sí mismo”, (esto es puro naturalismo, puro humanismo, es decir, se encuentra con su propia conciencia, se autorealiza; en cambio, la doctrina católica enseña que “el que sale de sí”, nacido bajo el pecado y las heridas de la naturaleza, no se encuentra con sí mismo, ni se realiza por sí mismo, sino con Dios, que es la esencia de la espiritualidad católica, por aquello de “Y decía á todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame” (Lc 9, 23); “nadie debe mostrar hacia vosotros actitudes de sumisión” (el Obispo, al recibir la Misión canónica conferida por el Papa, recibe plena autoridad para el gobierno de una porción de la Iglesia, la diócesis, por lo tanto, se le debe obediencia y sumisión); “permanecen [las familias] las primera Iglesias, por Iglesias domésticas” (esta expresión es un eco, o resonancia, de la enseñanza del concilio Vat-II, que, en Lumen Gentiumn. 11, rebautizó la familia como “Iglesia doméstica”,  y es un eco de la “Carta a las Familias” de Wojtyla, luego, si “Iglesia doméstica” ¿también Esposa de Cristo?; por otro lado, es un eco del llamado “Catecismo de los judíos”, en donde se enseña que la familia es “un pequeño templo” y que “la mesa familiar es el altar” [cualquier parecido con la “nueva misa” como Cena ¿es pura coincidencia?]. Ya Wojtyla, en esa carta, enseñaba que “el hombre es la vía de la Iglesia” [pensábamos los católicos que la vía de la Iglesia es Cristo], y que “la familia es la vía común de la Iglesia que recorre el hombre”; luego, también la familia es la vía de la Iglesia [nuevamente, para los católicos, la vía de la Iglesia es sólo Cristo). En fin, hasta aquí lo que es una muestra de las enseñanzas que forman parte de la doctrina inyectada directamente como veneno en las venas de la Iglesia católica por el “concilio” Vaticano II, reproducidas y ampliadas por el “magisterio” bergogliano y, en general, por la jerarquía post-conciliar.


Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Canonizaciones por la Iglesia «Novus Ordo»?

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     Estamos escuchando algunas cosas relacionadas con el proceso de canonización de Pío XII, abierto por Pablo VI en 1965. Cosas, en realidad, muy injustas y sesgadas por cierto ánimo político-religioso sobre un supuesto apoyo y hasta simpatía de Papa Pacelli con la causa de Hitler. 

     Contra estas afirmaciones está el propio pensamiento de Eugenio Pacelli respecto al nacionalsocialismo alemán plasmado en la Encíclica «Mit brennender Sorge» que él mismo redactó por encargo de Pío XI, sus alocuciones cuando ya era Papa, la gran cantidad de sobrevivientes judíos refugiados en dependencias de la Iglesia, la gran cantidad de positivos testimonios de relevantes personalidades judías (a tal punto de modificar positivamente el mismo texto sobre él en Yad Vashem), etc. 

     Sin embargo, existe un problema aún mayor, por ser insuperable, no sólo para el proceso de canonización del propio Pío XII, sino que también afecta a todas las canonizaciones a partir de su fallecimiento en 1958. 

      En efecto, perteneciendo las «Solemnes canonizaciones de los santos» al objeto secundario del Magisterio infalible de la Iglesia, nos encontramos con una dificultad insalvable concerniente a la situación en que se encuentra la Iglesia a continuación de la promulgación del Concilio Vaticano II, ya que, a partir de esa fecha, ningún elegido en Cónclave, que se presume válido, ni Bergoglio, ni algún sucesor que no derogue el Concilio Vaticano II y las posteriores reformas, ha poseído, ni posee la Autoridad de Cristo para canonizar a nadie en la Iglesia Católica. 

      La razón está en el principio de Autoridad. En efecto, la esencia de toda autoridad es su determinación a procurar el bienestar y el fin propio de la institución que dirige. Es así que los «papas» post Vaticano II no procuran el bien ni el fin propio de la Iglesia, que es, la Gloria de Dios y la salvación de las almas, porque han puesto un obstáculo para recibir la Autoridad que Cristo debe comunicar al elegido en Cónclave, obstáculo que es la intención habitual de enseñar el error doctrinal (muchos de ellos contradiciendo la enseñanza previa de la Iglesia), mala disciplina (irreverente o, francamente, moralmente errónea) y falso culto (sacramentos, liturgia y Misa). 

     Todo católico sabe, o debiera saber, que la Autoridad de la Iglesia, comunicada por Cristo, NO puede dar a sus fieles habitualmente el veneno, es decir, el error y el mal, a causa de la indefectibilidad de la Iglesia; es decir, que la Iglesia, por la promesa divina, debe continuar, hasta el fin de los tiempos, con la misma naturaleza y propiedades con las que Cristo la ha fundado y dotado, en otras palabras, es imposible que la Iglesia sufra un cambio substancial, como quiere el Concilio Vaticano II y la «jerarquía» subsiguiente. 

     Por lo tanto, en razón de la privación de la Autoridad en la Iglesia en la situación presente, es imposible poner el «Solemne acto de canonización» con la infalibilidad de la Iglesia, por parte de la jerarquía post Vaticano II, ni la de los que ya «canonizó» ni la de Pío XII, que deberá esperar, si Dios lo quiere, un verdadero Papa de la Iglesia Católica…!


«Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat!

Ecce sublimes dignitas et similitudo tuae. Bergoglio dixit!

 

index

 

15 DE JUNIO DE 2018.- El Sr. Bergoglio, pretendiente al Papado, dijo: “La doctrina de Jesús sobre la mujer cambia la historia. Antes de Jesús la visión sobre las mujeres era una cosa, pero después de Jesús son otra. Jesús dignifica a las mujeres y las pone al mismo nivel que a los hombres porque toma esa primera palabra del Creador, ambas son «imagen y semejanza de Dios», ambas; no primero el hombre y luego un poco más abajo la mujer, no, ambas lo son. Y un hombre sin mujer a su lado – ya sea como madre, como hermana, como esposa, como compañera de trabajo, como amiga – ese hombre solo no es la imagen de Dios. Este es un pecado contra Dios el Creador, rechazando a las mujeres porque sin ella los hombres no podemos ser imagen y semejanza de Dios». (NOTICIAS VATICANAS)

Veamos esta sorprendente y hasta extravagante enseñanza de este “magisterio” Bergogliano más de cerca. Tal parece que, en más de dos mil años, nuestra Santa Madre Iglesia nada dijo a nuestros pobres antepasados, tan católicos ellos, sobre la dignidad, imagen y semejanza de la persona humana; pero, al menos, los fieles ecuménicos sí tienen la suerte de recibir esta preclara “enseñanza” de su “pastor”.

La imagen, la semejanza y la dignidad.

 Bergoglio se remite a la doctrina de la dignidad y de la imagen y semejanza de Dios en el hombre tomada del “magisterio” de Wojtyla, tal como se desprende de su “Carta a las Familias” (2 de febrero de 1994). En el n. 6 de la Carta, Wojtyla, reflexiona sobre la persona humana y dice: «La clave interpretativa está en el principio de la ‘imagen’ y de la ‘semejanza de Dios’… “Hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra semejanza” (Gn 1, 26)»

Es cierto que el primer hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios; está divinamente revelado. Pero, veamos si este magisterio de Bergoglio/Wojtyla abandona, o no, la doctrina católica y, para eso, consultemos al Doctor Común de la Iglesia. En efecto, Santo Tomás de Aquino enseña que las criaturas irracionales no son a imagen y semejanza de Dios; en ellas existe sólo un vestigio del Creador (I, 93, 2). Las criaturas angélicas, en primer lugar (I, 93, 3) y luego, también los hombres son a imagen de Dios, que esimago creationis, no en el cuerpo, sino en el alma intelectual (I, 93, 6); es decir, la esencia del alma humana (las potencias) es imagen de la unidad trinitaria de la naturaleza divina. Los ángeles y los hombres, además, pueden ser a semejanza de Dios en la Gracia, que es imago recreationis, a la manera de una segunda creación de orden sobrenatural, la cual llegará a consumarse en la Gloria, que es imago similitudinis.Esta semejanza no es común a todos los hombres (I, 93, 4), sino sólo a aquellos que están en gracia de Dios: por lo tanto, el hombre puede adquirir la semejanza, pero también puede perderla. Y Santo Tomás, en la cuestión 93 de la primera parte de la Suma, donde trata expresamente la imagen de Dios en el hombre, sigue enseñando al respecto: el hombre y la mujer son a imagen de Dios en lo que corresponde al alma intelectual y sus potencias, es decir, en lo principal, pero sólo el hombre (vir) lo es en lo que corresponde a los aspectos secundarios. Respecto a esto San Pablo, Palabra de Dios inspirada, afirma que “el hombre es imagen y gloria de Dios, en cambio la mujer es gloria del hombre” porque “no viene el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre; ni fue hecho el hombre por causa de la mujer, sino la mujer por causa del hombre” (1 Cor 11, 7ss).

Por otro lado, cuando Bergoglio, siguiendo a Wojtyla, afirma que un hombre solo, sin mujer a su lado, no es la imagen de Dios, con esto, al mismo tiempo, afirma que ¡el hombre se asemejaría a Dios en ser hombre y mujer! Es decir, ¡Dios sería masculinidad y feminidad!Lo cual repugna no sólo a la Fe, sino también al sentido común, toda vez que, como es obvio a todos, la masculinidad y la feminidad están ordenados a la generación, como leemos en el mismo Génesis, en que Dios ordena a los hombres ser fecundos. Es claro que, tanto Bergoglio como Wojtyla, tienen la intención de incluir el elemento femenino en la divinidad. En efecto, Wojtyla, en la mencionada Carta a las Familias (n. 7), altera las palabras divinamente reveladas de San Pablo (delito gravísimo, puesto que no está permitido al hombre quitar, alterar o agregar nada en las Escrituras) con su paráfrasis “del cual toda paternidad y maternidad toma nombre”; si vamos a Efesios 3, 14s, en vano encontraremos allí el término “maternidad”. Dios, que es puro Espíritu, no es sexuado, ni macho ni hembra; sin embargo, no es casualidad que Dios se haya revelada al hombre como Padre y no como Madre; y la segunda persona, el Hijo y no la Hija, se haya encarnado en un hombre de sexo masculino, Jesucristo, nuevo Adán y no nueva Eva.

Ahora, ¿a qué obedecen estas “enseñanzas” de Bergoglio/Wojtyla? ¿qué pensar de su insistencia en agregar la “feminidad” a Dios, dualidad divina que serían tan necesaria para su imagen en el hombre? Sin recurrir a explicaciones teológicas, en lo inmediato, esta “enseñanza” es una concesión al feminismo modernista, que impera hasta en el campo teológico; incluso, la Pontificia Comisión Bíblica ha reivindicado en un documento una necesaria “exégesis feminista” de la Biblia, que fue presentado oficialmente por Ratzinger, reconociendo la “necesidad” de “identificar y corregir algunas interpretaciones corrientes que eran tendenciosas y apuntaban a justificar el dominio del hombre sobre la mujer” (Avvenire, 19 de marzo 1994, p. 16), refiriéndose a los conocidos pasajes de San Pablo (palabra revelada por Dios) cuando habla de la familia: 1 Cor 11, 3-10; 1 Cor 14, 34-35; Ef 5, 22-33; Col 3, 18-19; 1 Tim 2, 11-15; Tito 2, 5; 1 Pedro 3, 1-7 (este último pasaje no sólo es Palabra de Dios, sino, además Magisterio infalible de la iglesia, puesto que son las palabras del primer Papa). Es claro que estas palabras de San Pablo y San Pedro van directamente en contra de los “principios” del modernismo corriente, que son los principios de la nueva iglesia y religión nacidos del “concilio” Vaticano II, principios del liberalismo, común a todos los “papas” post conciliares.

¿Acaso alguien puede pensar que el discurso de Bergoglio estaría de acuerdo con San Pablo y San Pedro? ¿Acaso no los acusaría de misoginia, o de discriminación? El mismo Dios ¿no sería acusado de misoginia y discriminación por Bergoglio feminista? Cabe suponerlo, según los cánones de la iglesia ecuménica que él preside; en cambio, la Iglesia Católica enseña que la subordinación de la mujer al hombre no significa que ella tenga cualidades menores, o que, en el orden de la gracia, la mujer no pueda ser superior al hombre y más santas que él. De hecho, la criatura más elevada en gracia es la llena de gracia, una mujer, la Santísima Virgen María.

Y bien, llegamos a la íntima unión del maestro Wojtyla con su discípulo aventajado Bergoglio. En efecto, nuevamente, Wojtyla escribe en su Carta por El año de la familian. 6: “Esta es la primera afirmación [de San Pablo en su Carta a los Efesios, n.d.r] de la igual dignidad del hombre y de la mujer: ambos, igualmente, son personas”. Sin embargo, contra Wojtyla/Bergoglio, si todos los hombres son personas, no se sigue de esto que no deban existir relaciones jerárquicas entre ellos, por mucho que se quiera establecer sólo relaciones de igualdad,aún cuando se recurra a la “igual dignidad de la persona, común a los hombres”.

Sin embargo, la sola motivación feminista de Bergoglio/Wojtyla no basta para explicar esta extraña exégesis; en efecto, ésta obedece profundamente al trasfondo filosófico del personalismo, propio del espíritu del Vaticano II y del “magisterio” sucesivo: “Dios (Persona, de hecho, tres Personas) es, según lo repite Avvenireconjuntamente, padre y madre”, o sea, el Andrógino primitivo del esoterismo. A la base del personalismo bergogliano y wojtyliano encontramos una monstruosa y anormal concepción de la dignidad de la persona humana, dignidad tan recurrente y obsesiva en Bergoglio, dignidad que, según Wojtyla en su Carta, deriva del “concilio” Vaticano II que “hace referencia a la imagen y semejanza divina que todo ser humano ya posee por sí mismo”(n. 8), contrariamente a Santo Tomás, como hemos visto más arriba, según el cual la semejanza con Dios, imago recreationis, es dada sólo por la Gracia santificante, la cual no es poseída por todos los hombres, y aún menos “por sí mismos”; y también, dice Wojtyla, porque “con la Encarnación el Hijo de Dios se ha unido con todo hombre” (GS n. 22), de nuevo contrariamente a Santo Tomás, es decir, prescindiendo de la Gracia; y, además, continúa Wojtyla, de acuerdo al “concilio” que dice “el hombre, que sobre la tierra es la sola criatura que Dios ha querido por sí misma”(es decir, el hombre no está ordenado, finalizado, a Dios, sino a sí mismo) explicando en su Carta que “Dios quiere al hombre como un ser similar a sí, como persona. Este hombre, todo hombre, es creado por Dios ‘por sí mismo’…quiere al hombre finalizado a sí mismo. Dios consigna al hombre a sí mismo” (n. 9) …la persona jamás puede ser considerada como un medio para lograr un fin; jamás, sobre todo un medio de ‘provecho’. La persona es y debe ser solo el fin de todo acto. Solamente entonces la acción corresponde ‘a la verdadera dignidad’ de la persona (n. 12). Luego, así de tan grande es la dignidad de la persona humanatambién para Bergoglio; tan grande que jamás es un medio, siempre un fin. La monstruosidad de esta idea está en el hecho de que ¡esta es precisamente la definición del fin último, o sea, de Dios! Es decir, ¡el hombre ni siquiera estaría finalizado a Dios! En todo caso es el mismo Wojtyla quien lo afirma explícitamente en Amor y Responsabilidad(p. 19). ¿Qué dice, en cambio, Santo Tomás? El Doctor Común de la Iglesia nos recuerda que “Dios es la causa final de todas las cosas” (I, 44, 4) pues la Palabra revelada en las Escrituras dice “El Señor ha hecho todas las cosas POR SÍ MISMO” (Prov 16, 4) y, contra la mencionada herejía del “concilio” Vaticano II y de Wojtyla y Bergoglio, está la condena del auténtico Concilio Vaticano de 1870, Sesión III, cap. I con la siguiente definición: “Quien negase que el mundo fue creado PARA GLORIA DE DIOS[el énfasis es mío], sea anatema”. Por lo tanto, es Dios (no el hombre) el fin del “mundo y de todo lo que contiene, espirituales y materiales…” (Ibíd.), por lo tanto, también de las personas humanas; luego, el hombre es un medio (no un fin para sí mismo) de la Gloria de Dios.

Hemos visto, contra Bergoglio, que la dignidad de la mujer no consiste en ser colocada al mismo nivel que los hombres, en cuanto a los aspectos secundarios divinamente revelados por San Pablo en los pasajes anteriormente mencionados. Específicamente, en cuanto a la dignidad de la persona humana, de acuerdo con la doctrina auténticamente católica, hay que decir que un hombre que no realiza el fin para el cual ha sido creado, sintetizado por San Ignacio en “alabar, reverenciar y servir a Dios, y mediante esto salvar su alma”, no procura la gloria de Dios y, con su pecado, decae de su dignidad, propiamente derivada de Dios. Y, nuevamente Santo Tomás: “Con el pecado el hombre abandona el orden de la razón, por lo cual decae de la dignidad humana…degenerando en la servidumbre de las bestias…de hecho, un hombre malvado es peor y más nocivo que una bestia”(Suma de Teología II-II, 64, 2 ad 3). Sin embargo, sobre este aspecto negativo del hombre no hay rastros de la “enseñanza” del Sr. Bergoglio. Por lo tanto, en sí misma, la dignidad del hombre, criatura racional y libre, radica en la conservación en el estado de Gracia santificante, sin pecado mortal; no en condiciones meramente naturalísticas, como las proclamadas igualdades sociales, levantadas por el espíritu de revolución, la masonería, el liberalismo, el pluralismo y el humanismo.

Y Bergoglio termina diciendo “Y un hombre sin mujer a su lado…no es la imagen de Dios…porque sin ella los hombres no podemos ser imagen y semejanza de Dios». Esta afirmación es muy bizarra, jamás escuchada de un Papa de la Iglesia católica, descolgada de una catequesis totalmente extravagante y extraña al catolicismo, que hunde sus raíces, incluso, en el Catecismo Judío. En efecto, una página del catecismo hebreo tiene un impresionante parecido con esta “catequesis” de Wojtyla/Bergogio: Igualdad absoluta entre hombre y mujer (actualmente lo vemos a diario ante nuestros ojos mediante un incesante bombardeo de los medios sobre la campaña feminista); el fundamento de esta igualdad es el andrógino primitivo, pues Dios creó a Adán macho y hembra; la separación de este andrógino sucedió para que no seamos iguales a Dios, que también es, por lo tanto, hombre y mujer, padre y madre, el Andrógino primitivo de los cabalistas; luego, el hombre y la mujer, tal como lo quiere el “católico/hebreo” Bergoglio, encuentran su plena semejanza con Dios y su unidad primitiva en la unión conyugal…definitivamente, esta NO ES LA VOZ DE LA IGLESIA CATOLICA

¿Y qué diremos del celibato sacerdotal si, para Bergoglio, el hombre sin una mujer no refleja la imagen de Dios? Pues, diremos que Wojtyla /Bergoglio profesan un total desprecio por el celibato y por el sacerdocio; tal parece que, para Bergoglio, un hombre sin una mujerpermanezca incompleto, un medio hombre. Lástima que el perfeccionamiento personal del individuo, enseña la doctrina católica y los consejos evangélicos de Jesucristo (Mateo 19:12; 1Corintios 7:8; 1Corintios 7:38) se puede obtener aún mejor, en el estado de virginidad y de celibato virtuoso. ¿Cómo no traer a colación, a propósito del aberrante consejo de Bergoglio,  la “enseñanza” del evolucionista (por lo tanto, ateo) Teilhard de Chardin, jesuita y modernista, como Bergoglio, cuando dice, por ejemplo: “El hombre elemental permanecería incompleto si, en el encuentro con el otro sexo, en la atracción céntrica de persona-a-persona, él no se inflamase”, “entre un matrimonio socialmente polarizado hacia la reproducción, y una perfección religiosa siempre presentada, teológicamente, en términos de separación, una tercera vía (no digo media, sino superior) no falta, ciertamente…”  de Le Féminin ou l’unitif(1950). Y bien, después del “concilio” Vaticano II, las ideas de Teilhard de Chardin penetraron en los seminarios, donde viene enseñada “la integración afectiva sacerdotal”, “la oblatividad (la tendencia a donarse)”, es decir, “el tercer rostro de la sexualidad”, rostro que los sacerdotes y seminaristas debieran desarrollar para madurar en su propia sexualidad. Ya podemos captar algunos de los antecedentes que, junto a la persistente predicación de la eliminación del pecado original y sus efectos en el ser humano, del pecado, del juicio y del infierno, por el Novus Ordo, han dado luz verde a los desórdenes sexuales actuales entre el clero modernista.

CONCLUSIÓN

 Para concluir, volvámonos a la clara y segura voz de la Santa Madre Iglesia, que se sonaba inequívoca hasta la muerte de Pío XII. Por ejemplo, escuchemos a un verdadero Papa y, además, Santo, San Pío X, hablando de los modernistas con la infalibilidad del auténtico Magisterio, en su magistral Encíclica Pascendi: “Tales hombres [los modernistas] se extrañan de verse colocados por Nos entre los enemigos de la Iglesia. Perono se extrañará de ello nadie que, prescindiendo de las intenciones, reservadas al juicio de Dios, conozca sus doctrinas y su manera de hablar y obrar. Son seguramente enemigos de la Iglesia, y no se apartará de lo verdadero quien dijere que ésta no los ha tenido peores. Porque, en efecto, como ya hemos dicho, ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro. Este grandísimo Papa, en 1907 ya veía hacia adelante lo que se avecinaba y habría de padecer nuestra Santa Iglesia a causa de los modernistas; primero infiltrada, luego logrando un “concilio” largamente esperado por ellos, el Vaticano II, y, finalmente, en nuestros propios tiempos, en poder de nuestros lugares santos, seminarios, universidades, colegios, institutos, Curia Romana, y hasta sentados en la misma Sede de Pedro; lugares católicos desde donde, con estilo enrevesado, propio del modernismo, esparcen sus errores a los fieles y el mundo entero.


“Christus vincit, Christus regnat et Christus imperat”

El «Pueblo de Dios» Bergogliano

nuevo-pueblo-de-Dios

 

El 31 de Mayo de 2018, Francisco/Bergoglio dirigió una carta titulada “Al Pueblo de Dios que peregrina en Chile”. Sobra decir que el estilo difuso y confuso del texto, propio de un modernista en descampado, está plagado de formas y expresiones totalmente ajenas al estilo claro y bien definido que es propio de la Iglesia.

Pero, ¿qué es el “Pueblo santo de Dios” para Bergoglio? Al dirigirse al “Pueblo de Dios” ¿se está dirigiendo, inequívocamente, a los miembros de la Iglesia católica? Para encontrar la respuesta hay que remitirse a las fuentes autorizadas de la nueva religión que encabeza Bergoglio, es decir, al “concilio” Vaticano II y al Catecismo de 1983; entonces descubriremos el error de la “nueva eclesiología” impuesta por el “magisterio” modernista.

Es necesario, en primer lugar, exponer los principios superiores, que emanan de esas mismas fuentes y que están en la base de las nuevas enseñanzas. En efecto, el primer principio modernista, fijado por el Vaticano II es: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”(Gaudium et Spes, n. 22), principio precisado por Wojtyla de la siguiente manera: “…están incluidos [los hombres]en el gran y único diseño de Dios, en Jesucristo ‘que, en cierto modo, se ha unido con todo hombre’ (GS, n. 22) aún cuando no sea consciente” (Discurso a la Curia Romana sobre el Encuentro de Asís. 22 de diciembre 1986): es decir, toda la humanidad, a pesar del pecado, permanecería unida a Dios; cada persona individual estaría inconscientemente unida a Cristo, sí, ¡cada ser humano! El segundo gran principio de la hoja de ruta modernista con relación a nuestro tema es: “La única Iglesia de Cristo…subsiste en la Iglesia Católica (Lumen Gentium, n. 8), proposición totalmente opuesta a la definición infalible de Pío XII en Mystici Corporis, en la cual Papa Pacelli afirma que la Iglesia de Cristo, el cuerpo Místico de Cristo, “es” (no subsiste en) la Iglesia Católica; luego, lo que subsiste en algo, también podría subsistir en otra cosa, en este caso también en las sectas protestantes o en los cismáticos ortodoxos, por ejemplo.

La necesidad de esos “nuevos principios eclesiológicos” impuestos por el Vaticano II, lo sabemos, obedece al largamente añorado plan de los modernistas por implantar el “Ecumenismo” como, de hecho, se afirma en Unitatis Redintegratio II. 6: Esta reforma, pues, tiene una extraordinario importancia ecumenista…Muchas de las formas de la vida de la Iglesia…hay que recibirlas como prendas y augurios que felizmente presagian los futuros progresos del ecumenismo”.Y, así, en los textos de ese mismo “concilio” encontramos:

  • “Así, pues, de todas las gentes de la tierra se compone el Pueblo de Dios, porque de todas recibe sus ciudadanos, que lo son de un reino, por cierto, no terreno, sino celestial”(Lumen Gentium, II. 13)
  • “Todos los hombres son llamados a esta unidad católica del Pueblo de Dios, que prefigura y promueve la paz y a ella pertenecen de varios modos y se ordenan, tanto los fieles católicos como los otros cristianos, e incluso todos los hombres en general…”(Lumen Gentium, II. 13)
  • “Los que todavía no recibieron el Evangelio, están ordenados al Pueblo de Dios por varias razones. En primer lugar, por cierto, aquel pueblo a quien se confiaron las alianzas y las promesas y del que nació Cristo según la carne (cf. Rom., 9,4-5); pueblo, según la elección, amadísimo a causa de los padres; porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables (cf. Rom., 11,28-29). Pero el designio de salvación abarca también a aquellos que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que confesando profesar la fe de Abraham adoran con nosotros a un solo Dios, misericordiosos, que ha de juzgar a los hombres en el último día. Este mismo Dios tampoco está lejos de otros que entre sombras e imágenes buscan al Dios desconocido…”(Lumen Gentium, II. 16)
  • “Todo esto [bienes con que la Iglesia se edifica y vive],que proviene de Cristo y a El conduce, pertenece por derecho a la única Iglesia de Cristo[que es mayor que la Iglesia católica](Unitatis Redintegratio, I. 3)
  • “Creemos que el Señor entregó todos los bienes de la Nueva Alianza a un solo colegio apostólico, a saber, el que preside Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al que tienen que incorporarse totalmente todos los que de alguna manera pertenecen ya al Pueblo de Dios(Unitatis Redintegratio, I. 3)

Por otra parte, el Catecismo de 1992 de Juan Pablo II, enseña:

  • 2.3.816.- Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en [«subsistit in»] la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él» (Lumen Gentium, n. 8)
  • 2.3.816.- El decreto sobre Ecumenismo del Concilio Vaticano II explicita: «Solamente por medio de la Iglesia católica de Cristo, que es auxilio general de salvación, puede alcanzarse la plenitud total de los medios de salvación. Creemos que el Señor confió todos los bienes de la Nueva Alianza a un único colegio apostólico presidido por Pedro, para constituir un solo Cuerpo de Cristo en la tierra, al cual deben incorporarse plenamente los que de algún modo pertenecen ya al Pueblo de Dios» (Unitatis Redintegratio, n. 3)
  • 2.3.818.- Los que nacen hoy en las comunidades surgidas de tales rupturas «y son instruidos en la fe de Cristo, no pueden ser acusados del pecado de la separación y la Iglesia católica los abraza con respeto y amor fraternos… justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia católica como hermanos en el Señor» (Unitatis Redintegratio, n. 3)
  • 2.3.832.- Esta Iglesia de Cristo [que es mayor que la Iglesia católica]está verdaderamente presente en todas las legítimas comunidades locales de fieles, unidas a sus pastores. Estas, en el Nuevo Testamento, reciben el nombre de Iglesias… En ellas se reúnen los fieles por el anuncio del Evangelio de Cristo y se celebra el misterio de la Cena del Señor
  • 2.3.838.- La Iglesia se siente unida por muchas razones con todos los que se honran con el nombre de cristianos a causa del bautismo, aunque no profesan la fe en su integridad o no conserven la unidad de la comunión bajo el sucesor de Pedro» (LG 15). «Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica» (Unitatis Redintegratio, n. 3)
  • 2.3.839.- Los que todavía no han recibido el Evangelio también están ordenados al Pueblo de Dios de diversas maneras (judíos, musulmanes, religiones no cristianas)
  • 2.1.1267.- El Bautismo incorpora a la Iglesia. De las fuentes bautismales nace el único pueblo de Dios de la Nueva Alianza.
  • 2.1.1271.-El Bautismo constituye el fundamento de la comunión entre todos los cristianos, e incluso con los que todavía no están en plena comunión con la Iglesia católica: «Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica… justificados por la fe en el bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia Católica como hermanos del Señor» (UR 3). «Por consiguiente, el bautismo constituye un vínculo sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por él» (Unitatis Redintegratio, n. 22)

Además, en el Código de Derecho Canónico de 1983 de Wojtyla, leemos:

  • 22, 1, 204

o  § 1. Son fieles cristianos quienes, incorporados a Cristo por el bautismo, se integran en el pueblo de Dios, y hechos partícipes a su modo por esta razón de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cada uno según su propia condición, son llamados a desempeñar la misión que Dios encomendó cumplir a la Iglesia en el mundo.

o  § 2.   Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mundo, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.

  • 2, 2, 383

o  § 3.    [El Obispo] debe mostrarse humano y caritativo con los hermanos que no estén en comunión plena con la Iglesia católica, fomentando también el ecumenismotal y como lo entiende la Iglesia.

Volvemos a preguntar, entonces, ¿Qué es el “Pueblo santo de Dios” para Bergoglio? Cuando él se dirige al “Pueblo de Dios” ¿se está dirigiendo acaso a los miembros de la Iglesia católica?

Para responder a la luz de la doctrina impuesta por el “magisterio” conciliar, y post-conciliar, que acabamos de señalar más arriba, bastaría con decir que Bergoglio no sólo no ha rechazado el Concilio Vaticano II, sino que, además, al igual que todos sus predecesores, a partir de Pablo VI, lo aplica fielmente en sus actos y palabras; esto, por sí sólo ya sería suficiente para demostrar que Bergoglio se aparta absolutamente de la Fe católica en su concepción sobre la Iglesia, único Pueblo santo de Dios; sin embargo, al respecto, podemos adjuntar algunas de sus propias  declaraciones; por ejemplo:

  • 7 DE MARZO DE 2015. Al conmemorar el 50º aniversario de la primera vez que un Papa celebró la Misa en lengua vernácula después del Concilio Vaticano II, el Papa Francisco dijo: «No se puede volver atrás…Fue realmente un movimiento valiente de la iglesia para acercarse al pueblo de Dios…».   (REPORTERO CATÓLICO NACIONAL)
  • 18 DE NOVIEMBRE DE 2016. Cuando se le preguntó acerca de los críticos que acusan al Papa de «Protestantizar» la Iglesia Católica, Francis dijo: ‘No pierdo el sueño por ello’. Insistió en que sigue el modelo del Concilio Vaticano II(LA STAMPA/NATIONAL CATHOLIC REPORTER/AVVENIRE)
  • 24 DE AGOSTO DE 2017. El Papa Francisco dice con autoridad magisterial: La reforma litúrgica del Vaticano II es irreversible’(REVISTA AMÉRICA)
  • 9 DE OCTUBRE DE 2017. El derecho canónico debe servir a la visión de la Iglesia del Vaticano II, dice el Papa – En un mensaje a una conferencia de derecho canónico en Roma, el Papa Francisco dijo que el derecho canónico puede y debe ser un instrumento para implementar la visión del Concilio Vaticano II. Dijo que debería promover «la colegialidad; la sinodalidad en el gobierno de la iglesia; la valoración de las iglesias particulares; la responsabilidad de todos los fieles cristianos en la misión de la iglesia; el ecumenismo; la misericordia y la cercanía como principio pastoral primario; la libertad religiosa individual, colectiva e institucional; un secularismo saludable y positivo; (y) una colaboración saludable entre la iglesia y la sociedad civil en sus diversas expresiones». (CRUX)

Luego, está claro que también Bergoglio aplica a ultranza el espíritu y la letra del “concilio” Vaticano II a la Iglesia. Y ¿por qué es importante insistir en esto? Pues, porque, como lo he señalado en otras ocasiones, el “concilio” Vaticano II significó, y significa” un cambio substancial para la Iglesia católica; inauguró y definió otra religión, otra “iglesia”, por lo tanto, otra “fe”, otra naturaleza, otro culto y liturgia, otra legislación, otros sacramentos, otro “sacerdocio”, otro fin.

Ahora bien, en cuanto al “Pueblo de Dios”, a la luz de los testimonios de las propias fuentes del “magisterio” modernista citados más arriba, hay que decir que, ni para el “concilio”, ni para el Código de Derecho Canónico de 1983, ni para el Catecismo de 1992, ni para los “papas conciliares” predecesores de Bergoglio, ni para Bergoglio, el Pueblo de Dios coincide exactamente con los miembros de la Iglesia católica, Cuerpo Místico de Cristo, la sola Iglesia por Él fundada, como enseña la doctrina católica bimilenaria. Y, así, citemos, como ilustración, una vez más, las propias palabras de Bergoglio, por ejemplo:

  • 9 DE JULIO DE 2014. En un almuerzo privado, el Papa Francis le dijo a Brian Stiller de la Alianza Evangélica Mundial: “No estoy interesado en convertir a los evangélicos al catolicismo…”  (ALIANZA EVANGÉLICA MUNDIAL)
  • 16 DE NOVIEMBRE DE 2015. En una emotiva visita ecuménica a la iglesia evangélica luterana de Roma el pontífice manifestó: ¿No tenemos el mismo Bautismo? Y si tenemos el mismo bautismo, debemos caminar juntos. (REPORTERO CATÓLICO NACIONAL)
  • 30 DE NOVIEMBRE DE 2015. Uno de los valores más grandes es la fraternidad entre nosotros. Todos somos hijos de Dios.Tenemos el mismo padre.
  • 7 DE ENERO DE 2016. En el primer video de oración, el Papa Francisco dice: ‘Muchos piensan diferente, sienten diferente, buscan a Dios o se encuentran con Dios de diferentes maneras. En esta multitud, en esta gama de religiones, sólo hay una certeza que tenemos para todos: todos somos hijos de Dios«. (AGENCIA DE NOTICIAS CATÓLICA)
  • 18 DE ENERO DE 2016. El Papa Francisco saluda a la delegación ecuménica – dijo el Papa Francisco a la Delegación Luterana de Finlandia -‘De manera especial, podemos agradecer al Señor por los frutos del diálogo entre luteranos y católicos. Pienso en particular en el documento común sobre la justificación en la vida de la Iglesia.Construyendo sobre estos cimientos, vuestro diálogo está haciendo progresos prometedores hacia una comprensión compartida, a nivel sacramental, de la Iglesia, la Eucaristía y el Ministerio».  (NOTICIAS.VA)
  • 1 DE OCTUBRE DE 2016. El Papa Francisco dijo: ‘Hay un pecado muy grave contra el ecumenismo: el proselitismo’[léase: conversión]
  • 13 DE OCTUBRE DE 2016. El Papa Francisco también dijo al grupo [de luteranos alemanes] que el proselitismo era una amenaza potencial para la unidad cristiana, diciendo: ‘Lo último que deben hacer, es decir, convencer’. No está bien convencer a alguien de tu fe. El proselitismo es el veneno más fuerte contra el camino del ecumenismo».(VATICAN/AP PHOTO/ROME REPORTS/ANSA)
  • 31 DE OCTUBRE DE 2016. El Papa Francisco y el Obispo Mounib Younan, Presidente de la Federación Luterana Mundial firmaron una Declaración Conjunta el 31 de octubre de 2016 en la que católicos y luteranos se comprometieron a continuar su diálogo a fin de eliminar los obstáculos que les impiden alcanzar la plena unidad: “…Debemos reconocer con la misma honestidad y amor que nuestra división nos distanció de la intuición primordial del pueblo de Dios, que naturalmente anhela ser uno…”
  • 2 DE MAYO DE 2017. El Papa Francisco ha invitado a miles de carismáticos católicos y miembros de iglesias pentecostales y evangélicas a Roma para celebrar Pentecostés. (SERVICIO CATÓLICO DE NOTICIAS)
  • 19 DE OCTUBRE DE 2017. El Papa Francisco elogia a Juan Wesley (Fundador de los Metodistas) – El Papa Francisco dijo que su ejemplo convirtió a mucha gente a Dios. No podemos dejar de regocijarnos’ cuando el Espíritu Santo obra a través de otras denominaciones cristianas, añadió el Papa, ya que también nos ayudan a acercarnos más al Señor. Sin embargo, concluyó diciendo que no podemos crecer en santidad sin «crecer en comunión».
  • 15 DE ABRIL DE 2018. Hablando con los niños que asisten al catecismo de San Paolo della Croce, el Papa Francisco dijo: «Todos somos hijos de Dios, todos, incluso los no bautizados, sí, incluso los que creen en otras religiones, o los que tienen ídolos…” (LA STAMPA)
  • 24 DE MAYO DE 2015: «Tengo ganas de decir algo que puede sonar controvertido, o incluso herético, tal vez. Pero hay alguien que «sabe» que, a pesar de nuestras diferencias, somos uno. Es él quien nos persigue. Es él quien persigue a los cristianos hoy, él quien nos unge con (la sangre del) martirio. Sabe que los cristianos son discípulos de Cristo: ¡que son uno, que son hermanos! No le importa si son evangélicos, ortodoxos, luteranos, católicos o apostólicos… ¡no le importa! Son cristianos«. (MENSAJE DE RADIO VATICANO)

Conclusión.

 El Concilio Vaticano II (1962-1965) fue concebido con un único fin: consagrar el ecumenismo, es decir, eliminar el dogma católico para tender a una única religión mundial. Ya Dom Beauduin (1873-1960), un benedictino modernista maniático del “ecumenismo”, antes del “concilio”, había declarado. “De lo que tenemos necesidad es un Papa que convoque un Concilio y consagre el ecumenismo”.Y también fue él que desarrolló la distinción entre Cuerpo Místico de Cristo e Iglesia Católica Romana, siendo la primera la Iglesia General de Cristo, más amplia que la Católica, es decir, es el concepto doctrinal de la nueva eclesiología del Concilio Vaticano II (Lumen Gentium) que más arriba hemos mencionado, y tan querido por Juan Pablo II: mediante su encarnación Cristo se ha unido con todos los hombres, por lo tanto, todos los hombres son miembros del Cuerpo Místico. En este sistema, que es, como hemos visto, el sistema de Bergoglio, el rol de la Iglesia no es el de buscar la conversión de las personas, de tal forma que renuncien a sus errores y abracen la verdad en el catolicismo (acto repugnante para el modernista Bergoglio, crimen atroz llamado por él “proselitismo”), sino el de hacerlas conscientes de su irrenunciable incorporación a este gran Cuerpo Místico humanitarístico universal, del cual la Iglesia católica, en realidad el único y verdadero Pueblo de Dios, no es sino sólo una parte.

Luego, antes del “concilio Vaticano II”, ningún no-católico era considerado un fiel de Cristo, porque quien se separa de la Iglesia está separado de Cristo. Este dogma católico no es verdad para Bergoglio, para quien, el “Pueblo de Dios” es, simpliciter, toda la humanidad que, lo sepa o no, está unida a Cristo en virtud de la encarnación del Verbo.


“Christus Vincit, Christus Regnat, Christus Imperat!”

 

La Jerarquía del «Novus Ordo» ¿Ha perdido la Autoridad?

Berríos-Ezzati     

     Recientemente, un sacerdote chileno, Felipe Berríos, desde el interior de la organización modernista que comúnmente es llamada «Novus Ordo» y que, desde el Concilio Vaticano II, ocupa las dependencias de la Iglesia Católica y habla en su nombre, ha declarado en Radio Cooperativa que el arzobispo De Santiago «ha perdido autoridad»; y lo dice a propósito de los abusos sexuales de clérigos chilenos contra niños. 


     A este respecto hay que decir, en primer lugar, que toda autoridad viene De Dios (Rm 13,1, no de abajo (pueblo) y, en el caso de la Iglesia, la Autoridad viene directamente de Cristo al Papa (y sólo a él) y a los Obispos por medio del Papa; además, el objeto de toda autoridad es el bien común de los súbditos.

     Dicho lo anterior, ¿qué hay de la autoridad en la Iglesia actualmente? El pecado personal de los malos miembros de la Iglesia no necesariamente conlleva la pérdida de la autoridad o del oficio. En la historia de la Iglesia hubieron muchísimos clérigos que escandalizaron con muchísimas conductas inmorales, pero permanecieron fieles a la Fe católica y al oficio. 


     El problema de la autoridad en la Iglesia hoy es de otro orden y de una importancia muchísimo mayor; en efecto, hay que decir directamente que la Iglesia se encuentra en estado de privación de la Autoridad, al menos desde el 8 de diciembre de 1965, fecha de promulgación de los documentos del Concilio Vaticano II por Pablo VI. Y sí, ninguno de los «papas», con seguridad desde esa fecha, han podido recibir de Cristo la autoridad para gobernar la Iglesia en Su Nombre, debido a la falta de intención, demostrada externamente de manera habitual y objetiva, por parte de ellos para recibirla. 


    En primer lugar, ni la desean, ya que todos ellos estimaron y estiman que el Papado es un obstáculo para llevar adelante su programa estrella, el Ecumenismo; en segundo lugar, porque han puesto y ponen un obstáculo real para recibirla, toda vez que no tienen la intención de realizar el bien y el fin de la Iglesia, que es la Gloria de Dios con el Santo Sacrificio (que para ellos es una Cena protestante) y la salvación de las almas mediante la enseñanza de la doctrina católica y la condena del error y la herejía, la santificación de los fieles por medio de los Sacramentos (en este momento no hay ninguno de ellos válidos, excepto el bautismo) y la disciplina. Nada de esto ocurre con los «papas» conciliares; a nadie se le oculta que el bien y el fin de ellos es otro, pertenece a otra iglesia y a otra religión; de hecho, impulsan las reformas del Vaticano II; sólo para nombrar algunas de las herejías: El Ecumenismo, la Eclesiología del «subsistit in», libertad religiosa, la colegialidad en el gobierno de la Iglesia, etc. 


     De modo que los católicos estamos actualmente privados de Autoridad, reducidos a un puñado de obispos, sacerdotes y fieles que resisten; la Iglesia misma se encuentra reducida sólo a la Missio (la Misa «non una cum») y la santificación de los fieles) y a la sola materialidad de la sucesión apostólica en las Sedes (sólo con facultad legal de elección, pero sin jurisdicción ni infalibilidad en acto). 


     Así que, la supuesta falta de autoridad, imputada por Berríos a Ezzati, no se deriva sólo de supuestas faltas morales, sino, sobre todo y esencialmente, de estar en comunión con Bergoglio (como toda la jerarquía) que no posee la Autoridad de Cristo y persigue un bien y un fin opuesto al de la Iglesia Católica, única y verdadera Iglesia de Cristo.


“Christus Vincit, Christus Regnat, Christus Imperat!”

Crisis en la Iglesia Católica: ¿Dónde buscar?

     El día 02 de agosto el canal de televisión CNN Chile transmitió una entrevista realizada por tomas Mosciati a Marcial Sánchez, presentado como experto en temas de la Iglesia, a propósito de la crisis que vive la jerarquía chilena a raíz de los casos de abusos a menores por clérigos chilenos.

     La entrevista es buena; las respuestas, insuficientes, especialmente en el tratamiento de la Fe y de la crisis en la Iglesia católica. De hecho, la Iglesia no es una especie de ONG, que se define por el sólo objetivo de la acción social para mejorar las condiciones de vida de la humanidad. La misión de la Iglesia es la Gloria de Dios, la santificación y la salvación del hombre, básicamente Mt 28, 18ss. Pero, además, el objeto de la misma Fe no corresponde a la facultad volitiva (la acción), sino del intelecto, porque el objeto de la Fe son verdades a las que hay que asentir. De hecho, el objeto de la Fe está definido por el Concilio Vaticano de 1870: “Hay que creer con fe divina y católica todo lo que se contiene en la palabra De Dios escrita o transmitida por la tradición y que la Iglesia, por definición solemne o por su magisterio ordinario y universal, propone como divinamente revelado” (D 1792).


No me extiendo más sobre esto, pues paso a tratar la crisis. Coincido con el entrevistado en que la pregunta por la pérdida de la fe en la jerarquía, que tiene el cáncer por dentro, desde arriba, es excelente. Pero veamos más de cerca.


La Iglesia, sociedad sobrenatural, está divinamente fundada por Cristo sobre la solemne profesión de Fe de Pedro (Mt 16, 15-19) revelada por Dios; así, la Iglesia, fundada sobre la Verdad divina, inmutable, es también inmutable y no puede cambiar substancialmente. La misma Fe será profesada por los sucesores de Pedro hasta el fin de los siglos. Luego, los católicos nos preguntamos ¿Hay continuidad e inmutabilidad de la Fe de la Iglesia antes y después del Concilio Vaticano II? La respuesta es No; y es la causa de la crisis. Es decir, los papas post conciliares y la jerarquía unida a ellos ya no profesan la Fe católica. El Concilio inauguró una nueva religión y una nueva iglesia. Por ejemplo, algunas herejías entre tantas (proposiciones anteriormente ya condenadas infaliblemente por la Iglesia) son:

1. La primera herejía del Vaticano II: El ecumenismo (cf. Unitatis Redintegratio Nº 3); en efecto, el concilio declara que HAY salvación fuera de la Iglesia Católica y que las religiones no católicas otorgan la salvación a sus seguidores. La Iglesia, en cambio, enseña como dogma de Fe definida que fuera de la Iglesia católica NO HAY salvación.
2. La segunda herejía del Vaticano II: La libertad religiosa (cf. Dignitatis Humanae Nº 2); la Iglesia Católica, profesando ser la única, verdadera Iglesia fundada por Jesucristo, condena la idea de que todas las religiones tienen la misma libertad y los mismos derechos, y enseña que el hombre, por estricto deber, está obligado a pensar correctamente sobre Dios y la religión. La doctrina de la libertad religiosa enseñada por el Vaticano II es una herejía solemnemente condenada por Papa Pío IX.
3. La tercera herejía del Vaticano II: La nueva eclesiología, contenida en Lumen Gentium. La Iglesia Católica enseña que la Iglesia Católica, y sólo ella, es la verdadera Iglesia de Cristo; luego, toda entidad fuera de ella es una falsa religión. El Concilio Vaticano II alteró esta doctrina con la finalidad ecuménica de incluir otras denominaciones “cristianas” en la Iglesia de Cristo, y dice que la Iglesia Católica No Es la Iglesia de Cristo, aplicando la fórmula “subsist in”, en vez de “ES”; y dice que la Iglesia de Cristo “subsiste en” la Iglesia Católica, pero “no es” la Iglesia de Cristo. Es decir, la Iglesia de Cristo puede también “subsistir” en otras denominaciones, más allá de los límites de la Iglesia Católica.
4. La cuarta herejía del Vaticano II: La Colegialidad, contenida también den Lumen Gentium. Declara que el sujeto del poder supremo en la Iglesia es el Colegio de Obispos. Es una herejía; la Iglesia enseña que es el Romano Pontífice la Cabeza de la Iglesia Católica, proposición definida por el Concilio de Florencia (6-7-1439)

Hasta aquí lo concerniente a la raíz de la crisis en la Iglesia, es suficiente, cabe hacer notar que otro tanto queda por decir con relación a la liturgia, especialmente la Misa, y a la disciplina (el nuevo Código de Derecho Canónico): La raíz de la crisis es la defección total de la Fe Católica “desde arriba”, es decir, la apostasía de la jerarquía sobre la base del Concilio Vaticano II.


“Christus Vincit, Christus Regnat, Christus Imperat!”